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En todas las reflexiones que esta cuestión de los pechos de Amaral en público ha suscitado estos días, notaba que algo se me escapaba. Coincidiendo plenamente con los escritos de todas las sociólogas, sexólogas, teóricas sobre la liberación que supone el acto de visibilización de Amaral y que naturalizar la exposición visual de nuestros pechos es una cuestión subversiva y necesaria, había algo que me faltaba.
Con lo que quiero contribuir al debate es con que a mí me ha puesto mucho ver las tetas de Amaral. Escribo este texto para contar que a mí me ponen mucho los pechos femeninos que, como mujer bisexual, cuando veo en la realidad o en la representación unos pechos que conectan con mi deseo, me excito y que este deseo no solo me parece un principio de verdad incuestionable sino que aceptarlo me parece revolucionario: claro que es necesaria esta lucha por la visualización del pecho femenino, esta querencia porque el sexo femenino salga del armario, se naturalice (recomiendo aquí el texto Pechos: en busca de una liberación de Camille Froidevaux-Metterie), pero, lo que también es importante poner encima de la mesa es que los pechos femeninos no son solo un activador del deseo solo para los hombres, sino para muchas mujeres.
Es decir, la acción de Amaral nos da también para reflexionar sobre la sexualidad plena de los pechos femeninos, sin negarla, más bien al revés: me parece que parte necesaria de la lucha feminista es poner encima de la mesa que las tetas nos ponen porque forman parte de lo que activa el deseo sexual de cualquier género. Por lo tanto, quizás debemos de dejar de ver los pechos únicamente como un ofrecimiento a los hombres: es mucho más interesante entender los pechos femeninos como un ofrecimiento válido para muchos y muchas y entender ese ofrecimiento como parte de la realidad de que muchas mujeres deseamos esos pechos porque las mujeres somos sujetos deseantes, es decir, nosotras también somos sujetos de nuestro deseo y no solo objetos del deseo masculino: no somos solo las tetas deseadas, sino que somos las tetas que desean.
La acción de Amaral nos da también para reflexionar sobre la sexualidad plena de los pechos femeninos
Para mí la clave de todo este asunto no consiste en desexualizar los pechos sino en despatriarcalizarlos, en que dejemos de verlos como objetos únicos del deseo sexual masculino. Quitarles a los pechos su poder sexual es precisamente lo que intenta conseguir el patriarcado, la iglesia católica y el capitalismo (razón por la cual se pixelan los pechos femeninos y no los masculinos en las redes sociales): yo no quiero que se pixelen también los masculinos, quiero que no se pixele ninguno, pero quiero que no se pixele ninguno en la aceptación de mi sexualidad y en ese disfrute radical de esa parte de mi cuerpo y quizás del tuyo (además del disfrute de muchas otras partes). Quiero subrayar que me ponen las tetas de Amaral, que verlas en público supone un doble goce, el de la reivindicación de la liberación del cuerpo femenino y el de la reivindicación de nuestro buen sexo hoy, parafraseando a Katherine Angel y su excelente libro El buen sexo mañana, donde expone el concepto de vulnerabilidad gozosa.
Los pezones, en genérico, son una fuente de placer sexual, creo que muchas de nosotras y de nosotros lo sabemos, y son una fuente de goce radical para gran parte de humanos y no humanos, en las prácticas sexuales y en las efectivas, con nuestras parejas sexuales y cuando damos de mamar a nuestras criaturas. Los pezones, los pechos, las tetas son un ofrecimiento, claro que sí: abracemos este ofrecimiento en vez de negarlo y transformémoslo en un grito de guerra que conecte con la idea de que las mujeres follamos (Mujeres que follan, aquí recomiendo el libro de entrevistas de Adaia Teruel), que las mujeres deseamos, que las mujeres podemos criar y follar a la vez y que, dentro de ese deseo, nuestros pezones y los de las personas con las que compartimos el sexo, tienen un papel absolutamente fundamental. Y que todo esto ha de ser visualizado, naturalizado, mostrado sin píxeles.
Me parece clave aceptar que los pechos son una herramienta del placer sexual y que hay que admitir esa potencia y extenderla más allá de su lugar en las prácticas sexuales, para empezar a admitir que todas las etapas de la vida femenina son sexuales (esto lo recopiló María Llopis en las reveladoras entrevistas de Maternidades subversivas): sexualicemos el parto, la lactancia, la crianza, la menopausia (aquí quiero dejar el concepto menopausia gozosa que da para otro texto), los roces con nuestros amantes, caricias con hijos e hijas, besos a amigos, vínculos de todo tipo, admitir el goce radical como alternativa a la visión de sacrificio y prohibición a la que nos aboca el patriarcado y la iglesia católica: no es que la virgen María fuese asexual, es que se le prohibió ser sexual, que es algo muy diferente.
Admitir que nuestros pechos son herramientas sexuales es una propuesta feminista, pero del feminismo sex positive, del feminismo de Annie Sprinkle, de Virginie Despentes, de Tristan Tahormino, del feminismo que entiende el sexo como una cuestión valiosa y que lucha contra las políticas de la vergüenza, del feminismo que abraza lo trans, que es proderechos, del feminismo que evidencia que muchas vemos porno, muchas tenemos ganas de follar y que a muchas nos han puesto las maravillosas tetas de Amaral, y así le daríamos la vuelta a lo que nos pasa con nuestros cuerpos de la misma manera que le he dado la vuelta en el título de este texto a esa serie de cuyo nombre no quiero acordarme.
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María Acaso es escritora. Acaba de publicar Y a lo mejor contarlo. Cómo recuperar el eros (Paidós)
En todas las reflexiones que esta cuestión de los pechos de Amaral en público ha suscitado estos días, notaba que algo se me escapaba. Coincidiendo plenamente con los escritos de todas las sociólogas, sexólogas, teóricas sobre la liberación que supone el acto de visibilización de Amaral y que naturalizar la...
Autora >
María Acaso
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