MALOSERÁ
Elogio del traidor
No parece plato de gusto subirse a una tribuna a que una panda de matones te llame traidor. Pero, a veces, hay que hacerlo por pura higiene mental y democrática o simplemente para evitar que el ruido ocupe todo el espacio
Antón Losada 31/05/2024
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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la sesión plenaria del 24 de abril de 2024. / Congreso de los Diputados
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El día de la aprobación definitiva de la amnistía era la fecha marcada en el calendario en azul imperio por los cerebros pensantes de la ultraderecha española, con el maquiavélico José M. Figaredo a la cabeza haciéndose el tonto y engañándonos a todos, como siempre. La estrategia electoral de cara a las elecciones europeas iba a quedar niquelada.
Luego de haber probado su eficiencia como la mejor y más servicial agencia de viajes y servicio de escort del verdadero león, Javier Milei, y tras el último heroico acto de patriotismo protagonizado por el siempre viril Santiago Abascal, corriendo a abrazarse con Netanyahu para denunciar la enésima traición del villano Pedro Sánchez, jugándose la vida y exponiéndose en primera línea a ser abatido por un misil de Hamás o por la explosión de algún niño-bomba o mujer-bomba palestinos, la nación estaba lista para ver un nuevo amanecer; todos los traidores habrían de ser denunciados ante los ojos del noble pueblo español.
Dicho y hecho. Hasta Núñez Feijóo vio que había que hacerse a un lado y ponerse el traje de moderado con puño de hierro. Con esa disciplina tan ultra de cuñados embolingados en una boda, a la caza del novio para tirarlo de cabeza al pilón, tanto el debate en el Congreso de los Diputados como la votación nominal del levantamiento del veto del Senado, nos ofrecieron el espectáculo de sistemática deslegitimación de la democracia sobre el cual cabalga por todo el continente la extrema derecha, con la derecha tradicional subiendo y bajando del caballo sin más criterio que el miedo a caerse y una parte de la izquierda convencida de que esa polarización es la pócima secreta que le permite ganar elecciones y conservar gobiernos.
Pedro Sánchez optó por ausentarse de la previsible performance de Vox y prefirió enviar a una especie de clon de Óscar Puente, el diputado Artemi Rallo, a contestar los gritos de traidor con un derroche generoso del apelativo de filonazis. Es una estrategia y, además, es verdad. Pero no es la única estrategia.
Pedro Sánchez podía haber subido a la tribuna armado con la evidencia de los incontestables resultados electorales en Catalunya, donde a Salvador Illa no le hizo falta llamar filonazi a nadie para obtener una victoria histórica; le bastó con explicar qué había hecho y qué pensaba hacer sin dejarse arrastrar al discurso ni al marco de otros.
Pedro Sánchez podía haber subido a la tribuna posicionado en el sólido argumento de que los problemas políticos requieren soluciones políticas, no persecuciones judiciales; que no se pueden prohibir o ilegalizar las demandas de una mayoría social y han de ser encauzadas y respondidas por un sistema democrático.
Pedro Sánchez podía haber subido a la tribuna ayudado por la capacidad de persuasión que dejó acreditada con su famoso retiro de cinco días; cuando media España se enteró de qué son las fake news y cómo opera ese mecanismo que funciona en España desde hace décadas: primero se publica un bulo donde todo es mentira menos algún detalle circunstancial, luego un actor político blanquea ese bulo arrastrándolo hasta las instituciones y finalmente un juez o un tribunal lo convierte en un arma penal para acabar de rematar políticamente al adversario.
Pedro Sánchez podía y debía haber subido a la tribuna a hacer un elogio de la traición; igual que lo van a tener que hacer estos días muchos militantes y votantes socialistas en su trabajo, en el bar o en las comidas familiares. Un elogio de la traición que ha logrado devolver la cuestión catalana a la política y a todos los partidos catalanes a sus límites. Un elogio de la traición que nos ha permitido salir de la pandemia con una economía en mejor forma y mayor capacidad que la media de los países de nuestro entorno. Un elogio de la traición que ha colocado a la diplomacia española en una posición de referencia en las guerras que nos agitan y conmocionan.
Pero prefirió no hacerlo. Es humano. No parece plato de gusto subirse a una tribuna a que una panda de matones de instituto te llame traidor. Pero, a veces, hay que hacerlo por pura higiene mental y democrática o simplemente para evitar que el ruido ocupe todo el espacio.
Anda el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, quejándose amargamente en las entrevistas de que la oposición de derecha y ultraderecha nunca le pregunta por la economía porque va bien. Tiene razón. Es una estrategia y es verdad. Pero tengan la seguridad de que, si el Gobierno quisiera que estuviéramos hablando de economía, estaríamos hablando de economía.
El día de la aprobación definitiva de la amnistía era la fecha marcada en el calendario en azul imperio por los cerebros pensantes de la ultraderecha española, con el maquiavélico José M. Figaredo a la cabeza haciéndose el tonto y engañándonos a todos, como siempre. La estrategia electoral de cara a...
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Antón Losada
Profesor Titular de Ciencia política y de la administración en la USC. Doctor europeo en Derecho por la USC. Máster en Gestión pública por la UAB. Escritor y analista político. Padre de Mariña.
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