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Aterrados,
buscan una flor familiar donde guarecerse,
y les asusta la inmensidad del campo.
William Carlos Williams
El encanto y la naturalidad acompañan a Sílvia Pérez Cruz. Esa cantidad hechizada que aparece en sus conciertos también asoma en el trato personal. Hacemos esta entrevista en Madrid, frente a la estación de Atocha. Viene Sílvia cargando su guitarra después de cantar en el Museo Reina Sofía. Su mánager y confidente, Álex Sánchez, se retira con discreción antes de que mi dedo apriete el botón de la grabadora en el móvil. Hay mucho ruido de voces en el hall del hotel donde estamos y Sílvia agarra el aparato con las dos manos y se lo acerca como si fuera el micrófono de cantar y quisiera interpretar Si te contara o Pequeño Vals Vienés.
La artista catalana acaba de publicar Toda la vida, un día, último y ambicioso trabajo en una obra discográfica con una docena de títulos firmados con nombre propio. Habría que sumar algunos más si incluimos su debut con el grupo femenino Las Migas en 2010, por ejemplo. Toda la vida, un día incluye colaboraciones con otros artistas invitados que, además de ser músicos carismáticos, son amigos en lo personal: Liliana Herrero, Natalia Lafourcade, María Gadú, Salvador Sobral y Juan Quintero. Y en la extensa composición flamenca Salir distinto, dedicada a Enrique Morente, participa un piquete fuera de serie: Carmen Linares, Pepe Habichuela, Diego Carrasco y Carles Benavent. En el disco han participado un total de 90 músicos de todas las edades y ha sido grabado en media docena de lugares de ambos lados del Atlántico y de la orilla mediterránea. El dramaturgo Pablo Messiez, que colabora en el álbum como orientador poético, ha dejado escrito: “Este disco está lleno de vida y de amor”.
El tema Salir distinto es lo primero que me ha impactado antes de escuchar completo este nuevo disco. Esa canción tiene la huella de Enrique Morente, maestro de maestros del arte flamenco. Un santo para mí. ¿Qué es para ti?
Lo importante es el lugar desde el que cantas. Cuando interpreto lo que tiene que ver con Morente es como si Enrique estuviera sentado a mi lado en el escenario. En el confinamiento no podía ver a muchos amigos y por sus cumpleaños les fui haciendo canciones, que están en este disco. A mi mánager Álex Sánchez le compuse Salir distinto. Es la canción más difícil de construir, la que necesitaba más digestión. Para escribir la letra, cogí frases de Enrique Morente que me contaba Álex: “Estamos vivos de milagro”, “Prefiero el desastre a la mediocridad”...Y luego pensé hacer esos versos con una melodía de tientos, que me encantan. Subí la velocidad y encontré algo hipnótico.
En el confinamiento no podía ver a muchos amigos y por sus cumpleaños les fui haciendo canciones, que están en este disco
Morente era un defensor de la tradición que no paraba de romper esquemas...
Quería hacer algo moderno en Salir distinto. Empecé con la guitarra y el contrabajo, luego me fui a preguntar a Pepe Habichuela y a Carmen Linares. Sabía que eran quienes más cerca podían entender este aire de Morente que estaba haciendo. Los admiro a los dos muchísimo. Todo conectaba, pero me daba un respeto muy fuerte. Quedamos en casa de Pepe Habichuela, en el comedor, y eso fue un regalo. ¡Lo que llegué a aprender! Nunca pensé que mi guitarra podía conectar con la de Pepe Habichuela. Esa mirada que tiene me impacta, me desarma. Llega a un sitio muy único, muy valiente. Me imagino que con Morente se debían motivar muchísimo. La mujer de Pepe, Amparo, también fue un abrazo y me ayudó mucho con el ritmo. Luego llegó Carmen Linares con esa voz que tiene como un roble, tan noble, tan valiente. Me emociona mucho. Primero grabamos la canción en el comedor de Pepe y luego fuimos al estudio. A Carles Benavent me lo encontré en un tren y me dijo que estaría encantado de tocar. He grabado el tema en mil etapas y lo he dejado reposar meses para coger fuerza. El coro de Jerez con Diego Carrasco lo tenía en la cabeza y le dije a Diego: tú eres un clásico. Y hasta me hizo una dedicatoria. Esa canción es un viaje con lo más grande. Enrique Morente y Caetano Veloso son los artistas que más me inspiran. A Enrique lo veo conectado con la tierra, valiente y valiente, buscando y buscando. Pepe me decía: “Enrique pensaba mucho, como tú. Os hubierais entendido”. Me hubiera encantado conocerlo, murió un mes más tarde que mi padre. Yo hablo mucho de Morente cuando canto por el mundo Pequeño Vals Vienés. Digo: letra de Federico García Lorca, música de Leonard Cohen e inspiración de Enrique Morente. Su nombre vibra en el aire.
