Declaración
Mi voto
Votaré Sumar. Sin épica alguna. Votaré consciente de que voto a un bloque. En estas elecciones la épica la ponemos nosotros, no los partidos
Guillem Martínez 22/07/2023
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Por aquí abajo faltan cabinas personales en los colegios electorales como para que el voto sea, efectivamente, secreto. Mañana, en el mundo urbano, y más aún en el rural, ese simple detalle volverá a impedir el voto efectivamente secreto de muchas personas, al punto de que ese detalle aparentemente anecdótico pudiera modular el voto en más de un caso. Esa ausencia, paralegal, del voto secreto, convive con el postureo y el mito y la sobreactuación del voto secreto. Por mi parte, y si bien soy partidario de tener el máximo de secretos posibles en la vida, me desprendo, como saben, del secreto de mi voto en cada convocatoria electoral. Es más, creo que eso es lo que deberían hacer todos los medios y, al menos, todos los periodistas que así lo deseen. El voto –o su ausencia; decidir abstenerse– es un posicionamiento ético. Guardarlo en secreto es como querer escondernos de nuestros posicionamientos éticos. Algo poco edificante y que, además, es imposible. Bueno. Mi voto, ahí va.
Están sucediendo cosas extrañas. La extrema derecha recorre Europa. Gracias a que no existe nada que la detenga. La extrema derecha crece y es imparable porque la Tercera Vía, lo que queda de la socialdemocracia, no es un límite para la extrema derecha, sino su precedente. Tras años de neoliberalismo, de ruptura social, de atomización de la vida, de soledad incluso, la extrema derecha ha pasado a ser una opción próxima, parecida a la realidad. Encaja en ella nítidamente, más que cualquier otra opción. Lo que es dramático. El PPE, con su ulterior programa –carece de otro– consistente en depurar las extremas derecha europeas, apartar a las más putinistas, y aproximar a su seno las menos, está sobrepasando una línea. Con esa firme decisión de incorporar, sobre sí mismo, el corpus de la extrema derecha, están dinamitando los marcos creados en 1945. Sí, no estaban muy finos después de años de neoliberalismo y de austeridad. Pero hacerlos trizas es, aún así, algo trascendente. Tendrá consecuencias en la idea de democracia, en su funcionamiento. Tendrá consecuencias en la idea del otro, del cuerpo del otro, de la religión del otro. Asistimos, sin darnos cuenta, a una suerte de Mayo del 68 de la extrema derecha, en el que las nuevas derechas intentan calar en la sociedad con sus percepciones, como hizo la izquierda, con suma facilidad, casi de cachondeo, tras el mayo francés del siglo XX. No penetrarán en nuestras vidas, en este caso, fenómenos refrescantes, como la cotidianidad de costumbres de libertad y de tolerancia. Sucederá lo contrario, extracciones. Extracciones de fenómenos usuales en la sociedad, en nuestra vida. Costumbres, derechos. Es posible que se cumpla –por supuesto, no de un plumazo– una agenda intensa, y que afectaría a la idea de nación, de nacional, de grupo, de raza blanca, de hombre, de mujer, de familia, de inmigrante…
La derrota del PP en España es clave para impedir que el fantasma de la extrema derecha recorra, con facilidad al menos, Europa
La victoria del PP en España es clave para todas las victorias necesarias. O, lo que es lo mismo, la derrota del PP en España es clave para impedir que ese fantasma recorra, con facilidad al menos, Europa. Hoy, en el momento en el que escribo estas líneas, el PPE ha reconocido como positivo, por primera vez, un Gobierno de coalición PP-Vox. Feijóo, una suerte de líder-tipo de esas nuevas derechas, a su vez, ha aproximado al PPE, hace escasas horas, al partido y la obra de Meloni, una líder que, para la promoción de su ideología y obra, contaba, antes que con el PP, con Vox, partido en cuya campaña electoral ha participado. Todo ello habla de la importancia de una victoria del PP. De la existencia de un programa, de un itinerario. En el que el PP sería un trance y momento necesario.
Conocemos al PP. Evitaré volver a describirloZzzzz. Solo aludiré a la crispación que el PP precisa para gobernar, para existir. Se trata de una crispación fabulosa. En caso de retorno del PP, esa crispación consumirá nuestros días. Nuestra información, nuestra participación en la política y en la sociedad, consistirá en esa crispación. Solo se destroza una sociedad –condición necesaria para que gobierne el abuso más absoluto– con una crispación poderosa.
Por eso, contra eso, votaré Sumar. Sin épica alguna. Votaré consciente de que voto a un bloque. Esto es, de que voto en contra de otro bloque. Con ello, y como todas las personas que hagan como yo, participaremos en la fantasía húmeda de cualquier partido. Dar carta blanca. Lo que es un riesgo. Si bien considero más arriesgado no votar, y que gane con facilidad la extrema derecha, y se inicie un ciclo programático de, tal vez, décadas.
Las derechas están ganando elecciones en Europa, simplemente porque las izquierdas no votan. Lo que no es anecdótico y explica lo que ha pasado. Una derrota y la total ausencia del combate que llevó a ella. La Tercera Vía, vamos. Aún así, es posible parar a la extrema derecha en este preciso lugar y momento. Les animo, en ese sentido, a la aventura, verosímil, posible, de parar a la extrema derecha en esta importante emisión de extrema derecha. Y les animo más aún a crear una cultura de lo cotidiano alejada del neoliberalismo, el único antídoto posible frente a la extrema derecha. A mirar al otro a los ojos y hablarle. El otro antídoto no está en nuestra mano. Serían partidos socialdemócratas fuertes, con un itinerario fuerte, paneuropeo, que tenga una lógica paneuropea de la fiscalidad y del gasto, capaces de enfrentarse programáticamente –esto es, que tengan programas económicos diferentes– a la extrema derecha y, si es preciso, a la Comisión. La necesidad de una Europa unida y social pasa por empezar a chulear a la Comisión, esa emisora de cosmovisión en ocasiones más cercana a la extrema derecha que a nosotros.
Votaré Sumar. Voten izquierdas, en todo caso. Las que tengan a mano. Olviden las izquierdas de las que disponemos, vótenlas. Si yo puedo, ustedes también. En estas elecciones la épica la ponemos nosotros, no los partidos. En las próximas, si estos partidos no entienden la magnitud del problema –si no entienden la importancia de no haber derogado la Ley Mordaza, de haber hecho una ley endeble de la vivienda, de haber hecho cambios en el Código Penal que aumentan sanciones en manifestaciones, de no respetar los DD.HH. en Melilla, de no haber modulado la inflación, a más de cuatro puntos de los salarios…–, si no entienden, en fin, lo que hemos hecho estas elecciones, no habrá épica posible.
Por aquí abajo faltan cabinas personales en los colegios electorales como para que el voto sea, efectivamente, secreto. Mañana, en el mundo urbano, y más aún en el rural, ese simple detalle volverá a impedir el voto efectivamente secreto de muchas personas, al punto de que ese detalle aparentemente anecdótico...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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