DERECHA RUIDOSA
Votad por la lluvia
En la segunda mitad de la campaña, España ha terminado de descubrir algo que en Galicia se conocía muy bien: la verdadera naturaleza de Feijóo
Pablo Beramendi 22/07/2023
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Termina una campaña paradójica. Normalmente, la sobredosis de “ilusión” acaba generando agotamiento. En este caso, es la sobredosis de bilis, pifias, bulos, agresiones machistas y mentiras la que ha terminado por generar una cierta ilusión, la ilusión de ver al que se creía que lo tenía todo ganado tragarse un sapo de tamaño proporcional a su altanería, mientras inventa posibles culpables sin dejar de vigilar su espalda. A medio plazo, se trata también de seguir corrigiendo anomalías históricas en términos de eficiencia, diseño institucional, derechos y justicia social. La superación de esas anomalías es la peor pesadilla de aquellos que pensaron que el 28-M se había ganado la Moncloa.
En términos de políticas, es evidente que se elige entre un gobierno socialdemócrata con vocación de afrontar el cambio tecnológico con un mínimo sentido de la equidad y una mezcla entre tradicionalismo reaccionario, capitalismo de captura (con el Estado al servicio de unos pocos intereses particulares) y un asfixiante nacionalismo español. El primero es limitado, imperfecto e incierto en su capacidad para alcanzar todos sus objetivos. El segundo, al que podríamos llamar el cóctel de Colón, implica una recesión garantizada en todos los ámbitos, un deterioro en la calidad de la democracia y un aumento de la conflictividad. Dados los logros de gestión en un contexto de extrema dificultad, pandemia y guerra incluidas, la reelección del gobierno de coalición debería ser el resultado más probable.
Hasta el comienzo de la campaña, el cóctel de Colón logró controlar los parámetros de la conversación
No lo es. Hasta el comienzo de la campaña, el cóctel de Colón, a veces ayudado por el ruido interno, logró controlar los parámetros de la conversación. Lo hizo negando los logros económicos y sociales, mintiendo y manipulando sin pudor, y centrando el foco en la muerte inminente de España a manos de un presidente sin credibilidad, amante del lujo y capaz de vender la patria a sus enemigos más irredentos. Por delirante que parezca, el 28-M certificó el éxito de una estrategia que nació en el 2009 en Galicia y que dio a Feijóo su primer triunfo en la Xunta. Sólo quedaba mantener el rumbo, sobre todo con la izquierda del PSOE a la greña.
Por fortuna, no todo funciona igual alén do Padornelo. Sumar se consumó y los ecos del ruido interno son, de momento, un mal recuerdo. La implicación de Zapatero en la campaña ha funcionado como un revulsivo para toda la izquierda, incluidos algunos desencantados racionales de Podemos que ven en el PSOE una opción mejor que la abstención. Es cierto que el cara a cara a dos fue muy mal para Sánchez. Triunfaron el barro y el ruido. El PP volvía a verse ganador. Pero como han explicado Ignacio Sánchez-Cuenca y Vanesa Jiménez, el abuso de la mentira ha terminado por convertirse en un boomerang. En la segunda parte de la campaña España ha terminado de descubrir algo que en Galicia se conocía muy bien: la verdadera naturaleza de Feijóo como el exponente de una derecha sin ideología, sin principios, sin escrúpulos, acostumbrada a jugar en un entorno mediático bajo control estricto y, por tanto, a definir con detalle su propio perfil público. La campaña ha terminado de despojar al emperador de sus ropajes de moderación y solvencia. La militancia en la mentira, las falacias persistentes sobre la “lista más votada”, la condescendencia machista con candidatas y periodistas, la ausencia de propuestas concretas, los balbuceos incoherentes para ocultar realidades molestas o una preocupante ignorancia y, sobre todo, la falta de respeto por los votantes con afirmaciones como que no sabía qué hacía Marcial Dorado “porque no había internet” no son gratis en un entorno mediático más plural. A lo mejor en el PP creen que la inflación es la más alta de la Eurozona porque cada vez que habla Feijóo sube el pan. No lo sé. Lo que sí resulta más chocante es ver al candidato y partido supuestamente ganadores pidiendo la hora.
Si a todo esto se añaden la renuncia al disimulo en la campaña de Vox y un cierto retorno de la discusión sobre políticas, sobre todo de la mano de un Sumar cuya campaña ha ido a más, lo cosa está hoy mucho menos clara que el 28-M. Por eso, cada voto cuenta. Yo ya he votado y pido a las que piensan quedarse en casa porque “todos son iguales”, a las cabreadas desafectas y a los del “cuanto peor, mejor” que recapaciten. Un gobierno PP-Vox sería una anomalía, otra más, en y contra Europa, pero sería sobre todo un sudario asfixiante sobre el futuro de todos, asfixiante en sentido literal. Una de las cosas que más me ha sorprendido de esta campaña es la ausencia de discusión sostenida sobre el cambio climático. La campaña se ha desarrollado sobre suelos entre 45 y 60 ºC en la mayor parte del país. Apenas hay agua y, si no se remedia, habrá todavía menos. Sin agua no hay vida. En Galicia, pueblo sufrido donde los haya, cuando se escucha a un político ejercer de trilero es fácil oír a un abstencionista militante justificarse porque “mexan por nós e temos que dicir que chove”. Por favor, el domingo votad por la lluvia.
Termina una campaña paradójica. Normalmente, la sobredosis de “ilusión” acaba generando agotamiento. En este caso, es la sobredosis de bilis, pifias, bulos, agresiones machistas y mentiras la que ha terminado por generar una cierta ilusión, la ilusión de ver al que se creía que lo tenía todo ganado tragarse un...
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Pablo Beramendi
Profesor de Ciencia Política en Duke University.
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