La huella de tu padre, Càstor Pérez Diz, también es importante.
A mi padre no lo veía mucho. Pero yo iba a buscarle a la taberna donde actuaba y conversábamos cantando. Llorábamos cantando. Ahí aprendí a transmitir mis emociones reales a través de una canción. También me enseñó el cuidado de la simplicidad. Escribió cuatro canciones en toda su vida. Me enseñó la lentitud. Tenía un pasear de viejo mirando el mar. Era un enamorado de la música, de las habaneras, del filin cubano. A Cuba se iba y volvía cargado de tesoros que eran partituras. Solíamos cantar Alfonsina y el mar, Veinte años y dos habaneras anónimas para mujer. El disco que hice con el contrabajista Javier Colina, En la imaginación (2011), le hubiera encantado a mi padre. Dos veces me regaló el mismo libro sobre el filin cubano. Y Colina es familia para mí. Grabamos ese disco en una sola mañana de lo trabajado que lo teníamos. Un milagro. Después de tanto tiempo, el año pasado En la imaginación ha sido disco de oro.
Explícame esa forma lenta de trabajar.
Voy componiendo siempre de manera natural para sobrevivir, para transformar mis emociones en canciones. Eso me ayuda, me da gusto. Pero no sabía qué forma tendría todo esto que estaba componiendo hasta que conocí a Liliana Herrero hace un año y medio. Liliana es una cantante argentina muy profunda, y le hice la canción Toda la vida, un día. Ahí entiendo que va a ser una vida entera. Eso me permite que tenga espacio todo lo que estoy componiendo y arreglando con mis ideas de producción. Al principio pensaba hacer discos distintos porque estaba muy fértil. Finalmente, entiendo que esa vida entera me permite pasar por cada etapa y trabajar sonoridades distintas. Y se me abre un espacio más en la mente que permite crear los cinco movimientos de Toda la vida, un día.
El poeta William Carlos Williams funciona de detonante.
Un punto de partida importante es el poema de William Carlos Williams. En el confinamiento sentí un poco de angustia con la inmensidad del paisaje y cuando llegó la primavera entendí que la inmensidad hay que ordenarla flor a flor para que sea posible disfrutar de la belleza. Le conté a la coreógrafa Elena Córdoba esa sensación y me mostró el poema de William Carlos Williams. Ese poema es la primera semilla. La vida entera es el gran amparo. Y luego viene cada movimiento.
Cuando llegó la primavera entendí que la inmensidad hay que ordenarla flor a flor para que sea posible disfrutar de la belleza
William Carlos Williams introdujo el habla coloquial en la poesía moderna estadounidense. Además de ser una especie de figura paternal para los poetas de la Generación Beat, el poeta de “Aterrados” fue médico de familia y un pediatra que asistió a las mujeres en más de dos mil partos…
Me encanta. No lo sabía, pero me encanta. El disco comienza con un nacimiento y acaba con un parto. Me encanta que el poeta lo vertebre todo más de lo que yo creía.
Fernando Pessoa es otro poeta importante.
