1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.340 Conseguido 91% Faltan 16.270€

LAS MÁSCARAS DEL DRAMA

Las tres vidas de Rosario de Velasco

Reconstruimos la historia de la pintora madrileña, casi desconocida tras la Guerra Civil, cuya obra llegará al Thyssen en junio con creciente expectación

Miguel Ángel Ortega Lucas 4/04/2024

<p>Rosario de Velasco, fotografiada por Pere Català Roca en su casa de Barcelona. A la izquierda, su obra <em>Las lavanderas</em>. </p>

Rosario de Velasco, fotografiada por Pere Català Roca en su casa de Barcelona. A la izquierda, su obra Las lavanderas

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Buscamos en el arte lo que perdura. Destellos de verdad y de belleza que no entienden del tiempo, que iluminan en cualquier circunstancia y latitud; como estrellas extinguidas cuya luz nos alcanza todavía. Ésa es, entre otras, la diferencia que suelen marcar los artistas de fuste. Y algo muy parecido le sucedía a Toya Viudes de Velasco (Murcia, 1967) con un cuadro pintado en 1934, omnipresente en su vida y durante muchos años mascarón de proa del salón de la casa de sus padres. Una obra que le fascinó desde niña, “impresionante” para ella no sólo por sus dimensiones (2 x 2 metros), titulado Las lavanderas.  

Lo tenía su abuelo Luis en su casa de Valencia, en la calle Conde de Salvatierra. Al morir él, la abuela se trasladó a Murcia con su hija, la madre de Toya, y ahí siguió. Como un paisaje abierto desde el comedor hasta el campo en que esas mujeres llevan a cabo el rito antiquísimo del río, donde lavar la ropa es también un pretexto para la confidencia y para que los niños jueguen libres. Un día Toya dejó de ser niña y se fue a Madrid a estudiar. Fue por esa época cuando descubrió, en el Museo Reina Sofía, un cuadro de la misma autora llamado Adán y Eva. Cuya réplica en postal resultó ser de las más vendidas del museo. A pesar de lo cual esa autora, llamada Rosario de Velasco, apenas era conocida en el circuito y casi nada por el público. 

Conoció un éxito fulgurante durante su juventud, en los años previos a la guerra civil y la dictadura franquista

Rosario era la tía abuela de Toya. Nacida en Madrid en 1904 y muerta en Barcelona en 1991, conoció un éxito fulgurante en su juventud, los años previos a la guerra civil y la dictadura franquista. El cuadro de Las lavanderas, que regaló a su hermano Luis y abuelo de Toya en 1936, concurrió a la Exposición Nacional de Bellas Artes en 1934. No obtuvo mención entonces, pero Rosario ya había tenido premios y expuesto en salas extranjeras de prestigio. Tras aquel reencuentro en el Reina Sofía, Toya Viudes se hizo una pregunta recurrente para muchos que conocieron la obra de Rosario de Velasco: por qué no era conocida, compartiendo sala su Adán y Eva con obras de Salvador Dalí; habiendo deslumbrado a lo largo de los años treinta.

La idea de montar una exposición de su tía abuela –a quien Toya no llegó a conocer en vida– ya germinó entonces. “Años después lo intenté en Murcia”, cuenta, pero no prosperó. Pasó el tiempo (décadas), y Toya recaló en la localidad costera murciana de Cabo de Palos meses antes de la pandemia de 2020, para estar más cerca de sus padres, tras diez años trabajando como periodista de viajes en Colombia. Quiso la vida que el gestor cultural Miguel Lusarreta se instalara también en Cabo de Palos, y que se acabaran conociendo. Lusarreta sí sabía de su tía abuela, por haber hecho el catálogo del Reina Sofía en 1998. 

