Cartas desde Meryton
La fiesta se acabó (ni de coña)
La izquierda ha metido la pata hasta el fondo en la mejor de las circunstancias posibles, en unas elecciones europeas en las que el panorama es tan desolador que lo nuestro no es tan grave
Silvia Cosio 11/06/2024
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¿Cuál es la madre de la ciencia?
La paciencia
¿Cómo están las coderas de mi chaqueta?
Desgastadas
El último gran héroe (1993, John McTiernan)
En mi santa casa somos muy fans de El último gran héroe, que siempre nos ha parecido una película divertidísima a la par que inteligente y todo un canto de amor al cine palomitero de nuestra adolescencia, ese que fue profundamente denostado por la crítica y la gente seria y que ahora es celebrado, elogiado, copiado y admirado. La película de McTiernan no tuvo mucha suerte tampoco en su momento y eso que supo dar con las claves –y reírse de ellas con cariño y admiración– del cine de los ochenta y noventa. Pero El último gran héroe era, por encima de todo, una declaración de amor al cine en general, pues todos hemos sido Danny en algún momento de nuestras vidas, ese adolescente solitario y del montón que necesita saber que existe algo ahí fuera por lo que merece la pena seguir peleando y que siempre hay alguien que se preocupa por él.
Con los partidos políticos nos pasa un poco igual que a Danny con Jack Slater, que proyectamos en ellos nuestros deseos, necesidades, aspiraciones y anhelos. Hay personas que nunca van a romper esos lazos emocionales, como ocurre con los equipos de fútbol, por más que el partido sobre el que han puesto todas sus energías y afanes se vaya resquebrajando ante sus ojos. Pero la gran mayoría de nosotros tenemos una paciencia limitada con las meteduras de pata, la incompetencia y la bobería y, como las coderas de la chaqueta de Slater, esta se nos acaba desgastando. Venga, déjate ya de poesía y vete directamente al matu, querida. Ahí voy: esta ha sido la peor campaña que mis ojos negros piel canela que me llegan a desesperar han visto en su vida, y he visto la campaña de IU con Cayo Lara de candidato. Ha sido de una parte inane, absurda, temerosa, aburrida y vacía. De otra agresiva, abusona, gritona, histriónica, adanista, victimista y tan vacía como la de sus supuestos enemigos jurados, que no eran las muchas, diversas, chifladas y peligrosas extremas derechas, dopadas de prensa, jueces, rezos, dinero y canales de Telegram, sino sus antiguos compañeros de proyecto, mal de muchos partidos de izquierda, consuelo de nadie. Unos se han presentado a ver si salvaban los muebles (spoiler: por los pelos) y otros a ver si daban un zasca (spoiler: no), obviando proyectos políticos, programas, votantes, Europa y territorios. Una parte de la izquierda se ha mostrado sorda a las críticas y la otra ha prestado demasiada atención a los hooligans. El resultado está ahí y es inapelable en su sonoro y evidente fracaso.
La izquierda la ha cagado, la ha cagado pero bien, pero es que ni que fuera la primera vez
Bien, ya nos hemos arrancado la tirita que siempre es lo que más miedo da, y ahora ¿qué? Pues ahora hay que dejarse de berrinches y bochinches –también, por supuesto, de ridículos tuits triunfalistas de los que te acaban poniendo una nota de la comunidad–, bajarse de las nubes, dejar de tener miedo, abandonar la soberbia y la prudencia y escuchar. Pero lo primero de todo vamos a dejarnos los cilicios en el cajón, que ahí guardados es donde mejor están. Que aquí no se ha venido a hacer penitencia sino a cambiar para mejor las vidas de todos nosotros y sobran ya los lamentos jesuíticos. De hecho sobra todo ese rollo jesuítico en la izquierda de este país que pesa como una losa. Qué pesadez esto de la penitencia que, como diría Guillem Martínez, es muy poco sexy para lo que nos merecemos. La izquierda la ha cagado, la ha cagado pero bien, pero es que ni que fuera la primera vez y, lo que es más importante, ni que no pudiéramos rectificar el rumbo y mejorar.
Dejadme seguir un poquito más con la terapia de grupo porque os prometo que hay una luz al final del túnel y no es la un Alvia asturiano dispuesto a arrollarnos. Hemos metido la pata hasta el fondo en la mejor de las circunstancias posibles, en unas elecciones europeas en las que el panorama alrededor es tan desolador que lo nuestro no es tan grave, por el momento, pues nos permite vislumbrar los peligros a los que nos enfrentamos si dejamos de pensar en resolver los problemas reales que nos agobian y que nos vuelven, en muchos casos, irracionales, injustos e idiotas en su sentido etimológico: la crisis climática, el problema de la vivienda, la desigualdad, el turbocapitalismo, la turistificación, los oídos sordos ante la exigencia social de poner fin al genocidio del pueblo palestino, la desafección de una parte de la sociedad europea, la más joven además, hacia la política y los partidos tradicionales o el individualismo.
Anda, mira esta qué lista, no pide nada ella.
A ver, yo no digo que esto vaya a ser fácil, pero es lo que hay y lo que la izquierda necesita afrontar o nos comerán los señores cuarentones enfadados porque nadie les ríe ya las gracias mientras nosotros quedamos en casa hartos de que la izquierda ignore lo que le estamos exigiendo que haga: que escuchen y se pongan las pilas, que además partimos de un mejor puesto de salida que en otros países europeos, entre otras cosas porque una parte de esa izquierda tiene ministros y ministras, esto es la posibilidad material y tangible de influir en las políticas y por tanto de mejorar las vidas de la gente. Así que menos prudencia, más arrojo, menos zancadillas a los que están en tu misma trinchera, quien tenga que dar un paso atrás, como el que ha dado Díaz, que lo dé sin histrionismos ni mesianismos, pero manos a la obra ya, que la fiesta no se acabó ni de coña.
¿Cuál es la madre de la ciencia?
La paciencia
¿Cómo están las coderas de mi chaqueta?
Desgastadas
El último gran héroe (1993, John...
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Silvia Cosio
Fundadora de Suburbia Ediciones. Creadora del podcast Punto Ciego. Todas las verdades de esta vida se encuentran en Parque Jurásico.
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