Jesús Ceberio / Exdirector de ‘El País’ y autor del libro ‘La llamada’
“Las mentiras de Aznar sobre el 11-M degradaron la democracia”
Gorka Castillo Madrid , 10/03/2024
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El País siempre fue el referente del buen periodismo en España, salvo en un periodo oscuro que ahora es mejor olvidar. Jesús Ceberio (Hondarribia, 1946) fue su director durante 13 años (1993-2006) en los que el diario afrontó el cambio de siglo, los retos que para la prensa escrita supuso la llegada de internet y la obligación de seguir progresando sin perder el prestigio ganado. A él le tocó lidiar con el 11-M, el más sangriento atentado perpetrado en suelo europeo. Y con el reguero de bulos regalados por el Gobierno de José María Aznar a la historia de la infamia. De aquella compleja experiencia y con la traumática conciencia de haber picado el venenoso anzuelo, Ceberio ha escrito el libro La llamada (Debate, 2024) en recuerdo de la breve conversación que el director del diario más leído en España mantuvo a las 13 horas del 11 de marzo de 2004 con el presidente del Gobierno. “Lo que pretendía Aznar con esa llamada era fijar en la opinión pública la imagen de un terrible atentado cometido por ETA ante el riesgo de perder las elecciones”, asegura. A partir de entonces, la desconfianza, y la mentira, entraron a formar parte indisoluble de la realidad. “Aquel hecho introdujo la peligrosísima teoría sobre la legitimidad de un gobierno electo, que hoy sigue degradando la democracia en España”, concluye Jesús Ceberio.
¿Cómo se desarrollaron los hechos?
Nosotros habíamos anunciado a lo largo de toda aquella mañana que íbamos a sacar una edición especial a la 13:00 horas y estábamos cerrándola sin tener una versión oficial del Gobierno, entre otras cosas porque Acebes, que había anunciado repetidamente su comparecencia en una rueda de prensa, no terminaba de darla. Llamé al secretario de Estado de Comunicación, Alfredo Timermans, y le dije que necesitábamos su versión. Entonces, me transmitió, en nombre del Gobierno, la absoluta convicción de que el atentado era obra de ETA. Y para reafirmarlo invocó algo que luego repitió muchas veces el Gobierno en sus diversas versiones: atentar con mochilas bomba ya lo había hecho ETA en otras ocasiones. Y citó el último caso ocurrido en la Nochebuena de 2003, cuando detuvieron en San Sebastián a dos personas con dos maletas-bomba que pretendían hacer explotar en la estación de Chamartín. Otro antecedente que mencionó fue la furgoneta interceptada en una carretera secundaria de Cuenca con un montón de kilos de explosivos. En virtud de esto, me dijo, habían llegado a la conclusión de que el atentado era obra de ETA. De todas formas, añadió, iba a hablar con el presidente. Pasados unos minutos, recibí una llamada de Timermans y me pasó con Aznar.
¿Qué le dijo?
La conversación fue extraordinariamente breve. Según el reloj digital de la centralita duró un minuto y 56 segundos. Y se limitó a repetir casi literalmente lo que me había dicho antes Timermans. O sea, era ya un discurso que tenían memorizado y que habían decidido transmitir a los medios. Ahí es cuando se produjeron las seis llamadas a los directores de diferentes medios de información de Madrid y Barcelona. Lo que pretendía Aznar con esas llamadas era que desde el primer minuto se fijara en la opinión pública la imagen de un terrible atentado cometido por ETA. Ese era su objetivo. No le importaban nada las pruebas que tuviera. De hecho no tenían ninguna prueba. Es más, a esas horas ya tenían algunos indicios de que no era ETA. Por ejemplo, habían activado todas las escuchas que tenían a mano en el sur de Francia y tenían micrófonos instalados en el domicilio del jefe logístico de ETA. Y lo único que consiguieron grabar fueron conversaciones brevísimas en las cuales la única conclusión que podían sacar era que estaban totalmente desconcertados. Evidentemente, si alguien podía tener conocimiento de la vinculación de ETA era su jefe logístico. Además, un atentado tan complejo como aquel, en el que intervinieron no menos de diez o doce activistas, con los riesgos que conlleva, no encajaba con la forma de actuar de ETA. Por si fuera poco, las primeras conclusiones de Juan Jesús Sánchez Manzano, el jefe de los TEDAX, esa misma mañana, a la luz de los restos de explosivos que habían encontrado en los trenes, que eran de color blanquecino mientras que el famoso Titadyne utilizado por ETA es de color rojizo, lo confirmaba. Quiero decir que ya había elementos suficientes como para, como mínimo, poner en duda la autoría de ETA. Pero claro, nada de eso le interesaba a Aznar. Su deseo era abundar en los argumentos que pudieran apoyar la presencia de ETA en aquella matanza.