Lusarreta “no conocía nada más” de la pintora más allá del Adán y Eva, nos cuenta también por teléfono. “Muchos conocen ese cuadro pero no a la artista. Luego vas descubriendo más de su obra, y resulta sorprendente que no sea reconocida”. La respuesta de Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen-Bornemisza, cuando recibió la propuesta de exposición de parte de Lusarreta, fue de puertas abiertas: “Yo sabía que a Solana siempre le había interesado la figura de Rosario de Velasco y nos atendió enseguida”. Así que Toya Viudes y Miguel Lusarreta se apresuraron a recuperar todo lo posible de su obra, de la cual atesoran ya cerca de 350 cuadros. El problema es que muchos no se conservaron bien (por la misma razón de su desconocimiento), y aguardan la hora de su restauración. Según Lusarreta, hubo más intentos de montar una muestra sobre ella, pero los sistemas de subasta anteriores a internet, amén de la confidencialidad, hacían muy difícil localizar las obras. Ahora, con el enlace de la familia, “la cosa cambia”. 

También con las redes sociales. Toya Viudes se presentó en X con la determinación de seguir encontrando obras de su tía abuela: “Me dirigí a los medios, y me hizo muchísimo caso la cuenta de Julia en la Onda”, el programa radiofónico de Julia Otero. “En La Vanguardia también se portaron súper bien y me sacaron una doble página. Gracias a eso aparecieron Maternidad y Gitanos”. Este último, presentado al Premio Carnegie de Pittsburg en 1935, y subastado en 1995. 

La historia de la obra perdidade la tía abuela hizo responder a la gente. Pero es muy dudoso que se hubiera dado tal respuesta si la obra no llega a merecerlo. A pesar de no tener idea casi nadie de quién fue Rosario de Velasco.

Rebelde, católica y “arrolladora” 

Algo que también suele diferenciar a los verdaderos artistas es la autenticidad. Una visión y una conducta singularísimas en que vida y obra no conocen separación. Es lo que fue siempre la persona llamada Rosario de Velasco: a la luz de los hechos, y de quienes mejor y más cerca la conocieron. “Era arrolladora”, nos cuenta Marvi Ugarte Farrerons, una de los siete nietos que tuvo Rosario de su única hija, María del Mar. “No pasaba desapercibida. Iba por la calle y llamaba la atención, pero por lo que transmitía. Iba pisando fuerte, sí”.  

 “No pasaba desapercibida. Iba por la calle y llamaba la atención, pero por lo que transmitía. Iba pisando fuerte”

Rosario de Velasco nació en Madrid. De Antonio Velasco, madrileño, y de la vasca Rosario Belausteguigoitia. El padre era coronel del ejército; militar sui generis también para la España de esa época. Estuvo destinado en Inglaterra y Cuba y era aficionado al arte. Ejerció como profesor de acuarela en la escuela militar, y llevó de pequeñas a Rosario y su hermana Lola a la academia de quien sería dos veces director del Museo del Prado, Fernando Álvarez de Sotomayor. Ahí empezó a pintar. Al mismo tiempo –nos cuenta también su nieto Víctor Ugarte, actual director del Instituto Cervantes de Londres–, Rosario ya era de niña alguien “inconformista”, con gran querencia por “los juegos de acción y subirse a los árboles”.

La efervescencia del periodo de entreguerras facilitó que la joven Rosario de Velasco viviera un ambiente de modernidad óptimo para su desarrollo vital y artístico, en unos años –las décadas de los veinte y treinta– en que las mujeres gozaron de una libertad de costumbres inédita hasta esa fecha en España. Amén de la que ya traía de su casa, con un padre militar y una madre muy católica que nunca le cortaron las alas; al contrario. Este dato resulta iluminador para entender su carácter: libérrimo, y al mismo tiempo religioso. Con un rechazo visceral a “las señoronas de misa diaria con abrigo de piel”, asegura su nieto Víctor, “muy moderna y muy feminista” de primera hora, pero también “muy católica”. 

