1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

CTXT necesita 3.000 suscriptores más para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

Alienación

El trabajo en el capitalismo conduce a la locura

La escritora Micha Frazer-Carroll cuestiona en esta entrevista la ortodoxia que sostiene que los problemas de salud mental derivados del trabajo deben ser tratados de forma individual. A su juicio es un fenómeno político

Taj Ali 25/10/2023

<p>La escritora Micha Frazer-Carroll en una imagen promocional de su libro 'Mad World'.</p>

La escritora Micha Frazer-Carroll en una imagen promocional de su libro 'Mad World'.

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Un nuevo estudio publicado este mes por el Chartered Institute for Personnel and Development (CIPD) de Gran Bretaña muestra que el absentismo laboral ha alcanzado su nivel más alto en diez años, y que el estrés es una de las principales causas de enfermedad de larga duración. El análisis de los datos de más de 900 empresas que emplean a 6,5 millones de trabajadores reveló que el 76% de los encuestados había estado de baja por estrés durante el último año, y entre los motivos figuraban las presiones relacionadas con el trabajo y el coste de la vida.

A pesar de que cada vez está más claro que el trabajo moderno está provocando una epidemia de falta de salud mental, en la mayoría de los casos se sigue entendiendo y tratando como un problema médico individual. En su nuevo libro Mad World: The Politics of Mental Health, la periodista y escritora Micha Frazer-Carroll cuestiona esta ortodoxia y sostiene que la crisis de salud mental es un fenómeno político moldeado por el capitalismo y las fuerzas sociales que lo sostienen. Micha conversó con Tribune sobre por qué considera que el deterioro de la salud mental es un problema económico y político que requiere soluciones económicas y políticas.

En su libro cita en varias ocasiones a Marx, concretamente a su teoría de la alienación. ¿Por qué cree que su análisis es relevante para comprender la salud mental en el siglo XXI?

A menudo pensamos que Marx es muy económico y estructural. Pero cuando empecé a leer más sobre su teoría de la alienación, me di cuenta de que Marx también es un pensador bastante psicológico. En concreto, la alienación es una teoría muy centrada en el impacto psíquico, mental y emocional del trabajo en el capitalismo. La discusión sobre cómo el trabajo bajo el capitalismo nos separa de otros trabajos y de nuestros deseos internos –y las repercusiones mentales de no poseer las cosas que producimos y de no trabajar para el bien mayor de la humanidad, sino para crear beneficios– para mí, son cuestiones de teoría psicológica.

Cuando empecé a leer más sobre su teoría de la alienación, me di cuenta de que Marx también es un pensador bastante psicológico

La teoría de la alienación de Marx es fundamental para comprender la salud mental en el capitalismo. Un punto que planteo en el libro es que puedes llamarlo de distintas maneras, sea salud mental o simplemente angustia o sufrimiento. Cuando Marx escribía, el concepto de salud mental, tal como lo entendemos nosotros, no existía. Pero cuando habla de sufrimiento y alienación se refiere a una teoría de la salud mental que puede relacionarse con teóricos posteriores. Hago referencia a Arlie Hochschild, que habla del trabajo emocional y de cómo tenemos que desdoblarnos (por ejemplo, sonreír para los clientes cuando no te apetece sonreír): esto está relacionado con la alienación.

En el libro también intento establecer una conexión entre el concepto de alienación y las experiencias de disociación, que es más bien un término psiquiátrico. Hablo mucho de la disociación porque es algo que experimenté cuando tuve mi propia crisis de salud mental. En cierto modo, la disociación describe la asociación de rendimiento bajo el capitalismo: el modo en que constantemente tenemos que llevar a cabo una representación del estudiante o trabajador ideal, de alguien que tiene las experiencias emocionales ideales para funcionar bajo nuestro sistema económico. Considero que esto es muy relevante para la forma en que pensamos sobre la salud mental. 

La lectura de su libro me hizo pensar en otro que he estado leyendo recientemente, titulado Worn Out, que analiza cómo la industria de la moda rápida en Estados Unidos vigila y explota a los trabajadores en la era digital. Señala que el trabajo en el comercio minorista ha cambiado hasta parecerse a una cadena de montaje. Y luego, por supuesto, están las cajas con poco personal, donde tratar con clientes enfadados y frustrados requiere un alto grado de trabajo emocional.