Uno termina pensando que el presidente del Gobierno, por muy tramposo que sea, no te va a engañar
Con los antecedentes manipuladores de José María Aznar sobre la guerra en Irak, ¿cómo pudo creerle?
Cuando haces una edición especial, trabajas al filo del cierre. Y en aquel momento tan difícil, tan duro, no tuvimos un solo instante para valorar los elementos de una manera más reposada. Nosotros estábamos ya con la edición cerrada. Es más, vino un equipo de televisión para grabar la portada que iba con un título bastante neutro, genérico, incluso malo, para qué lo voy a negar: “Matanza terrorista en Madrid”. ¿Qué cosas pasaron por mi cabeza en esos minutos? Porque fue una decisión de minutos. Lo que puedo asegurarle es que en mi pensamiento no figuraba de ninguna de las maneras hacer un favor al Partido Popular, en concreto, y a Aznar muy específicamente. Pero bueno, uno, en el colmo del disparate, termina pensando que el presidente del Gobierno, por muy tramposo que sea, no te va a engañar tratándose de un atentado de esas dimensiones. No sé cómo explicarlo pero probablemente este tipo de argumentos influyeron. Curiosamente, los dos periódicos que llevamos a ETA en el principal titular de portada fuimos El Periódico de Catalunya, que dirigía Antonio Franco, y nosotros. Días más tarde, Antonio escribió un artículo en el que reflexionaba sobre por qué lo había llevado al titular y su conclusión fue que en aquellas circunstancias no se le ocurrió dudar de la palabra del presidente del Gobierno, de que Aznar en persona le estaba mintiendo sobre un atentado tan grave.
A mí me toca admitir un grave error de cálculo.
¿Considera que fue un error creerle?
A mí me toca admitir un grave error de cálculo. Un grave error profesional. Es verdad que en las primeras horas, a falta de elementos concretos y en medio del desconcierto que produjo un atentado de aquella magnitud, el impulso fue echar mano del terrorismo habitual en este país. Pudo ser una deducción casi lógica, habida cuenta del vacío en la reivindicación de la autoría que hubo durante horas y días, cuando lo normal es que aparezcan grupos que se atribuyen este tipo de acciones aunque no hayan participado.
¿Cómo consiguió Aznar imponer su relato?
Bueno, vamos a ver, estamos hablando de una conversación que duró, en mi caso, un minuto y 56 segundos donde básicamente habló él. Yo tampoco tenía elementos suficientes como para contradecirle en ese momento. Con el paso del tiempo, lo analizas y llegas a conclusiones. ¿Cómo pude dejarme arrastrar? Entre las razones que esgrimió para mantener la autoría de ETA estaba el discurso del lehendakari. Eso fue de un absurdo total porque el lehendakari no tenía más información que él. Es más, quien está obligado a tener toda la información, porque tiene a su servicio a todas los Cuerpos y Fuerzas de seguridad del Estado, era el presidente del Gobierno, que era él.
Pero esa misma tarde los medios estadounidenses ya informaban de que podía tratarse de Al Qaeda.
