NO NI NÁ
Hermana, yo soy tu manada
El veto a Irene Montero sería un triunfo para la derecha y una derrota para las mujeres. La izquierda está obligada a proteger el Ministerio de Igualdad y a su ministra, que ha puesto el cuerpo por los derechos de todas
Vanesa Jiménez 9/06/2023
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Irene Montero es el diablo. No ni ná. Y lo es desde que el 20 de enero de 2020 se convirtiera en la segunda ministra de Igualdad de la historia de España. Si en vez de Irene Montero la titular de la cartera fuésemos usted (mujer) o yo, también nos hubiésemos transformado en el diablo. Aquí pesa sobre todo el cargo. Bibiana Aído, que no era de Podemos ni tenía como pareja a otro demonio, conocido al menos, ya fue un demonche en su época. Además de inútil, incapaz, infantil… y hasta “flamenca”. Que Aído, como yo, es gaditana –de Alcalá de los Gazules– y eso está bien para el folclore pero no para el Congreso. Aznar se burlaba del “currículum científico” de la ministra: “De la Agencia de Flamenco en Andalucía a legislar sobre la vida humana”, decía el peor presidente de nuestra historia democrática mientras se tramitaba la nueva ley del aborto.
Bibiana Aído fue, con 31 años, los mismos con los que Irene Montero accedió al Ministerio, la ministra más joven hasta entonces y la primera titular de Igualdad en España. Estuvo algo más de dos años en el cargo, desde abril de 2008 hasta octubre de 2010, el mismo tiempo que duró el Ministerio. En una reforma del Ejecutivo forzada por la crisis económica, Zapatero lo integró en el Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad, con Leire Pajín a la cabeza. [El entonces alcalde popular de Valladolid, Francisco Javier León de la Riva, comentó tras el nombramiento de Pajín: “Cada vez que le veo la cara y esos morritos pienso lo mismo”. “La Leire Pajín, una chica preparadísima, hábil, discreta, que va a repartir condones a diestro y siniestro por donde quiera que vaya y que va a ser la alegría de la huerta”.]
En 2021, la exministra Aído respondía con datos a una pregunta de El País sobre las burlas casi diarias que recibió aquellos años: “Sigue existiendo un altísimo nivel de violencia política sobre las mujeres, no solo en España, sino que es global. Tenemos datos de la Unión Interparlamentaria de 2018 que hablan que más del 80% de las mujeres parlamentarias sufren violencia psicológica, casi el 45% de las mujeres parlamentarias sufre amenazas, violaciones, violencia física; y casi el 50% teme por su seguridad y la de su familia”.
Aído se enfrentó a una campaña feroz de la Conferencia Episcopal y de las bases de los principales movimientos católicos
Aído impulsó la ley de plazos del aborto de 2010, que fue recurrida ante el Tribunal Constitucional por el PP –“un sacrificio de la vida humana”– y que casi 13 años después, este mismo año, ha sido avalada en su totalidad por ese tribunal. Como detalla Nuria Alabao en este artículo, “El aborto, la amenaza favorita de los fundamentalistas”, Aído se enfrentó entonces a una campaña feroz de la Conferencia Episcopal y de las bases de los principales movimientos católicos, que convocaron movilizaciones masivas contra la ley. Pero no fue el antiabortismo, uno de los aglutinadores de los ultras, la única lucha del ministerio de Aído: el desarrollo de la Ley de Igualdad y de Violencia de Género recibió casi 200 cuestiones de inconstitucionalidad en sus primeros tres años de vida. De fondo, siempre, la demanda del PP de eliminar el Ministerio de Igualdad por considerarlo “ineficaz”.
No voy a reproducir ninguno de los insultos que ha recibido Irene Montero como ministra de Igualdad. Se los saben de memoria. La violencia política que ha sufrido y sigue sufriendo es extraordinaria. Lo que sí me gustaría recordar son las tres grandes leyes que ha sacado adelante su ministerio.