Los poetas aparecen en el segundo movimiento, que habla de la juventud. A Fernando Pessoa me lo sugirió el dramaturgo Pablo Messiez. Buscando sonoridades nuevas, necesitas a otros poetas para agarrarte y no perderte en la inmensidad. Messiez ya me nombró a Pessoa en el disco anterior, donde yo reflexionaba sobre la diferencia entre la perfección que queremos mostrar y la vulnerabilidad que nos representa. Messiez me dijo que a veces la máscara también nos representa, que la máscara que elegimos también somos nosotros. Y decidí musicar el poema de Pessoa, que explica muy bien ese absurdo de fingir incluso lo que ya somos. Este movimiento está grabado en distintos espacios: una habitación pequeña, una habitación grande y un directo que mezcla mi voz desde el Matadero de Madrid con mi voz con autotune. La máscara y la verdad a la vez, haciendo armonías con un final de trombones como de Semana Santa.
¿Cómo han venido esos compañeros y amigos a tu disco?
Salvador Sobral es amigo desde hace tiempo, nos admiramos. Es alguien que conoce bien la posibilidad de morir. Vive la vida en el presente y tiene una voz preciosísima. Escribí En moro pensando en Salvador. Tenía unas décimas escritas y las he vuelto bolero para Natalia Lafourcade. Grabamos en Coatepec (México), cantando cara a cara Mi última canción triste. A la argentina Liliana Herrero la conocí en Uruguay y me cambió la vida. Me puso en mi eje, me hizo responsable. Me dijo: “Hacete cargo de tu luz”. Hace tiempo le enseñé los primeros versos de Toda la vida, un día, que los escribí para ella sin conocerla. La terminé después de que la conocí y ahora la hemos grabado. Liliana me ordenó muchas cosas más allá de la música. Juan Quintero es un músico maravilloso del folklore argentino. Cantamos la canción de Edgardo Cardozo Ayuda (Martín), que es una adaptación del Martín Fierro. La canción Estrellas y raíz la hice para la cantante brasileña María Gadú, porque la iba a conocer al mismo tiempo que a Liliana Herrero. María es muy potente, como Liliana, y tiene un compromiso con los indígenas del Amazonas y con la política. Es una mujer muy fuerte. Esa canción la compuse en Japón, cuando fui allí en 2019 con el pianista de jazz Marco Mezquida para grabar el disco Ma. Live in Tokio. Estuvimos allí cinco días en el Blue Note con el tifón Hagibis, el más grande en 50 años, azotando la ciudad. Eso fue espectacular. Lo improvisamos todo en los conciertos, sin acordar siquiera el orden de las canciones.
La cantante Sílvia Pérez Cruz actuará en Madrid en el festival Noches del Botánico. / Flickr
Muchos conciertos en la agenda. A Madrid vendrás en julio para actuar en el festival “Noches del Botánico” junto a Liliana Herrero y María Gadú.
Eso será mesa, botella de vino y cantar canciones de todos los territorios.
Cantar, componer, tocar la guitarra, tocar el saxofón, arreglar, producir…Hay un montón de esquinas de la música que no te son ajenas.
Haber estudiado música me da herramientas para expresar lo que siento. Con tres años ya estaba en una escuela de música en mi pueblo, Palafrugell. Hasta los dieciocho años estuve estudiando solfeo, piano, saxo, coral, orquesta…Aprender, aprender y jugar. En mi casa cantábamos para expresar, para jugar. Descubrí la vocación con doce años, cantando un día con mi padre Alfonsina y el mar. Me dije: “Esto lo necesito”. Transmito cosas que me hacen bien, y la gente que escuchaba me contaba lo que le pasaba. Me gusta mucho aprender. Cada música, cada estilo, te da unas herramientas distintas. El saxo lo estuve tocando desde los siete años hasta los veinticuatro. Tuve el mejor profesor del mundo, Manel Mañogil Lucas, que era un gran músico, un señor con barba que me encantaba. Pero al llegar a Barcelona, me puse a cantar y me resultaba más fácil convertir con la voz una emoción en sonido. Con dieciocho años, el aprendizaje técnico de ese instrumento empezó a frustrarme. Pero ahora pienso que es muy bonito tocar un instrumento. No hace falta ser una virguería, sino transmitir a partir de ahí. Y en este disco recupero el saxo en dos canciones y me pego un homenaje tocando con mis saxofonistas preferidos. Es muy emocionante.