Fue sin duda esa veta la que le llevaría a acercarse a la Falange Española a mediados de los años treinta, ahuyentada de los partidos de izquierda por su cariz anticlerical. En un momento en que la Falange presentaba un novedoso potaje ideológico que mezclaba tanto lo conservador de las esencias del pueblo como la revolución de viejos órdenes, y cuando casi todo el mundo se “significaba” políticamente, Rosario de Velasco lo hizo con quienes defendían su fe religiosa. Sin sospechar aún –como en muchos otros casos– en qué acabarían derivando. Y sin que ello supusiera motivo de conflicto con quienes se afiliaban a lo opuesto. Por ejemplo, las que se han dado en llamar Las sin sombrero, coetáneas de la Generación del 27, como la después comunista María Teresa León; cuyo libro Cuentos para soñar ilustró Velasco en 1924. (“Había un respeto y una amistad por encima de lo que pensaras políticamente”, apunta Toya Viudes, “que ahora yo no reconozco”.) Los dibujos originales de ese libro, por cierto, aparecieron hace poco, cuando alguien que los conservaba se puso en contacto con Viudes tras la aparición de un reportaje sobre su tía abuela en el Diario de Burgos.

En 1931, año de proclamación de la II República y cumpliendo ella los 27, Rosario de Velasco alumbró lo que sería su primer éxito: una pintura en que una mujer baña a un niño pequeño titulada El baño –cuadro que no se ha localizado aún–. Al año siguiente concurrió a la Exposición Nacional de Bellas Artes con Adán y Eva. Toya Viudes dio con una crónica de la época en que se cuenta que el jurado estaba dispuesto a darle la primera medalla, pero como “no había precedente” de dársela a una mujer, a alguien se le antojó concederle la segunda. Ese mismo año expuso también en Venecia, Valencia, Copenhague y Berlín. En 1933 cruzó el Atlántico para exponer en Pittsburg, EE.UU. Una muestra colectiva de arte contemporáneo español en París, en marzo de 1936, propició que el museo Pompidou comprara su obra Carnaval, que aún se conserva allí. El 4 de julio de ese año, catorce días antes de la sublevación militar que dio inicio a la guerra civil española, presentó en la Exposición Nacional de Bellas Artes, en el Palacio de Cristal de Madrid, una obra, llamada Matanza de los inocentes, que resultó profética. 

Fue entonces cuando, podríamos decir, acabó su primera vida y empezó la segunda; la más larga. Al poco de iniciada la guerra ese verano tuvo que huir de Madrid, que era zona republicana, tras una denuncia por pertenecer a la Falange; dicen que de la portera de su edificio. Se fue a Barcelona –también zona roja, pero donde no era conocida– con el pretexto (real por otro lado) de acabar un retrato familiar. Pero fue detenida y encarcelada en la Modelo. Allí, relata su nieta Marvi Ugarte, pasó la noche con otra mujer, jugando al parchís por no dormir. Entonces intervino un hombre que había conocido allí mismo, en Barcelona; que “era médico, y amigo del médico de la cárcel”: Javier Farrerons Co. Estos consiguieron sacar a Rosario a escondidas en una carretilla, bajo una montaña de ropa sucia, y que salvara la vida, porque la compañera de celda acabó fusilada al día siguiente.

Rosario de Velasco y Javier Farrerons se casaron muy pronto; a escondidas, en un piso y por el rito eclesiástico

Rosario de Velasco y Javier Farrerons se casaron muy pronto; a escondidas, en un piso y por el rito eclesiástico. Luego dejaron Barcelona para cruzar los Pirineos, con el objetivo de llegar por Francia a San Sebastián –donde vivía la abuela de Rosario–, que era zona sublevada. “Eran montañeros y sabían lo que hacían”, cuenta M. Ugarte. Les acompañaba un guía, y el editor Gustavo Gili con su mujer y su hijo de seis años; los del retrato familiar pendiente. Tras pasar por San Sebastián llegaron a Burgos, donde estaba su hermana Lola. Se quedaron en un pueblecillo burgalés llamado Las Machorras durante al menos año y medio [aquí las fechas bailan], hasta regresar a Barcelona una vez acabada la guerra en 1939. Allí vivió Rosario con su familia hasta su muerte.  

Matanza de los inocentes (1936). 