Ley 10/2022, de 6 de septiembre, de garantía integral de la libertad sexual, conocida como del ‘solo sí es sí’. La norma puede ser objeto de muchos debates, pero hay algunos hechos evidentes, como que fue avalada por el exministro de Justicia, Juan Carlos Campo, premiado por Sánchez con un puesto de magistrado del Tribunal Constitucional, y que la contrarreforma del PSOE supuso un retroceso brutal a los tiempos en que las mujeres debían probar que se resistían a la violencia. También que el presidente Sánchez abrazó la norma con gran entusiasmo, tanto como para considerarla “un hito importantísimo”. Esta ley, recuerden, tuvo como germen las multutidinarias movilizaciones feministas provocadas por la sentencia de La Manada, donde la visión arcaica y machista del Código Penal en materia de delitos sobre la libertad sexual se hizo aún más patente [Autocita: “Con una heridita basta para cargarse una ley feminista”.]
Ley Orgánica 1/2023, de 28 de febrero, por la que se modifica la Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo. La ley del aborto, uno de los símbolos de la lucha feminista, y uno de los pegamentos más eficaces de los ultras de todo el mundo [Sobre esta ley les dejo el final del editorial de El País, que no es precisamente un medio afín a Podemos: “En el contexto de una sociedad que ha vuelto a escuchar discursos inquietantemente involucionistas y directamente machistas, la ley corrige inercias sociales discriminatorias, aborda tabús impropios de este tiempo y pretende eliminar las barreras que todavía persistían para el libre ejercicio del derecho al aborto”.]
Montero se ha convertido en un herramienta de disputa dentro de esa supuesta izquierda que supuestamente quiere Sumar
Ley 4/2023, de 28 de febrero, para la Igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos LGTBI, más conocida como ley trans. La norma tuvo que superar la oposición de parte de la cúpula del PSOE, de sectores del feminismo transexcluyente y de grupos conservadores. [Les animo a que lean este artículo de Marina Saenz. “Sólo aspiro a que usted, lector, entienda que ni las 7.313 personas que hemos hecho el cambio de sexo registral desde 2017 a 2023 (0,017% de la población), ni las otras que lo harán, podemos representar el peligro que se les anuncia”.]
En los últimos días, coincidiendo con la negociación de las izquierdas para lograr una coalición conjunta de cara a las generales, Montero se ha convertido en un herramienta de disputa dentro de esa supuesta izquierda que supuestamente quiere Sumar. No suma, dicen. Está amortizada. Hay que saber apartarse. El Supremo, tan eficaz siempre en los tiempos, léase con ironía, aporta su grano de arena a la batalla y respalda las rebajas de penas en las condenas firmes por la ley del ‘solo sí es sí’, anulando así su doctrina anterior. Mientras, la derecha y la ultraderecha, desde esa atalaya desde la que contempla las luchas fratricidas de los que perdieron el 28M, se frota las manos. Para ellos no es una guerra de odios enquistados porque un día uno le quitó al otro el bocadillo de mantequilla con azúcar, o la novia, o la silla de Vistalegre. No. Ellos están librando una guerra mundial, que ya ha tenido una sonora victoria en Estados Unidos, donde el aborto ha dejado de ser un derecho y se ha desatado una ofensiva legal sin precedentes contra las personas trans.
La izquierda debería saber que el Ministerio de Igualdad y su titular son elementos que hay que proteger, porque son objetos de una guerra cultural que va mucho más allá de los chuletones: son el símbolo de los derechos de todas las mujeres.
Hoy, cuando escucho que el veto a Irene Montero planea más fuerte, siento que también pueden vetarme a mí, y a todas nosotras. A todas las mujeres que por el hecho de serlo nacemos y vivimos sabiendo que tendremos que pelear por nuestros derechos. Muchos están, pero pueden no estarlo después del 23J.
Irene Montero ha puesto su trabajo, su esfuerzo y su cuerpo en la defensa de los derechos de las mujeres, por una vida más feliz y placentera para todas (nunca son todas, ojalá fuésemos todas). No podemos ser tan mezquinos para reducirlo a filias y fobias. Ganaría la derecha más ultra. Ministra, hermana, yo soy tu manada. No ni ná.
Irene Montero es el diablo. No ni ná. Y lo es desde que el 20 de enero de 2020 se convirtiera en la segunda ministra de Igualdad de la historia de España. Si en vez de Irene Montero la titular de la cartera fuésemos usted (mujer) o yo, también nos hubiésemos transformado en el diablo. Aquí pesa sobre todo el...
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Vanesa Jiménez
Periodista desde hace casi 25 años, cinturón negro de Tan-Gue (arte marcial gaditano) y experta en bricolajes varios. Es directora adjunta de CTXT. Antes, en El Mundo, El País y lainformacion.com.
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