PERE AZNAR / CÓMICO, AUTOR DE ‘BEBER’
“Quienes tenemos tendencia a sentirnos solos hacemos lo que sea para frenar esa sensación”
Gerardo Tecé 22/04/2023
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El 21 de septiembre de 2021 sucedió algo en televisión. Un guionista y colaborador del programa Late Motiv, de Andreu Buenafuente, salió al escenario con un monólogo en el que le contaba a Andreu –y de paso a lo que un concursante de Gran Hermano llamaría España– que era alcohólico, que llevaba 68 días sin beber. Ninguno de los que entonces trabajábamos en aquel programa –tampoco el propio Andreu– teníamos ni idea de que aquello iba a suceder. Porque no se lo dijo a nadie y porque, a pesar de llevar varias temporadas pasando horas y horas junto a aquel tipo trabajador y propietario de un cerebro brillante, generoso y rápido, ninguno sabíamos que Pere tenía un problema, ninguno sabíamos que en todo momento sentía unas ganas horribles de beber.
A las ocho de la mañana, frente al espejo del baño de un tanatorio en un pueblo perdido de Castilla-La Mancha de cuyo nombre no quiere –o quizá no puede– acordarse, Pere Aznar (Valencia, 1981), aún borracho de la noche anterior, se derrumbó tras descubrirse a sí mismo preguntándose si habría algún bar abierto a aquella hora y en aquel lugar al que había acudido para despedir a un amigo recién fallecido. Tiempo después de aquella escena –en la que Pere siempre subraya por deformación profesional que mientras su momento catártico sucedía había al lado un tío cagando fuerte porque la noche anterior había comido cordero– cristalizaría Beber (Ed.Aguilar, 2023).
Tras leer su libro le mandé un audio diciéndole que retiraba mi propuesta de entrevista porque nada de lo que hablásemos aquí aportaría un mejor enfoque, más realismo o humor que el propio libro. La historia dura y divertida de un alcohólico que llevaba dos décadas consumiendo de forma compulsiva sin que a su alrededor se activasen las alarmas. Tras mandarle aquel audio caí en algo obvio: una de las claves del libro, del problema de Pere y de los muchos problemas que todos tapamos con diferentes anestesias, es que hablamos poco de las cosas que importan.
Me pasa contigo que te tengo mucho cariño y preparando la entrevista me iba saliendo un instinto de protección con el entrevistado que no creo yo que sea bueno para mi oficio.
Entiendo el instinto y te lo agradezco, pero no te preocupes por eso. Precisamente porque el tema es delicado lo más sano y protector es hablar abiertamente.
Vale. ¿Cómo llevas la pelea por no volver a beber? ¿En qué momento estás?
El primer año fue relativamente fácil. Tiras mucho de culpa, te purgas un montón. Te sientes muy mal por las cosas que has hecho. Y pasa un día más y no bebes. Y te sientes muy bien porque lo estás consiguiendo. Pero desafortunadamente, ese tirón se agota. Esa culpa se agota una vez que tú ya has pensado como cien millones de veces en la imagen del día que abriste los regalos de Reyes con tu hija sin haber dormido esa noche. Eso se acaba y viene un proceso muy difícil, que es en el que me encuentro ahora: ser plena y absolutamente consciente de que esto no es una novedad, que es para siempre, que ya no voy a poder volver a beber nunca más. O que no debería volver a beber nunca más.
Al terminar de leer el libro, la primera conclusión que saqué me sorprendió mucho teniendo en cuenta que la bebida está presente todo el tiempo: este no va sobre el alcohol.
Yo he tenido muchas amistades, pero el 90% estaban basadas en tener un vaso en la mano
Claro. No es tanto un libro sobre alcoholismo, que también, sino de otras cosas. Hay cosas mucho más complejas que son las que te llevan a beber, pero que no se curan por el simple hecho de dejar de beber. Va de lo importante que es recibir un afecto bueno en tu infancia y de cómo eso configura tu programación cerebral, tu personalidad, inseguridades, miedos, soledades. Yo, por el trabajo de mi padre, viví en muchísimas ciudades distintas cuando era niño y eso hizo que mi cerebro se acostumbrase a la soledad. Luego la vida avanza y acabas siendo tú el padre. Y te preguntas qué tipo de papá vas a ser. ¿Cómo vas a gestionar tus emociones y las de las personas que dependen de ti? Yo creo que de eso va el libro. También de lo difícil que es profundizar con los amigos, de la sensación de no tener amigos de verdad con los que uno se pueda desnudar emocionalmente. Yo he tenido muchas amistades, pero el 90% estaban basadas en tener un vaso en la mano. He tenido pocos amigos de sentarme en un parque a charlar durante dos horas. Eso también es bastante potente, porque cuando no lo tienes, lo tapas con otras cosas. Y va de la forma de vida que tenemos y que nos impide pararnos a gestionar nuestras emociones. La sociedad no nos da el tiempo necesario para estar con nosotros mismos y nosotros tampoco lo queremos porque nos da miedo estar con nosotros mismos sin ningún estímulo. No te permites a ti mismo decir hostia, voy a pararme a pensar que ahora mismo me siento inseguro, no lo he hecho bien, tengo ansiedad, no sé qué va a pasar en el futuro. Da miedo, así que lo tapas como sea. Con una adicción al alcohol, una maratón de series, porno, con lo que sea que evite que estés cinco minutos diciendo esta es la vida que yo tengo, este soy yo. Hay una entrevista muy guapa que le hacen a John Lennon justo después de morir Janis Joplin. Dice que le da mucha pena que se haya muerto en esas circunstancias, pero que la pena no le viene de que ella fuera adicta a nada, sino de vivir en un mundo que no te permite ser como eres, y como no te permite ser como eres, te tienes que anestesiar. Pues eso que decía Lennon es la clave: las personas que somos un poco más vulnerables o tenemos más tendencia a sentirnos solas, hacemos lo que sea para frenar esa sensación, porque es abrumadora.
La última vez que estuvimos juntos en Sevilla me contaste que para no beber te estaba ayudando mucho caminar. Te recomendé pillar un taxi de vuelta porque tu hotel estaba lejísimos y tú me dijiste: ¿Está muy lejos? Perfecto, me voy andando.
Sí. Es que sustituí la adicción al alcohol por la adicción a pegarme unos pateos horrorosos. No te das cuenta. Yendo a terapia lo descubrí. En realidad, tienes una personalidad adictiva porque lo que no puedes es estar contigo mismo y lo que haces es tapar eso como sea. Buscas otra cosa de manera inconsciente. Y lo mío era caminar, pero hasta un punto que, si yo llegaba a las once de la noche y solo había hecho 15.000 pasos, me bajaba la calle hasta llegar a los 25.000 dando vueltas a la manzana. Si no, no podía dormir. ¿Es más sano que beberse ocho copas un martes? Sí, pero el problema de fondo es el mismo.
¿Cómo se han tomado tus seres queridos este despelote público de contar tu adicción y la oscuridad que la rodea? Y, sobre todo, ¿cómo lo llevas tú?
La presentación del libro ha sido más complicada que la escritura. En el proceso de escribirlo, yo iba contando mis experiencias y reflexiones y podía sentir cierto grado de pudor, pero el pudor en la soledad de casa no es para tanto. Pero cuando se acercó la semana de publicación me empezaron a temblar las piernas, la verdad. Porque había gente de mi entorno que podía intuir cosas, pero cuando sabes que tu gente va a leer situaciones concretas que no sólo tienen que ver con escenas sórdidas, que también, sino, sobre todo, con emociones, la cosa se pone más delicada. Mi padre lo leyó y me escribió diciendo “no sé lo que siento, ya te lo diré en algún momento”. Mi madre me dijo que se lo había leído en seis horas y que le había encantado, pero que no le gustaba nada saber que su hijo había sufrido tanto y que se sentía culpable por no haberme podido ayudar.
Duro.
Sí. Pero a todas las personas que me dicen eso les respondo lo mismo: es que no puedes ayudar. No hay nada que puedas hacer cuando alguien está en esa situación. Puedes decir “hola, estoy aquí por si me necesitas”, pero si le dices a quien tiene ese problema “oye tío, para ya con esto que te estás haciendo daño”, el otro no va a parar y es probable que te mande a la mierda.
Quienes trabajábamos contigo en Late Motiv nunca nos imaginamos que aquel día saldrías al plató con aquello.
No se lo dije a nadie. Todos, incluido el propio Buenafuente, os lo encontrasteis. Si hoy lo tuviera que hacer, lo haría de otra forma.
¿De qué forma?
De otra. Todo el mundo me dice que fue muy valiente, pero yo, siendo completamente honesto contigo, no lo hice bien. No deja de ser una cosa un poco egoísta. Como soy cómico, purgo mis mierdas así. Bueno, ya, cabrón, pero es que tus mierdas nos afectan a los demás. Ese debate lo sigo teniendo. Lo valiente no es decirlo en Buenafuente. Lo valiente es decirlo a la puta cara. Lo valiente hubiera sido coger a mi expareja y haberla sentado en el sofá. Haber cogido a mi padre, a mi madre, a mi hermana, haber cogido a mis amigos y haberles dicho tíos, yo no puedo seguir así. Pero no lo hice. Estaba en ese primer momento eufórico, que no es el de ahora. Llevas 60 días sin beber, te sientes de puta madre porque lo estás haciendo genial, lo notas físicamente, es poderoso. Llevaba 27 años bebiendo y ahora, de repente, llevo 60 días sin beber. Nunca había estado tanto tiempo. Jamás. Entonces yo creo que desde esa euforia me salió así.
Antes de aquella escena en el baño del tanatorio con la que arranca el libro, ¿cuántas veces te diste cuenta de que tenías un problema de alcoholismo?
Esa pequeña conversación de tengo que dejarlo la había tenido cientos de miles de millones de veces
Muchas. Casi todas las veces. Uno a sí mismo no se llega a engañar del todo. Lo que pasa es que no te engañas durante 15 segundos. Luego te vuelves a engañar. Yo me visualizo a mí mismo en el bar de debajo de mi casa cuando mi hija ya se había dormido y yo a las nueve y media de la noche me bajaba y cuando eran las once ya llevaba cuatro copas. Un martes. Y pensaba. ¿Qué coño estás haciendo? ¿Qué coño estás haciendo aquí? Esto no puede seguir. Pero luego subes a tu casa, duermes de puta madre y te levantas bien, llevas a la niña al cole, te metes en la reunión de trabajo, lo haces bien, la recoges del cole y cumples con todo. Y en los huecos vas bebiendo. Y todo fluye. Todo está bien. Y, además, cuando bebes te sientes acompañado por el alcohol, sientes que todo va a ir bien, lo sientes en lo más profundo de tu ser. Entonces esa pequeña conversación de tengo que dejarlo la había tenido cientos de miles de millones de veces, pero cientos. Pero duraba muy poco. Y el día del tanatorio la tuve cinco segundos más de lo debido. Y seguramente influyó el contexto. Se te acaba de morir un amigo. Estás ahí, no te atreves a entrar a verlo, vas pedo de la noche anterior y estás buscando un bar a las ocho de la mañana en una mierda de pueblo y te miras al espejo. Hasta que no hay algo que hace clic, es muy difícil.
Escuché la entrevista que te hicieron tus compañeros del A Vivir en la SER. Javier Del Pino te decía que nunca se había dado cuenta de tu problema a pesar de haber hecho viajes juntos con la emisora. Tú respondiste que sí se habían dado cuenta, pero que quizá no querían verlo porque es incómodo de ver.
Claro. Obviamente, a poco que te fijes… Si en lo que tú te bebes una birra yo me he tomado cuatro copas, aunque no se me note, algo me pasa. No balbuceo, no me caigo, no vomito, no la lío, pero estaba claro que algo me pasaba. Lo que pasa es que estamos en un sitio geográfico en el que eso se da por sentado. Nadie se lo plantea. Es muy difícil que tú digas que tal persona tiene un problema a no ser que lo veas meado por la calle.
¿Te está ayudando la terapia?
Iba muy bien, pero la publicación del libro me ha meneado un montón. No he vuelto a beber y las tentaciones que hay hoy son las mismas que había antes y sigo sin darles la mano. Pero sí que es verdad que antes de la publicación había encontrado una especie de momentum conmigo mismo. Había conseguido mirarme al espejo y aceptar quién soy. Porque claro, al final yo tengo 41 años y llevo desde los 13 mamando sin control. Llega un momento que no tienes ni puta idea de cómo eres. Me empezaba a caer bien y la publicación del libro me ha tocado un poco. Ahora estoy otra vez como empezando ese proceso. Me obligo a estar conmigo mismo un rato. Me voy a un parque y dejo que las cosas me atraviesen. Lo cual es jodidísimo porque dejar que las cosas te atraviesen significa decir vale, el mes que viene no sé si tengo trabajo, no sé cómo voy a pagar el alquiler, no sé si mi hija, ahora que me he separado, me va a querer… Venga, atraviesa, vamos. Y pásate media hora de angustia. Luego esa angustia se va transformando en esperanza porque el cerebro dice bueno, venga, ya está, vamos a buscar una solución. Y en esas estoy.
Hablando de conocerte a ti mismo, la parte que más me impactó del libro no tiene nada que ver con alcohol ni escenas sórdidas. Es una frase que dices hablando de los primeros años de tu vida en los que cambias de ciudad y de colegio constantemente: mi personalidad consistía en ser como hiciera falta ser. Me parece durísimo.
Es duro, sí. De repente cambiar de cole en plena Navidad es muy loco. De repente llegas en enero a un sitio nuevo en una ciudad distinta, a 600 kilómetros de la anterior y hola qué tal, me llamo Pere. Y así un montón de veces. Pero lo curioso es arrastrar eso toda tu vida y, de repente, parar en un momento dado, darte cuenta y decir con 40 años: ¿quién soy? Se supone que es el viaje que deberías haber tenido con 13. Y yo lo estoy teniendo ahora. Es un movimiento interior muy bestia porque dices: ¿cuántos disfraces me he puesto? Me he puesto tantos que ya llega un momento que no sabes si todo lo que estás haciendo forma parte de una estrategia inconsciente o realmente porque lo quieres hacer. Eso es lo verdaderamente jodido. Ahora estoy descubriendo que mi personalidad es completamente opuesta a esa especie de vaivén constante de extroversión y de ser lo que haya que ser en el momento para conectar. Soy todo lo contrario. No me gusta ser el centro de atención, no me gusta llevar la voz cantante. Es un caso muy de terapia.
¿Cómo te va en la terapia?
El primer día estuve una hora rajando neuróticamente, quiero dejar de beber, me quiero separar, una vomitada de una hora loquísima. Y cuando acabé, me dijo mi psicóloga: tenemos mucho trabajo, tú y yo vamos a vernos durante mucho tiempo y si no lo puedes pagar en algún momento, no pasa nada, sigue viniendo. Y entonces yo pensé, joder, cómo me ha tenido que ver para ofrecerme terapia gratis.
¿Se te acerca mucha gente a raíz del libro a preguntarte: a mí qué me pasa, doctor Aznar?
Ha habido gente, conocida y desconocida, que me ha dicho: creo que estoy en un punto muy parecido al tuyo, ¿qué hago? Hubo un caso que me emocionó muchísimo. Me puse a llorar como un bebé. A los dos días de hacer la entrevista en el A Vivir con Juan José Millás, me escribió un tipo por redes sociales y me dijo: “Escuché tu conversación, me removió muchas cosas que hacía mucho tiempo que alguien tenía que remover, llevo 48 horas sin beber, gracias”. Y hostia. Ahora diciéndolo me vuelvo a emocionar. Yo no tengo ese punto altruista de haberlo hecho por la gente, ni mucho menos. Pero cuando lees eso, dices: es muy bonito. O sea, es como ser yo el tanatorio de alguien.
Ser el tanatorio de alguien es, casi con total seguridad, la peor analogía que he escuchado en mi vida, Pere.
Puede ser, sí. Pero es guay pensar que esta cosa, que es como el discurso un poco Mister Wonderful de está bien que las personas que salís en la tele habléis de vuestras cosas, en realidad sea así. Yo siempre lo había visto con un poco de distancia, un poco de cinismo, pero cuando lo vives en tus propias carnes, joder, es emocionante. Para mí es duro salir en la tele o en la radio y decir que tengo un problema, pero coño, de repente un pavo de no sé dónde ha decidido dejar de beber porque me ha escuchado. Eso es de puta madre.
¿Hay algo que debería haber estado en el libro y no estuvo?
Si tuviera que volver a escribirlo, mi expareja y mi madre saldrían más y sería más justo con ellas
Pues sí. Hay dos cosas fundamentales. No me atreví a meterlas por vergüenza, la verdad. Pero te las voy a contar.
No hace falta. Si es algo que te avergüenza ya te he dicho que no quiero que esta conversación vaya de noches sórdidas.
Escúchame, joder, que no va de eso. Va del personaje de mi expareja, Paciencia, y el personaje de mi madre. Aparecen como dos figuras muy empáticas, cariñosas y amorosas. Y lo son. Pero es muy injusto que no las haya hecho partícipes del proceso del libro ni les haya dado el lugar tan importante que merecían en él. Y fue porque me daba muchísima vergüenza poner por escrito que no había sabido comunicarme con la que era mi pareja y que no había sabido compartir con ella algo tan jodido. Es una conversación que he tenido con ella ahora, afortunadamente. Le he pedido disculpas y las ha aceptado. Por algo se llama Paciencia en el libro. Si tuviera que volver a escribirlo, mi ahora expareja y mi madre saldrían más y sería más justo con ellas. Y describiría más cómo fue vivir una vida paralela, a sus espaldas, diciendo que me iba a pasear y volver con Paciencia ya dormida habiéndome comido cinco chicles para que no se me notara el olor. Lo injusto que eso fue para ella. Eso en el libro no aparece.
¿Has hablado con tu hija?
Sí. Trasladado a un lenguaje de ocho años. Ha sido ella la que me ha verbalizado cosas relacionadas con este cambio. “Antes te olía raro la boca, pero eras muy divertido, papá”. Una vez me preguntó: “¿Ya no bebes el líquido ese marrón?”. Yo le dije que estaba malito y necesitaba ese líquido, pero que ahora ya no. Le he dicho que algún día le contaré bien lo que le pasaba a papá. Y en el libro hago ese ejercicio de imaginarme cómo será esa conversación. Sé que suena muy ñoño, pero tengo la sensación de que este libro es una carta de amor a mi padre y un pedirle perdón a mi hija. Pedirle perdón porque, a lo mejor, cuando mi hija tenga 40 años, su personalidad estará influenciada por que en sus primeros tiempos de vida su papá no estaba bien. Y entonces a lo mejor eso le influirá. Y entonces, al menos, quería decirle que lo siento. Por eso la idea es que este libro lo compre muchísima gente y pagarle el psicólogo a la niña.
¿Tienes algún plan para que la palabra alcohólico no marque la larga y brillante carrera que le espera al gran cómico Pere Aznar?
Gracias por lo de gran cómico, pero yo lo que soy es un gran currante. Y de lo otro, pues sí: el segundo libro se llamará comer y el tercero follar. Ahora voy a engordar 200 kilos y luego voy a ser adicto al sexo. Va a ser como mi trilogía vital.
Jajaja. Ánimo con ese proyecto.
Gracias.
El 21 de septiembre de 2021 sucedió algo en televisión. Un guionista y colaborador del programa Late Motiv, de Andreu Buenafuente, salió al escenario con un monólogo en el que le contaba a Andreu –y de paso a lo que un concursante de Gran Hermano llamaría España– que era alcohólico, que llevaba 68 días...
Autor >
Gerardo Tecé
Soy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto. Es autor de 'España, óleo sobre lienzo'(Escritos Contextatarios).
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