Una de las personas que cito en ese capítulo habla de esto en relación con Amazon. Realizar la misma tarea mundana, de alta velocidad y alta presión repetidamente durante todo el día es increíblemente agotador desde el punto de vista emocional. No solemos nombrarlo, pero el rendimiento emocional es una parte enorme del trabajo. 

El rendimiento emocional es una parte enorme del trabajo

Esto también se aplica a la profesionalidad en los trabajos de oficina. Hay formas específicas de hablar y relacionarse con la gente que te rodea, y hay temas de los que es apropiado o inapropiado hablar en el lugar de trabajo. Por ejemplo, hablar de tu vida personal o de tu salario puede ser tabú. Se trata de formas muy rígidas de relacionarse y emitir opiniones. Es casi como si para ser trabajador tuvieras que separarte de ti mismo. 

En la Gran Bretaña preindustrial, las estaciones y las horas de luz determinaban el trabajo. Nunca tuvieron una fábrica en la que fichar y no estaban vigilados. Sin querer idealizar la vida preindustrial, en cierto modo, esos trabajadores tenían posiblemente más control sobre sus vidas que nosotros hoy. Cuando visito a mi familia en la zona rural de Cachemira, una comunidad agrícola, es cierto que tienen problemas, pero parece que la gente es visiblemente más feliz. En cambio, en Gran Bretaña, parece que todo es más complicado, y la gente es menos feliz.

Esto es algo que trato con complejidad porque en el libro me fijo bastante en el contexto de Gran Bretaña. No me atrevería a afirmar que la sociedad feudal era mejor que la sociedad que tenemos ahora. Por otra parte, el trabajo en las sociedades feudales parecía tener un grado de autonomía que no tenemos necesariamente en el capitalismo. Por ejemplo, como tú dices, regirse por las estaciones, frente a las condiciones rígidas y más estandarizadas de las fábricas.

Si nos fijamos en la discapacidad, antes de la aparición de la fábrica y la Revolución Industrial, había muchas personas que podían participar en el proceso de producción que, tras los albores del capitalismo, ya no podían participar. El teórico de la discapacidad Mike Oliver habla de cómo las personas sordas y ciegas podían participar en el trabajo en uno u otro grado (aunque quizá lo hicieran más despacio y sus tareas estuvieran más orientadas a sus familias). En el caso de las personas sordas, podría tratarse de observación visual, adquiriendo habilidades de ese modo en lugar de a través del lenguaje hablado. En el caso de los ciegos, habla de cómo el entorno familiar del hogar les permitía orientarse más fácilmente.

Cuando surgió la fábrica, las condiciones se volvieron increíblemente rígidas. No podías cambiarlas ni adaptarlas a cada individuo. Es el enfoque de las grandes cadenas de producción. Pero además, eran increíblemente aceleradas. No había oportunidad de frenar y preguntar cómo podemos hacer que esto funcione para ti como trabajador individual.

La precariedad significa que los trabajadores son increíblemente desechables

Como parte del sistema económico capitalista, Marx habla de este concepto del ejército de reserva de mano de obra y de cómo el capitalismo depende de tener un ejército de reserva de personas desempleadas y dispuestas a intervenir y ocupar tu puesto de trabajo en cualquier momento. La precariedad significa que los trabajadores son increíblemente desechables. Así pues, ¿por qué iban los jefes a adaptar el trabajo a cada individuo?

Durante este periodo, el de la expansión de la Revolución Industrial, de repente ves que muchas personas que antes no se consideraban discapacitadas pasan a serlo por este nuevo sistema de organización económica y social. Esto se aplica tanto a las discapacidades que he mencionado como a lo que llamaríamos “locura” o enfermedad mental. Las personas que antes podían producir o ser cuidadas, al menos en el hogar, de repente fueron consideradas improductivas e inexplotables. Lo que une a estas personas no es solo que experimenten sufrimiento, sino que sus afecciones interfieren en su capacidad para mantener un trabajo de nueve a cinco y participar en lo que consideramos un trabajo normal.

