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En Europa se sigue circulando por la izquierda tan solo en algunas islas. Ese es el caso de Gran Bretaña, Irlanda, Chipre, Malta. Y, hasta la década de los 60, ese fue el caso del último territorio continental que también hacía fluir su tráfico por la izquierda: Suecia. Desde hacía tiempo se hablaba de homologar el tráfico sueco con el del resto del continente. Para ello se convocaron varios referéndums, en los que, indefectiblemente, siempre perdía la opción del cambio. En el último, en 1955, el 85% votó en contra. No obstante, el Riksdag, el parlamento sueco, decidió en 1963 realizar el cambio. Para ello se creó una Comisión, que fijó el cambio efectivo en las carreteras para 1967, y que decidió emplear esos cuatro años de espera en emitir un programa educativo. Toda la población –los conductores, pero también los peatones– tenían que cambiar su perspectiva, y aprender a conducir, y a caminar, bajo otra lógica, nunca experimentada. La Comisión editó un logo, sencillo, visual, moderno, que fijaba el día del högentrafikomlägging, o día del cambio, o Dagen H, donde la H era la sigla de höger, derecha en sueco, el nuevo sentido de la dirección. El logo aparecía en la televisión, en los medios, en carteles. Se fabricaron miles y miles de calcetines, de camisetas y de piezas de ropa interior, masculina y femenina, con ese logo. Cuando los suecos se desnudaban, cuando lavaban la ropa, veían que el cambio de sentido era ineludible. Finalmente, llegó el 3 de septiembre de 1967, un domingo. Las calzadas tenían una nueva rotulación, tapada con cintas negras, y en los cruces había nuevas señales, precintadas con plásticos opacos. Unos 150.000 voluntarios se encargaron de descubrir las nuevas pinturas y señales. Yo conocí a uno de ellos, muchos años después. Junto con sus hijos pequeños, me explicó con orgullo, cambiaron las señales y las pinturas de un tramo de una carretera rural, donde vivía. Ese día se prohibió circular desde la 1 am hasta las 6 am –en Estocolmo y Malmö, se amplió ese periodo–. Solo hubo conflictos, aún así moderados, en las grandes ciudades. Fue complicado remodelar los cruces y las calles de un solo sentido, en las que se tuvieron que organizar las paradas de autobús de otro modo. Esa madrugada se sustituyeron los tranvías, difíciles de adaptar al nuevo sentido, por autobuses. A algunos de ellos, y en cuestión de horas, se les cambiaron las puertas de lado. El lunes siguiente al Dagen H se produjeron 125 accidentes de tráfico, si bien ninguno mortal. Usualmente se producían de 120 a 198. El cambio fue, en fin, un éxito. El Dagen H es considerado el mayor cambio urbanístico realizado en una sociedad. Fue, además, muy rápido. Cuatro años, necesarios para cambiar una mentalidad, y tan solo unas horas para llevar esa nueva mentalidad a la realidad. Por entonces era presidente del Gobierno sueco Tage Erlander –Socialdemokraterna; del SAP–. Lo fue un total de 23 años, de 1946 a 1969, lo que es considerado el mandato más largo en democracia hasta el momento. El ministro de Comunicaciones y Transportes del gabinete –muy implicado, por ello mismo, en el Dagen H– fue un jovencísimo Olof Palme, que, dos años más tarde, el año del alunizaje, sería ya presidente de Gobierno, e intentó otros cambios de sentido, en otros campos, como el social y el económico, a través de la redistribución de la riqueza, recaudada proporcionalmente por vía del IRPF.
De pronto, todo ello –llegar a la luna, el IRPF, el reparto; cambiar el sentido, en su aceptación más amplia– resulta imposible. Incluso mítico, de manera que escuchas todos esos prodigios, que nunca viste, y es como cuando de niño escuchabas que los campesinos se acercaban al rey Arturo, y le entregaban las llaves de sus puertas, que ya no les eran necesarias, pues no tenían nada que temer. Esas acciones, esos esfuerzos, son hoy como los de Hércules, ese hombre que pudo no haber existido y no haber vivido, por lo mismo, prodigio alguno. ¿Qué pasó? Hubo, sencillamente, un cambio de sentido. Otro. Lo tuvo que haber, forzosamente. Una Comisión, que nadie vio, invirtió unos años, que ninguno vimos, en una suerte de programa educativo y, posteriormente, en pocas horas, se realizó el cambio absoluto. Un cambio de sentido. Real, tajante, completo. El cambio de sentido más incondicional, consistente en olvidar que pudimos haber cambiado el sentido. De todo.
En Europa se sigue circulando por la izquierda tan solo en algunas islas. Ese es el caso de Gran Bretaña, Irlanda, Chipre, Malta. Y, hasta la década de los 60, ese fue el caso del último territorio continental que también hacía fluir su tráfico por la izquierda: Suecia. Desde hacía tiempo se hablaba de homologar...
Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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