AMÉRICA LATINA
Israel y la extrema derecha intentan acorralar al Gobierno brasileño
Mientras Lula condena el genocidio en Gaza, la Policía Federal con la estrecha colaboración del Mossad alerta de una supuesta acción terrorista de Hezbollah contra intereses judíos en el país
Zainer Pimentel 14/11/2023

Lula da Silva y Mahmoud Abbas, presidentes de Brasil y Palestina, durante su reunión en la Asamblea General de la ONU. Septiembre de 2023. / Instagram (@fepal_brasil)
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Hace más de un mes que se vive una catástrofe humanitaria en Gaza provocada por el ataque del Estado colonial de Israel contra la población civil de Palestina. La llamada comunidad internacional ha abandonado a su suerte a más de dos millones de personas, desprotegidas frente a los bombardeos diarios del que se considera el quinto ejército más poderoso del mundo. Desde un primer momento, Estados Unidos y su séquito de subordinados, encabezado por una UE representada por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, decidieron dar carta blanca a Israel para perpetrar su venganza atroz sobre Gaza. Mientras tanto, China y Rusia no acaban de involucrarse directamente en el conflicto y los países árabes, a pesar de las atrocidades cometidas por el gobierno criminal de Israel, apenas hacen proclamas de condena con la boca pequeña. Los gobiernos desoyen los gritos de protesta de millones de personas, desde Washington a Londres, París y Berlín (aunque prohibidas por algunos de estos gobiernos), así como en los países árabes. En suelo español, inquietan las declaraciones medidas del jefe del Gobierno y presidente de turno del Consejo Europeo, Pedro Sánchez, que a estas alturas sólo ha expresado sus “dudas legítimas” sobre si Israel cumple el derecho internacional. Lo cual no resulta tan sorprendente si se recuerda su felicitación al buen trabajo realizado por la policía de Marruecos en el caso de los homicidios de los inmigrantes en Melilla.
La llamada comunidad internacional ha abandonado a su suerte a más de dos millones de personas
En Latinoamérica, los gobiernos de diferentes signos progresistas, aunque de manera desordenada, han ido saliendo al paso ante las terribles violaciones al derecho internacional humanitario en Gaza. Desalentadoras son las palabras del presidente de México, López Obrador, que, pese a las más de 11.000 victimas de los bombardeos israelíes, dijo de manera tajante “no pensar en romper relaciones con Israel”, aunque buscará una solución pacifica al conflicto. Los hechos, sin embargo, han sido denunciados por los presidentes de Colombia (Gustavo Petro), de Brasil (Lula da Silva) e incluso por el portugués António Guterres, secretario general de Naciones Unidas. Hasta el presidente de Chile (Gabriel Boric), voz progresista aunque discordante en materia de política exterior en la zona, decidió llamar a su embajador en Israel a consultas. Bolivia fue un paso más allá y valientemente rompió relaciones diplomáticas con el Estado de Israel, tras un duro comunicado de la ministra de la Presidencia contra el Gobierno de Benjamin Netanyahu.
En el caso brasileño, como ha recordado el canciller Mauro Vieira, la posición oficial invariable de la política exterior es reconocer el Estado de Israel y apoyar la creación de un Estado palestino, pese a los intentos de cambio en esa materia durante el período de gobierno de la extrema derecha. El expresidente (y excapitán del ejército) Jair Bolsonaro no niega su admiración por el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, con quien se enorgullece de compartir formación militar. En efecto, al igual que ahora el actual candidato presidencial extremista de Argentina, Javier Milei, que se dice amigo de Israel y de EEUU y enemigo de Lula, el excapitán brasileño propuso en su momento cambiar la embajada brasileña de Tel Aviv a Jerusalén. Este plan no se llegó a ejecutar, quizá debido a las relaciones comerciales del agronegocio brasileño con los países árabes. Ya en sus primeros días de mandato, y durante la primera visita de un jefe de Estado a Brasil bajo su gobierno, Bolsonaro firmó un acuerdo estratégico con Israel en temas de agricultura, tecnología, defensa y seguridad. La complicidad ideológica era tal que, en el período álgido del gobierno anterior, los asistentes a los actos bolsonaristas en la Explanada de los Ministerios de Brasilia ondeaban la bandera israelí junto a la verde-amarilla. Al mismo tiempo, el lobby proisraelí en el Parlamento, bajo la batuta del diputado Eduardo Bolsonaro, hijo del jefe de Gobierno y eterno aspirante a embajador de Brasil en Washington, hizo un esfuerzo ingente para cambiar la dirección de la política exterior brasileña a favor de los intereses del Estado sionista.