En su obra relaciona el encarcelamiento por discapacidad y la aparición de los manicomios con el auge del capitalismo. ¿Puede contextualizarlo? ¿Cuándo empezó ese proceso y hasta qué punto está relacionado con el capitalismo?

El encarcelamiento por discapacidad está completamente entrelazado con el capitalismo. Así, por ejemplo, Bedlam, el primer manicomio del mundo, data de finales del siglo XIII. Sin embargo, cuando miras los registros del siglo XIII, había personas del equivalente a la Comisión de Beneficencia que iban y miraban instituciones como esta. Y decían que allí solo había siete residentes dementes. Así que, en todo el país, tienes a siete personas encarceladas debido a lo que se llama “locura”. No es mucha gente, para nada. La mayoría de las personas a las que se consideraba “locas” se integraban en la comunidad. Algunas personas seguían recluidas en casas locales en la calle si la comunidad consideraba que suponían un peligro, pero la institucionalización, tal y como la entendemos ahora, no existía a una escala significativa.

El encarcelamiento por discapacidad está completamente entrelazado con el capitalismo

Solo con la emergencia del sistema económico capitalista asistimos a lo que Michel Foucault denomina “el gran confinamiento”: una enorme explosión del número de personas ingresadas en manicomios. El número de pacientes ingresados en Bedlam se disparó, y llegó a estar tan saturado que tuvieron que construir más manicomios, tanto privados como públicos. Esto coincidió casi perfectamente con la aparición del capitalismo y la Revolución Industrial.

En el siglo XIX, el gobierno aprobó dos leyes de asilo que obligaban a construir manicomios en todos los condados del país. Y así, en este periodo, se envía a mucha gente a manicomios. También hay algo que debemos tener en cuenta con las familias; antes de esto, las familias recibían una pequeña cantidad de fondos para cuidar en casa de lo que se llamaba “familiares locos”. Pero una vez que surge el sistema de fábricas, se empuja a la gente a las fábricas para ir a trabajar, por lo que ya no pueden estar en casa para cuidar de sus familiares. Pero también están las leyes de pobreza que despojan a las familias de estas prestaciones, por lo que ya no había fondos para quedarse en casa y cuidar de la gente. Entonces, ¿adónde tienen que ir los locos? Podría decirse que no había otro lugar al que enviarlos que a los manicomios. Es importante tener en cuenta que muchas familias sentían que no tenían otra solución.

Por eso considero que el capitalismo está entrelazado con el encarcelamiento de discapacitados, no solo con la locura o la enfermedad mental. Los discapacitados físicos y los enfermos mentales eran enviados a grandes manicomios donde pasarían toda su vida. Lo que unía a las personas encarceladas en estas instituciones era que no podían asimilarse al nuevo sistema de producción. Ese entorno no era adecuado para ellos.

Jeremy Hunt [canciller de Hacienda de Reino Unido] ha insinuado recientemente que se centrará en las personas sin trabajo debido a problemas de salud mental de larga duración. Parece formar parte de una tendencia más amplia en la conversación en torno al bienestar que insiste en que las acciones de los individuos causan los problemas de salud mental. Nuestros principales partidos políticos utilizan cada vez más el término “trabajadores” en lugar de “clase trabajadora”. Nuestra retórica política contribuye a la estigmatización de las personas discapacitadas, ¿verdad?

Al cien por cien. Puedes ver cómo esta narrativa se filtra en el Partido Laborista. Keir Starmer [líder del Partido Laborista] siempre está hablando de “gente trabajadora”, “familias trabajadoras”, y de que “el Laborismo es el partido de la gente trabajadora”, lo que excluye a las personas discapacitadas que no pueden trabajar.

