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Urkullu torpedea el nuevo proyecto Guggenheim del PNV
Tras ser relegado de las listas de su partido, el lehendakari desata una tormenta política al expresar dudas sobre el museo que el Gobierno vasco quiere construir en la reserva natural de Urdaibai
Gorka Castillo Bilbao , 28/01/2024
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El gran sueño de la Fundación Guggenheim Bilbao (FGB) de construir un museo en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai parece haber quedado entre paréntesis. La idea de fusionar arte con naturaleza en un enclave protegido a seis kilómetros de Gernika recibió el lunes 22 de enero un aparente mazazo por parte del lehendakari Iñigo Urkullu. Quizá en una de sus últimas actuaciones de calado al frente del Gobierno vasco, Urkullu expresó sus dudas sobre una infraestructura calificada por el PNV como “un proyecto de nación” que promete atraer a 144.000 turistas al año a uno de los ecosistemas más frágiles y bellos del País Vasco. Pese a los intentos de la dirección nacionalista por rebajar el impacto del anuncio, en el PNV se ha desatado un huracán interno a escasos meses de la celebración de los comicios autonómicos, que se prevén reñidos ante el ascenso de EH Bildu.
La voz disonante del lehendakari parece munición preciosa para la oposición en un momento de debilidad para un PNV que no remonta en las encuestas y que hace un mes tomó la decisión de relegar a Urkullu de la carrera electoral contra su voluntad. EH Bildu considera que se abre una oportunidad de “hablar y consensuar con la ciudadanía un proyecto que no genere tanta división como éste”, mientras Elkarrekin Podemos confía en que “la paralización sea definitiva”, el PSE mantiene su perfil bajo y el PP guarda silencio.
La plataforma Guggenheim Urdaibai Stop insiste en que seguirá trabajando para que la prórroga de dos años anunciada por Urkullu –y después desmentida por el PNV– no quede en un lavado de imagen ante la animadversión que suscita el proyecto en amplios sectores de la comarca; y espera que quede “definitivamente paralizado” a través de la movilización y en los juzgados. Por el momento, el clamor popular se ha impuesto y Urdaibai permanecerá intacto. Al menos, hasta conocerse el veredicto de las urnas. El candidato designado por el PNV para suceder a Urkullu, Imanol Pradales, es un conocido adversario de las organizaciones ecologistas por su labor de largos años al frente de polémicas infraestructuras en Bizkaia y por su perseverancia en acelerar la edificación del museo Guggenheim en el corazón del humedal protegido.
Situado en la desembocadura de la ría de Gernika, Urdaibai fue declarado Reserva de la Biosfera por la Unesco en 1984
Situado en la desembocadura de la ría de Gernika, Urdaibai fue declarado Reserva de la Biosfera por la Unesco en 1984 para preservar unas marismas que las aves migratorias utilizan como aeropuertos estacionales y las águilas pescadoras, espátulas, lechuzas y visones europeos como lugar de reproducción. Un universo biológico de 22.000 hectáreas repleto de encinares centenarios y carrizales rebosantes de vida protegido por estrictas leyes, por la red europea Natura 2000 y vigilado estrechamente por un Patronato en el que están representadas todas las instituciones del Estado, los municipios donde se asienta, movimientos vecinales, empresas privadas y miembros de la comunidad científica.
Convencidos de que el arte es un imán para el turismo, destacados políticos del PNV, con el diputado Aitor Esteban a la cabeza, llevan años defendiendo que ubicar un museo en este enclave “beneficiará a los vecinos de la zona y a la ciudadanía vasca en general porque aúna el punto de vista medioambiental con el cultural como motor económico de una comarca afectada por el cierre industrial”. Una afirmación siempre desestimada por expertos y gran parte de la población local por los riesgos que entraña una instalación de estas características en un entorno que ya está sometido a enormes tensiones y desequilibrios en su conservación.
Itxaso Atutxa, ha confirmado que el compromiso de su partido con la construcción de la pinacoteca sigue siendo absoluto
La presidenta del Bizkai Buru Batzar, máximo órgano directivo del PNV en el territorio, Itxaso Atutxa, ha confirmado que el compromiso de su partido con la construcción de la pinacoteca sigue siendo absoluto y que “el Guggenheim ni se paraliza ni se enfría”. Según la dirigente nacionalista, durante los próximos dos años van a desarrollar las múltiples modificaciones urbanísticas locales y comarcales que requiere levantar una infraestructura de estas características en un espacio singular como la reserva, “así como la apertura del proceso de participación ciudadana, el estudio de necesidades, el Plan de Actuaciones Medioambientales o la descontaminación de suelos, entre otras acciones”.