Sí, los medios americanos, que juegan con horas de ventaja por el huso horario, ya atribuían casi con seguridad el atentado al yihadismo. Por lo tanto, había elementos para dudar de la versión que machaconamente difundía Moncloa por interés y en eso, al menos durante los primeros días, es probable que el CNI se plegara a las exigencias de Aznar.
¿Cuándo empezaron a dudar de la versión del Gobierno?
Hubo dudas a lo largo de toda la mañana porque era un atentado en contra de lo que el PP y Aznar habían sostenido durante todos esos años. No era un atentado habitual de ETA. Había muchos elementos que lo contradecían. La primera, como apuntaba antes, es que nunca habían concentrado tantos activistas al mismo tiempo en Madrid, entre otras cosas por razones de seguridad. Por otro lado, ETA nunca había realizado un atentado indiscriminado contra objetivos que no eran los suyos tradicionales, como la policía, los militares, los jueces en la última fase, incluso los periodistas. ETA siempre hacía una llamada de advertencia, un aviso previo en los atentados indiscriminados como el que perpetró en Hipercor, por ejemplo. El 11-M no hubo ningún aviso previo, entre otras cosas, porque las características del propio atentado no lo permitían. Entonces, ahí había elementos que no concordaban con las prácticas habituales de ETA. Y lo que inclinó definitivamente la balanza en contra de la versión de Aznar, en mi opinión, fue el hallazgo de pruebas en la Renault Kangoo que fueron analizadas en Canillas sobre las 4 de la tarde del mismo día 11. Ahí es cuando aparecen los restos de una parafina con material explosivo, las cintas coránicas, varios detonadores. Aquello constituía una reivindicación apócrifa del atentado por parte de los islamistas. Pero a pesar de ello, el Gobierno siguió insistiendo en la autoría de ETA.
¿Cómo reorganizaron la redacción para cubrir todos los frentes que produjo aquel atentado?
Para ese tipo de situaciones ya teníamos un esquema organizado y la gente sabía dónde tenía que ir. Unos vinieron a la redacción, otros fueron a las zonas de los atentados. En ese sentido, reconozco que la redacción de El País funcionó como un reloj en medio de un ambiente muy raro, sombrío. La gente estaba muy impresionada.
Todo queda al descubierto cuando en la madrugada del 12 desactivan la mochila de Vallecas
En su opinión, ¿cuál fue el mayor error del Gobierno de Aznar aquel día?
Su incapacidad para impedir que la policía investigara en el sentido correcto, es decir, en función de las pruebas que iban apareciendo y que rápidamente les condujo hacia la senda islamista. A última hora de aquel 11 de marzo, y a la vista de que los materiales encontrados en la Kangoo descartaban cualquier otra vía que no fuera la islamista, compareció el ministro del Interior, Ángel Acebes, para informar sobre ese descubrimiento pero siguió insistiendo en que la vía de investigación preferente seguía siendo la de ETA. Bueno, pues esa noche las pesquisas policiales estaban orientadas en otra dirección distinta. Y, desde luego, todo queda al descubierto cuando en la madrugada del 12 desactivan la mochila de Vallecas en el Parque Azorín y confirman que el material explosivo es Goma 2 y no Titadyne, como decía el Gobierno de manera fraudulenta, y descubren el teléfono que les lleva hasta la tienda que lo había vendido y a saber quién lo había comprado. Entonces el jefe de los TEDAX emite un informe a las 9 de la mañana en el cual señala abiertamente a una organización de tipo fundamentalista islámico.
Aznar sólo compareció una vez en rueda de prensa. El día 11 tras celebrar un breve Consejo de Ministros. Allí, una corresponsal extranjera le planteó una pregunta incómoda: ¿Por cuál de las dos vías que ya se barajaban apostaba él? ¿Por la islamista o por ETA?
