PARÍS 2024
La fiesta olímpica y el espejismo de la transformación de la “banlieue”
Los organizadores de los JJOO de París prometieron aprovechar el evento para transformar el departamento de Seine Saint-Denis, el más pobre de la Francia metropolitana. Pero sus habitantes temen que acentúe la gentrificación
Enric Bonet Saint-Denis , 5/08/2024
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“Me ha parecido soberbia”. Mardoche Similien vivió con entusiasmo la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de París. Este joven habitante de Saint-Denis, localidad emblemática de la periferia norte de la capital, desafió la lluvia el 26 de julio para ver en una pantalla gigante el desfile de los atletas por el río Sena. El ambiente esa tarde de verano en el parque George Valbon en la Courneuve –allí se encuentra una de las zonas de fanes más grandes– no era para tirar cohetes. Unos pocos centenares de personas se encontraban espaciadas entre tumbonas, sillas o protegiéndose del agua debajo de los árboles. A pesar de ello, más de uno terminó con una sonrisa en los labios.
“Han mostrado la diversidad que hay en nuestro país. Me parece una buena noticia tras un último mes en que la ultraderecha estuvo a punto de llegar al poder”, destacaba Similien, de 22 años. “La ceremonia de Pekín en 2008 estuvo centrada en la historia de China y esta vez no se limitó a eso. Ha sido un acto moderno”, añadía Raphaël Masmejean, de 32 años y que trabaja como funcionario para el departamento (provincia) de Seine-Saint-Denis. La cantante franco-maliense Aya Nakamura saliendo de la Academia Francesa, la épica Marsellesa cantada por la guadalupeña Axelle Saint Cirel o la interpretación del rapero Rim’K. Todos esos momentos representaron una Francia multicultural.
La diversidad de las banlieues estuvo presente en el arranque de la fiesta olímpica. Todo un punto positivo en un país en que los peones de la extrema derecha no paran de avanzar en el tablero de la batalla de las ideas. En ese momento de mostrarse al mundo, Francia no se encerró en una identidad prototípica ni monolítica, sino que se mostró como un país plural y que se toma menos en serio de lo que creen aquellos que le achacan un exceso de chauvinismo. Eso gustó a muchos de los habitantes de la periferia parisina presentes en el parque George Valbon, pero no cambió su percepción sobre el macroevento: estos Juegos no están hechos para la gente modesta.
¿Los Juegos cambiarán la banlieue parisina?
“Hasta ahora no he sentido un gran espíritu olímpico. Hemos sufrido durante los últimos años las obras, pero ese lado festivo de los Juegos aún no lo he percibido”, reconocía Vanessa, de 45 años, una habitante de Saint-Denis que trabaja en el sector de la prevención de salud. Era el 26 de julio y la magia del olimpismo aún no había prendido en aquellos que están viviendo desde entonces el evento con fervor. Tanto en competiciones como en zonas de fanes predomina un ambiente festivo en París. Pero no lo comparten todos los habitantes de la región, incluidos aquellos que viven más cerca de los recintos deportivos.
Desde la concesión en 2017 a la capital francesa de la organización de estos Juegos, sus impulsores insistieron en el rol protagonista de la Seine-Saint-Denis. Este departamento “cambiará su rostro con los Juegos”, prometió hace siete años Tony Estanguet, presidente del Comité de Organización, en una entrevista para el diario Les Echos. “Podríamos rebautizarlos los Juegos de la Seine-Saint-Denis 2024”, defendía recientemente el socialista Stéphane Troussel, presidente del consejo departamental de ese territorio, que destaca por su población joven, multicultural y con unos elevados niveles de pobreza.