¿Qué papel han jugado en tu formación las escuelas de música de Cataluña?
Son centros de reunión, donde se junta gente que tiene la misma voluntad. Tenía profesores que me marcaron, tenía un espacio con recursos. Y sobre todo se mezclaban estilos en ese espacio. Era muy inspirador tener gente del barroco y poder poner una viola de gamba en lo que cantabas. Escuchar a los del flamenco, los del moderno, del jazz…Cuando yo llegué a Barcelona había pocas chicas jóvenes que fueran instrumentistas, o que compusieran o hicieran folklore. Era raro. Es muy bonito ahora ver a muchas mujeres que lideran sus proyectos, que tocan en las jams. Ahora Barcelona está muy viva.
¿Los nacionalismos te dicen algo?
No me afectan. Personalmente, me siento muy cuidada y bienvenida en todas partes. Solo he tenido dos veces problemas. Una vez en Alicante fue muy incómodo una discusión que se produjo en el público. Unos querían que hablara en catalán, otros en castellano y otros en valenciano. Y aquí en Madrid algo ocurrió una vez que cantaba con una orquesta en el Auditorio Nacional un repertorio de canciones mallorquinas de trabajo. Estaba anunciado desde hacía semanas, sabías lo que ibas a escuchar. Pero a la primera palabra un hombre se levantó y gritó: “Aquí solo se canta en el idioma de la nación”. Dijo algo así, pero no le hizo caso nadie. Son excepciones, porque me encuentro incluso gente que me dice que está aprendiendo catalán por mis canciones. Voy tranquilísima en este sentido.
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Toda la vida, un día. Sílvia Pérez Cruz contada por ella misma:
“El disco tiene tapas duras, como si fuera un cuento. Son cinco movimientos, cada uno con un color. El primer movimiento es la infancia, que tiene una sonoridad amable, confortable, guitarra, cuerdas, contrabajo: es el más luminoso. El segundo movimiento es la juventud, con más búsqueda de sonidos, más arriesgado, texturas, más angular, más incómodo. El tercer movimiento es la madurez, donde reivindico cuidar a las personas que te hacen bien, despojándote del espectáculo. La intimidad del dúo está en los dúos con Juan Quintero y Natalia Lafourcade. El cuarto movimiento es el peso, la vejez. Un homenaje a la lentitud con arreglos más clásicos, escritos para guitarra clásica, chelo y viola barroca con cuerdas de tripa. Hay un coro. Voy desde la samba lenta que le hago a Liliana Herrero, pasando por un homenaje a Jordi Savall, inspirado en la película que hizo, Tous les matins du monde. Y termino con Salvador Sobral, solo voces antes de que llegue la muerte. La muerte solo es un instante, no es un movimiento. El último movimiento, el quinto, es el renacimiento. Es la música más alegre, percusión y voz, pensando en los instrumentos que primero aparecieron. Hay una nana al final y un coro que simboliza el parto como única canción. Hago el renacimiento para explicar la circularidad de todo: un tiempo infinito, ordenado en principios y finales. Todo sigue a pesar de nosotros. A veces para que llegue un final tiene que venir un nuevo principio en las pequeñas muertes que tenemos durante una vida, tristeza, pérdidas…Una voluntad de renacer cuando parece que ya no se puede más. Y a pesar de todo lo vivido, acabar arriba”.
Aterrados,
buscan una flor familiar donde guarecerse,
y les asusta la inmensidad del campo.
William Carlos Williams
El encanto y la naturalidad acompañan a Sílvia Pérez Cruz. Esa cantidad...
Autor >
Pedro Calvo
Periodista chusquero. Nací en Cuatro Caminos (Madrid), en 1954. Vengo de los felices tiempos del estajanovismo plumilla. Me dio por escribir de músicas y de la tele. Tengo el humor ahí. Una manía. En RNE me dejan ponerme fino delante del micro.
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