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Reportaje

“Utilizaron contra nosotros los métodos de interrogatorio más inhumanos o inmorales que se te puedan ocurrir”

Bajo la sombra de la guerra de Gaza, Israel está desplazando en masa a las comunidades rurales palestinas de Cisjordania. En Wadi al-Siq, el calvario fue más espantoso que nunca, según narran sus protagonistas

Oren Ziv (+972 Magazine) 4/11/2023

<p>Palestinos abandonan la comunidad beduina palestina de Ein al-Rashash, al este de Ramala, tras los continuos ataques de colonos israelíes. / <strong>O.Z.</strong></p>

Palestinos abandonan la comunidad beduina palestina de Ein al-Rashash, al este de Ramala, tras los continuos ataques de colonos israelíes. / O.Z.

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Mientras la mayoría de los israelíes están ocupados lamentando las masacres perpetradas por Hamás a principios del mes de octubre, y los medios de comunicación locales e internacionales se centran en Gaza y el sur de Israel, los colonos de la Cisjordania ocupada intensifican sus esfuerzos por desplazar por la fuerza a las comunidades de pastores palestinos de las zonas rurales. Según datos recogidos por la organización de derechos humanos B'Tselem, más de 850 palestinos –incluidas al menos 13 comunidades enteras, así como docenas de personas de otras cinco comunidades– se han visto obligados a huir de sus hogares en toda Cisjordania desde el 7 de octubre.

 

La violencia de los colonos y la presión del Estado israelí ya habían desplazado por la fuerza a tres comunidades palestinas a principios de este año, como publicó +972 en agosto, y a otras tres en los últimos dos años, según B'Tselem. Como resultado de este proceso concertado de limpieza étnica –ejecutado mediante el establecimiento de puestos de avanzada (asentamientos israelíes en Cisjordania) y la expulsión de pastores de sus tierras de pastoreo tradicionales, y exacerbado por la violencia cotidiana–, una vasta zona que se extiende al este desde Ramala hasta las afueras de Jericó ha quedado completamente vacía de palestinos, mientras que las comunidades aisladas de otras áreas están más amenazadas que nunca.

Durante varios meses, activistas de izquierda (israelíes e internacionales) habían mantenido una “presencia protectora” en Wadi al-Siq las 24 horas

Una de las comunidades expulsadas en los últimos días es Wadi al-Siq, uno de los pocos pueblos donde, durante varios meses, activistas de izquierda (israelíes e internacionales) habían mantenido una “presencia protectora” las 24 horas del día debido a la intensificación de los ataques de los colonos con el objetivo de expulsar a los palestino. El mes pasado, por ejemplo, los colonos asaltaron Wadi al-Siq alegando que habían atacado a un pastor judío; entraron en las casas, agredieron a los residentes y finalmente llamaron a la policía, que detuvo a tres jóvenes palestinos.

Aunque la presencia protectora de los activistas se tradujo en una ligera mejora de la sensación de seguridad de los palestinos locales, todo cambió tras los atentados del 7 de octubre de Hamás y el posterior bombardeo de Gaza por Israel.

“Tuvimos que escapar”

El éxodo de los residentes comenzó el 11 de octubre, después de que llegaran noticias de la aldea de Qusra, en la que colonos y soldados israelíes habían matado a cuatro palestinos, entre ellos a un niño de 13 años. A la mañana siguiente, con apoyo militar, los colonos asaltaron Wadi al-Siq, disparando al aire y expulsando a los residentes que quedaban. Ahora el pueblo está desierto y su escuela, construida con fondos europeos, abandonada.

“Llevábamos 45 años [en esas tierras]”, afirma Abdel Rahman Abu Basher, jefe de la comunidad. “Los colonos vinieron con el ejército, pero no eran soldados normales. Todos los colonos y los soldados iban enmascarados”. De hecho, los soldados que asaltaron Wadi al-Siq pertenecen a la unidad Frontera del Desierto, que, como informó +972 en mayo, recluta específicamente a colonos “jóvenes de las colinas”, las mismas personas conocidas por sus ataques regulares contra palestinos en toda Cisjordania.

“Entraron y nos dijeron: ‘Id a Gaza o a Jordania’”, explica Abu Basher. “Nos golpearon y dispararon en nuestra dirección. Tuvimos que escapar; dejamos atrás muchas pertenencias”.

Los activistas israelíes hicieron un llamamiento al ejército y a la Administración Civil –el organismo militar que supervisa los asuntos civiles en Cisjordania– para que acompañaran a los residentes de vuelta al pueblo a recuperar los enseres que habían dejado atrás. La petición tardó cinco días en recibir respuesta y, cuando los residentes llegaron a su antiguo pueblo, descubrieron que, aparte de los propios edificios, les habían robado todo. “Se llevaron un coche con licencia que costó 75.000 NIS [unos 18.900 euros], ovejas, un depósito de agua, trigo, aceite de oliva, yogur, de todo”, contó Abu Basher.

Los colonos y soldados no se limitaron a expulsar a los últimos habitantes. Secuestraron a tres palestinos y a varios activistas israelíes y los sometieron a graves abusos físicos

Los colonos y soldados que asaltaron Wadi al-Siq no se limitaron a expulsar a los últimos habitantes que quedaban en el pueblo. Según testimonios recogidos por +972, y publicados por primera vez en Haaretz, los soldados y colonos secuestraron a tres palestinos y a varios activistas israelíes antes de someterlos a graves abusos físicos, que incluyeron duras palizas, quemaduras en la piel con cigarrillos e intentos de agresión sexual.

Los colonos y soldados también robaron teléfonos, documentos de identidad, dinero en efectivo y un coche a las personas que secuestraron. Los israelíes fueron liberados al cabo de unas horas, mientras que los palestinos –dos de ellos empleados de la Comisión de Colonización y Resistencia al Muro de la Autoridad Palestina y el otro residente en el pueblo– permanecieron retenidos hasta bien entrada la noche.

“Era como Guantánamo”

Mohammad Khaled, de 27 años, y Mohammad Matar (conocido como Abu Hassan), de 46, los dos empleados de la Autoridad Palestina, habían acudido a la aldea todos los días durante las últimas semanas para intentar, junto con otros activistas, proteger a la comunidad. “He sido detenido anteriormente por el Shin Bet ( el servicio de inteligencia interior de Israel) y la policía, pero nunca había vivido algo así”, explicó Abu Hassan, activista desde hace casi 30 años, con voz entrecortada en una llamada desde Ramala. “Lo que pasamos es como Guantánamo; perdimos nuestra humanidad”.

Todo comenzó cuando los dos hombres intentaron salir del pueblo para regresar a Ramala y los colonos los volvieron a perseguir. “Recogimos nuestras pertenencias de la tienda –una estufa, sacos de dormir, sillas, verduras y todos los utensilios de cocina– y lo cargamos todo en el coche”, recuerda.

“De repente, vimos que se acercaban tres coches. El primero era el de los otros activistas, seguido de dos camionetas Toyota cargadas de colonos vestidos con uniformes militares”, continuó Abu Hassan. “Nuestros hermanos, los activistas, intentaron detenerlos para que no pudieran llegar hasta nosotros”. No funcionó: “Nos atacaron con sus armas, nos ordenaron tirarnos al suelo y empezaron a golpearnos y a darnos patadas”.

A continuación, los colonos registraron todas las pertenencias que llevaban en el coche y vaciaron las bolsas en el suelo. “Uno de ellos cogió una bolsa con utensilios de cocina y encontró un cuchillo de verduras, así que dijo: ‘Ahí tienen un cuchillo’. Le dije en hebreo que era un cuchillo de cocina, pero nos empezaron a golpear de nuevo y a gritar: ‘Tenéis un cuchillo, ibais a apuñalar’, y ese tipo de cosas”.

Según Abu Hassan, al cabo de casi una hora llegó un soldado de la Administración Civil. Le preguntó si las personas que los habían secuestrado eran soldados o colonos, y el soldado respondió que eran soldados.

“Nos cogió el carné de identidad, lo comprobó y dijo: ‘Tiene antecedentes’, explicó Abu Hassan. “Eso fue durante la [Primera] Intifada, así que le dije: ‘Eso ocurrió hace 30 años’. Pero cuando se enteraron de que tenía un pasado, me golpearon aún peor: me dieron en la cabeza con la pistola, me golpearon en la espalda con palos y me dieron patadas en el estómago, a mí y a los hombres que estaban conmigo”. “El soldado de la Administración Civil y los dos coches que iban con él abandonaron el lugar, dejándonos con los colonos”.