El plan maestro del Guggenheim en Urdaibai pretende ser la consagración de la institución estadounidense en Bizkaia, tras años de advertir que el edificio que Frank Gehry erigió junto a la ría bilbaína comenzaba a quedarse pequeño para su negocio, siempre en expansión. “Cuando empezamos a pensar en la necesidad de la ampliación decidimos que era mejor ampliar la oferta en ámbitos distintos a los que se podían desarrollar en Bilbao. Somos un museo que intenta ser una referencia en el ámbito de la sostenibilidad ambiental”, dijo en diciembre el director general de la pinacoteca, Juan Ignacio Vidarte, durante la presentación del balance de visitantes que rompe registros año tras año.
El proyecto ideado por la firma de arquitectos estadounidenses Cooper Robertson para la Reserva de la Biosfera consta de dos discretas sedes, separadas seis kilómetros, que los diseñadores han resuelto conectar mediante una pasarela elevada a modo de cordón umbilical para el disfrute de peatones y bicicletas. En la parcela principal, la que más controversia provoca por su inmersión en la zona protegida y porque es propiedad de Astilleros Murueta S.A., que desde 2018 opera con la licencia de actividad caducada, planean construir una sala de exposiciones de 3.000 metros cuadrados, tres veces menor que su hermano bilbaíno, un restaurante de lujo para 60 comensales y una pequeña cafetería con vistas a los secretos íntimos de la marisma.
En total, 61.000 metros cuadrados que requerirán una inversión, según la estimación económica realizada, de 147 millones de euros
En el otro solar, el más próximo al núcleo urbano de Gernika, piensan levantar un auditorio para 300 personas sobre las ruinas de la desaparecida empresa de cubertería Dalia, un aparcamiento para 100 vehículos y una pequeña residencia. En total, 61.000 metros cuadrados que requerirán una inversión, según la estimación económica realizada, de 147 millones de euros. “De momento sólo es un boceto. Los pasos que se han dado son necesarios para que se desarrolle pero no suficientes porque todavía falta su aprobación definitiva por parte de todas las instituciones públicas y crear una estructura de financiación que permita abordarlo”, reconoció Vidarte, consciente de las dificultades de movilizar no sólo fondos privados, sino también forales, autonómicos y estatales. Hace unas semanas, la Diputación logró comprometer 40 millones de euros del Ministerio de Transición Ecológica para la “adecuación y preparación de los terrenos acorde a los estándares ecológicos europeos”, mediante un convenio firmado para sanear los 21.186 metros cuadrados que la compañía Dalia sembró de metales pesados en sus 40 años de actividad.
Pero el mayor problema al que se enfrentan los promotores del nuevo museo es cómo sortear las innumerables leyes y directivas de protección del humedal vigentes. La ley de costas 22/1988, por ejemplo, que establece una área de conservación de 100 metros hacia el interior de la línea marítima, acaba de ser reducida a 20 metros por el Gobierno español tras un sorprendente giro, que organizaciones ecologistas y vecinales como Guggenheim Urdaibai Stop interpretan como “la oportunidad que buscaban los defensores del proyecto para recalificar la parcela donde hoy opera Astilleros Murueta S.A. sin licencia”, como urbanizable para edificar la sala de exposiciones del museo. “Por ello, vamos a recurrir la orden ministerial de octubre en sede contencioso-administrativa con el fin de anularla y que vuelva a declararse, de conformidad con lo dispuesto en la norma sobre la protección del Domino de Protección Marítimo Terrestre (DPMT)”, explica una de las portavoces del colectivo, Eider Gotxi. El DPMT estipula que una vez finalizado el periodo de concesión de una actividad industrial dentro de un espacio protegido, el suelo debe ser recuperado y el área afectada reparada hasta aproximarse a su estado original.
Pese a que los promotores del nuevo museo llevan meses haciendo hincapié en que la intervención urbanística será respetuosa con el entorno para evitar daños en la flora y fauna de la marisma, el proyecto cuenta con una gran oposición vecinal y científica. “Las instituciones y la Fundación Guggenheim se enfrentan al dilema de ser fieles a los principios fundacionales de la propia Reserva, establecidos por la ley que protege un entorno que ya está sometido a una presión enorme debido a su proximidad a centros urbanos, a los dragados acometidos por el Astillero Murueta entre 1973 y 2003, y al aumento experimentado por el turismo de masas que está convirtiendo esta marisma en ‘zona de sacrificio’ ecológico”, afirma el biólogo José Ramón Díez, que durante una década se encargó del análisis y preservación de la inmensa red fluvial que abastece a la reserva.