Sí, y su respuesta fue absolutamente desabrida, diciéndole que, al tratarse de un atentado de aquellas características, no le obligara a jugar a las quinielas. O sea, además del trance y el horror que estábamos viviendo, va Aznar y le contesta con ese gesto áspero tan suyo.
Quizá fue la primera fake news de la historia, ¿no?
La del 11-M fue una de las mentiras más gigantescas que se han producido en torno a un hecho de una gravedad extrema.
Aznar es un narcisista patológico, alguien que una vez que toma una decisión es incapaz de analizar otras variables
¿Cómo describiría a Aznar?
Empecé a trabajar en el libro La llamada hace diez años, después de leer el segundo tomo de sus memorias. Y realmente quedé impresionado de la tremenda caradura que podía tener alguien que, sabiendo que había mentido conscientemente por un propósito político, diez años después de aquel atentado seguía sosteniendo que no tenía nada de lo que arrepentirse. Creo que es un narcisista patológico, alguien que una vez que toma una decisión es incapaz de analizar otras variables. Es inexplicable que aún mantenga que uno de los momentos más importantes para España a nivel internacional fue su foto de las Azores, cuando Bush y Blair han reconocido aquel error. Pues bueno, Aznar todavía no lo ha hecho. Él jamás reconoce un fallo. Lo máximo que admite en ese libro es que tal vez su gobierno pudo equivocarse al no preparar suficientemente a la opinión pública frente a la amenaza del terrorismo islámico. Eso es lo único que admite en sus memorias. Es terrible, realmente. Es un ejercicio de soberbia y una demostración de su falta de empatía.
Pero la actitud que han mostrado otros miembros del PP hacia las víctimas del 11-M nunca ha sido correcta. Sufrieron descalificaciones incluso amenazas. ¿Qué opina?
Sí. Convirtieron a Pilar Manjón en una doble víctima después de haber pedido a su hijo. Es más, la sometieron a una persecución desde medios como El Mundo, la COPE y Telemadrid, que era la herramienta que manejaba Esperanza Aguirre. El PP utiliza a las víctimas como una herramienta política y cuando no le hacen el juego a su propósito, las borran del escenario de manera automática. Eso es lo que le pasó a Pilar Manjón. La apartaron y durante un tiempo tuvo que vivir casi en la clandestinidad.
Volviendo otra vez al papel de la prensa en España, ¿cree que estuvo a la altura de las circunstancias, al menos hasta la celebración del juicio en 2007?
Algunos medios, concretamente El Mundo, se empeñaron en poner en cuestión la validez de las pruebas. El jefe de los TEDAX, por ejemplo, fue uno de los personajes machacados por ese diario. O el comisario jefe de Vallecas. El tema de los “agujeros negros” [en la investigación] fue una locura total que El Mundo empezó a publicar el 18 de abril, casualmente el mismo día que toma posesión José Luis Rodríguez Zapatero como presidente del Gobierno. Fue una serie de cerca de 40 artículos publicados sin pruebas de ningún tipo ni rigor alguno a lo largo de los años, donde Fernando Múgica jugó un papel penoso. El periodista convertido en instrumento de Pedro J. Ramírez. David Jiménez lo cuenta muy bien en su libro. El mecanismo siempre fue el mismo. Primero, El Mundo publicaba teorías sin verificar a todo trapo. Después, Federico Jiménez Losantos en la COPE, las aireaba por la mañana como si fueran dogmas de fe. Y finalmente el PP las convertía en una pregunta parlamentaria, con lo cual entraban en el circuito político del Parlamento a través de las preguntas que formulaba Eduardo Zaplana, con quien he hablado bastante para escribir este libro.
¿Y cuál es la versión de Zaplana?
