tribuna
Antisemitas
Aquí siempre hemos sido racistas. Como le sucede a todo el mundo, no nos gusta la gente que es diferente. Pero hacia quienes hemos sentido hostilidad han sido los gitanos y los moros, que los tenemos más cerca
Miguel Izu 2/12/2023
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Claro que los españoles somos antisemitas, pero no exactamente al modo que denuncia la Embajada de Israel o que dice el Diccionario de la RAE: “Que muestra hostilidad o prejuicios hacia los judíos, su cultura o su influencia”. Yo no he percibido hostilidad hacia los judíos a mi alrededor y tengo ya unos años. No tenemos inconveniente en admirar a judíos como Marx (tanto a Karl como a Groucho), o como Woody Allen, Sigmund Freud, Leonard Cohen, Franz Kafka o Dustin Hoffman. En general, no nos han preocupado nada los judíos porque en España no había, los expulsaron los Reyes Católicos hace más de cinco siglos. Para tenerle manía a alguien es imprescindible tenerlo cerca, que sea vecino tuyo. Lo normal es llevarse mal con los del pueblo de al lado, o con los de la provincia limítrofe, no con los que están lejos y con los que no tienes contacto. Nunca hemos sentido hostilidad hacia los uigures, o los jitajita, porque nunca hemos visto ninguno y primero tendríamos que saber situarlos en el mapa. Otra cosa sería si vivieran en nuestro barrio.
Aquí siempre hemos sido racistas. Como le sucede a todo el mundo, no nos gusta la gente que es diferente. Pero contra quienes hemos sentido hostilidad han sido los gitanos y los moros, que los hemos tenido más cerca. Bueno, y ahora un poco contra los latinoamericanos y los negros, que cada vez hay más. Antisemitas, sí, pero no en contra de los judíos, sino en contra de otros semitas, los otros descendientes de Sem, hijo de Noé, los moros. Digo moros, sin ánimo despectivo, para mayor claridad. El españolito de a pie se hace un lío si nos ponemos a distinguir entre semitas, árabes, bereberes, magrebíes, musulmanes, sunitas, chiitas, islamistas, turcos, iraníes. Si decimos moros, nos entendemos todos. Son esos individuos morenos que viven al otro lado del Estrecho de Gibraltar y que vienen aquí a coger fruta o a delinquir, y que no hay forma de integrar por culpa suya. “Yo no soy racista, pero…”, nos excusamos para explicar que son los moros los que no se quieren integrar, son incultos, son fanáticos, solo se juntan con otros moros en sus mezquitas, son machistas, son violentos.
Antisemitas de los otros, de los que odian a los judíos, ha habido solo unos pocos y en tiempos pasados. En los que estuvo en boga la conjura judeomarxistamasónica en la que creían firmemente los fascistas, los nazis, los franquistas. Por ejemplo, Félix Maíz, mano derecha del general Mola en Pamplona, remata su libro Alzamiento en España. Diario de la conspiración en 1952 con una selección de textos de Los Protocolos de los Sabios de Sión. Explica que “son el resumen del plan judío perfeccionado siglo tras siglo para alcanzar la dominación política y religiosa mundial” y justifica con ellos la conspiración militar de 1936. En consecuencia, durante el franquismo se exaltó la tradicional amistad hispanoárabe (compatible con el desprecio hacia los moros) y no se reconoció al Estado de Israel; el trabajo sucio lo haría Felipe González en 1986, uno de los peajes, como también lo fue la OTAN, para ingresar en el selecto club de las democracia occidentales. En algún momento del siglo XX la conjura judeomarxistamasónica dejó de ser útil, estaba demasiado asociada a un perdedor como Hitler, quedó olvidada para casi todo el mundo y así cambiamos de enemigos. Ahora, los judíos y, especialmente, el Estado de Israel, son amigos; los enemigos de hoy son los moros. Con qué ardor España se ha unido a las modernas cruzadas contra los países musulmanes, contra Iraq y sus armas de destrucción masiva, contra Afganistán y sus talibanes, ahora contra Hamás y sus bebés degollados.
En el buenismo que practica la progresía se condena a Israel porque ejerce su derecho a defenderse del terrorismo palestino bombardeando Gaza. Se hace una tramposa equiparación con la guerra de Ucrania y se reclama el apoyo a los agredidos contra los agresores, en un caso a los ucranianos y en otro a los palestinos. Un ejercicio de ignorancia sobre cómo funciona la política internacional. Lo importante no es el qué, sino el quién y el para qué. Bombardear está mal si lo hacen ellos, los rusos, o los palestinos, o los libaneses de Hezbolá, pero no si lo hacen los israelíes. Los rusos son malos, los palestinos son terroristas, los ucranianos son de los nuestros, y los israelíes también son de los nuestros. Ahora, la guerra es entre la civilización occidental democrática (nosotros) y la conjura totalitaria ruso-islámica-china (ellos). Ante la magnitud del desafío, todo está permitido. Como lo ha estado siempre, como lo estuvo cuando Estados Unidos lanzó las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Sí, murió gente, incluso mujeres y niños, pero los japoneses aprendieron la lección.
Por eso, porque ahora somos del antisemitismo bueno, del que es hostil a los moros, que son quienes quieren dominar el mundo conjurados con rusos y chinos, estamos con Israel a muerte, sin perjuicio de pellizcarle un poco para recordarle lo de la leyes internacionales, pero sin hacer daño. Aunque hayamos dicho de reconocer al Estado palestino, que en la ONU están pelmas con ello, no tenemos ninguna prisa, lo podemos aplazar eternamente. No tuvimos inconveniente en acoger refugiados ucranianos hace unos meses porque eran de los nuestros, blancos, cristianos, de la civilización que tenemos que putodefender, pero nos negaremos a acoger refugiados palestinos, mejor que los exterminen allí, ya tenemos demasiado con nuestros propios moros, los que vienen de Marruecos y el Sáhara. En el fondo, nos da igual apoyar a los marroquíes que a los saharauis, a los sudaneses del Norte que a los sudaneses del Sur, porque todos son moros, en realidad todos son iguales, es una cuestión de mera conveniencia. Podemos también dejar para las calendas griegas la solución del conflicto del Sáhara y su derecho de autodeterminación, otro blablabla buenista de la ONU.
Y, bueno, lo de llamar antisemitas a los progres en lugar de llamarles antisionistas es divertido, se enfadan. Nadie quiere ser llamado antisemita. Aunque lo sea.
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Miguel Izu es escritor, doctor en Derecho y licenciado en Ciencias Políticas y Sociología.
Claro que los españoles somos antisemitas, pero no exactamente al modo que denuncia la Embajada de Israel o que dice el Diccionario de la RAE: “Que muestra hostilidad o prejuicios hacia los judíos, su cultura o su influencia”. Yo no he percibido hostilidad hacia los judíos a mi alrededor y tengo ya unos años. No...
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