Catástrofe
La tragedia que vive Gaza: cuando la ayuda humanitaria es la última comida de un condenado a muerte
Los huérfanos se multiplican en las calles, los supervivientes están traumatizados y todo el mundo sabe que la muerte puede caer del cielo en cualquier momento. Muchos se han quedado sin medicamentos y apenas hay agua ni comida
Amira Hass (Haaretz) 1/12/2023
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Heridos en un pasillo del hospital Al-Shifa, el mayor de Gaza. / Mohammed Zaanoun
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Ahora que la imagen de los camiones que transportan la llamada ayuda humanitaria a la Franja de Gaza se va convirtiendo en algo habitual, es importante entender la magnitud de esta tragedia, de proporciones cada vez mayores. Es algo que cuesta mucho comprender para cualquiera fuera de Gaza, incluso para los que tienen contacto permanente con sus residentes, los que ven las noticias de los bombardeos y los que cuentan con información actualizada a diario de familias enteras asesinadas.
Cuando todas y cada una de las familias gazatíes se enfrentan a la posibilidad de que en cualquier momento una bomba israelí caiga sobre su casa y los aniquile o deje a alguno de ellos herido e inválido, los suministros que esperan en el paso fronterizo de Rafah se ven como una última comida por aquellos condenados a muerte.
“Lo que necesitan los gazatíes no es una tregua de unas horas, unos días, sino un alto el fuego total”, afirmaban los representantes de varias organizaciones de ayuda y derechos humanos en una rueda de prensa online justo antes de que entrara en vigor el esperado respiro de cuatro días. La desesperación, la ansiedad y la pérdida de toda vitalidad afectan sobre todo a los niños, que pagan un precio especialmente alto, según indicaba un portavoz de Save the Children. Declaró: “Cada diez minutos, una bomba mata a un niño en Gaza, y cada cinco minutos, hiere a un niño, en un conflicto armado asimétrico que pone de manifiesto el fracaso del derecho internacional, cuyo objetivo es proteger la vida de los civiles”.
Se sabe que al menos 6.000 niños palestinos y 4.000 mujeres han sido asesinados en los bombardeos israelíes de las últimas siete semanas, según las cifras de las autoridades en Gaza, que gobierna Hamás. Las organizaciones internacionales consideran precisos los datos. Un nuevo fenómeno surge con los niños que deambulan solos: sus padres han sido asesinados o heridos en los bombardeos y están desaparecidos. Se tiene constancia de que algunos niños no comen ni cuando hay alimento y otros sufren deshidratación porque se niegan a beber, incluso cuando tienen agua disponible. Y eso que el representante de una organización de ayuda señalaba: “No subestiméis la más mínima botella de agua potable que llegue porque, literalmente, podría salvar una vida”.
Los niños deambulan solos: sus padres han sido asesinados o heridos en los bombardeos y están desaparecidos
En esa contradicción viven los residentes, que con todo y eso esperan la entrada de los camiones con artículos de primera necesidad para su supervivencia. “Las mujeres no tenemos compresas higiénicas y estamos usando todo tipo de harapos”, escribía una desplazada del norte de Gaza, que se aloja en un albergue, a un familiar israelí.
“Llevo un mes sin encontrar medicamentos para mi artritis y casi no puedo moverme del dolor”, comentaba otro desplazado en conversación telefónica. Añadía que no hay colchones en el colegio reconvertido en refugio donde se encuentra, así que la gente duerme en el suelo. Una tercera desplazada le contaba al periódico Haaretz que ella y todos sus familiares, hacinados en la casa de su cuñado en Rafah, comen solo una vez al día. Indicaba que se ha vuelto muy complicado encontrar maderos para encender un fuego y poder hacer pan o hervir agua para el té. Es escritora, ha publicado varios libros de poesía y relatos, pero no ha escrito ni una palabra desde que huyó de su casa.
