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NEOCENTRALISMO

Review del “descuento” de residente

Lejos de facilitar las cosas a la ciudadanía insular, este instrumento injusto, clasista y chapucero es una subvención encubierta a las aerolíneas y una forma de descapitalizar y chantajear a Canarias

Jaime Balaguer 1/01/2024

<p><em>Sumidero.</em> /<strong> Pedripol</strong></p>

Sumidero. / Pedripol

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Hace 20 años me fui a Madrid. Eran los primeros 2000. Los vuelos baratos hacían posible trabajar en cualquier ciudad de Europa y volver cuando quisieras a casa. Me apunté a ese modelo de vida que parecía del futuro, pese a ser insostenible. Mi idea era pasar unos años. Vino la crisis de 2008. Me quedé, dando gracias por tener trabajo. Pasó el tiempo. Formé una familia. Perdí el descuento de residente. Ahora me pregunto, ¿qué hago en Madrid? ¿Cómo llegué aquí? ¿Puedo volver? Y lo más importante: ¿cuánto cuesta?

“Descuento” significa rebaja. Pero aquí no se rebaja nada. Puede parecer un “precio canario”, pero no, es una subvención. Su objeto es cubrir la cantidad que sea necesaria (cualquiera) para que una persona residente pague el 25% de la tarifa de un billete entre islas o con la Península (hasta 2018 fue el 50%). La compañía “te fía” un 75% que, semanas después, le paga el Ministerio de Transportes. La empresa recibe siempre el 100% de un precio que establece en condiciones de libre mercado (es decir, que se lo inventa). Cuando compres un billete, multiplica la tarifa por cuatro para saber lo que cuesta (tasas e impuestos son iguales y van aparte). Desde que perdí la condición de residente, veo todo multiplicado por cuatro. Para más inri vivo en familia de cuatro miembros. Así que moverme a Gran Canaria me cuesta dieciséis veces más de lo que me costaría si fuese un residente liberado de la obligación de viajar en grupo familiar.

Es una subvención regresiva. Su importe es más alto cuanto mayor es tu poder de compra

El “descuento” tiene defectos claros. Para empezar, no se aplica solo a las personas empadronadas. El sistema comprueba el domicilio del DNI. Mientras haya escrito un municipio canario, se aplica el descuento. Se puede engañar (guiño, guiño). Por mi parte, no tuve más remedio que empadronarme para tener sanidad y escolarizar a los niños. ¿Debería haber mantenido por siempre el domicilio canario del DNI, con el que ya no tengo nada que ver? Sí, aunque eso solo me hubiera salvado a mí. Mi familia madrileña jamás ha vivido en Canarias. Ni se les considera parte perjudicada en esto, aunque tengan familiares en las islas.

Es una subvención regresiva. Su importe es más alto cuanto mayor es tu poder de compra. Si la tarifa son 40 euros, el Ministerio de Transportes te apoya con 120 euros. Si vas en business, pagas 300 euros y recibes casi 1.000. ¿Dónde se ha visto algo así? No es solo el problema moral de subvencionar la clase business (que también). Es clasista. Los viajes son más frecuentes en las clases medias y altas. Si eres pobre y vas a la Península, tu menor capacidad económica te empujará hacia peores fechas y horarios. Los humildes viajan los miércoles a las 6 de la mañana. Ya se sabe. Su tiempo vale menos.

Por otro lado, no tiene tope. The sky is the limit. Piénsenlo un segundo. Una subvención que cobran unas empresas que marcan los precios que determinan el importe de la subvención. Sin límite al alza. ¿Quién es el genio que inventó esto? Debe ser el mismo que subió el descuento del 50 al 75% para, meses más tarde, descubrir –¡oh sorpresa!– que no sirvió de nada. Los residentes vuelven a pagar lo de antes. Los no residentes, el cuádruple.

La fijación de precios está completamente distorsionada. Las compañías se hacen la siguiente pregunta: ¿cuánto es el máximo que una persona residente está dispuesta a pagar en tal fecha? Pues ese es, menos un poquito, el precio. No son bobos. Ajustan el precio para que los residentes “tengan la sensación” de que están pagando por debajo de mercado. Que noten que está “algo barato”, con eso es suficiente. Pero recuerden, eso es solo el 25% de la tarifa. Hay que multiplicarlo por cuatro. También te ofrecen gangas, a 30 euros ida y vuelta. Normalmente en fechas y horarios malísimos. No se confundan. Esos son los restos, pensados para gente como yo. Solo que a mí me toca pagar 120 por esa “ganga”. Y dando gracias.