El distanciamiento

Para Toya Viudes, “después de la guerra se le cayó el mundo encima. Leo esas reseñas y es impresionante la vida artística que había antes y en lo que se convirtió todo después, que fue una pesadilla”. La dictadura franquista cercenó unas posibilidades históricas de avance en España, castró a varias generaciones brillantes y devolvió al país a las catacumbas del Medievo por la vía del terrorismo de Estado. Y Rosario de Velasco enterró su proximidad a cualquier facción política tras el horror indiscriminado que vivió en la guerra y la posterior deglución que hizo el franquismo de la Falange, convertida en punta de lanza, o flecha, de un sistema que no tenía más ensamblaje intelectual que el alpargatazo heredado de siglos. (Un distanciamiento que recuerda al de otros falangistas asqueados muy poco después, como el poeta Luis Rosales.) En la casa de la artista, como en tantas casas españolas, se dejó de hablar de política y muy rara vez de la guerra, al menos delante de los niños. 

“Nunca se hablaba de política, no”, dice Marvi Ugarte. Lo que Rosario transmitió a sus nietos pequeños, ya en los años sesenta, sólo fue “la alegría de vivir”: “A mí me enseñó a leer con dibujos. Mis padres se separaron y nos fuimos a vivir con mi madre y mis abuelos, así que la relación era muy intensa. Mi abuelo era médico especialista en alergias y se dedicaban a recoger plantas para hacer vacunas [gracias a esto siguieron viajando mucho]. Nos enseñaban los nombres de los árboles, de las flores… Era amor absoluto”. A Rosario también “le encantaba hacer películas en Súper 8. Decía que hubiera hecho cine de no dedicarse a la pintura. Era un terremoto mi abuela. En el campo, en Huesca, se subía una hora a hablar con los pastores. Hablaba con todo el mundo y todo el mundo la quería, fuera donde fuera. Y yo recuerdo ir de pequeña con ella a clases de yoga… En los años sesenta, sí. También esquiaban, nadaban… ¡Llegó a una final del campeonato femenino de tenis! Hacía gimnasia sueca cada mañana y luego se duchaba con agua fría. A los 79 años se cayó por unas escaleras mecánicas, levantó los brazos y dijo: ‘¡No me he roto nada gracias a mi gimnasia diaria!’”.

Tampoco dejó de pintar nunca. A pesar de que, como señala Víctor Ugarte, “en Barcelona se encontró una sociedad muy distinta, donde no era conocida como en Madrid, así que tuvo que empezar de cero”. No dejó de exponer tras la guerra, pero su estrella en cuestión de repercusión pública no volvió a ser la misma. Punto en el cual surge la sospecha de si hubiera sido todo distinto de aprovechar su antigua afiliación política, una vez ganada la guerra por los presuntamente de su bando: “Sólo hablaba de la guerra como de algo horrible para todos. La primera exposición que hizo después, en Valencia en el 39, es la última vez que participó en alguna cosa de Falange”. 

Cierto cansancio por exponerse ella misma, por hacer el esfuerzo de hacerse un nombre en el panorama artístico, parece también imponerse conforme se va acercando a los 40 años. Vendía obras incluso antes de las muestras públicas, pero su carácter díscolo, “tan desinhibida hasta físicamente”, le hacía un personaje aún más estrafalario en la nueva-vieja sociedad franquista. “Decía a veces que tendría que tener un marchante, pero tampoco hizo nada por tenerlo”, dice su nieto. “Esa pereza suya es generalizada con respecto a la convención. Quería hacer su propia vida artística” sin venderse a nadie: “Si te gusta, bien, y si no, también”. “Le daba igual el qué dirán. Siempre criticaba a las señoras [ricas] que iban a lucirse a la ópera o a las exposiciones” sin entender nada. “Nos enseñaba a admirar lo valioso y era muy radical también cuando un cuadro no le gustaba. No tenía medias tintas. Si ibas con ella a una exposición hasta pasabas un poco de vergüenza, porque era muy vehemente en sus opiniones. A mí me llevaba a ver películas de Fellini y de Kurosawa. Tenía de cabecera a Kawavata, premio Nobel japonés, y el Ulises de Joyce. Tenía muy poco que ver con una abuela de la época. Como mi madre, su hija, que acabó la carrera de Medicina”.  