Todo el mundo le considera un mentiroso patológico. Diez años después del atentado, seguía manteniendo que el Gobierno se limitó a transmitir la información que obraba en sus manos y que más bien fueron ellos quienes fueron manipulados por no se sabe quién. Realmente lo que hicieron fue una de las operaciones de desinformación más graves y más profundas que ha habido en este país, si no la mayor. Gumersindo Lafuente, que en aquella época estaba al frente de la versión digital de El Mundo, la calificó como la campaña más sucia que se había producido en democracia. Bueno, pues estoy totalmente de acuerdo con él. Uno de sus puntos álgidos es el artículo que publicó Pedro J. Ramírez en junio de 2009, es decir, ya con el proceso judicial cerrado, con el título ‘Yo acuso’, tratando de emular a Èmile Zola. Ahí señala a todos los que habían tenido algo que ver con la investigación. Al juez instructor, a la Sala de la Audiencia Nacional que elaboró la primera sentencia, a los fiscales del caso, a los policías que informaron al jefe de los TEDAX, al director general de la Policía y así hasta 18 altos funcionarios judiciales o de la policía excepto, curiosamente, a los jueces del Tribunal Supremo que dictan la sentencia definitiva. Y el argumento que esgrime es haber imposibilitado una investigación realmente independiente del atentado. Es un artículo infame del que se sentirá orgulloso pero a mí no me deja la menor duda de que es obra de otro narcisista, incluso no sé si mayor que Aznar.
Al margen de los devotos de la conspiración, las víctimas del 11-M censuran la tardanza y la desmesura con la que trataron la gran mentira de Aznar.
Creo que no se puede generalizar. Hay medios de comunicación que, incluso a día de hoy, no han reconocido su participación en esa gran farsa que montó el Partido Popular. Hubo prensa que contribuyó poderosamente a crear esa operación de desinformación y de intoxicación. Y en cambio hubo otros, uno de ellos El País, que el día 12 dijimos que nos encontrábamos ante un atentado yihadista. Como dije antes, en la edición especial del día 11 cometí ese error. Yo personalmente. Porque fue una decisión mía. Pero no duró ni doce horas. El día 13 ya era algo indiscutible. Por lo tanto, atribuir con carácter genérico que todos nos comportamos de la misma manera pues, mire usted, eso no es verdad. Hubo medios involucrados en una operación compartida con el señor Aznar y con el Partido Popular y otros que pudimos equivocarnos en algún momento pero que rectificamos rápidamente y que, desde luego, no tuvimos ninguna duda de dónde situar las responsabilidades.
Se introdujo la peligrosísima teoría sobre la legitimidad de un gobierno
¿Cree que el 11-M afectó a la credibilidad de los políticos?
Hay un artículo de Antonio Muñoz Molina publicado el año pasado en El País, que titula ‘La era de la vileza’, donde atribuye la duda permanente que se ha instalado en nuestra vida política a dos mentiras fundacionales. Una, la de las armas de destrucción masiva en Irak, la foto de las Azores, la participación de España en aquella guerra. La otra es la de la autoría de ETA en el atentado del 11-M. A partir de ahí, se introdujo la peligrosísima teoría sobre la legitimidad de un gobierno que está degradando la democracia. La primera legislatura de Zapatero sufrió esa acusación tras su victoria electoral el 14 de marzo. A partir de ahí, la duda ha permeado la vida política de este país, salvo cuando gobierna el PP. En 2018 volvieron a resucitarla tras la moción de censura a Mariano Rajoy, algo plenamente constitucional. Y Feijóo la ha reactivado de nuevo al no conseguir el nombramiento por parte del Congreso. Quiero decir con esto que estamos viviendo una momento político extremadamente frágil porque está sometido a tensiones de legitimación. Sobre esa base no se puede construir una democracia sana. Creo que esa fue la peor herencia que nos dejaron las mentiras de Aznar sobre el 11-M.
El País siempre fue el referente del buen periodismo en España, salvo en un periodo oscuro que ahora es mejor olvidar. Jesús Ceberio (Hondarribia, 1946) fue su director durante 13 años (1993-2006) en los que el diario afrontó el cambio de siglo, los retos que para la prensa escrita supuso la...
Autor >
Gorka Castillo
Es reportero todoterreno.
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