“Creíamos que eran del Shin Bet”

Siguieron llegando más coches con colonos durante lo que Abu Hassan calcula que fueron otras dos horas. “Cada grupo que llegaba empezaba a golpearnos de nuevo”, dijo. En un momento concreto, los palestinos oyeron que decían que venían agentes del Shin Bet, y entonces llegó un coche con soldados.

“Uno de ellos se acercó a mí, me levantó la cabeza del suelo y me dijo: ‘¿Te acuerdas de mí’”, recordó Abu Hassan. “Le respondí: ‘No’. Me dijo que era un pastor de Biddya (ciudad al norte de Cisjordania): “Estuviste allí hace unos meses y te hiciste el duro”. Le dije que no. “No trabajo allí, sólo en los de Ramala”.

“Empezó a golpearme y a decirme: ‘¡Mientes! Entonces te hacías el duro, a ver ahora’”, continuó Abu Hassan. “Siguió golpeándome, luego cogió un cuchillo y me dijo que me sentara. Y nos cortó la ropa –las botas, los pantalones y los chalecos–, dejándonos sólo en ropa interior. Nos ató las manos a la espalda con alambre”. En una fotografía tomada por los colonos, se ve a los tres hombres palestinos con los ojos vendados y en ropa interior, uno de ellos tendido en el suelo.

“Luego nos llevaron a unos 200-300 metros, a las afueras de la aldea, a una choza de hojalata vacía utilizada como corral de ovejas”, relató Abu Hassan. “Nos pusieron la cara en el suelo y empezaron una nueva fase de interrogatorios y torturas”, que, según sus cálculos, duró unas seis horas.

“Nos interrogaban, nos golpeaban” continuó. “Y todo ese tiempo pensamos que eran del Shin Bet. Utilizaron contra nosotros los métodos de interrogatorio más monstruosos, inhumanos o inmorales que se te puedan ocurrir. Cualquiera diría que estábamos en Guantánamo o en Abu Ghraib. Nos ataban las manos a la espalda, nos tapaban los ojos, nos clavaban la cara en el suelo, nos pisaban la cabeza y nos decían: ‘¡Comed! Comed mierda de oveja!’”.

“Saltaron sobre nuestras espaldas con la intención de paralizarnos, de rompernos la médula espinal”, prosiguió Abu Hassan. “También nos golpearon entre 30 y 40 veces en los genitales para mutilarnos, Se turnaban para golpearnos. [Uno de los hombres] trajo un palo y empezó a golpearme la espalda una y otra vez. Luego intentó meterme el palo por detrás. Durante más de un minuto estuvo presionando y empujando, y yo me resistía, hasta que reuní fuerzas y lo aparté”.

“Se enfadó y empezó a darme patadas y a golpearme con el palo hasta que empecé a gritar y a llorar; me derrumbé totalmente, y nos dieron un respiro”, relató. “Sobre las siete de la tarde llegaron agentes de la Administración Civil, entraron en el corral y preguntaron qué nos había pasado. Les contamos toda la historia, que decían ser del Shin Bet y que nos estaban interrogando”. El Shin Bet negó a Haaretz que alguno de sus hombres estuviera presente o implicado.

En respuesta a una pregunta de +972, el portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel declaró: “Las FDI llegaron a una granja en la zona de Wadi a-Siq tras recibir un informe sobre varios sospechosos palestinos. Las fuerzas capturaron a los sospechosos y tras registrarlos les encontraron un cuchillo y un hacha. La forma en que se llevó a cabo la detención y la conducta de las fuerzas sobre el terreno fueron contrarias a lo que se espera de los soldados y mandos de las FDI. El incidente está siendo investigado por los mandos y han surgido muchas discrepancias”.

“Tras la investigación inicial, se tomó la decisión de destituir al comandante de la unidad que llevó a cabo la detención. Dadas las circunstancias del asunto y en vista de la gravedad de las sospechas, se decidió abrir una investigación por parte de la policía militar. En cada incidente de confrontación, se espera que las fuerzas de las FDI actúen para separar a las partes y mantener la seguridad y el orden en la zona”.

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Una versión de este artículo se publicó por primera vez en hebreo en Local Call.

Oren Ziv es fotoperiodista, reportero de Local Call y miembro fundador del colectivo fotográfico Activestills.

 

Este artículo se publicó en +972 Magazine el 30 de octubre.

El artículo se ha traducido con Deepl y ha sido editado por la redacción de CTXT.

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Oren Ziv (+972 Magazine)

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