Mi bisabuelo era comisario republicano y es uno de los miles de desaparecidos durante la dictadura franquista. Mi abuela me explicó que en Córdoba le llegó una carta para que se presentara en la comisaría. Aquella fue la última vez que le vieron con vida. No podían explicarlo, corrían el riesgo de sufrir las consecuencias del historial laboral de su progenitor. Desde que me explicaron aquella historia familiar, se desarrolló en mí una obsesión por conocer la historia política reciente y, más concretamente, las condiciones que llevaron a mi abuela a ser una huérfana de la posguerra. 

Este interés por la memoria histórica se agudizó cuando visité Berlín en 2016. Pude comprobar de primera mano que las instituciones políticas alemanas habían hecho un gran esfuerzo para explicar a las nuevas generaciones qué había pasado en la Alemania del Tercer Reich. Prueba de ello son el Monumento del Holocausto, la biblioteca con estantes vacíos de la Bebelplatz –para recordar la quema de libros por parte del nacionalsocialismo–, así como las visitas gratuitas a los campos de concentración. 

Un 43% de los alcaldes franquistas catalanes se presentaron bajo las siglas de CiU en las dos primeras elecciones democráticas

En aquel momento, me di cuenta de que en el Estado español teníamos una causa pendiente con todo aquello. No existen los suficientes monumentos o instalaciones que permitan explicar abiertamente las atrocidades que se cometieron durante la Guerra Civil y la dictadura franquista. Seguramente, porque quienes llevaron a cabo la transición y las familias que se enriquecieron durante el régimen, no querían perder sus privilegios ni mirar su ombligo manchado de sangre. Recordemos que la única legitimidad de la monarquía borbónica es la voluntad de un dictador sanguinario. Recordemos también que un 43% de los alcaldes franquistas catalanes se presentaron bajo las siglas de CiU en las dos primeras elecciones democráticas, convirtiéndose en el partido con más acogida de alcaldes de la dictadura. Como escribe Anne Bogart: “Las maniobras políticas más efectivas son aquellas que más tarde se olvidan”. 

Ese año leí Homenaje a Cataluña de George Orwell, lectura que me encaminó definitivamente a estudiar periodismo en la Universidad Pompeu Fabra. Ya en el Aula de Teatro de la universidad, representamos la obra Terror y miseria, dirigida por Pep Anton Gómez, a partir de textos de Kressmann Taylor, Primo Levi, Bertolt Brecht, Montserrat Roig y Martin Niemöller. Una obra teatral en contra del olvido de uno de los episodios más negros de nuestra historia, y necesaria para confrontar el aumento exponencial de la extrema derecha en la actualidad.

Ya graduado, he realizado este proyecto fotográfico titulado Si las fachadas hablaran, una serie de refotografías que pretenden volver al pasado bajo un prisma crítico. Entre las nuevas generaciones hay un gran desconocimiento de lo que sucedió y, a mi juicio, es una cuestión de justicia para las víctimas de aquella guerra fratricida. Realizar una fotografía de la imagen de archivo en su localización actual se convierte en un puente entre el pasado bélico y el presente pacífico y, sobre todo, en un acto frente al olvido. No han pasado ni noventa años de esto y, a veces, no recordamos de dónde venimos. “Quien no recuerda la historia está condenado a repetirla” decía George Santayana. Por algún motivo es el mensaje escrito en una placa en el campo de concentración de Auschwitz.

Esta práctica fotográfica te lleva al pasado, pero te conecta con el presente y es la forma que he encontrado para capturar tanto el pretérito como la actualidad en una misma fotografía. Ricard Martínez, fotógrafo y productor de cine, realizó la pasada década una serie de proyectos refotográficos de la Guerra Civil en Cataluña. Martínez también forma parte del colectivo Arqueologia del Punt de Vista, que organiza exposiciones, cursos e itinerarios (re)fotográficos por Barcelona. En una entrevista para la revista The Volunteer, el autor destaca, del proceso de investigación previo, la aproximación sentimental, ya que “al ponerte a investigar, te involucras personalmente en los hechos”. Más aún “tratándose de la Guerra Civil, un conflicto que aún perdura”, declara Martínez. 

Merece la pena recordar que Barcelona fue socialista, pero también fascista. Eso todos lo sabíamos. Pero lo que más me ha desconcertado es que la población barcelonesa recibió con honores al jefe de las SS Heinrich Himmler en el Poble Espanyol, en 1940. Me resulta extremadamente paradójico cómo saludaban con sus brazos en alto a los que habían bombardeado su ciudad. 

Hoy más que nunca toca recordar la historia porque quien no lo hace está condenado a repetirla

Si las fachadas hablaran es una manera de reflexionar sobre la suerte que hemos tenido de crecer en una sociedad donde la violencia, la intolerancia y la guerra no tienen el espacio que tenían antes. Mediante este tipo de fotografía se genera memoria histórica porque el pasado no queda tan atrás. Hoy más que nunca es necesaria para confrontar los extremismos políticos: Cataluña es la primera comunidad autónoma en la que la extrema derecha ha conseguido representación parlamentaria a través de dos partidos políticos diferentes. Estamos acostumbrados a que sea la izquierda la que se divida y pierda votos, pero ahora son las formaciones xenófobas, islamófobas y ultraconservadoras las que se presentan por separado y aumentan su alcance. Frente a la intolerancia, toca recordar que no queremos volver al yugo y las flechas ni al blanco y negro del No-Do. Hoy más que nunca toca recordar la historia porque quien no lo hace está condenado a repetirla.