Hace pocos días, alguien en las redes sociales rescató un viejo anuncio de Lidl, fechado en torno al año 2005 más o menos, en el que se exhortaba a los consumidores a acudir a los establecimientos de la enseña para llenar el carro de la compra por solo treinta euros. Ese era el reclamo del anuncio: un carro lleno por treinta euros. Sin entrar a valorar el tipo y la calidad de los productos alimenticios anunciados, lo que sí hicimos muchos al ver el video fue recordar a) cuánto cobrábamos por nuestro trabajo en la primera década de los años 2000, b) pensar en cuánto cobramos ahora y c) intentar hacer una regla de tres cutre para averiguar cuántos carros de la compra podíamos llenar hace veinte años con nuestro triste salario mileurista y cuántos podemos llenar en 2024 con nuestro afortunadísimo salario mileurista. 

Incluso en medios tan poco sospechosos como La Razón se ha denunciado la pérdida de poder adquisitivo de los sueldos de los trabajadores, que aún tras las subidas muy peleadas del salario mínimo llevadas a cabo por el actual Gobierno, sigue creciendo por debajo de la inflación. 

Asimismo, El País señalaba recientemente que: “Durante el periodo 2019 a 2023, se estima que la remuneración media por asalariado –una variable que proviene de las cuentas nacionales, incluyendo los salarios directos y otros costes laborales– se ha revalorizado un 14,4%, es decir 4,4 puntos menos que el IPC”. 

Uno de los principales devoradores de nuestro sueldo es, por supuesto, el elevado gasto en vivienda en un mercado inmobiliario corrupto, del que ya hemos hablado en muchas ocasiones. Pero algo tan necesario para la subsistencia como es comer tres veces al día también se está volviendo cada vez más complicado. 

La cadena ha disparado su beneficio hasta alcanzar los 1.009 millones de euros, un 40% más que los 718 millones que obtuvo en 2022

A principios de este año, la organización de consumidores Facua explicaba que “Mercadona subió un 23% su margen de beneficio el año en que el Gobierno prohibió aumentar dicho margen en los alimentos con el IVA rebajado”. Y en el desarrollo de la pieza se decía que “la botella de un litro de aceite de oliva virgen extra Hacendado se encareció en Mercadona un 64,4% entre enero de 2023 y enero de 2024 (de 5,63 a 9,26 euros). Mientras tanto, según los datos del Ministerio de Agricultura, el precio que se le pagó al agricultor por un litro de aceite de oliva de la máxima calidad se incrementó un 52% entre esas mismas fechas (de 4,91 a 7,45 euros)”. 

Pero aún hay más. El precio de frutas y hortalizas básicas, como zanahorias, peras o patatas, no dejó de aumentar para los consumidores que se acercan a la cadena del señor Roig, mientras que a los agricultores no se les está pagando más por esos alimentos. “La cadena ha disparado su beneficio hasta alcanzar los 1.009 millones de euros, un 40% más que los 718 millones que obtuvo en 2022”, concluía Facua. 

Si ese aumento de los precios de bienes de consumo básicos –que, por supuesto, no es exclusivo de Mercadona, pero esta cadena controla el 26% del mercado minorista en nuestro país– no está yendo destinado a aumentar los salarios de los trabajadores ni los pagos a proveedores, la única conclusión posible es que unos pocos especuladores sin escrúpulos se están enriqueciendo a costa de sablear por igual a sus empleados, a sus productores y a sus clientes. 

Un triple win que ha sido coronado esta semana con la enésima chorrada viral en las redes en la que, en un despliegue bien organizado de marketing digital, se ha intentado hacer pasar por crecimiento orgánico sin malicia un anuncio que Mercadona lleva años tratando de colar animando a sus consumidores a acudir a sus establecimientos a ciertas horas para “ligar” con otros compradores solteros. 

Uno no compra donde quiere, sino donde puede. Pero sí podemos elegir si vamos a participar en este tipo de promociones lamentables o preferimos mostrar algo de sentido crítico cuando las vemos pasar por el timeline de nuestras redes sociales.