En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
La neurociencia ha descubierto la particularidad de la inteligencia humana. Es la abstracción. Que sepamos –es decir, que podamos abstraer– no hay otra especie en la Tierra con esa capacidad: la capacidad de abstracción, que consiste en concentrarse, continuamente, en conceptos abstractos, que son nuestra especialidad como especie. La densidad de los conceptos que utilizamos implica, de manera forzada, olvidar los detalles, que son lastres innecesarios y anecdóticos, y que conforman una actividad inútil, denominada recordar. Lo que nos lleva a esta sorpresa inesperada: la clave del funcionamiento de la inteligencia humana no consiste, y esto es radical, casi revolucionario, en nuestra capacidad de recordar, sino en nuestra capacidad de olvidar, una capacidad en verdad robusta y musculada, tal vez nuestra verdadera especialización como especie. Si bien es posible que las otras especies del mundo no recuerden, o recuerden poco y menos que nosotros, la nuestra es la única especie que, precisamente y concretamente, olvida. Olvida, además, de manera absorbente y continuada. Nuestras herramientas de piedra –resulta imposible ver una y no emocionarse: son nuestros primeros conceptos conservados–, en tanto que abstracciones, suponen, cada una de ellas, millones de olvidos, de situaciones vividas e, inmediatamente borradas, no transmitidas. Hoy sabemos que, si hubiéramos recordado todas esas vivencias omitidas, no hubieran sido posibles las herramientas contempladas. El olvido es, así, fundamental en nuestro intelecto. Ocurre en nuestra propia vida. Solo con el olvido –del dolor vivido, por ejemplo– se produce la inteligencia, esa abstracción que poco tiene que ver con las concreciones reiterativas, en espiral, autosuficientes, hipnóticas, de la memoria. Pero quizás todo ello se entiende mejor si pensamos en algo más amplio que nuestra vida, que es la vida de muchas personas en el tiempo.
Francia y Alemania, así, estaban condenadas al odio y a la guerra continua desde su primer enfrentamiento, en 1870, en una guerra salvaje. Fue la primera vez que se utilizó la artillería rasante, una aberración, que se grabó, por décadas, en la memoria de todos aquellos que la vivieron, imposibilitando con ello la inteligencia. Sin inteligencia llegó el segundo enfrentamiento, en 1914, a través de la más cruel y devastadora de todas las guerras vividas en Europa, que rompió la frente de todos los que quedaron condenados a recordarla y, con ello, a sacrificar su inteligencia. Y eso es lo que no pudo frenar la tercera guerra entre Francia y Alemania, en 1939, un conflicto que traspasó los límites de lo humano. Pero, precisamente, tras esa guerra total e inaudita, y debido tal vez a su desmesura, se produjo la abstracción de la paz, a través de un ejercicio de olvido inusitado, que posibilitó el fin de la dinámica de la guerra, ese recuerdo alimentado de memoria. No nos damos cuenta ahora, porque la memoria, ese lastre, nos copa la mente y el ánimo, pero eso que pasó entre Francia y Alemania es lo que pasará algún día –pronto, ya no queda más posibilidad de recuerdo, ni menos de abstracción– entre Palestina e Israel: el olvido, y con él la más radical de las inteligencias, aplicada a la paz, que no es otra cosa que la forma del olvido más colosal, como sabrás tú mismo, por tus escasos y diáfanos momentos de paz.
Solo se pudo cantar a Troya tras, precisamente, su olvido. El exterminio, a fuego y degüello, de una ciudad, solo provocó la belleza, esa inteligencia superior, mucho después de ser olvidado. Martí decía de La Ilíada que consistía en ver el mundo “por primera vez, como si un hombre corriese de un lado a otro llorando de amor, con los brazos levantados, preguntándole al cielo quién puede tanto”. Y, para ver el mundo así, es necesario, previamente, dejar de ver.
La neurociencia ha descubierto la particularidad de la inteligencia humana. Es la abstracción. Que sepamos –es decir, que podamos abstraer– no hay otra especie en la Tierra con esa capacidad: la capacidad de abstracción, que consiste en concentrarse, continuamente, en conceptos abstractos, que son...
Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí