CARTAS DESDE BAIRES
Había una vez un Estado
Mientras el Gobierno de Milei festeja el despido de miles de empleados públicos, Argentina atraviesa la peor epidemia de dengue de su historia, que ya ha dejado cerca de 270.000 contagiados y 197 muertos
Emiliano Gullo 15/04/2024
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Acto primero. Año 2024. Buenos Aires, Argentina. Temperatura 25 grados a la sombra. Otoño nuclear. Es un día cualquiera en la vida de un argentino promedio: se levanta, le escribe a su amigo estatal a ver si lo despidieron. Sale a la calle, gasta 20.000 pesos (20 euros), busca repelente de mosquitos, no lo encuentra. Se toma la fiebre a ver si se contagió de dengue. Le escribe a su amigo que tiene dengue. Se acuesta. Duerme (mal) cuatro horas. Se vuelve a levantar.
Escena uno. Una jubilada entra a una carpintería de Almagro, un barrio del centro-sur de la ciudad de Buenos Aires. La señora tiene el pelo recogido, aros de perla plateadas, un vestido de tela de algodón con estampado de flores. Es coqueta, espigada; más alta que el carpintero. Hablan de muebles para reciclar. De presupuestos. De diseños. Lleva, también, una bolsa negra que no suelta en ningún momento. Antes de retirarse, abre la bolsa y ofrece:
“¿Alguno quiere Off?, son 25.000 pesos cada uno”.
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Mientras el Gobierno nacional impone el cierre de su agencia de noticias y festeja los despidos de miles de trabajadores de todas las áreas del Estado, el país atraviesa la peor epidemia de dengue de la historia, que ya ha dejado cerca de 270.000 contagiados, 197 muertos y ha instalado el pánico en una población abandonada a la suerte.
Escasea cualquier tipo de repelente de mosquitos y, en caso de encontrarlo, cada aerosol puede llegar a triplicar el valor que tenía el año pasado
Hasta ahora pocos conocían al ministro de Salud nacional. Recién cuando la presión mediática se hizo aguda y hasta los periodistas ocasionalmente oficialistas empezaron a cuestionarlo, apareció Mario Russo. Lo hizo así: puso en duda la eficacia de la vacuna, no comunicó un plan de contingencia, ni acercó tranquilidad a la población y consideró que no estaba capacitado para hablar sobre la escasez de repelentes. Sobre la epidemia, dijo: “Usen pantalones largos”.
La misma vacuna que usa el gobierno de Brasil para inmunizar a niños de entre 10 y 14 años de manera gratuita, en Argentina cuesta 140 euros (las dos dosis), sólo se encuentra en laboratorios y clínicas privadas y no cuenta con ninguna campaña de difusión. Al contrario. Hay desinformación, dudas, miedos. Al abandono ahora se sumó la confusión.
Escasea cualquier tipo de repelente de mosquitos en todo el país y, en caso de encontrarlo, cada aerosol puede llegar a triplicar el valor que tenía a finales del año pasado. En las góndolas también faltan tabletas, espirales. Las universidades, por iniciativa propia y a pesar de sufrir un ajuste brutal, desarrollan repelentes alternativos para que sea distribuido en las comunidades más golpeadas por la epidemia.
El Gobierno de Javier Milei comenzó a retirar al Estado de la esfera pública apenas llegó a la Casa Rosada. Así lo había prometido durante la campaña electoral. “Nunca prometimos llenarles la heladera”, dijo por estos días el vocero presidencial Manuel Adorni.
Algunos –los convencidos, los optimistas, los operadores– supusieron que la motosierra pasaría el corte por los ñoquis (los empleados públicos que no van a trabajar y cobran igual), limpiaría los gastos superfluos de un aparato estatal hinchado, haría más transparentes los contratos con los sectores privados.
“¿Y si funciona? ¿Y si le sale bien?”.
“Esto alguien lo tenía que ordenar”.
Adentrado el ajuste, con la producción congelada, las góndolas vacías como los bolsillos y la inflación desacelerándose por falta de consumo, las frases ya no rebotaban en las filas libertarias sino en algunas esquinas progresistas. La atracción del ganador, la seducción del poder, las ganas de creer, la ingenuidad. Algo. O todo.
Algunos quizá confundieron la motosierra con una podadora de ligustrina. Imaginaron un corte prolijo, bello, que daría lugar a una nueva forma. Y no una sierra de dientes sin filo que desfigura la cara de un país –quizá el último de la región– con un sistema estatal de alcance nacional.
¿Cuántos habrían muerto en la pandemia con Milei de presidente? No se puede volver en el tiempo pero con el dengue desatado es fácil hacerse a la idea
Lo que nadie podía prever era la velocidad con la que sucederían las cosas. Los costos por desmantelar el Estado aparecían en proyecciones de mediano o largo plazo. No a los cuatro meses de gestión. Aparecían, también, en perspectiva. ¿Cuántos muertos hubiera tenido la Argentina en la pandemia de la covid con Javier Milei de presidente? Los escenarios contrafácticos son, por definición, imposibles de comprobar. Pues bien, la Argentina sigue haciendo aportes a la ciencia. No se puede volver atrás en el tiempo pero con el mosquito Aedes aegypti desatado es más fácil hacerse a la idea.
La epidemia de dengue aceleró el impacto de la ausencia estatal en la vida cotidiana. Los resultados se pueden ver, se pueden tocar, se pueden oler. Las emergencias de los hospitales públicos –y no públicos también– están estallados de enfermos de dengue. Las UCI están llenas de pacientes con distintos cuadros de la misma enfermedad. Los servicios de salud prepago –aproximadamente un 20% de la población– ahorcan a socios con un aumento que acumula un 160% sólo en lo que va del 2024. Los síntomas de un gobierno que dejó caer a su país a un vacío nunca antes explorado.
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Escena dos. Final
Es la segunda noche que Darío aprieta una y otra vez F5 en el computador para actualizar la bandeja de entrada de su correo electrónico. Ya cenó, ya acostó a su hijo. No puede irse a dormir, es imposible que concilie el sueño. Necesita saber si va a conservar el trabajo que tiene desde hace 15 años en la Biblioteca Nacional y la única manera de confirmarlo es así: esperando la llegada de un correo con la lista de despedidos. Como Darío hay otras 915 personas, cualquiera puede caer. Primero fue el rumor. “Va a ser por mail”. La sensación de quedar en la mira del loco. El rumor se difundió entre los trabajadores con una información extra. “Entre las 5 de la tarde y las 12 de la noche se va a saber”. Con el paso de los días el rumor se transformó en números. “Van a ser entre 100 y 200 los despedidos”. Desde la asunción del nuevo presidente, la información circula de manera extraoficial, subterránea, de whatsapp en whatsapp. Poco antes de la medianoche, Darío recibe un mensaje en el teléfono que adelanta su futuro.
— Ya llegaron, Darío. 120 despidos. Vos no estás.
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Según la Asociación de Trabajadores del Estado, y al menos hasta la primera semana de abril, los despidos en el Estado nacional ascienden hasta 11.000. El gobierno nacional dice que son 15.000 y que serán 70.000 en total; es decir, un 35% de toda la plantilla del sector público.
Acto primero. Año 2024. Buenos Aires, Argentina. Temperatura 25 grados a la sombra. Otoño nuclear. Es un día cualquiera en la vida de un argentino promedio: se levanta, le escribe a su amigo estatal a ver si lo despidieron. Sale a la calle, gasta 20.000 pesos (20 euros), busca repelente de...
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