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Lola Índigo, reina de Granada
Con GRX, el álbum dedicado a su ciudad, Lola Índigo se corona como artista referente y nuevo icono de Granada, (casi) a la altura de la cerámica de Fajalauza, el Albaicín o la Alhambra
Manolo Domínguez 18/03/2024
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No recuerdo los años que hace de aquel viaje de fin de semana a Granada en el que anduvimos buscando el Amador (el bar que se mencionaba en ¿Qué puedo hacer?, la canción del disco de debut de Los Planetas que ahora cumple 30 años) para ejercer de fan y tomarnos una cerveza esperando a que apareciera alguien, quien fuera, que nos recordara lo indies que éramos. No lo encontramos y lo sustituimos por unas patatas asadas con sal y pimienta de un puesto callejero mientras bebíamos en una zona de botellón y terminamos en un kebab. Hoy, al ver el vídeo de Una bachata, el último tema publicado por Lola Índigo, junto a Saiko, me viene aquella noche a la mente, y la sensación de que el local donde estuvimos podría haber sido el mismo que en el que aparecen ellos, comiendo, riendo y bromeando con el encargado del local.
Lola Índigo, aunque nació en Madrid, se crió en la localidad granadina de Huétor Tajar. Pero, aparte del hecho de compartir las calles en las que crecieron, su carrera poco tiene en común con la de J, cantante de Los Planetas. Ella comenzó como bailarina y pasó por el talent show de televisión Fama Revolution, que le dio el primer empujón hacia el estrellato. A Operación Triunfo llegó en 2017, con su verdadero nombre, Miriam (o más bien Mimi) Doblas, siendo la primera expulsada del concurso. Tres fueron las canciones que llegó a interpretar, todas de artistas anglosajonas. Don’t Cha de Pussycat Dolls en la gala 0, que le permitió entrar entre las 16 finalistas, Don't You Worry Bout A Thing de Tori Kelly, interpretada junto a Ana Guerra en la gala 1 supuso su su nominación, y la expulsión que llegó en la gala 2, donde A-Yo de Lady Gaga fue la elegida. Este, que podría considerarse como su primer traspiés, en realidad sirvió de impulso a una carrera musical que, desde entonces, únicamente avanza con pasos firmes hasta llevarle al punto donde se encuentra ahora.
Su última gira, El Dragón Tour, ha ido cosechando sold outs como piezas de dominó que van cayendo una tras otra hasta poner el colofón en su ciudad, Granada, donde el 21 de octubre del año pasado llenaba el Palacio de Deportes. En ese concierto le dijo emocionada al público que la primera vez que se subió a un escenario fue en la cercana sala Príncipe para 200 personas y que ese día, como le dijo su manager, “seguimos haciendo lo mismo que en la Casa de Cultura de Huétor Tájar, solo que ahora lo ve mucha gente”. Se cerraba un ciclo y se abría otro nuevo. La artista aprovechó para presentar GRX, un nuevo proyecto colaborativo con diferentes músicos granadinos que ya tenemos en la calle y que la debe coronar como la nueva reina de Granada.
Porque me atrevería a decir que, aquí, Índigo ha llegado incluso más lejos que otras bandas de la ciudad a la hora de devolver lo que la ciudad les ha regalado. Criarse en Granada tiene implicación directa en cómo se percibe la música. Con la figura de Enrique Morente siempre presente, el flamenco que se respira desde el barrio del Sacromonte, desde sus cuevas, y su condición de ciudad universitaria que la hace más joven y plural, su escena musical ha sido siempre diferente a las de otras ciudades. Fiel reflejo de ello, del magnetismo que genera en quien la vive o visita, es la relación que existió en los ochenta con Joe Strummer, el cantante de los míticos The Clash que, tras la disolución de su banda, vivió temporadas entre Granada y Almería, apostó por los rockeros 091, a los que les produjo el disco Más de cien lobos, y residió allí desde entonces y de forma intermitente hasta su fallecimiento en 2002. Hoy se le recuerda con una plaza dedicada a su memoria al sur de la Alhambra y muy cerca de la orilla del río Genil.
Los siete videoclips podrían ser la mejor campaña de turismo de la ciudad si, por algún extraño motivo, aún necesitara de alguna
Otro ejemplo evidente, quizá el que más, es Omega, el álbum de Morente con Lagartija Nick que se ha convertido en un referente del flamenco más disruptivo, donde se fusionan universos en principio tan alejados, pero aquí magníficamente cohesionados, generando un nuevo interés en el mundo del rock con lo jondo y con la figura de Federico García Lorca (junto al canadiense Leonard Cohen, otro enamorado de la ciudad) como punto de referencia absoluto. Pero no es el único. Eric Jiménez, que participó con su banda en aquel disco icónico, es también batería en Los Planetas, y estos últimos han colaborado en su carrera con diferentes artistas locales. Se llevaron a Lori Meyers de teloneros en sus primeros conciertos, apadrinaron de cierta forma a unos incipientes Apartamentos Acapulco y se han acordado, con sus versiones, de otros artistas como Yung Beef, Khaled, 091 o incluso de alguien tan alejado en principio de su forma de entender la música como fue Carlos Cano. O también ese proyecto llamado Los Evangelistas que contó a la voz con Soleá (hija de Morente) y que impulsó la carrera en solitario de la hermana menor de la familia. Todo un mestizaje, esencialmente viniendo del universo indie, que se concretó hace unos años en el himno coral del penúltimo ascenso del Granada CF a primera, titulado Eterna lucha (con claras referencias progresistas y republicanas en la letra), que podría considerarse, hasta hoy, como el último ejemplo explícito de la convivencia entre el músico y su ciudad.
