racismo y derechos civiles
La importancia de ser testigo
Una invitación a la literatura de James Baldwin
Tania López García 15/03/2024
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Attention is the Holy Grail
David Strayer
La atención es la primera forma de amor
Simone Weil
Las fotos de Gordon Parks son siempre una sucesión de golpes; el primero se produce cuando nos sentimos atraídos por el contraste de colores fuertes y vibrantes de sus imágenes, que retratan escenas de los Estados Unidos en la década de 1950. Con apenas un poco más de observación viene el segundo golpe: los carteles, las vallas, la pobreza, la discriminación y en general todas aquellas señales simbólicas de la injusticia y de la segregación racial.
Y el tercer impacto llega al integrar ambas realidades: la belleza y la crueldad.
Gordon Parks comenzó a fotografiar a los 25 años, después de observar a un niño limpiabotas llegó a conmoverse tanto que un impulso le llevó a comprar una cámara de segunda mano para poder retratarlo.
Fue este impulso el que le hizo comprender que su capacidad de observación también era un arma que podía contrarrestar la desigualdad y capturar imágenes, podía servir para luchar por los derechos de los ciudadanos negros en Estados Unidos.
Como las fotografías de Gordon Parks, Baldwin nos introduce con su literatura en un mundo vibrante, plagado de injusticias, de aquello que podía ser y no es. Y también se da muy pronto se da cuenta de la capacidad que tiene la observación para señalarlas.
Baldwin nació en Harlem en 1924, en una época en que los prejuicios raciales impregnaban la sociedad estadounidense, era casi un pilar de la sociedad. Fue el mayor de una familia de nueve hermanos y tuvo un padrastro pastor evangélico, cuya estricta moral religiosa le permitió a Baldwin percatarse de la hipocresía del lenguaje religioso.
Cuenta Baldwin en el manuscrito Remember this house que fue una profesora suya, una mujer blanca, la que impidió que desarrollara un odio por los blancos: le invitó a pensar, a observar. En aquel momento, escribe Baldwin, se dio cuenta que los blancos no eran malos per se, sino que algo les hacía comportarse de aquella manera.
La virtud de la observación en Baldwin es providencial: sin ella, su literatura carecería de honestidad y es precisamente esta cualidad la que conforma y estructura toda su obra. Basada en su experiencia: siempre discriminada por el racismo y por su sexualidad, Baldwin desea llegar con ella a la raíz del problema social.
En palabras del crítico Orde Coombs, la preocupación central de Baldwin como escritor residía en: “Su insistencia en eliminar, capa por capa, la piel endurecida con la que los estadounidenses se protegen de su país”, ya fuera mediante la novela o el ensayo.
Por este motivo Baldwin enmarca toda su obra en una escala de grises donde muestra los prejuicios sociales, el dolor profundo que arrastran y cómo transforman la vida de la gente. Demostrando así como un sistema puede acarrear la muerte de las personas, como el sistema mata y contamina las relaciones.
La primera vez que vi y que supe de Baldwin fue gracias a unas escenas grabadas en 1970. En ellas se ve al escritor paseando a las orillas del Sena mientras su voz en off reflexiona en voz alta. Estas imágenes forman parte de un documental dirigido por Terence Dixon, titulado Meeting the man: James Baldwin in Paris.
En un primer lugar el documental está enfocado en la literatura de Baldwin y en la relación que este ha tenido con la ciudad en los últimos veinte años en los que ha vivido en ella. Sin embargo la cosa se complica, y en un plano en el que vemos a Baldwin apoyado en los barrotes del monumento a la Bastilla junto a varios compañeros, el director, Dixon, comienza a desesperarse:
–¿Puedes decirnos por qué estamos aquí en este lugar? le pregunta al escritor.
– Sí. La gente salió de esas calles no hace mucho tiempo para derribar esta prisión. Señala Baldwin. Y mi conclusión es que la prisión todavía está aquí. La estamos construyendo todo el tiempo.
Baldwin hace pausas, mira a Dixon fijamente, un poco a la defensiva, un poco esperando la reacción y la comprensión del director, pero esta nunca llega. Si toda la obra de Baldwin gira en torno a la incomprensión y a la lucha que mantienen las personas por amarse, este documental es un auténtico corolario involuntario de su carrera.
Es en estas escenas donde vislumbramos la brillantez de Baldwin en todo su esplendor.
–¿No nos puedes hablar de tu trabajo?–le pregunta Dixon, completamente noqueado.
Baldwin se enfada:
– No voy a hablar de mi trabajo. Si mi trabajo es bueno, durará. No tengo nada que decir al respecto.
Las palabras del escritor siguen chocando al hombre que tiene enfrente:
– Pero nosotros queríamos hablar contigo sobre cómo fue vivir en París y escribir en París todos estos años–se queja Dixon.
Baldwin fuma. Y luego contesta:
–Lo que importa es ser testigo de algo. Eso es lo único que importa. Mi trabajo hablará de sí mismo o no lo hará. Pero soy un hombre negro a mediados del siglo XX y hablo por eso.
Baldwin intenta explicar a quién no puede entender, por qué ser testigo y hablar de la situación racial y social es mucho más importante que su propia obra
La conversación se prolonga durante varios minutos en los que Baldwin intenta explicar a quién no puede entender, por qué ser testigo y hablar de la situación racial y social es mucho más importante que su propia obra. Dixon no puede entender porque es un blanco, es decir, se ha criado en otro espacio del poder social y no puede ver más allá del relato que allí se cuenta. No puede entender porque no conoce el miedo de que te maten por tu condición racial, por tu condición sexual. Dixon no entiende porque no sabe lo que es vivir sabiendo que nadie moverá un dado si desapareces o amaneces muerto.
Con estas mismas dolorosas premisas vemos cómo se mueven los personajes en la obra de Baldwin. En una de sus obras más famosas Otro País, los negros y los blancos de Estados Unidos luchan por comprenderse y por amarse. Baldwin habla de rencores, habla de resentimiento, de la rabia de la incomprensión, de esa soledad concreta de sentir que le rechazan a uno en su propio país, porque lo que los separa no es otra cosa que la historia y un sistema que deja vivir a unos y condena irremediablemente a otros.
Dixon, como todos los blancos que se ocupan de la grabación, piensa que Baldwin les está tomando el pelo por ser blancos; y, en última instancia, que les detesta. Y ninguno sospecha ni siquiera que hablan desde la posición ignorante que Baldwin les señala: yo sé algo de vosotros, pero vosotros no sabéis nada de mí.
No hay obra de Baldwin en la que ese conocimiento del invisible y del oprimido no se ponga en relevancia. En esa búsqueda de la igualdad también subyace el anhelo de pertenecer y el amor. Tanto en su vertiente sexual como espiritual se trata de un componente básico en la búsqueda de autorrealización de los personajes de Baldwin. John W. Aldridge observó en Saturday Review que el amor sexual “surge en sus novelas como un medio no sólo para lograr la identidad personal sino también para trascender falsas categorías de color y género”.
En Otro País uno de los personajes le dice al otro:
“¿Qué podemos hacer realmente el uno por el otro como no sea querernos y ser el uno testigo del otro?”.
Ser testigo, observar, prestar atención. Toda la obra de Baldwin gira en torno a estas premisas. Nada es más importante que ser testigo de la vida de los demás. Pero también de las injusticias que les rodean. Nada cuesta más que prestar atención, porque quizá es lo más difícil de todo.
Al final del documental, Baldwin termina hablando de manera menos desafiante, pero siempre dolorosamente honesto, poniendo el acento en el amor:
Todo gira en torno al amor. Reconoce. Tú vas por la calle y todos los que ves podrían ser tú. Podrías decidir ser ese monstruo, ese policía. Y tienes que decidir, por ti mismo, no serlo.
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La atención es la primera forma de amor
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Las fotos de Gordon Parks son siempre una sucesión de golpes; el primero se produce cuando nos...
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Tania López García
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