Como ya sucedió con el distrito de Stratford, el más pobre de Londres, que concentró una parte significativa de las infraestructuras en los Juegos de 2012, sin que eso tuviera unas repercusiones evidentes, los organizadores de la cita olímpica en la capital francesa hicieron la misma apuesta. Cuatro de los principales recintos deportivos se encuentran en el departamento más pobre de la Francia metropolitana. En Saint-Denis, en el corazón de esa zona, arrancaron el 2 de agosto las pruebas de atletismo en el Estadio de Francia, construido para el Mundial de fútbol de 1998. Desde entonces, las autoridades locales intentaron dinamizar ese territorio a base de ladrillo y modernizando algunas de sus infraestructuras. Una estrategia que vive ahora un momento álgido.
“El 80% del dinero público invertido en los Juegos se ha destinado a Seine-Saint-Denis”, presume Shannon Seban, responsable de Renaissance en ese departamento. De los 4.500 millones invertidos por parte de fondos públicos y privados, 1.800 millones fueron para ese territorio de la banlieue. “Es cierto que hay problemas de delincuencia y pobreza, pero también se trata de un lugar dinámico y con grandes talentos –hasta 65 atletas olímpicos y paralímpicos están vinculados a esa zona–. Espero que los Juegos sirvan para mejorar su imagen”, añade esta dirigente del partido del presidente Emmanuel Macron. La reputación de Saint-Denis quedó dañada por los incidentes en la final de la Champions de 2022, que alimentaron la caricatura que hace la ultraderecha.
Cortes de circulación y aumento de los precios inmobiliarios
“La gente se imagina estos barrios populares como si fueran una zona sin ley, pero no tienen de qué preocuparse. No creo que haya incidentes”, afirma Icaro, de 27 años, un informático de origen brasileño. Junto con un compañero programador, estaba sentado en las escaleras de la fachada de la basílica gótica de Saint-Denis. Era una tarde de finales de julio, ya habían empezado las primeras pruebas de los Juegos y las calles de Saint-Denis tenían un aspecto más que peculiar. Allí coincidían fanes de la selección francesa de rugby 7 con las mejillas pintadas con la bandera tricolor, habitantes de la ciudad, incluidas mujeres con el velo islámico, y una gran presencia de agentes de policía.
Como ha sucedido con la zona del Sena, eje neurálgico de París, un dispositivo excepcional de seguridad impera en aquellos puntos de la periferia norte relacionados con el acontecimiento deportivo. Así sucede en los alrededores de la Villa Olímpica, ubicada entre las localidades de Saint-Ouen y Saint-Denis. Compuesto por 82 edificios y unas 3.000 viviendas, el bautizado como “Village des athlètes” representa la joya de la corona de las nuevas infraestructuras construidas en ese distrito. Unos 14.000 deportistas se hospedan en esos bloques diseñados con una arquitectura funcional y poco deslumbrante.
“A veces los códigos QR no funcionan. El otro día tuve problemas para regresar a mi casa, ya que el agente que me controló no identificaba mi código de barras”, lamenta Majid Kelouchi, de 48 años, sobre los certificados olímpicos que exigen a todos aquellos que residen en zonas con una circulación restringida. Él vive justo enfrente de la residencia de los atletas serbios y brasileños. Después de tres años “aguantando obras y ruido”, lo ve todo negro cuando le preguntan por los Juegos: “Estamos muy decepcionados. Ni siquiera nos ayudaron a conseguir entradas”.
La administración local de Seine-Saint-Denis distribuyó 150.000 entradas gratuitas
La administración local de Seine-Saint-Denis distribuyó 150.000 gratuitas. Eso, sin embargo, no evitó que muchos de los habitantes de la zona, con una población total de 1,65 millones de personas, tuvieran que ver la fiesta olímpica desde el otro lado de la barrera. No resulta fácil comprar entradas y a menudo son caras. “Tengo la sensación de que este acontecimiento está organizado sobre todo para los turistas”, asegura Icaro, quien dice haber sido víctima de la subida de los precios del alquiler en esa zona periférica: “El propietario de mi antiguo piso aprovechó el momento actual para aumentarme la renta y tuve que irme a vivir lejos de París”.
