RACISMO
No soy tu chinita
Carta abierta a Arantxa Echevarría, la directora de ‘Chinas’, de una chiñola
Susana Ye 20/06/2024
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Querida Arantxa:
Estamos cansadas de ser objetos ornamentales para tus guiones. Del extrañamiento y extranjerización de qué sentimos y de cómo somos. De perpetuar estereotipos para etiquetarlo de concienciación. Lo están las compañeras feministas del antigitanismo como Silvia Agüero. Y lo estamos las mujeres chiñolas, diaspóricas y sinodescendientes.
Las buenas intenciones son racistas cuando la exótica mirada blanca infantiliza existencias sobre las que se asesora, sí, pero sobre las que decide ejercer poder al apropiarse del rédito profesional –circuito de premios– y del beneficio económico.
Has construido tu carrera no desde la empatía en la que te reafirmas y tras la que te escudas, sino desde la prepotencia moral hacia las críticas de la sociedad civil. Esa que pone el cuerpo, el tiempo y los precarios recursos para proponer, construir y educar dentro y fuera de las comunidades. A pie de calle. Todos los días. Ante las críticas de quienes no ficcionan su existencia para, una vez estrenado el proyecto, saltar a guionizar otro colectivo victimizado. Tú lo zanjaste así: “Yo hago mi película, que ellas hagan la suya”. Y, con ello, fin de la conversación. Asumir no te correspondía, pero sí los laureles de contar sus historias.
Has construido tu carrera desde la prepotencia moral hacia las críticas de la sociedad civil
Habrá lectores que piensen que me equivoco. Que a ellas, y digo ellas por las mujeres feministas y concienciadas, sí les gustó. Y mucho. Que de hecho les mostró una realidad que no conocían. Que te tomen incluso como la pionera y referente de ciertas comunidades. La gitana bollera. La juventud china. ¿Y qué será lo próximo? Como bien señalaba Jiajie Yu Yan, director de cine nominado a los Goya en 2020, ¿Negros y Moros?
Pareciera que antes todo era campo. Y con la llegada de Echevarría se hace la luz. Es ella quien les da voz a los sin voz. Valentía a personas que aún precisan de tutelaje. Al ver Chinas esas miradas se convierten en aliadas. Te toman a ti como aliada. Yo veo instrumentalización y extractivismo cultural. Me explico: más que tumbar prejuicios, ahondar en los personajes y sus motivaciones, y más que aceptar y celebrar una cultura distinta, se reincide en imágenes que se sabe de antemano que en el imaginario público español blanco generan rechazo, para inmediatamente darles alivio moral, posicionarles como salvadores de estas pobres criaturas y, al final, acabar por reforzar el prejuicio. Porque claro que los chinos comen platos peculiares. Y claro que el alter ego de la directora y de los espectadores sirve de mecanismo para articular el siguiente pensamiento no verbalizado, sino canalizado por el retrato de la situación y de los actos guionizados: “No pasa nada, es que es cierto que los chinos se alimentan raro”.
Arantxa, con respeto te digo: no subviertes prejuicios, los haces cine y sacas taquilla y ratings de ello. Y si te lo indicamos, te justificas: “No quiero incomodar”. Generar consenso y celebrar la diversidad es para fomentar la equidad, no para reincidir en posturas de poder y de dominio de la narrativa. Para eso, me temo, tenemos todos los días. Cada día.
Comentas que en una proyección a la comunidad –yo especificaría que esa proyección fue solo a una parte de las comunidades, en plural– las madres migrantes chinas “se apropiaron” del filme. No me parece inverosímil, no voy a ser yo quien le diga a nadie qué sentir, cómo pensar, pero sí resulta cuanto menos curioso que al tiempo que siempre mencionas este detalle y explicas qué es ‘banana’, omitas qué te generó tal reflexión. Sobre todo porque al ir físicamente a la proyección y coloquio y verme, me dijiste con entusiasmo: “Tenía tu fotografía en el set”. E incluso que habías visto Chiñoles y Bananas (Susana Ye, 2015) como recurso.
No subviertes prejuicios, los haces cine y sacas taquilla y ratings de ello
Te ubican desde la opinión pública y desde la crítica cinematográfica como una creadora que descubre la realidad de la diáspora china en España. Y por tu parte tampoco lo has refutado o has rebajado este enfoque mediático y promocional. Lo comprendo: esa narrativa te posiciona como directora social que abre melones, que es como tú, repito, has hecho carrera cinematográfica. Tu propuesta es el único retrato realista de familias y juventudes migrantes y de descendientes. Tú rescatas vidas olvidadas incapaces de narrarse a sí mismas, como ya comentaste sobre Carmen y Lola. Todo bien si no fuera porque…
Chiñoles y Bananas lo hizo en 2015. Y en 2019 le tomaron el relevo Crecer en un chino de Paloma Chen, El hilo rojo de Gabriella Xiaomi y Chino capuchino de Ita Tsai. No estaría mal mencionarlo, porque espacio y momentos has tenido todos estos meses.
Podría escribir un ensayo sobre responsabilidad creativa y detalles técnicos de cine y de escritura –no descarto hacerlo–, pero prefiero que en esta carta abierta quede clara una idea central:
No soy tu chinita.
No somos tus chinitas.
Tenemos voces propias.
Contamos ya con la capacidad de narrarnos de manera creativa, artística y, sí, SOCIALMENTE. De hecho, YA lo hemos hecho y seguimos haciéndolo con Trashumante en arenas movedizas (El rey de Harlem) y con Invocación a las mayorías silenciosas (Letraversal). Nos hemos emancipado hace años. Y te digo, Arantxa, con amabilidad y con firmeza: cítanos. Y, así como tú les indicabas a las gitanas LGTBIQ+, te hago una propuesta: nosotras haremos nuestras películas.
Haz tú las tuyas.
Querida Arantxa:
Estamos cansadas de ser objetos ornamentales para tus guiones. Del extrañamiento y extranjerización de qué sentimos y de cómo somos. De perpetuar estereotipos para etiquetarlo de concienciación. Lo están las compañeras feministas del antigitanismo como
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Susana Ye
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