Unos niños rebuscan entre los escombre de las viviendas destrozadas por las bombas israelíes, el 30 de noviembre de 2023. / Mahmoud Mushtaha
Dice que ha estado ocupada con “detalles, detalles vitales para la supervivencia: hacer cola para el agua potable, hacer cola para el pan, calmar a los niños, cargar el teléfono en una tienda que tiene paneles solares, descubrir si queda algún medicamento en alguna parte para el hijo al que operaron justo antes de la guerra, buscar pañales para el tío de edad avanzada que sufrió un derrame, comprar ropa de segunda mano en el mercado”.
La semana pasada apuntaba, antes de que empezase la tregua: “Llevamos 25 días con la misma ropa, sin lavarla desde que nos fuimos de casa con lo puesto. No hay agua para hacer la colada. Ahora, además, empieza a hacer frío fuera y no tenemos ropa de abrigo. Por la noche, no puedo escribir porque no hay electricidad y no hay diésel para el generador. Reina la más absoluta oscuridad en el apartamento. Dormimos todos en el suelo, juntos. Ni siquiera cuando tenemos agua bebo antes de ir a dormir, porque es imposible ir al baño por la noche sin pisar a alguien de camino”.
Los camiones que entran en Gaza no solucionan los problemas logísticos a los que se enfrentan los que quieren escribir. Pero hay, o se supone que hay, cajas con latas de conservas, como atún y guisantes, leche en polvo para lactantes, complementos alimenticios esenciales, pastillas potabilizadoras y botellas de agua, mantas y colchones, artículos de higiene personal y medicamentos para enfermedades crónicas en los cargamentos de ayuda humanitaria.
La ONU y las organizaciones de ayuda cuentan con varios equipos, y cada uno de ellos supervisa y se encarga de las cuestiones relacionadas con un área en particular: seguridad alimentaria, salud, higiene y accesibilidad. Cada equipo prepara una lista de artículos para que los donantes y las organizaciones que recaudan el dinero y los productos para Gaza sepan lo que es urgente e imprescindible. “Si un donante manda, por ejemplo, ositos de peluche para los niños, está ocupando un espacio crucial en el envío, aunque no es precisamente lo que se necesita ahora mismo”, señalaba uno de los organizadores de la ayuda.
Pasemos por alto durante un instante el hecho de que ningún paquete descargado de un camión ni ningún camión cisterna supone protección alguna contra una muerte violenta provocada por los bombardeos o la artillería. Aun así, las cantidades de productos esenciales que están entrando, según los estándares de Israel, distan mucho de ser suficientes para cubrir las necesidades básicas de la gente. Son aún más insuficientes si cabe en pleno escenario de una tragedia que ve cómo aumenta vertiginosamente el número de personas heridas, que sufren diarrea y que han contraído diversas enfermedades.
El 21 de octubre, por primera vez desde el ataque de Hamás hacía dos semanas, 20 camiones que transportaban suministros de asistencia humanitaria entraron en Gaza a través de la terminal de Rafah. La tarde del 21 de noviembre, accedieron 79 camiones. En ese intervalo de un mes, llegaron a Gaza una gran cantidad de provisiones y ayuda, con la excepción de combustible, en 1.399 camiones.
La cifra es insignificante en comparación con la media mensual, en días “normales”, de casi 10.000 camiones que transportan artículos comerciales y de asistencia humanitaria (con la excepción de combustible). Cada camión porta una carga que pesa entre 60 y 70 toneladas. La diferencia sigue siendo abismal, aunque durante la tregua hayan entrado unos 200 camiones de ayuda al día en Gaza.
Desde el 21 de octubre, los camiones con suministros que se dirigen a Gaza pasan de Egipto a una inspección de seguridad en el paso fronterizo de bienes israelí de Nitzana, en el Néguev, donde son sometidos a revisión y a un control por parte de una unidad canina. Si la inspección revela que el camión contiene productos de doble uso –es decir, artículos que puedan usarse tanto con propósitos civiles como militares–, el camión entero es requisado.
Podría tratarse de un equipo de ultrasonido, si el donante no ha consultado con las organizaciones de ayuda lo que Israel permite o no permite. Haaretz está informado de que algunos camiones han sido bloqueados porque, según Israel, las donaciones procedían de Irán. Desde Nitzana, los camiones regresan a territorio egipcio, y desde allí, recorren unos 45 kilómetros hasta el paso de Rafah.