La política de izquierdas a menudo pasa por alto o excluye a los grupos de personas que no pueden trabajar

El libro de Beatrice Alder Burton y Artie Vierkant Health Communism habla muy bien de este concepto de la clase excedente de personas que no trabajan. Esto podría incluir a personas discapacitadas, locas, con enfermedades mentales o criminalizadas, que no son explotables bajo el capitalismo. El capitalismo les perjudica de forma similar a como perjudica a los trabajadores, pero la política de izquierdas a menudo pasa por alto o excluye a los grupos de personas que no pueden trabajar. Detrás de este pensamiento está la idea de que nuestro valor como seres humanos se mide por nuestra productividad y capacidad de trabajo, y no por nuestra condición de personas.

Las estadísticas muestran que, en el primer trimestre de 2023, el 53% de las personas que dejaron de trabajar en el Reino Unido debido a una enfermedad de larga duración dijeron padecer depresión, nervios o ansiedad. Jeremy Hunt está diciendo esencialmente que los médicos están dando a la gente partes de baja por enfermedad con demasiada rapidez. La responsabilidad de resolver estos problemas recae cada vez más en el individuo.

Bajo el neoliberalismo hemos asistido a este marcado cambio hacia este concepto de responsabilidad individual. Antes, la salud mental era una cuestión que debía abordar el Estado. Y, obviamente, lo abordaba de forma bastante violenta. Bajo el neoliberalismo, han tratado la salud mental como una cuestión personal y privada.

El teórico cultural Mark Fisher describió el concepto de que es nuestra responsabilidad abordar la salud mental como individuos como la “privatización del estrés”, que surgió en la década de 1980. Es la idea de que tienes que ir a terapia, descargarte tu aplicación de atención plena, hacer yoga, llevar un diario y llevar a cabo la lista cada vez mayor de prácticas que se supone que debemos realizar para mantener nuestra salud mental. Esto se considera en gran medida una responsabilidad individual.

Vemos esta mentalidad cuando hablamos de salud mental y del sistema de prestaciones. La idea de que puedes salir de ello por ti mismo y “ponerte las pilas” es un enfoque muy británico de la gestión de nuestros estados emocionales, pero también se utiliza para acusar a la gente de fingir para obtener prestaciones. Es una forma de pensar que ignora que los problemas de salud mental son, ante todo, cuestiones estructurales, y justifica un planteamiento que dice que los problemas son responsabilidad tuya y que puedes solucionarlos por ti mismo. 

Me parece que en las comunidades de clase trabajadora, esa narrativa del trabajo duro, de no poner excusas y de la responsabilidad individual es bastante fuerte. Vemos cómo individuos como Andrew Tate [influencer de extrema derecha] y Jordan Peterson [doctor en psicología y youtuber de éxito, con ideología ultraconservadora], que expresan algunos de estos ideales, resuenan entre los hombres jóvenes, muchos de los cuales han expresado su desilusión e infelicidad. ¿Crees que se trata de una tendencia creciente?

Creo que sí. Hubo un enorme auge de los libros de autoayuda durante los albores de la era neoliberal en las décadas de 1980 y 1990. Entiendo por qué estos enfoques han cambiado de forma y están ganando popularidad. Muchos de nosotros estamos luchando y sufriendo, y probablemente no lo nombraremos ni describiremos necesariamente. La idea de que puedes asumir la responsabilidad, dar un giro a tu vida y abordar la raíz de tu sufrimiento es atractiva. 

El enfoque capitalista no considera valiosas la comunidad y la conexión humana

Puedes ver cómo personas como Jordan Peterson convierten ese atractivo en un arma. Es complicado, porque cosas como la atención plena y la terapia pueden ser útiles, pero nunca abordarán las causas profundas del sufrimiento y la angustia masivos. Pueden ser pequeños parches o ayudarnos a algunos a sentir que tenemos control sobre nuestras vidas. Lo que no pueden hacer es abordar las causas profundas de la masculinidad tóxica, el racismo, la pobreza y tanto sufrimiento.

Lo que dice sobre el individualismo es muy interesante. La desindustrialización provocó la pérdida del sentido de comunidad en muchas partes del país, y vemos la continua atomización de la sociedad y la pérdida de interacción humana con cosas como el cierre de las ventanillas y la expansión de las cajas de autoservicio. Para mí, todas estas cosas están relacionadas con la cuestión de la salud mental.

Llevamos una vida cada vez más atomizada. La capacidad de establecer conexiones auténticas y emocionalmente satisfactorias con otros seres humanos se está despojando cada vez más de nuestra vida cotidiana, y podemos verlo. El cierre de las ventanillas es un ejemplo de cómo las oportunidades de conexión se consideran innecesarias y se eliminan. El enfoque capitalista no considera valiosas la comunidad y la conexión humana.

En su libro señala un punto interesante sobre cómo las prácticas de bienestar laboral no nacieron del deseo de mejorar la vida de los trabajadores, sino de aumentar la productividad. En la era de lo que podríamos llamar “capitalismo multicolor”, donde las relaciones públicas, los recursos humanos y la gestión de la reputación son muy importantes, ¿cómo se comparan las prácticas de bienestar laboral con las del siglo XX?

En el libro hablo de los RR.HH. y de cómo surgieron. Cuando empezó, los recursos humanos se centraban en cosas como la disposición óptima de los bancos, los intervalos de descanso y la iluminación para que los trabajadores produjeran mejor. Pero luego, a mediados del siglo XX, a medida que surgía la psicología y ganaba credibilidad como disciplina, el centro de atención pasó a ser las condiciones cognitivas y emocionales óptimas para el trabajo.

Este cambio de enfoque acompañó al desplazamiento de la economía hacia el sector servicios y su alejamiento de la fabricación y de las formas de trabajo que implicaban trabajo manual. De repente surgen cosas como las pruebas psicométricas, en las que los empresarios intentan adecuar la personalidad de las personas al tipo de trabajo en el que serán más productivas. Al mismo tiempo, se adoptan tendencias que surgieron en los años setenta y ochenta, como la atención plena y la terapia cognitivo-conductual.

La función fundamental de recursos humanos no es hacernos sentir bien por el mero hecho de sentirnos bien, sino hacernos más explotables como trabajadores

Cada vez más ahora, en la era neoliberal, tenemos un interés real en cosas como las iniciativas de salud mental en el lugar de trabajo, la formación en primeros auxilios de salud mental, la preterapia, las salas de siesta y la ampliación de las listas de prácticas que supuestamente apoyan el bienestar mental de los trabajadores. Practicarlas individualmente puede hacer que muchos de nosotros nos sintamos mejor y pueden ser vías de curación.

Sin embargo, si nos fijamos en la historia de los recursos humanos y en por qué surgieron en primer lugar, su función fundamental no es hacernos sentir bien por el mero hecho de sentirnos bien, sino hacernos más explotables como trabajadores. Y eso significa que estas iniciativas no sirven para hacernos experimentar alegría, florecimiento o nuestras ideas de realización, sino para hacernos felices y emocionalmente lo suficientemente ajustados como para ser explotados. 

La explotación que experimentamos en el trabajo es muy a menudo lo que daña nuestra salud mental en primer lugar. Acabamos en un ciclo en el que el lugar de la angustia se convierte en el lugar en el que confiamos para abordarla.

A menudo se dice que la salud mental es el gran nivelador. Todos podemos experimentar problemas de salud mental, independientemente de nuestro origen. Pero sabemos que algunas comunidades tienen menos inversión y mayores problemas sociales que otras. ¿Hasta qué punto es la salud mental una cuestión de clase?

La pobreza y la desigualdad están directamente relacionadas con los resultados de la salud mental. Cuando pensamos en ello en el contexto del sufrimiento, es de sentido común. Si no tienes acceso a las necesidades materiales más básicas o si vives en constante precariedad, eso te provocará ansiedad y depresión. Si te preocupa cuándo será tu próximo turno de trabajo o si podrás pagar las facturas, eso provocará angustia. 

Por supuesto, también vemos a personas con poder, privilegios y riqueza luchando contra la salud mental. Creo que el capitalismo corroe fundamentalmente nuestro bienestar. Nadie es inmune a este sistema. Pero la diferencia es que algunas personas tienen acceso a la sanidad privada y a la terapia privada en el primer momento de angustia.

