Resulta que he sido obesa y no lo sabía. Mi médico de la Seguridad Social en 2016 escribió en mi ficha OBESIDAD entre los apuntes LEUCOCITOSIS Y MONOCITOSIS. Del apunte OBESIDAD a mí, ni mú. Tras recuperarme del susto que me he llevado al leer eso en el resumen de EPISODIOS ACTIVOS que me ha entregado mi actual médica de cabecera, he recordado una cita con la enfermera de mi antiguo centro de salud madrileño.

“¿Tú sabes que es mejor un poco de lechuga que una rodaja de chorizo, no?”, así se puede resumir ese encuentro. La enfermera de entonces me atendió –debe ser que mi médico, preocupado por mi obesidad, pensó que lo mejor era que alguien me diera una charla y me enseñara a “comer bien”–, hablamos unos diez minutos y ahí acabó todo. Ni mi médico me explicó nada, ni me derivó a ningún especialista, ni nadie pensó que hubiera que hacer algo. Bueno, la charleta sobre las bondades de las verduras y los horrores de las grasas saturadas.

En fin, dice el INE que un 34,3% de las personas de 18 y más años tenían sobrepeso y un 14,1% obesidad en 2022, y yo me pregunto a cuántas de ellas les habrán ido con la murga de la lechuga y el chorizo. También me pregunto cómo las habrán tratado.

¿Les habrán dicho que tienen que comer mejor y hacer más ejercicio? ¿Les habrán hablado de comida “basura”, de comidas “buenas” y comidas “malas”? ¿Les habrán hecho entender que si tienen obesidad es porque están haciendo algo mal o no están haciendo lo suficiente? En realidad, no hace falta ir al médico ni a la enfermera para escuchar estas cosas.

Cualquier usuaria de redes sociales puede ver la proliferación de cuentas y contenidos fit. Ayuno intermitente, dieta keto, vídeos, posts, recomendaciones, grandes trucos, dietas semanales, mensuales, dietas para cualquier estación del año, dietas a medida, fritos fit, tartas fit, cómo perder peso en 24 horas, operación bikini, a sudar las torrijas… infinito contenido para asegurarse de que estamos flacas, pura propaganda “antigordas”.

Infinito contenido para asegurarse de que estamos flacas, pura propaganda “antigordas”

Porque a pesar de que las cuestiones de sobrepeso siempre van envueltas del discurso sobre la salud, las que somos gordas sabemos que no es más que una excusa. Una excusa para que quien quiera (tu madre, tus amigos, un señor random en internet…) pueda decirte que algo estás haciendo mal, que no te esfuerzas, que tienes que controlar lo que comes y que tienes que moverte más. Porque no te puedes salir de la norma.

El discurso de la salud pierde peso (perdón) en cuanto empiezas a entrar en el estándar corporal que se espera de ti como mujer, da igual que tengas hábitos completamente insanos, que no hagas ejercicio o que te hinches a porquería: si estás en la norma, nadie te a va venir con ese sambenito.

Si no se lo creen, miren a la supermodelo Beverly Johnson: “Mi dieta era cocaína, un plato de arroz y dos huevos por semana”. Con esta dieta sanísima, ¿le derivaría su médico a la enfermera? ¿O es que la preocupación sobre la salud desaparece siempre y cuando puedas estar en la portada de una revista?

La actriz Candela Peña lo explica bien: “Tuve que adelgazar para hacer de Rosario Porto y la gente me lo celebraba”. Se celebra la delgadez porque la gordura está completamente estigmatizada. Porque si estás flaca ya estás un paso más cerca de la mujer que tienes que ser, de la que vende, de la que protagoniza la peli, de la modelo, de la presentadora del telediario, o de la vicepresidenta del Gobierno. Estás en la norma, el sistema gana. Gana de tal manera que la propia Yolanda Díaz responde, ¿el chocolate y los churros?: “Uy, engordan”. Me temo que la gordofobia nos perseguirá hasta el final de nuestros días, amigas.