Cañada comparte las sospechas de que un museo en un espacio natural apenas valdría la pena en términos económicos para el desarrollo de la comarca
El geógrafo de la Universidad de las Islas Baleares y uno de los mayores expertos en turismo sostenible del país, Ernest Cañada, lamenta los estragos que podría sufrir uno de los pocos espacios protegidos en la costa vasca, “ya que estas infraestructuras provocan una gran tensión sobre el entorno, sobre los bosques, las playas, ríos y lagos explotables, sobre las aguas”. Cañada comparte las sospechas de que un museo en un espacio natural apenas valdría la pena en términos económicos para el desarrollo de la comarca donde se asienta, “porque la riqueza que genera suele terminar concentrada en muy pocas manos y no crea un mercado laboral con condiciones dignas ni tiene en cuenta las necesidades de la población en cuanto a ocio, recreo y acceso a espacios verdes. Hay ejemplos donde se ha aplicado este modelo y todos han sufrido lo mismo”, concluye.
A tenor de las declaraciones realizadas en los últimos meses por los rectores de la FGB y los responsables políticos del PNV vizcaíno, la opinión científica de que la implantación del museo vaya a alterar de manera adversa la biodiversidad del humedal es más que dudosa. “No es un parque natural, lo que quiere decir que hay que hacer actuaciones que permitan la convivencia entre la naturaleza y el hombre. Pretendemos mejorar lo que ya existe con esa perspectiva medioambiental. Puede haber alguien que diga que no se debe tocar nada, pero en ese caso yo le preguntaría qué actividades socioeconómicas se pueden desarrollar en ese entorno para mantener esa coexistencia”, ha asegurado reiteradas veces Juan Ignacio Vidarte.
Aunque el biólogo e investigador Ikerbasque de sostenibilidad del BC3, Pablo Manzano, admite no conocer en profundidad el estado de conservación del Urdaibai, “la ladera este se encuentra abandonada, llena de encinas sin actividades tradicionales que abran espacio para evitar incendios. El propósito de una reserva, su gestión, parece abandonado”, señala. Para este doctor en ecología que trabaja desde 2010 con los motores de la sostenibilidad en uno de los parajes más hermosos de la Tierra como la Reserva de la Biosfera de Ngorongoro en Tanzania, estos ecosistemas son espacios que necesitan la mano del hombre para mantenerse. “Hombre y naturaleza se combinan a través de actividades tradicionales y de una ganadería sostenible neorural sobre terrenos de uso no de propiedad. No me atrevo a decir que ubicar un museo en Urdaibai es negativo, pero, desde luego, no es la forma adecuada de regenerarlo y conservarlo como dicen sus promotores”, indica.
Una de las personas con mayor conocimiento de la reserva es José Ángel ‘Txato’ Etxaniz, miembro del Consejo de Cooperación del Patronato, amante de la Gernika que le vio nacer hace 70 años y detective habitual ante los desmanes que se producen en un entorno natural tan amplio. Para este devoto de la historia y la naturaleza, sería “una locura que las autoridades aceptaran un proyecto que aprovechará lo poco que queda en buen estado de la reserva para expandir un negocio”. En su crítica, Etxaniz subraya que el Guggenheim será una vuelta de tuerca “al turismo de élite que ya están impulsando en esta zona, desde Gernika a la isla de San Juan de Gaztelugatxe, en Bermeo”, convertida en lugar de peregrinaje desde que rodaron la serie Juego de Tronos. En su opinión, ubicar un museo en Urdaibai presenta un problema de contextualización. “No niego que para una ciudad como Bilbao ha podido ser la respuesta adecuada, pero para una comarca como ésta, que ha perdido la industria y la gente se ha ido a otros municipios para trabajar, supone ignorar el entorno y su historia. El solar de la cubertería Dalia, en Gernika, puede tener sentido, pero no el del astillero. Allí hay que plantear alternativas rurales sostenibles que nada tienen que ver con construir un museo destinado a atraer un turismo de élite”, explica mientras la luz empieza a agrisarse en la marisma, el viento húmedo del mar Cantábrico remueve las hojas caídas y las lechuzas preparan su festín nocturno con la vida que prospera a duras penas en la Reserva de Urdaibai.
El gran sueño de la Fundación Guggenheim Bilbao (FGB) de construir un museo en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai parece haber quedado entre paréntesis. La idea de fusionar arte con naturaleza en un enclave protegido a seis kilómetros de Gernika recibió el lunes 22 de enero un aparente mazazo por parte del...
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Gorka Castillo
Es reportero todoterreno.
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