En el caso de las comunidades obreras más pobres, están sometidas a largas listas de espera en los servicios públicos de salud, y para cuando consiguen ayuda, pueden encontrarse en una situación de grave angustia o crisis. Cuando llegan a ese punto, es más probable que se vean sometidos a los efectos punitivos y carcelarios del sistema de salud mental.

Probablemente haya visto esos memes que se burlan de cosas como las pizza parties en el lugar de trabajo, donde aparecen trabajadores diciendo que preferirían un aumento de sueldo. En el libro cita algunas frases interesantes al respecto. Una de ellas es que “la atención plena no sustituye a un lugar de trabajo sindicalizado”, y también cita a Tim Adams, que dijo que era tentador pensar que la primera línea de los conflictos laborales había pasado de las líneas de piquete a las líneas de preocupación y que las quejas colectivas se habían convertido en batallas psicológicas individuales. ¿Por qué cree que los sindicatos y la acción sindical son importantes en este sentido?

Porque creo que son las estructuras que realmente pueden dar a los trabajadores acceso al poder. He oído muchas historias de gente a la que se le ofrece terapia de grupo para hacer frente a una ronda de despidos en el trabajo y cosas por el estilo. Estas iniciativas no nos dan acceso al poder. Solo sirven para hacernos sentir mejor sobre las condiciones estructurales en las que vivimos, al tiempo que las enmarcan como inevitables.

Los sindicatos nos dan la capacidad de llegar a la raíz de nuestro sufrimiento, que en el contexto del lugar de trabajo es estructural

Los sindicatos nos dan la capacidad de llegar a la raíz de nuestro sufrimiento, que en el contexto del lugar de trabajo es estructural. Considero que los sindicatos tienen una política interna inherente por parte del trabajador, mientras que, con la atención plena y la terapia, aunque buenas en sí mismas, son prácticas que no tienen política interna. Se pueden utilizar para el bien o se pueden convertir en armas para el mal. Fue Steve Jobs quien trajo la atención plena a EE.UU. y empezó a defenderla. Le gustaba mucho el mindfulness para sí mismo como jefe, pero también para sus trabajadores, porque les ayudaba a adaptarse a sus desfavorables condiciones de trabajo. Esta falta de política interna significa que nunca puedes controlar realmente cómo se utilizan estas cosas.

Hay una razón por la que los jefes odian a los sindicatos, y es que desplazan el poder a favor del trabajador.

--------------

Esta entrevista se publicó en JacobinLat.

Un nuevo estudio publicado este mes por el Chartered Institute for Personnel and Development (CIPD) de Gran Bretaña muestra que el absentismo laboral ha alcanzado su nivel más alto en diez años, y que el estrés es una de las principales causas de enfermedad de larga duración. El análisis de los datos de más de...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

1 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. Marcoafrika

    Un análisis bastante sensato de la relación entre el paradigma capitalista y la forma de locura que presenta nuestra población actual, siempre que nos atrevamos a identificar o entender la locura como  trastorno o enfermedad mental. Muy complicado el categorizar la locura y sus distintas formas de manifestarse, pero esa no es la cuestión de la que trata el artículo sino del enfoque individualista que se pretende utilizar para una hipotética “cura” de todas esas supuestas formas de locura relacionadas con el trabajo en su acepción explotadora y alienante, o sea , el trabajo que genera una plusvalía de la que se aprovecha el explotador. ¿Rechazar ese trabajo y las consecuencias del mismo en la salud humana, ya sea física o mental, es de locos?. En fin, la política que pretende aplicar el capitalismo en la “cura” del loco no es integradora sino todo lo contrario, la verdadera integración de un loco en la sociedad nunca se podría dar en una sociedad de competencia basada en la maximización de los beneficios derivados de la explotación de los individuos y de tener que darse (siempre por el bien, o eliminación del sufrimiento, de la persona calificada como loco) lo haría en una sociedad cooperativa y no competitiva, algo que está en las antípodas del capitalismo y la inevitable alienación producida por esa forma de producción. A veces lo que llamamos locura es la última baza que puede utilizar un individuo para librarse de una sociedad enferma.

    Hace 10 meses 6 días

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí