La campaña de Tecé y Martínez
La ventana
La fortaleza de la cosa ETA-okupas-patrias-negacionismo explica que la brisa del 15M en el rostro a través de los ventanales ya nos pilla lejos, y que las ventanas están tan cerradas que, tal vez, están rotas
Guillem Martínez 18/05/2023
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En el universo Martínez no existe el periodismo de declaraciones. Lo que nos ubica a todos los que escribimos y leemos estos articuletes fuera del periodismo español y catalán, yupi. La norma es no recurrir a declas, salvo que esas declas sean a) lapsus lacanianos –y no solo eso: deben ser lapsus lacanianos del 9 en la escala Richter, que requieran dardo somnífero e internamiento, vamos–. O salvo que b) aludan a sentidos aún más profundos y opacos de lo esperado en alguien con estudios, y aporten una cantidad de luz mayor que la oscuridad que el político emisor quería convocar. Este último caso es el eximente que, junto a dos pólizas y un jamón, puedo presentarles como disculpas para plantearles hoy la exposición de unas declas. De Xavier Trias, candidato de Junts a la alcaldía de BCN. No se las pierdan, pues esas declas explican un fenómeno que excede a Trias, por lo que dibuja el mundo. No se vayan.
El caso es que Trias agarró una alcachofa y fue y dijo que los coches, si bien contaminan, no tienen nada que ver con el cambio climático. Vamos, que Trias emitió unas declas aparentemente majaras, en el modo extrema derecha 2.0, ese género con el que se intoxica, confunde y rompe la agenda informativa del día. Lo que es raro, pues Trias no es así, ni suele hacer eso. No es Ayuso o Borràs. Es la derecha de toda la vida, aquella que, en el trance de elegir entre una mentira de siempre y un fake I+D, rehuye lo experimental y acude a la solvencia de los clásicos. ¿Por qué, entonces, traigo a colación esas declas? Pues porque Trias no mintió, ni intentó confundir. Es decir, formuló algo que para él era una obviedad. Lo que nos permite evaluar una rareza descomunal, gigantesca, cotidiana, de la política, más en campaña, cuando los políticos van a lo loco. Se trata de –lo llamaré así– la Expectativa de Conocimiento de los políticos. O, a partir de ahora, EC.
Las personas, y con ellas los políticos, cierran sus cosmovisiones políticas muy pronto, hacia los 15 años. No obstante, se mantiene el contacto, la sed del mundo, la curiosidad, hasta la treintena o la cuarentena. Hay muchas personas –y, por lo tanto, algunos políticos– que mantienen, conforme maduran o envejecen, una relación con el mundo más longeva, un contacto efectivo y más dilatado con las novedades y cambios. González, Pujol y Maragall eran así. O, al menos, lo parecían, lo que en política suele ser suficiente. Pero no muchos políticos más siguieron o siguen esa escondida senda, que requiere cierto esfuerzo intelectual. Ya saben: interés, lecturas y compañías excitantes. No es el caso, así lo atestiguan sus declas, de Trias. Siguiendo, e ilustrando, la teoría expuesta, Trias –BCN, 1946– cerró sus ideología entre los años 50-60. Y sus lecturas del mundo, su realidad, sus expectativas, todo apunta a ello, en los años setenta. O, al menos, para entonces ya estaba claro que la contaminación existía, que no era buena, como señaló por aquellos años hasta el oso Yogui. El Trias actual no tiene así problemas en reconocer que los coches son contaminantes, pero sí los tiene para aseverar que la emisión de carbono es determinante en el calentamiento global, sencillamente porque ese dictamen científico se coló entre los años noventa y el siglo XXI, varias décadas más tarde del cierre de la ventana desde la que Trias veía el mundo. No ver la relación contaminación-calentamiento no es incultura, inconsciencia o desconocimiento, sino no ver algo que sucedió cuando se dejaron de ver, hilvanar y relacionar fenómenos, cuando se cerró la EC. Con sus declas, Trias no hace nada extraño, nada que no hagamos, antes o después, el resto de los humanos. Constatar que el mundo es una ventana abierta, que con el paso del tiempo se va cerrando, de manera que, el paisaje que no ha sido observado antes de ese cierre, pasa a no ser computado. Esa dinámica no alude a la edad del candidato –aludir a la juventud o a la vejez de las personas para evaluar sus actitudes es, después de los tres añitos, algo feo y un tanto nazi–, sino a su EC. Al periodo por el que se interesó por el mundo. Que, en este caso particular, no fue, todo apunta a ello, muy prolongado.
Los sistemas políticos son también la EC, la ventana, de sus políticos. La admisión o el rechazo de políticos con ventanas diminutas. En lo que ilustra un fin de época, no priman las ventanas muy amplias. Tal vez porque no son necesarias. Aquí abajo, y en estas elecciones municipales en las que no es necesario aludir al municipio, es suficiente con un tragaluz, ese boquete más diminuto que una ventana, por el que se ve muy poco, pero cosas muy intensitas: ETA, okupas que se okupan encima, una idea decimonónica y absurda de nación, negacionismo ante el calentamiento. Con eso, y alguna coletilla, se suple una EC competente. Trias, por ejemplo, utiliza continuamente el palabro desastre –se escribe igual en castellano y catalán, si bien Trias dice desastra, en lo que Pla denominaba el català xava; el de BCN; el mío; que me parece, por otra parte, muy sexy y divertido–, para aludir a todo lo que se produjo ante su ventana cerrada ya en los setenta, a tenor de sus declas, y que no llegó a ver. Puede colar. Veremos.
Esta semana se ha cumplido, por cierto, el V Centenario del 15M, una forma de abrir la ventana en modo Mies van der Rohe, aquel pollo que hacía casas de cristal, casas-ventana. ¿Recuerdan, snif? La fortaleza de la cosa ETA-okupas-patrias-negacionismo explica que, en efecto, aquella brisa en el rostro a través de los ventanales ya nos pilla lejos, y que las ventanas están tan cerradas que, tal vez, están rotas.
En el universo Martínez no existe el periodismo de declaraciones. Lo que nos ubica a todos los que escribimos y leemos estos articuletes fuera del periodismo español y catalán, yupi. La norma es no recurrir a declas, salvo que esas declas sean a) lapsus lacanianos –y no solo eso: deben ser lapsus lacanianos del 9...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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