editorial
El trumpismo arrasa: duro castigo al gobierno de coalición
En muchos lugares, el PP necesitará el apoyo de la ultraderecha para formar gobiernos, pero los comicios confirman que la ola mundial de pactos entre azules y pardos está ya trágicamente normalizada en España
29/05/2023
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Hace ocho años, en las elecciones regionales y locales de 2015, la gente salió a las calles a celebrar la llegada del cambio en muchas ciudades. Fue una jornada histórica, porque distintas plataformas alejadas de los partidos tradicionales tomaron el poder municipal en Madrid, Barcelona, Zaragoza, Valencia, Palma, A Coruña, Santiago, Cádiz y Ferrol. El 28 de mayo hemos asistido al movimiento contrario: el bipartidismo (PP y PSOE suman casi el 60% de los votos) recupera su pujanza tradicional, y los grandes vencedores son la derecha (el PP es el partido más votado), la ultraderecha (tercera fuerza, duplicando su porcentaje de voto municipal), y los poderes fácticos que llevan años blanqueando a la extrema derecha como un socio presentable y legítimo para el PP.
Las elecciones del 28 de mayo suponen el final de la breve era del trifachito y la consolidación del bifachito. En muchos lugares, el PP necesitará el apoyo de la ultraderecha para formar gobierno, pero los comicios parecen confirmar que la ola mundial de pactos entre azules y pardos está ya trágicamente normalizada en España; en Valencia capital, por poner un solo ejemplo, Vox sube del 7,25% al 12,7%. Los electores no solo no rechazan sino que premian la deriva trumpista y sociópata del Partido Popular y de Vox.
Aunque la abstención del 36% fue una vez más la opción preferida (12,7 millones de personas no votaron), la jornada refuerza el liderazgo de Alberto Núñez Feijóo. Después de pasar meses diciendo torpezas y sinsentidos, Feijóo afrontará las generales con la ventaja de haber recuperado los viejos feudos corruptos de Valencia y Baleares, y presumiendo de haber arrebatado las alcaldías a la izquierda en Sevilla, Cádiz, Valladolid, Valencia y Palma. El PP recupera también Aragón, lo que significa que contará con el poder regional (y sus muy rentables palancas mediáticas) en Madrid, Andalucía, Valencia, Aragón, Baleares y Castilla y León, además de Extremadura, un vuelco histórico que deja al PSOE sin más baronías que Castilla-La Mancha (por la mínima), Asturias y Navarra.
La desaparición de Ciudadanos, el hundimiento de Unidas Podemos, la derrota de Comuns (Ada Colau es tercera fuerza tras el PSC por un puñado de votos) y los dignos pero ineficaces resultados de las fuerzas regionales a la izquierda del PSOE (Más Madrid resiste pero apenas mejora y Compromís lo pierde todo) son otras notas reseñables de una jornada aciaga para casi todas las fuerzas progresistas.
Los socialistas y sus socios de UP pagan la intensa campaña de odio lanzada hace años por la ultraderecha y el PP contra el sanchismo y los bolivarianos; su incapacidad para comunicar sus logros a la sociedad, y el desgaste de una campaña inexistente y llena de barro, que los medios conservadores redujeron al marco ETA y Bildu –que es por cierto el tercer ganador claro de las elecciones–. El desastre municipal socialista no tiene paliativos, salvo en Vigo, el bastión de las luces navideñas.
De la cita sale hundida Unidas Podemos y muy tocados los líderes que no fueron capaces de presentarse unidos, incluida la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz; tras no sellar un acuerdo preelectoral entre Sumar y UP, la nueva líder de la izquierda apostó por dar apoyos variables a fuerzas distintas; la estrategia fracasa especialmente en Valencia y en Madrid, donde Ayuso y Almeida consiguen sendas mayorías absolutas. UP confirma los peores presagios y no consigue entrar ni en la Asamblea ni en el Ayuntamiento en Madrid ni Valencia, y además de este último pierde los gobiernos de Aragón, Baleares y Canarias. Batacazo.
En CTXT no solemos practicar el deporte nacional favorito: hacer leña del árbol caído. Pero debemos dejar constancia de la irresponsabilidad de las fuerzas de izquierda. En editoriales previos, señalamos que era crucial pactar antes de estas elecciones allá donde la suma fuera evidentemente necesaria; no se hizo, y el resultado de tanta división y tanta confusión ha sido claro. Reeditar un gobierno de coalición entre el PSOE y las fuerzas de izquierda suena hoy a quimera. Veremos, pero no parece que haya motivos para el menor optimismo. Y como decía hoy mismo Pepe Mujica en esta revista, “si la izquierda no es capaz de construir unidad, no podrá defender los intereses de los postergados”.
Hace ocho años, en las elecciones regionales y locales de 2015, la gente salió a las calles a celebrar la llegada del cambio en muchas ciudades. Fue una jornada histórica, porque distintas plataformas alejadas de los partidos tradicionales tomaron el poder municipal en Madrid, Barcelona, Zaragoza,...
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