Pero lo de Lola Índigo es diferente. Lo que anunció en aquel concierto de la gira del álbum El Dragón es un proyecto mucho más concreto, menos difuminado y con nombre y apellido. Un mini LP de siete canciones que, además, la saca de su zona de confort. Nunca la hemos escuchado tan cercana a su raíz, tan aflamencada en su sonido, ni tan cohesionada en las formas. GRX es en sí un homenaje a Granada, desde el principio al final. Desde la lista de participantes al diseño de su portada. Un homenaje a su gente, a sus rincones, a su cultura y a una escena, la actual, que ha querido presentar en cada una de las seis colaboraciones del álbum, desde el ya consagradísimo Saiko a emergentes como La Plazuela. Y viene acompañado de siete videoclips que podrían ser la mejor campaña de turismo de la ciudad si, por algún extraño motivo, aún necesitara de alguna.
Revelando GRX en sus diapositivas
GRX se publicó, originalmente e incompleto, el 15 de diciembre del año pasado, en ese mes que no te permite saber si estamos ante un disco de 2023 o 2024. Entonces llegó con seis canciones y un hueco, el de la colaboración de Saiko que aparecería más tarde, en febrero, e inmediatamente se ha hecho con un lugar privilegiado en el conjunto del álbum, considerado como un mini LP, que tendrá edición física en vinilo en abril.
Con su título, esas siglas que son actualmente la imagen de marca de la ciudad, ya se dan pistas acerca de lo que quiere mostrar. Es este un proyecto coral que tiene a Granada como nexo, aferrado a la actualidad y la modernidad de la ciudad. Por eso las colaboraciones están todas acotadas en el género urbano, y centradas en el presente local. Los viejos tótems existen, y se podrían incluso intuir, pero en su mayoría no aparecen de forma explícita, sino que llegan como detalles transversales o incluso exclusivamente inspiradores.
Y todo esto ya se intuye desde la misma portada, que desvela parte de lo que nos vamos a encontrar dentro. Un cenicero con las caras del Indio y el Nitro, la jarra con la cara de Dellafuente, la vela para rezar a nuestra reina del trap… Un fantástico diseño colaborativo entre Delaschuches y Alba Guni, cuyo proceso artístico podemos ver en el Instagram de esta última.
Para los videoclips que acompañan a cada tema (hoy en día no se concibe que no exista este acompañamiento visual, sería desaprovechar una de las vías más importantes de promoción) han contado con la productora Santa Mónica Films y Albayzín Producciones, que se ha encargado de poner imágenes a cada canción, reforzando el carácter conceptual de la obra, con parte de la iconografía granadina más reconocible. La guinda a un trabajo excepcionalmente medido y elaborado.
El primer adelanto fue Mala suerte, una colaboración a ritmo de UK garage y flamenquito con Dellafuente (otro que siempre ha llevado a su ciudad por bandera) y el primer acierto de la productora Santa Mónica. Para el vídeo buscaron a mujeres del Albaicín que ayudaran a dar un mensaje de empoderamiento o, como lo expresa la cantante en la entrevista al medio Grimey, “female power”. Y entre ellas apareció La Chata, un personaje muy conocido en el barrio, que derrocha personalidad. En dicha entrevista nos explica que ella siempre quiso ser bailaora pero su entorno no se lo permitió, y ha visto esta grabación como una oportunidad para ver uno de sus sueños cumplidos. Allí aparece junto a su hija, con un tatuaje de un burro en el cuello que muestra orgullosa, como representante de todas las mujeres que han luchado por sus familias, priorizando esa vida al desarrollo personal. Solo nos queda desear que la justicia logre que Jara cumpla lo que en su madre quedó solo en una ilusión.
De Plastilina, donde los invitados son Pepe y Vizio, tiene el mismo aire mestizo que la anterior, ese que surge cuando se juntan el guitarrista flamenco que es Pepe con el rapero Vicente, un dúo que llevan desde 2015 trabajando juntos. Y el clip nos llega cargado de nuevas referencias. Justo en los primeros planos nos encontramos con unas figuras de barro que aparecen fugazmente y se pierden entre sombras en unos fotogramas que no pueden ser sino un homenaje a otro granadino ilustre, el fotógrafo y cineasta Val del Omar y su Aguaespejo Granadino, el mediometraje de 1955 cumbre del cine experimental español. Y, este guiño mucho más evidente, a la omnipresente cerámica de Fajalauza, ya que es en su fábrica donde se rodó. 500 años de historia condensados en una vajillería de herencia árabe tan reconocible como la propia Alhambra, que no la vamos a encontrar solo aquí. Sus platos de fondo blanco y dibujos en azul y verde definen tanto la ciudad que solo verlos contextualiza.
