ESPAÑA 2 - INGLATERRA 1
Por lo que sea
No hay nada más gratificante que apagar con alegría el graznido de los que han estado preocupadísimos por el color de la piel y la “españolidad” de esos deportistas que nos han hecho tan felices
Ennio Sotanaz 15/07/2024
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Para asombro de patriotas ortodoxos y negacionistas profesionales, por lo que sea, la selección española de fútbol acaba de proclamarse campeona de Europa por cuarta vez en la historia. Lo ha hecho después de disputar un partido en el que, al igual que ha sucedido a lo largo de todo el campeonato, ha sido el mejor equipo sobre el césped. El más valiente. El más honesto. Hay pocas cosas capaces de unir a las personas que formamos esto que llamamos España, pero esta es sin duda una de ellas. Por lo que sea, un puñado de deportistas de diferente pelaje han conseguido que olvidemos las supuestas diferencias que descosen el día a día, para juntarnos a ver un partido de fútbol desde el mismo lado de la trinchera. Bendito sea el fútbol.
Decía Cicerón que la patria no es otra cosa que ese lugar donde uno está bien, y quizá sea esa la explicación. Al fin y al cabo, no hay nada que una más a las personas que la alegría. Aun así, creo que este éxito tiene algo de especial, que va más allá de los resultados. Sí, porque es un elogio al concepto de equipo, en mitad de un mundo que parece consagrado al egocentrismo y la individualidad. Es la prueba de que se puede ser campeón desde la humildad del deportista y sin la condescendencia de ese prototipo de triunfador que nos venden los carceleros de la rabiosa actualidad. Y es también el éxito de la diversidad y de la mezcla, por encima de opciones rancias, medievales y excluyentes. Es mucho más fácil sentir como propia cualquier victoria, o cualquier derrota, cuando viene así, con dopamina natural, caminando con los pies y sin usurpadores que nos gestionen las alegrías. “El equipo de todos”, por lo que sea, esta vez ha sido el equipo de todos.
Es mucho más fácil sentir como propia cualquier victoria, o cualquier derrota, cuando viene así, con dopamina natural
La selección salió al campo como lo ha hecho durante todos los partidos de la Eurocopa: con la intención de ser protagonista, de tener el balón y de llevar el juego al lugar en el que se siente más fuerte. Otra muestra más de esa personalidad inquebrantable que ha venido mostrando. Lo malo es que los ingleses sabían que sería así y tenían preparado el partido. Independientemente de ceder la posesión o de defender en su propio campo, que es habitual en su caso, crearon un sistema de ayudas en las bandas que anuló temporalmente una de las grandes armas del combinado español. Tanto Lamine como Nico estuvieron bastante bien controlados en esos primeros minutos. El centro del campo intentaba mantener el dinamismo, pero apenas se creaban llegadas hasta el área rival.
Pasado ese primer tramo, los ingleses recuperaron algo el balón y demostraron que su forma de jugar, basada en la búsqueda del error y de aprovechar los espacios, podía ser peligrosa. Equilibraron el juego y consiguieron construir un par de acercamientos a la portería de Unai Simón, que fueron suficiente para encender a los cerca de cincuenta mil británicos que dicen que había en la grada de Berlín. Poco más dio de sí la primera parte. Un desmarque de Morata que acabó en saque de esquina y un disparo de Foden que fue a las manos del portero español, y que debió ser el único remate a puerta en los primeros cuarenta y cinco minutos.
La segunda parte comenzó con una noticia terrible para el cuadro español. Rodri, nombrado mejor jugador del torneo con todo merecimiento, no volvió al campo. Un choque en la primera parte con Laporte lo obligaba a quedarse en el vestuario. Las sensaciones no eran buenas, desde luego, pero eso era porque no sabíamos lo bien que se iba a asentar Zubimendi en el campo. De hecho, el equipo regresó al césped con otro aire y el marcador no tardó mucho en darse cuenta. Un excelente primer toque de Carvajal consiguió liberar a Lamine Yamal, que encaró la portería inglesa en diagonal, abrió el balón a la izquierda y Nico Williams lo remató para hacer el primer gol, batiendo a Pickford por bajo.