“Los Juegos no tienen como vocación resolver los problemas de estos barrios populares, pero tampoco deberían acentuarlos”, afirma Bally Bagayoko, responsable de la Francia Insumisa en Saint-Denis, quien lamenta el impacto de las obras y los cortes de circulación en la vida diaria de los habitantes de esa localidad. Además, critica la apuesta del Comité Organizador de delegar en 45.000 voluntarios tareas parecidas a las de un trabajo remunerado: “En una ciudad con un elevado paro como la nuestra, creo que lo mínimo es que les hubieran pagado”.
“Un proceso extractivista” en los barrios populares
“Los Juegos han acelerado el proceso de gentrificación. El piso de 40 metros cuadrados que me compré hace cinco años ahora no podría adquirirlo. Su precio pasó de 250.000 a cerca de 300.000 euros”, sostiene Alexandre Schon, vecino del barrio Pleyel y miembro del colectivo Urgence JO Paris Saint-Denis, que reúne a unos cincuenta habitantes de ese departamento.
“Los Juegos han acelerado el proceso de gentrificación”
Una vez concluyan los Juegos Olímpicos y los Paralímpicos, las 6.000 viviendas de la Villa Olímpica pasarán a destinarse a la venta y el alquiler. El Comité Organizador destacó la dimensión “ecológica” y “social” de ese nuevo barrio. “Han prometido que un 25% de esos pisos se convertirán en vivienda social, pero este es el porcentaje mínimo exigido por la ley y muy inferior al 50% que hay en Saint-Denis”, critica Schon. Este militante local denuncia los precios por encima del mercado – unos 7.000 euros por metro cuadrado– con los que han puesto a la venta los pisos de la Villa.
Según la Solideo, empresa encargada de las obras de París 2024, construyeron el barrio de los atletas con un tipo de hormigón “muy bajo en carbono” en aras de reducir la huella ecológica. Para ello, reemplazaron el componente más contaminante (clínker) por otro que emite menos CO2. Las autoridades, sin embargo, contabilizaron el impacto medioambiental del nuevo material de manera claramente a la baja. Según un informe de Guillaume Meunier, un experto en las construcciones menos contaminantes, las emisiones reales del componente utilizado resultan cinco veces superiores a lo estimado por el Ejecutivo galo. Una situación parecida se reprodujo en el llamado “Village des médias”.
Ese nuevo barrio con 900 viviendas, donde duermen una parte de los periodistas acreditados, fue construido en medio de un parque, lo que suscitó críticas por parte de colectivos ecologistas. Pese a la promesa de la alcaldesa socialista, Anne Hidalgo, de impulsar “los Juegos más ecologistas de la historia”, la Seine-Saint-Denis ha aglutinado varios proyectos nocivos para el medioambiente. Por ejemplo, la construcción de una nueva salida de la autopista para facilitar la movilidad de los atletas, pero que aumentó la contaminación del aire en una escuela del barrio Pleyel. O la destrucción parcial de unos huertos urbanos en Aubervilliers para construir una piscina, donde entrenan los waterpolistas.
“Está en curso un proceso extractivista (…). De la misma manera que la industria minera extractivista se apropia de la riqueza del territorio, el sector inmobiliario se lucra a través de la ciudad”, denunció Jade Lingaard, periodista del digital Mediapart, en una entrevista para Libération. La autora del libro Paris 2024. Une ville face à la violence olympique hacía referencia a la lógica económica imperante con los Juegos y la banlieue. Según Paul Dietschy, historiador del deporte y profesor en la Universidad Franche-Comté, las Olimpiadas han llevado a las localidades colindantes del norte “aquellas dinámicas presentes en París, donde los precios inmobiliarios resultan muy elevados ¿Pero esto beneficiará a los habitantes de Seine-Saint-Denis? No está nada claro”.
“Me ha parecido soberbia”. Mardoche Similien vivió con entusiasmo la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de París. Este joven habitante de Saint-Denis, localidad emblemática de la periferia norte de la capital, desafió la lluvia el 26 de julio para ver en una pantalla gigante el desfile de los atletas por...
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