Los patios de Granada son otra justificada reivindicación. Subir por la carrera del Darro hasta encontrar la Casa Chapiz antes de llegar al Sacromonte, perderte por el Albaicín y acabar en el Palacio de Dar Al-Horra, o visitar el interior del Palacio de los Beneroso, donde se han rodado dos de las canciones del disco, es una de las formas más bellas de hacer turismo en la ciudad. Y en ellos se han grabado Si te vas (el único corte sin colaboración externa del álbum), que arranca con palmas por tangos antes de entregarse al reguetón, y La Primavera, una maravilla junto a La Plazuela, donde se traen a 2024 el espíritu de Ray Heredia y nos erizan la piel con una letra que ayuda a expulsar esos fantasmas que no te devuelven la alegría de vivir. “Hay mil razones para estar riendo, pero las dos que me quitan el sueño, nunca me dejan, tirar palante sin mirar atrás”.
Todo un acierto contar con ellos en el disco. A pesar de ser los que menos recorrido tengan de momento, su proyección está siendo destacadísima. Sus Tangos de Copera son ya un clásico de asimilación del flamenco en un contexto electrónico de baile, y la gira de su primer álbum, que arrancó precisamente en la sala Industrial Copera de La Zubia, llenado dos noches tras agotar las entradas de la primera en cuestión de horas, tiene pensado cerrarse ya en la Plaza de Toros de la ciudad en lo que será, sin duda, otro día de los que marcan un punto y aparte. Mientras esperamos, la primavera de 2024 va a ser seguro más bonita escuchando este tema conjunto de ambos.
Y también tenemos otro patio más, este ya privado, donde Mimi y La Zowi se cuentan en Yo tengo un novio sus conquistas e intimidades. Dos reinas de Granada hablando de hombres, de cómo controlarlos a su antojo y de las formas de arreglárselas para no confundir al del martes con el del viernes. Al del tractor con el que se lo hace raro. Y La Zowi, que es la mami, los pone a todos a brincar entre aires urbanos, latinos y esencia de club en otro hit absoluto y, como no podía ser de otra forma, tan políticamente incorrecto como necesario.
Al Maka le echan las cartas en las cuevas del Sacromonte y le explican, mientras se acaban la botella de anís viendo anochecer Granada, que le llaman El Condenao porque vive preso del cuerpo de Lola. “Este amor me tiene borrá y yo no puedo verme, loquita por ti. Pensándote paso el tiempo, y no puedo vivir así”. Una canción sobre relaciones tóxicas que a la vera de la Alhambra lo parecen menos o, en todo caso, más sobrellevables.
Cuando se publicó en plataformas GRX aún nos quedaba una carta por desvelar. Pero teníamos la pista estaba en la portada, ya que en ahí aparece Saiko en un cromo antiguo del Granada CF. Y finalmente ha llegado esta bachata, como las de Aventura, dicen en la letra, que cierra el círculo. Rosalía ya reivindicó a la banda versionando el clásico Obsesión en su gira Motomami, y más aún colaborando con el que era su líder y ahora rey indiscutible de la bachata moderna, Romeo Santos. Por eso no extraña que Lola y Saiko también les mencionen en la letra de la única canción del lote a la que no podemos encontrarle ningún acercamiento al flamenco.
Y, quizás por ello, las imágenes que la acompañan son las únicas donde no se mira por el retrovisor. Al contrario de los anteriores, aquí tenemos solo coches de marca y algunas de las localizaciones más actuales de la ciudad, alejadas de la zona histórica, acabando el viaje en un kebab de Casería de Montijo, donde ambos piden para cenar antes de volver al coche.
Yo acabo de revisar la dirección en el mapa y dudo. A nosotros nos dijeron que la zona por la que teníamos que salir era Pedro Antonio, así que no me atrevería a confirmar que ese fuera el local donde acabamos aquel día. De lo que sí estoy seguro es de que la música que sonaba de fondo estaba mucho más cerca de lo que Lola Índigo ha retratado en GRX que del indie de J y compañía. Y de que en aquellos tiempos habría renegado de este disco y sin embargo hoy recojo el guante y le aplaudo, porque no puede haber mejor retrato de Granada en 2024 que estas siete canciones.
No recuerdo los años que hace de aquel viaje de fin de semana a Granada en el que anduvimos buscando el Amador (el bar que se mencionaba en ¿Qué puedo hacer?, la canción del disco de debut de Los Planetas que ahora cumple 30 años) para ejercer de fan y tomarnos una cerveza esperando a que apareciera...
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Manolo Domínguez
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