Las negociaciones entre las autoridades israelíes y los representantes palestinos o internacionales sobre la entrada de diversos artículos en Gaza y el proceso de inspección de seguridad de cada artículo ya eran largas y agotadoras incluso antes de la guerra. Ahora, son muchísimo más largas y agotadoras. Además del tipo de artículos, se han añadido tres nuevas cuestiones a las reuniones prácticamente diarias entre la Oficina de Coordinación de Actividades del Ministerio de Defensa (COGAT) y el representante de la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA).
La primera cuestión: los grupos de ayuda solicitan que se reanude la entrada de suministros a través del paso fronterizo de bienes de Kerem Shalom. Según las organizaciones, este admite controles de seguridad y la entrada de bienes en cantidades mucho mayores que las de Nitzana, hasta con dos equipos de inspección trabajando por turnos y en fines de semana. De momento, Israel se niega.
Hasta en el “seguro” sur, Israel estaba bombardeando viviendas con todos sus habitantes dentro
La segunda cuestión es el transporte de suministros al norte de Gaza, una zona que ha sido intensamente bombardeada y donde se espera que se retomen los enfrentamientos terrestres una vez que acabe la tregua. Los grupos internacionales no saben cuánta gente queda allí.
Muchos son enfermos, discapacitados y ancianos que no han podido abandonar sus casas, según afirmaban los portavoces de ayuda humanitaria en la rueda de prensa online. Además, bastantes vecinos regresaron al norte, sobre todo en las primeras dos o tres semanas de la guerra, según le comentaba el representante de una de las organizaciones de la ONU a Haaretz.
Preferían correr el riesgo de regresar a la intimidad de sus casas, mientras las paredes siguieran en pie, por dos motivos fundamentalmente. Primero, porque habían sufrido un hacinamiento insoportable entre miles de personas, con un único aseo para compartir entre cientos. Y segundo, porque se habían dado cuenta de que hasta en el supuestamente seguro sur, Israel estaba bombardeando edificios residenciales con todos sus habitantes dentro.
En la rueda de prensa virtual, los portavoces de las organizaciones hicieron hincapié en que el acceso a la comida, el agua, la atención sanitaria y los medicamentos en el norte es todavía más limitado que en el sur, por lo que es imposible hablar de “ayuda humanitaria” si no se garantiza el acceso a estas zonas. Al principio, Israel también rechazó esta petición, pero parece haber cedido. Las Naciones Unidas informaron el sábado 26 de noviembre de que 61 camiones transportaban suministros de asistencia humanitaria al norte, y consta que otros 100 alcanzaron la zona el domingo.
Imagen de los destrozos de los ataques de Israel en el norte de Gaza. / Mahmoud Mushtaha
La tercera petición de las organizaciones de ayuda es que se restablezcan los suministros del sector privado, porque no basta con los suministros de emergencia donados que ellos entregan, que en su mayoría llegan a los albergues abarrotados pero no a los que se alojan con familiares en casa particulares.
Israel rechaza esta petición, también. Uno de los representantes de las organizaciones señaló a Haaretz: “Nuestra reivindicación es que en ningún lugar del mundo dependamos únicamente de la ayuda humanitaria en situaciones de emergencia. Es imposible distribuir comida a dos millones de personas. El sistema de ayuda no puede cubrir todas las necesidades solo. Ayudar a los residentes de manera significativa es imposible sin abrir la puerta a productos comerciales”. Por lo pronto, el azúcar y la harina que se transportan a Gaza en los camiones de ayuda se compran en Israel y llegan directamente a Rafah, lo que indica que la compra de bienes, como antes, puede realizarse en transacciones entre comerciantes en Gaza e Israel.
En las últimas siete semanas, los alimentos y los suministros de primera necesidad en los almacenes de Gaza o bien se han agotado o se han echado a perder por los bombardeos. Las ovejas y las gallinas murieron en los bombardeos o fueron sacrificadas porque sus dueños no podían alimentarlas. Los cultivos agrícolas se vieron seriamente dañados o ha sido imposible cosecharlos.