Dejó de interesarle tanto el dibujo y mucho más la textura, los colores y el significado profundo de lo que pudiera revelarse

Lo que sí fue a más es su compromiso feroz con la pintura, cuyo estilo evolucionó con los años hasta casi renegar de su primera época, como tantos artistas cuando van encontrando su estilo más auténtico y menos deudor de influencias. Dejó de interesarle tanto el dibujo –“le encantaban los frescos pompeyanos, que estudió muchísimo”, dice Marvi Ugarte– y mucho más la textura, los colores y el significado profundo de lo que pudiera revelarse: “Cuando pintaba ya no sabía qué iba a salir”, dice su hermano Víctor. “Ya en los cincuenta y sesenta decía: ‘Parece que sale una cara…”. Pero siempre pensando en lo que ella llamaba ‘las calidades’. Empezaba varias obras a la vez y tardaba mucho en terminarlas. Cuando descubrió el óleo sobre papel, que le permitía tirar papeles y no lienzos, cambió también al poder ir más rápido. Creo que eso le liberó, igual que se liberó antes de la forma y la precisión del dibujo”. Abandonó cada vez más lo figurativo, lo academicista –“cosas que a veces recuerdan a Zuloaga”– y su pintura se volcó hacia adentro: “Por eso yo creo que su mejor obra es el óleo sobre papel, en la que hay cosas impresionantes, abstractas ya”. 

Sus nietos vieron más la pintura que no se va a exponer en el Thyssen en junio, la de después, aunque todos coinciden en que se debe empezar por el principio de su carrera; de ahí que la muestra vaya a abarcar sus primeros veinte años de trayectoria. Viendo su trabajo día a día durante las décadas posteriores, cuenta Marvi Ugarte, “no nos cabía en la cabeza que no tuviera un reconocimiento. Le faltaba un marchante”. No lo buscó, pudiendo conseguirlo sin mucho esfuerzo. Todo apunta a que prefirió dedicar la fuerza que tenía de sobra a cosas más importantes que la fama y los laureles.

Óleo sobre papel. 

La resurrección

Tres décadas después de su muerte, y cien años después de que cumpliera los 20 años, la obra de Rosario de Velasco encontró un marchante a título póstumo en la hiperactividad –que recuerda a la de ella misma– de su sobrina nieta Toya Viudes de Velasco, por la vanguardista vía de internet: “El 20 de mayo pasado, cumpleaños de Rosario, Twitter se volvió loco y me empezaron a llamar de todas partes; radios, periódicos, televisión… Para mí esta aventura está siendo sobre todo personal. No tuve oportunidad de conocerla, pero todo este año que llevo inmersa en Rosario la estoy conociendo. Y a veces me reconozco en ella. Además de recuperar a una familia que tenía muy lejana. Está siendo una alegría y una satisfacción que ni te imaginas… Y qué tristeza la guerra también cuando le pones caras. Fue una mierda que partió en dos a un país, y a Rosario le partió la vida”.

Es por eso que a Toya le parecería “muy injusto” –como ya se ha insinuado en alguna parte– que se le acabara juzgando porque alguna vez tuvo carné falangista, y no por su obra: “Ponte en su pellejo. Artista de exitazo que de repente tiene que irse, dejar los cuadros tiraos, que casi la matan… que fue una grandísima mujer, una grandísima madre, compañera, hija… que quería libertad para todos y que le importaba un culo Franco… Sólo por haber sido una artista de ese nivel merece un respeto”. “Me parece impresionante cómo ha respondido la prensa”, dice sobre ello Marvi Ugarte, que heredó la veta artística de su abuela; “esto ha trascendido. Pero ojalá no la traten como a una pintora de signo político porque es lo más anti político que yo he visto en mi vida, y la obra tiene una calidad que habla por sí sola”.