España era otro equipo, sin duda. O bueno, era el mismo equipo pero más rápido, más vertical y más fresco. Gracias a eso pudo haber sentenciado el partido un par de minutos después, cuando primero el propio Williams y después Dani Olmo no consiguieron rematar bien a puerta. Inglaterra parecía aturdida. Quería cambiar la pendiente del terreno de juego, pero lo único que conseguía era generar espacios para su rival. Morata remató mal un buen desmarque en el área y Lamine Yamal echaba fuera el rechace consiguiente. El presunto resurgir inglés se quedó resumido en un fuerte disparo de Bellingham, desde fuera del área, que salió desviado. Por contra, el combinado español volvía a tener la oportunidad de sentenciar con un remate de Lamine, tras pase de Olmo, que el portero inglés envió a córner. Corría solamente el minuto 65.
Luis de la Fuente decidió entonces sustituir a Morata por Oyarzábal. El cambio parecía raro, porque el madrileño, no muy acertado de cara al gol, estaba siendo fundamental en la tarea de fijar la defensa rival y de dar salida al juego. Southgate también movió el banquillo con Watkings y Palmer, aunque en su caso lo hacía para intentar dotar a su equipo de una profundidad que hasta ese momento no había tenido. Y la tuvo. Una desafortunada salida de posición de Cucurella provocó una llegada inglesa por la derecha, que aprovechó Bellingham para ceder el balón atrás. Palmer disparó desde la frontal del área a la derecha de Simón e hizo el empate. Faltaba un cuarto de hora para cumplirse el tiempo reglamentario.
Parecía que las sensaciones positivas estaban a punto de cambiar de bando. Afortunadamente, no fue así. Y no lo fue porque la Selección Española es un equipo que tiende a sacar su personalidad justo en los momentos en los que los equipos mediocres acostumbran a perderla. Y sí, algo tendrá que ver con ello ese tipo que estaba en el banquillo. Un seleccionador demasiado ligado a la inercia putrefacta de la Federación Española de Fútbol como para no dudar de él, pero que ha resultado ser un excelente gestor de voluntades y un magnífico creador de grupos. Pese a quien pese, y me pongo al frente del pelotón de los incrédulos, por lo que sea, Luis de la Fuente es parte fundamental del rotundo éxito de este equipo.
El resurgir británico duró lo mismo que un jab de tanteo en el rostro de un verdadero campeón. Primero avisó Lamine Yamal, quién si no, con otro disparo que atajó Pickford, tras una jugada iniciada con un excelente robo de Zubimendi. Oyarzabal fue el que ya no perdonó. A falta de cinco minutos, recibió un buen pase de Cucurella desde la izquierda para meter el pie, empujar el balón a la portería y hacer feliz a unos cuantos millones de personas. Y sí, todavía hubo tiempo para que se nos encogiera el corazón viendo a Dani Olmo sacar un balón de cabeza desde la misma línea de gol, pero la suerte estaba echada. España era campeona de Europa y lo era con toda justicia.
Se desató la fiesta y el que esto escribe no pudo evitar rememorar cómo había sido el viaje hasta aquí. Veía las lágrimas de Morata y recordaba a ese puñado de medios de comunicación “especializados” menospreciado a la plantilla con modos de matón, insultando al capitán con la rabia estancada de los cobardes y ensalzando a rivales cuyo único mérito era tener contrato con el equipo correcto. Producía mucha alegría ver que, por una vez, por lo que sea, habían ganado los buenos. Daba gusto ver abrazarse a jugadores de un montón de equipos distintos. Reconfortaba ver los escudos de ese montón de equipos distintos en el mismo lado de la grada. Y emocionaba mucho ver a dos españoles como Nico Williams y Lamine Yamal abrazarse con lágrimas en los ojos. Con esa fotografía quiero quedarme. Sí, porque no hay nada más gratificante que apagar con alegría el graznido de los que, por lo que sea, han estado preocupadísimos por el color de la piel y la “españolidad” de esos deportistas que nos han hecho tan felices. Allá ellos. Yo me alegro por todos los demás.
Para asombro de patriotas ortodoxos y negacionistas profesionales, por lo que sea, la selección española de fútbol acaba de proclamarse campeona de Europa por cuarta vez en la historia. Lo ha hecho después de disputar un partido en el que, al igual que ha sucedido a lo largo de todo el campeonato, ha sido el...
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