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El jabibi
El nombramiento de Gabriel Attal como primer ministro francés ilustra una época en la que, para los partidos políticos, ser fiel es más importante que ser joven. Y si ser joven no es importante, nada lo es
Guillem Martínez 18/01/2024
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El nombramiento, hace pocos días, del nuevo primer ministro francés, el jovencísimo Gabriel Attal, es, precisamente por su edad, algo sorprendente. Y, por lo mismo –una época son sorpresas, que rompen la monotonía, hasta construir una nueva monotonía, llamada época–, debe ser algo estructural, aún por formular. Hagámoslo. ¿Qué rasgo de la época ilustra ese nombramiento?
Attal tiene 34 años. Es el primer ministro de Francia más joven de la Historia. Y, en efecto, su edad es impactante. Pero solo hasta que comprendemos que lo más inverosímil en la trayectoria de Attal ya pasó hace mucho tiempo. Fue a los 22 años, cuando entró a formar parte del gabinete de una ministra. El resto de su evolución resulta, después de ese jalón inaudito, hasta aburrido. A los 29 ya es el secretario de Estado, a los 31 ya es ministro delegado de Cuentas Públicas, y a los 34, y hasta hace pocos días, ya tenía cartera propia. ¿Qué ilustra todo ello? ¿Attal, su nombramiento a pesar de su juventud, ilustra un caso aislado de progresión aritmética? No, o no necesariamente, pues Attal no es una singularidad. Si bien es joven, y mucho, también es cierto que es lo contrario a un joven, y mucho. Un veterano con más de 12 años en la alta política y en los altos cargos. ¿Su nombramiento ilustra, a pesar de ello, que la juventud es un valor al alza y al que rinde culto la época? Es muy posible que tampoco, si pensamos que en su nombramiento, por parte de Macron, pesó su juventud, en efecto. Pero otra juventud, una juventud ya pasada, consumida y perdida. La que tenía siete años atrás, es decir, hace más del 20% de su corta vida. En aquel momento era miembro del núcleo irradiador del macronismo, en un instante en el que Macron estaba en trance de formular su proyecto, hoy borroso. Un Macron que ahora, para encontrar a su nuevo primer ministro, recurre a aquel grupo y época, buscando fidelidad con más ímpetu que juventud, parece ser. El nombramiento de Attal, así, no responde tanto a su juventud, sino a su fidelidad contrastada. No es el primer ministro más joven, sino que es algo menos espectacular: el primer ministro más fiel. Es más, es el primero absoluta y contrastablemente macronista. Attal ilustraría, así, un factor importante de la época. No es, claro, la juventud –nunca lo es, creo recordar–. Y tampoco es, como pudiera parecer, la fidelidad. Es aquello que la fidelidad palia. Es la desconfianza.
En los partidos, en las instituciones, en la política, hay una novedosa desconfianza hacia las personas no conocidas y contrastadas. El contacto personal, la amistad, o algo parecido, es el único factor de promoción interna en partidos con poca democracia interna y sustentados en un líder –los partidos de la época, vamos–, que ya no creen en sujetos históricos. Esa desconfianza, y el consiguiente premio a los fieles, a los amigos, por encima de su inteligencia, competencia, formación o experiencia, es la época. Los partidos son hoy comunidades de fidelidad, antes que de ideología. Y, por lo mismo, de desconfianza, de sospecha, de penalización de todo aquel no verificado como fiel, que es despreciado, ninguneado, omitido o, en ocasiones, literalmente expulsado.
Un partido, en fin, no puede perder el tiempo en discutir. Sobre su ideario. Sobre la época. Sobre política. Por lo que a un partido se va ya discutido. Se acude a él a no crear problemas. Eso es lo que tal vez ilustra el nombramiento de Attal: en este cambio de época, ser fiel es más importante que ser joven. Y si ser joven no es importante, nada lo es.
El nombramiento, hace pocos días, del nuevo primer ministro francés, el jovencísimo Gabriel Attal, es, precisamente por su edad, algo sorprendente. Y, por lo mismo –una época son sorpresas, que rompen la monotonía, hasta construir una nueva monotonía, llamada época–, debe ser algo estructural, aún por formular....
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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