Lo refrenda Elena Rodríguez, coordinadora de la exposición que llegará al Thyssen-Bornemisza en junio, quien sostiene que Rosario de Velasco es reconocida por los expertos como “una de las representantes en España de los movimientos europeos de recuperación del clasicismo. Bajo nuestro punto de vista, la calidad de su producción durante las primeras décadas de su trayectoria merecía que fuera estudiada”. Sobre ese estilo fundacional de la pintora, Rodríguez considera que la influencia de su primer maestro, Álvarez de Sotomayor, “se deja ver en la destreza que alcanza en el dibujo y los volúmenes. También la obra del primer Renacimiento, sobre todo Mantegna, artista al que ella misma menciona en una entrevista”, que “influye en su personal composición de las figuras y formas” por su “potente volumen”. Sin ignorar por otra parte a las vanguardias, “como se puede observar en algunos cuadros donde la ordenación del espacio y los objetos recuerda al cubismo”.

“Partiendo de la tradición”, dice Elena Rodríguez, Velasco “deja que los motivos se vuelvan estáticos y enigmáticos, incluso en las escenas con numerosas figuras, siguiendo las corrientes de la vuelta al orden alemana e italiana. Su técnica también recoge la influencia de estas corrientes: colores de apariencia metálica producto de una aplicación de la pintura en una capa fina y pulida”. Todo esto, concluye, “confiere a sus imágenes una solemnidad moderna”.

Dicho lo cual, si alguien necesitase acreditaciones más modernas, ahí tiene a la emperatriz de la modernidad, la cantante Madonna, quien resultó interesarse por Rosario de Velasco ya en los años 90, cuando casi nadie la conocía aquí. Sería divertidísimo oír la opinión de la propia Rosario al respecto… “Seguro” –aventura con sorna Víctor Ugarte– “que diría: Pero qué pesaos éstos ahora…”. Claro que se trata de que oigan hablar de ella quienes jamás tuvieron ni idea.

Es la misión de Toya de Velasco, arropada por su familia extendida: “No hay día en que no piense en ella”, dice. “A veces me han dado ganas de tirar la toalla, pero si el corazón me dice que es lo que tengo que hacer… Me acuerdo de lo que tuvo que hacer ella, cómo tuvo que huir, cambiar de vida, y por eso no desfallezco. Además, toda mi familia me arropa. Estamos todos redescubriéndola a la vez. Sin el apoyo de los periodistas tampoco hubiera pasado. Le estamos haciendo justicia más allá de la cuestión familiar. Cuando vea los cuadros colgados en el Thyssen diré: ahora sí… Pero el proyecto no termina en el Thyssen, sino que empieza ahí”. Sus cuadros llegarán también al museo de Bellas Artes de Valencia de noviembre a enero del año próximo. “Estoy esperanzada para que esto sea el pistoletazo; puede que haya cuadros en el extranjero todavía por ubicar. Nosotros hemos llegado a donde hemos podido hasta ahora”. 

Cuando sea el momento enseñarán sus obras de madurez, de las que Rosario decía: “Ahora es cuando sé pintar”. Para sacarla de esa bruma en que ella misma cayó en sus últimos años, tras una vida intensísima apurada hasta los bordes: “Perdió la cabeza”, cuenta Marvi Ugarte. “Un día, paseando por Sitges, me decía: ‘No sé quién eres, pero eres muy especial para mí’”. 

Acabó entonces su segunda vida, a los 87 años. Parece que ahora comienza la tercera. 

Buscamos en el arte lo que perdura. Destellos de verdad y de belleza que no entienden del tiempo, que iluminan en cualquier circunstancia y latitud; como estrellas extinguidas cuya luz nos alcanza todavía. Ésa es, entre otras, la diferencia que suelen marcar los artistas de fuste. Y algo muy parecido le sucedía a...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Miguel Ángel Ortega Lucas

Escriba. Nómada. Experto aprendiz. Si no le gustan mis prejuicios, tengo otros en La vela y el vendaval (diario impúdico) y Pocavergüenza.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí