A CONTRAFLECHA
Elecciones gallegas y ‘La sociedad de la nieve’
Ojalá, la gente de Galicia, en las próximas urnas, no se olvide del abandono institucional, ni del chapapote ni de los pellets, ahora que ya sabemos qué son
Paco Cano 11/01/2024
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Hace años nos vimos obligados a aprender qué era el chapapote, ahora nos informamos sobre los ‘pellets’. Las costas gallegas aparecen, de nuevo, como triste espacio de conocimiento. Para todos, excepto para los responsables políticos de aquellos mares, que no aprenden nada.
Mientras la comunidad civil se autoorganiza con cedazos y coladores y se dedican a limpiar las orillas, como hicieron con guantes cuando la desgracia del Prestige, las autoridades de la Xunta siguen su protocolo habitual en estos casos: negación de la evidencia -no es tan grave- balones fuera -la culpa es de la mala gestión del Ministerio y la responsabilidad, de los ayuntamientos- y mentiras encadenadas. Nada nuevo.
Sin prestarle demasiada atención a la ineficacia institucional, la voluntad del pueblo se articula aportando cada quien su saber, su fuerza y su resistencia. La comunidad organizada, que dirían en Argentina.
En el impresionante documental francés La Loba de las Nieves (2018), que dio material para una serie de dos capítulos El Santuario. Sobreviviendo en los Alpes, se nos señala la importancia del trabajo en equipo dentro de una manada de lobos. También, en un grupo de perros pastores, lo sustancial de que cada uno juegue su papel en la protección de un rebaño de ovejas y, en algunas especies vegetales, la trascendencia del calor grupal, creciendo muy pegaditas, para la supervivencia en las cimas más altas. El apoyo mutuo como elemento de adaptación y aprendizaje necesarios para sobrevivir en un entorno hostil. Puro Kropotkin.
De La sociedad de la nieve, la impactante película de J.A. Bayona, también extraemos, o corroboramos, varios aprendizajes. Por un lado, se constata que cuando la naturaleza humana se ve necesitada, las normas morales se nos aparecen como represoras. Cuando el hambre demanda supervivencia no hay convención religiosa que se imponga. O no debería haberla. Las leyes morales o jurídicas, las normas sociales, no deben ser castrantes con lo natural. A ver si se enteran Ayuso y algunos párrocos que no paran de dar la lata con los derechos LGTBI.
Por otro lado, queda claro, una vez más, que en situaciones extremas solo lo colectivo nos salva. Vuelve el covid, sumado a la gripe A, para recordarnos que nos necesitamos en comunidad y que solo nos acordamos de lo público cuando truena. Que se lo pregunten a los bancos si no, a ver adónde acuden cuando necesitan rescate. Uno de los personajes de la película, lleno de llagas abiertas y de heridas, dice: “Lo que más me duele es que no puedo hacer nada por ustedes”.
La historia sobre la tragedia andina también evidencia que es importante el desarrollo de la individualidad y de sus capacidades para enriquecer a la comunidad. Con el desarrollo de la individualidad potenciamos los rasgos y capacidades que podemos aportar al grupo. La individualidad tiene que ver con el pensar por sí mismo, tiene que ver con la autenticidad y, por lo tanto, con la diversidad que todo ecosistema necesita para subsistir. Una comunidad se enriquece con individualidades desarrolladas donde cada uno juega su papel. Esa es la libertad positiva, la que no colisiona con la posibilidad de desarrollo del resto del grupo, al contrario.
La otra libertad, la libertadocomunismo, la vivalalibertadcarajo, le pertenece al individualismo, que lo que pretende es someter los derechos de los demás a los propios. El individualismo intenta imponer su beneficio personal frente al bien común. Pensando en fútbol, es importante que cada jugador potencie sus cualidades individuales en beneficio del equipo, pero es dañino un jugador individualista que no entiende que se trata de un deporte colectivo
Pero, siguiendo a Ferdinand Tönnies, cuidado que la comunidad puede convertirse en sociedad y producir otras maneras de relacionarse.
En las comunidades, organizaciones naturales donde prima el interés del grupo, se impone la cooperación; como ocurre en las costas gallegas estos días. En cambio, en las sociedades –organizaciones basadas en intereses individuales pasajeros que significan una merma de derechos comunes y una decadencia cultural– se imponen la competitividad, los valores y morales del mercado y el beneficio propio, como parece que ocurrirá en las urnas gallegas dentro de unas semanas, según nos adelanta 40dB. en su encuesta.
¿Será que la “comunidad gallega”, a la hora de votar, se convierte en “sociedad gallega”? ¿Habrá que recordar que cada proceso electoral es una situación extrema donde es urgente que afloren la cooperación, la responsabilidad compartida, el apoyo mutuo y el bien colectivo? Es trascendental saber elegir a quienes nos representan, porque éstos, con demasiada frecuencia, solo defienden sus intereses particulares.
La comunidad de las playas gallegas debería ser un ejemplo nacional. La comunidad de las nieves, tendría que haberse llamado la película. Ojalá, la gente de Galicia, en las próximas urnas, demuestre que ha aprendido y no se olvide del abandono institucional ni del chapapote ni de los pellets, ahora que ya sabemos qué son.
Hace años nos vimos obligados a aprender qué era el chapapote, ahora nos informamos sobre los ‘pellets’. Las costas gallegas aparecen, de nuevo, como triste espacio de conocimiento. Para todos, excepto para los responsables políticos de aquellos mares, que no aprenden nada.
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Paco Cano
Mis ciudades: Cádiz, Madrid, NY, Washington DC y, ahora, Barcelona. Mis territorios: las políticas culturales, la articulación ciudadana, los cuidados y el común.
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