En las fechas más demandadas las cifras llegan al absurdo. Se ven pasajes que cuestan el doble que ir a América. Bogotá 600 euros. Gran Canaria 1.200. No hay escrúpulos, ni límites morales, ni vergüenza. A las compañías aéreas les da igual lo que pienses de ellas. Las maldices mil veces y, pasado un tiempo, tienes que volver a comprarles. Es su oligopolio y nosotros los cautivos.

Mención aparte merecen los viajes interinsulares. Parece que funcionan. Tarifas estables y asequibles. Aun así, permítanme ofrecerles mi punto de vista. Cuando voy a Gran Canaria pienso que, con el dineral que ha costado movernos, qué bueno sería aprovechar para visitar a la familia de Tenerife, o qué bueno que los niños conocieran otra isla. Luego compruebo que ir a Tenerife nos cuesta como no residentes de 300 a 400 euros en barco. De 500 y 600 en avión. Se me pasan las ganas enseguida. El “descuento” no solo me aleja de mi isla natal. Me hace prohibitivo visitar las demás. Da pena, pero no mucha. Peor es no ver a tus seres queridos. Ya me conformo con ir a Gran Canaria.

El mayor engaño de todos es la idea de que el “descuento” protege a los canarios, que les beneficia. La cruda realidad es que los beneficiarios directos son las compañías de transporte. Reciben más de 800 millones de euros anuales, incluyendo a Baleares. Ponen las tarifas y se llenan el cheque ellas mismas. Supongo que las ganancias en Canarias les ayudan a compensar otras estrategias comerciales. No lo sé ni me importa. Lo que sí sé es que se llevan muchísimo dinero público. No creo que estén “cuidando” a Canarias. Me parece una exhibición de poder. Pueden dejarnos incomunicados cuando quieran. Mejor que no les toquemos “su” dinero. Cuidado que se van, que suben los precios, que reducen la frecuencia… Parecen extorsionadores de cuello blanco, a los que se les paga un extra para que no se olviden de hacer su trabajo.

La cruda realidad es que los beneficiarios directos son las compañías de transporte. Reciben más de 800 millones de euros anuales

En la sombra hay un beneficiario oculto. Me explico. A Madrid vinimos muchas personas con un título universitario bajo el brazo. En la época en que fui, la ULPGC llevaba funcionando más de 10 años. Produciendo titulados que el mercado de trabajo local no absorbía. Tiene lógica que saliéramos fuera a trabajar. ¿Elegimos Madrid porque era bonito? A mí poco me importaba el dónde. Lo que buscaba, como trabajador, era una ocupación que tuviera una conexión directa con lo que estudié. Casualidad número 1: esto ocurría en Madrid.

Casualidad número 2. ¿Para qué sirve el “descuento”? ¿A dónde va la gente con él? Los datos de los aeropuertos canarios de 2022 revelan los movimientos más importantes de pasajeros. Un 30% entre Tenerife y Gran Canaria. Un 23% entre Canarias y Madrid. ¿Otra vez Madrid? Sí. Luego hay un 19% en otros desplazamientos interinsulares, y el 28% restante con todos los demás aeropuertos de la península. El siguiente es Barcelona, con el 8,5%. Ah, claro, es que Madrid se usa como escala para otros destinos. Pero ¿quién ha diseñado esto? ¿Cómo le beneficia ser “la escala”? Pues resulta que el billete a la capital es el más barato y frecuente. El destino más competitivo. Canarias tiene 2,2 millones de turistas potenciales para ir a ver sus museos, sus musicales, tomarse una copa en Malasaña o pasear por Sol. También es la sede de muchas, muchísimas reuniones de trabajo. Algo así está pasando. Según la Encuesta de Turismo de Residentes (INE), en 2022 casi 384.000 personas fueron desde Canarias a Madrid en avión y pernoctaron allí, frente a 118.000 en Cataluña. Definitivamente no es solo una escala. Es un negocio.

El “descuento” de residente es como el AVE. ¿Para qué sirve el AVE? Para conectarse con Madrid. Quien no se conecta con la capital se queda aislado. Es la cúspide de la jerarquía territorial. ¿Quién escribe el BOE cada mañana? ¿Dónde se mueven las redes de poder? ¿Quién acapara las sedes del IBEX-35? ¿Quién se pone a sí misma en el centro de todas las infraestructuras terrestres y aéreas? A lo mejor no fue intencional, pero lo cierto es que el “descuento” de residente ha terminado siendo una pieza más en el proyecto neocentralista. Madrid reparte roles subalternos a los territorios y diseña infraestructuras a la francesa, de manera radial, alineando hasta la última carretera, aeropuerto o vía de tren con la Puerta del Sol. España es su rueda y la periferia gira a su alrededor. En este movimiento la city va absorbiendo mano de obra y capital como una aspiradora. Mientras, te repite cada día que “todos los españoles somos iguales”.

Cuando llegué aquí pensé “qué abiertos son los madrileños”, “vengo de Canarias y no siento rechazo alguno”. La ciudad “me acogió”. Debería estar agradecido ¿no? Al principio sí. Pero, con el tiempo, te vas dando cuenta de que esta ciudad vive de la gente como tú. Claro que te acoge. Faltaba más. Es su negocio y su mentalidad. Absorber gente. Absorber dinero. Absorber proyectos. Absorber inversiones. Cuando se invierte en poner el AVE en una comunidad autónoma, gana Madrid. Cuando se reforma la autopista A5 de Extremadura, gana Madrid. Cuando se da el “descuento” de residente a Canarias, también gana Madrid. Todo está hecho para conectarnos con ella. Así que siempre gana.

Me gustaría aclarar que cuando hablo de Madrid no me refiero a sus 3,2 millones de habitantes ni a la ciudad física. Le tengo afecto a sus calles y a su gente. Aquí somos una mayoría de trabajadores, padeciendo un modelo de ciudad especulativa, desigual y salvaje. Una metrópolis rica con una élite reacia a compartir la riqueza. Gente que no percibe para nada su privilegio. Este país lo heredaron ellos. Es su patrimonio. Manejan la consola posfranquista de acumulación de poder económico, mediático, político y judicial. Esa consola es “su Madrid”. Y para tapar su posición privilegiada, se pasan todo el día acusando a otras regiones de ser privilegiadas.

Aquí somos una mayoría de trabajadores, padeciendo un modelo de ciudad especulativa, desigual y salvaje

Volviendo al “descuento”. No soy un experto, así que desde la ignorancia les cuento opciones que veo. Creo que el transporte interinsular debería estar universalmente rebajado. Al menos los barcos, donde no tiene sentido que queden asientos libres. En cuanto a la conexión con la península, hay que acabar con las montañas rusas de precios. La solución puede pasar por dar una cantidad fija por trayecto. O por poner un máximo a la tarifa que se puede subvencionar. Otra opción, seguramente más justa, sería hacerlo en función de la renta de la persona que viaja, aunque parece más difícil de llevar a la práctica.

Es urgente que las personas con familiares de la tercera edad o dependientes puedan ir a precios asequibles. Si estuviera en mi mano, plantearía una reforma que extendiera la condición de residente a toda la gente que haya estado 5 años o más empadronada en las islas y ampliaría la posibilidad de acogerse al descuento a los familiares de primer grado de estos.

También hace falta una Canarias con criterio que no se deje intimidar. No sé de leyes, pero creo que las compañías aéreas beneficiadas deberían ser investigadas o incluso sancionadas. Lo que han hecho no debería ser legal ni quedar impune. También necesitamos que Canarias tenga claro que no tiene que dar las gracias. Que el dinero se lo están quedando X empresas que hacen negocio con su necesidad. Que, para remate, resulta una pieza más del tablero centralista. Necesitamos una Canarias que busque alianzas para un país equilibrado, donde la gente encuentre oportunidades en sus territorios y se pueda conectar sin tener que pasar siempre por el centro.

En definitiva, “el descuento” me parece injusto, clasista, chapucero, una subvención encubierta a las aerolíneas y una forma de descapitalizar y chantajear a Canarias. Así que mi review es mala. Le pongo una estrella porque no puedo darle menos.

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Este artículo se publicó originalmente en la revista tamaimos.

Hace 20 años me fui a Madrid. Eran los primeros 2000. Los vuelos baratos hacían posible trabajar en cualquier ciudad de Europa y volver cuando quisieras a casa. Me apunté a ese modelo de vida que parecía del futuro, pese a ser insostenible. Mi idea era pasar unos años. Vino la crisis de 2008. Me quedé, dando...

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Autor >

Jaime Balaguer

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