La gente tiene que pagar el triple del precio normal por el arroz, las lentejas o las verduras
La escasez y la dificultad de transportar lo que todavía queda ha llevado a una subida de precios sin precedentes. Con el poco dinero que les resta, la gente tiene que pagar el triple del precio normal por el arroz, las lentejas o las verduras. Por eso, la vuelta del sector privado y la reapertura del paso de Kerem Shalom son condiciones básicas para cualquiera que se tome en serio la ayuda humanitaria y no la considere mera palabrería con objetivos diplomáticos o de imagen.
Las donaciones, de momento, han llegado principalmente de ciudadanos y organizaciones en países árabes, como Egipto, los Emiratos del Golfo, Qatar y Jordania. La Media Luna Roja Egipcia ha sido el mayor proveedor, con la entrada de 651 camiones hasta el 21 de noviembre. La agencia para los refugiados UNRWA también es responsable de introducir una parte importante del cargamento.
Según los datos recogidos hasta el 19 de noviembre, 519 camiones de la UNRWA portaron víveres, 217 tenían medicamentos y material sanitario, 186 llevaron agua y diversos productos de higiene y aseo y 167 transportaron equipamiento para los albergues. Otros 8 camiones cargaban suplementos alimenticios, vitaminas y productos similares etiquetados como “nutrición” y 168 contenían carga mixta.
Un niño gazatí abraza a su padre en un hospital de la Franja. / Mohammed Zannoun
Todas las organizaciones de ayuda subrayan que el combustible es un componente básico de cualquier asistencia humanitaria. De hecho, se ha requerido la presión de EEUU para que Israel permita la entrada de combustible en la Franja de Gaza. Unos 350.000 litros de combustible ingresaron en Gaza del 15 al 21 de noviembre, y otros 129.000 litros entraron cada uno de los días el viernes y el sábado.
La UNRWA es la encargada de distribuir el combustible entre diversas organizaciones de ayuda e instalaciones vitales. Sin combustible, las organizaciones humanitarias aseguran que no pueden distribuir los suministros de agua ni comida que les llegan, ya que los vehículos necesitan combustible para circular. Sin combustible, que debería llegar a los servicios de comunicación de la Compañía de Telecomunicaciones Palestina, Paltel, según los acuerdos, los grupos de ayuda no pueden ponerse en contacto con los representantes del ejército y la COGAT para coordinar la entrega de suministros ni el traslado en ambulancias de bebés prematuros e individuos heridos a Egipto. No son capaces ni de asegurar el paso a los empleados de la terminal del lado egipcio al lado palestino.
Debido a la escasez de combustible y a los cortes de comunicación, han llegado incluso a darse ocasiones en las que los camiones de suministros han quedado inmovilizados durante horas y horas en territorio egipcio, por miedo a que el ejército israelí abriera fuego contra ellos. Las instalaciones de la UNRWA tienen, de media, una cabina de ducha por cada 4500 personas, según un informe de la agencia. No suelen ser edificios orientados a uso residencial. Ha sido imposible llevar más cabinas de ducha móviles debido a la falta de espacio en el inmueble o a la ausencia de combustible para el transporte.
Más combustible, medicamentos para los pacientes de cáncer y los numerosos heridos, anestesia para operaciones y analgésicos para los heridos; agua, agua y más agua; la reanudación del suministro regular de alimentos a través del mercado privado y el acceso de las organizaciones de ayuda a los residentes del norte de la Franja de Gaza son indispensables. Sin todo esto, la ayuda humanitaria proporcionada ahora será juzgada una artimaña para esconder las vergüenzas del daño sin precedentes que se está infligiendo a unos dos millones de civiles, alrededor de la mitad de ellos, menores.
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Este artículo se publicó el 28 de noviembre en Haaretz.
Traducción de Ana González Hortelano.
Ahora que la imagen de los camiones que transportan la llamada ayuda humanitaria a la Franja de Gaza se va convirtiendo en algo habitual, es importante entender la magnitud de esta tragedia, de proporciones cada vez mayores. Es algo que cuesta mucho comprender para cualquiera fuera de Gaza, incluso para los que...
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