Desde el inicio de las matanzas en la Franja de Gaza, las tensiones entre el Gobierno brasileño y los grupos proisraelíes apoyados por la extrema derecha del país vienen aumentando. Durante las primeras semanas del conflicto, Brasil presidía de forma itinerante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. La diplomacia de Brasil, buscando una solución pacífica a la crisis, promovió una resolución de cese el fuego, que fue tajantemente vetada por EEUU. Poco después, el presidente Lula da Silva, visiblemente enfadado con la aparición de los cadáveres de miles de niños asesinados por las fuerzas israelíes, calificó la guerra de genocidio. La misma expresión ha utilizado su asesor especial para política exterior, Celso Amorim, en el encuentro convocado por el Gobierno francés en París el 9 de noviembre para recaudar fondos para paliar la crisis humanitaria en Gaza. Amorim pidió la creación urgente de una conferencia internacional de paz.
Mientras tanto, la artillería mediática brasileña a favor del estado de Israel no descansa, buscando eliminar a todos aquellos que se posicionan a favor de los derechos del pueblo palestino. Las grandes cadenas de televisión y los periódicos de gran circulación cantan a coro el derecho de Israel a vengarse de Hamás tras el ataque del 7 de octubre. Lo más llamativo hasta ahora ha sido la forzada dimisión por el ministro de Comunicaciones del presidente de la Empresa Brasileña de Comunicación (EBC), Helio Doyle, por difundir una viñeta del dibujante propalestino Carlos Latuff.
Mientras tanto, resulta sumamente preocupante la vergonzosa cobardía de las organizaciones de izquierda que, al igual que en España, limitan su participación a lo puramente testimonial. Entre los numerosos participantes en la manifestación en la ciudad de São Paulo el 4 de noviembre, con motivo del día mundial de Solidaridad con el pueblo Palestino, no se veía presencia orgánica ni del gobernante Partido de los Trabajadores (PT) ni de los otros grandes partidos de la izquierda brasileña, salvo los pequeños PSTU y PCO. Ni siquiera los concejales de la ciudad acudieron a la cita, a pesar de que la presidenta del PT, la diputada nacional Gleisi Hoffmann, se ha pronunciado más de una vez contra los ataques criminales de Israel al territorio de la Franja de Gaza.
Un extraño acontecimiento acaba de poner en evidencia la larga mano del Gobierno israelí en Brasil
En este contexto, un extraño acontecimiento acaba de poner en evidencia la larga mano del Gobierno israelí en Brasil. Se trata de una operación (denominada Trapiche) de la Policía Federal brasileña (PF) con la estrecha colaboración del Mossad, ejecutada el 8 de noviembre contra brasileños que supuestamente habían sido “reclutados por Hezbollah” y que estarían planeado un inminente ataque a intereses y organizaciones judías en el país. Según el periódico O Globo, uno de los dos detenidos venía de Líbano (y fue detenido al aterrizar en el aeropuerto con 5.000 dólares) y el otro había estado en Siria. La comunidad libanesa en Brasil es la mayor del mundo, con más de 7 millones de brasileños entre inmigrantes y descendientes. La importancia de la detención llevó al propio Netanyahu a publicar esa operación en su cuenta en la red social X. El ministro de Justicia brasileño, Flávio Dino, todavía no ha dado suficientes explicaciones sobre el papel de los servicios de seguridad israelíes en esa operación. No se sabe si la operación es obra del Mossad en colaboración con la PF, o si las autoridades brasileñas actuaron motu proprio a partir de informaciones facilitadas por los servicios secretos israelíes. Sea como fuere, en la PF y en otros órganos de seguridad del país hay distintos grupos bolsonaristas que actúan al margen del control del gobierno de turno. A espera de que el Ministerio de Justicia aporte más explicaciones sobre la preparación de esa supuesta acción terrorista de Hezbollah en Brasil, en vista de la actuación diplomática del Gobierno brasileño con respecto a las matanzas en Gaza, se mantienen dudas razonables sobre las verdaderas intenciones de los servicios secretos de Israel. Las sospechas aumentan cuando se sabe que fabricar operaciones policiales para intentar influir de manera favorable a ciertos grupos de poder es una práctica corriente del Estado profundo brasileño. Fue así en la famosa operación Lava jato contra el presidente Lula, en que la PF actuaba bajo intereses oscuros. Por ello, a día de hoy la opacidad de la prisión de los supuestos terroristas tiene toda la apariencia de un montaje por parte de la extrema derecha brasileña con el apoyo logístico de los servicios secretos de Israel para crear en la opinión pública la idea de que Hezbollah (que está a más de 10.0000 Km de São Paulo) busca atentar contra judíos en suelo brasileño. En efecto, al día siguiente del inicio de las operaciones policiales, el editorial de O Globo ya sugiere que el Gobierno brasileño debería reevaluar sus relaciones con Irán, dada su proximidad con Hezbollah.
Otro elemento que encendió las alarmas fue la actuación del embajador de Israel en Brasilia, Daniel Zonshine, muy próximo a la derecha brasileña, quien mantuvo un encuentro público con el expresidente Jair Bolsonaro y diputados extremistas en el Parlamento el día 8 de noviembre, a espaldas del Gobierno brasileño. El mismo Zonshine ha declarado a O Globo que si los supuestos terroristas “eligen Brasil es porque hay alguien en el país que está dispuesto a ayudarles”, en una acusación velada a algunos sectores del Gobierno brasileño. Tanto estas palabras del embajador de Israel, como su actuación pública junto a los políticos que participaron activamente de la tentativa de golpe el 8 de enero de 2023, dejan en entredicho su fiabilidad como representante del Gobierno de Israel ante las autoridades de Brasil. Más bien, constituyen una provocación que pretendería influir y desestabilizar la política interna y externa del país, en un momento en el que hay un contencioso abierto con el gobierno de Netanyahu. Israel intenta domesticar el Gobierno del país con mayor presencia árabe y musulmana de América Latina.
Si los crímenes de guerra practicados por el gobierno de Israel en Palestina ya eran motivo suficiente para que el Gobierno brasileño revisara la relación diplomática con el Estado hebreo, la reciente actuación del embajador Zonshine no debería dejar otra posibilidad a Brasilia que pedir su salida inmediata del país. Aunque el Gobierno brasileño no ha dado ese paso, puesto que el estilo de Lula da Silva es de no tomar decisiones en caliente, queda comprometida la presencia del embajador Zonshine en Brasil después de su escandalosa injerencia en los asuntos internos del país. Ahora que acaban de salir de Gaza los últimos 34 brasileños que quedaban atrapados por el bloqueo de Israel, ciertamente el Ministerios de Exteriores tomará medidas más propositivas para solucionar la situación del representante israelí en Brasilia.
La tentativa de Israel de acorralar el Gobierno de Brasil se enmarca en la decisión Lula da Silva de condenar sin paliativos la masacre en Gaza, además de atreverse a llevar la iniciativa en los organismos internacionales en busca del cese el fuego en la zona. Sin duda, la posición pública de Brasil ha enfurecido a los halcones israelíes. El gobierno de Netanyahu intenta rentabilizar al máximo su hermanamiento con la extrema derecha brasileña buscando minar el frágil equilibrio en política exterior que mantiene Lula da Silva, entre el protagonismo en los BRICS y su cercana relación con Occidente. Israel sabe que ni la derrota electoral, ni el fallido intento de un golpe de Estado del 8 de enero de este año han minado la fortaleza de la extrema derecha en Brasil. Por el contrario, los eventos descritos ponen en evidencia la debilidad del actual Gobierno brasileño a la hora de controlar a los grupos extremistas dentro de las estructuras del estado brasileño. Estos agujeros negros permiten las embestidas del aparato de un Estado extranjero, como el de Israel, que aprovecha para mandar mensajes de advertencia al Gobierno de Lula da Silva.
Hace más de un mes que se vive una catástrofe humanitaria en Gaza provocada por el ataque del Estado colonial de Israel contra la población civil de Palestina. La llamada comunidad internacional ha abandonado a su suerte a más de dos millones de personas, desprotegidas frente a los bombardeos diarios del que se...
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