CARTAS DESDE BAIRES
Zurdos van a correr
El macartismo de los ‘influencers’ libertarios impactó de lleno en la paciencia popular, colapsada por la provocación del presidente y sus vetos a las leyes que mejoraban la jubilación y las universidades
Emiliano Gullo 16/10/2024
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La frase comenzó a circular como una amenaza. Como una promesa. El origen, un adjetivo, una palabra comodín, un lugar donde sostener un relato que al principio sonaba –o parecía sonar– fantasioso, payasesco. Y, sobre todo, viejo, con un eco de historias de espías y de Guerra Fría. Una reverberancia a otras frases, eslóganes en blanco y negro que peleaban por imponer su sentido común en el siglo XX. “¡¡Madre, salva a tus hijos de los bolcheviques!!”, proponía la Democracia Cristiana en la Italia de Posguerra. En Estados Unidos, el gobierno impulsaba la campaña anticomunista en todos los frentes con una especial atención en la cultura. El senador Joseph McCarthy dedicó su vida –y su apellido– a la persecución de comunistas y, ya que estaba, de cualquiera que no pensara como él. Actores, escritores, periodistas. Censura y escrache para todos.
Carteles públicos y videos instructivos para reconocer comunistas. Y, sobre todas las cosas, denunciarlos. La deshumanización –instrumentada por el Estado alemán en el Holocausto y ahora por el Estado de Israel en el genocidio palestino– aparece también en el plano simbólico para activar la maquinaria de destrucción del enemigo. Para masacrarlo, primero hay que convertirlo en animal, en monstruo. “Un ser sin alma”. Los conquistadores españoles –herederos directos de la Inquisición– se adelantaron cinco siglos para eliminar a los indios de América.
“Los comunistas se comen a los bebés”. La propaganda antisoviética le debe su frase top a Torquemada y sus amigos. Donald Trump la pasó a colores hace sólo unos días. “Los inmigrantes se comen a sus mascotas”.
La versión argentina pertenece a los genocidas que hicieron el golpe de Estado en 1976 pero fue un columnista el que –40 años después– se puso a gritar por televisión contra el zurdaje mientras decía que hablaba de economía. Para él –como para McCarthy– cualquiera que pensara distinto era zurdo. Y aplicaba el doble movimiento de un ejercicio de odio básico, apetitoso. Azúcar ideológico. El zurdo es malo. Todos los que se oponen son zurdos. Síntesis del odio y, al mismo tiempo, motor de entusiasmo. Muerto el zurdo, fin de la historia. Como una película pochoclera que no entretiene ni distrae. Pasa en las películas, pasa en la vida real. (Y en la virtual). Más sintético es el enemigo, más azucarado es el discurso.
Keynes. Perón. Cristina Fernández de Kirchner. Obama. Pedro Sánchez. Todos zurdos. “Soy un liberal en un país de zurdos de mierda”. Javier Milei repetía su lección sorda como un mantra milenario apenas se cruzaba con un micrófono o con una red social. Los fieles de su iglesia replicaron su mensaje. ¡Los zurdos, los zurdos! Vienen los zurdos. El zurdo te quita todo. Te quiere pobre. ¡Zurdo empobrecedor! ¡Sufrí zurdo, corrupto!
El macartismo de cabotaje desplegado por los influencers libertarios impactó de lleno en la paciencia popular
Lágrimas de zurdo cayeron cuando Milei ganó las elecciones por más de diez puntos. Y un poco antes, cuando todo hacía prever el desenlace electoral, llegó la promesa de caza. Ahora había que pagar. “Zurdo vas a correr”. Los tuiteros festejaban detrás del teléfono. Ya en el poder, a rolar el merchandising. Tazas para tomar lágrimas de zurdo, vendían libertarios en Mercado Libre, la plataforma de comercio más grande de América Latina, propiedad del tuitero Marcos Galperín, un argentino que se fue a Uruguay para pagar menos impuestos.
El macartismo de cabotaje desplegado por los influencers libertarios impactó de lleno en la paciencia popular, colapsada por la provocación del presidente y el refriego público de sus vetos a las leyes que mejoraban los presupuestos para jubilados y para las universidades. “Cómo los vamos a hacer correr zurdos. LTA”, escribió uno de los tuiteros más entusiastas de los recortes poco antes de que la plaza del Congreso se llenara de manifestantes para repudiar los vetos. A esa misma plaza llegó el joven libertario para filmar las reacciones de la gente. Cual si no pasara nada. Como si odiar y provocar fuera gratuito. Como si festejar el hambre y la pobreza no tuviese costo. Como si la política y la cultura del sadismo motorizada por el presidente y todo su gabinete no fuera a generar resistencia, violencia, rabia.
Los manifestantes tardaron poco en reconocerlo. Le dieron un par de cachetazos. Lo insultaron. Y la mecha prendió. Una turba lo empezó a correr. Desesperado, el tuitero no sabía dónde esconderse. Tampoco sabía que tenía todo el tiempo a dos policías de civil disfrazados de militantes que lo iban protegiendo. Los agentes no lograron evitar que recibiera un par de trompadas y, como pudieron, lo escoltaron hasta un local de empanadas donde se escondió hasta que llegó la infantería de la Policía Federal para sacarlo –literalmente– de la mano.
Al día siguiente, el presidente y su hermana fueron a visitar la casa de empanadas donde se refugió el tuitero corrido. Algunos empleados le pidieron fotos, pero le llovieron insultos desde todos los ángulos posibles. Desde enfrente, desde los edificios. Luego recibió a su héroe en la Quinta de Olivos. El tuitero paseó por todos los medios para denunciar un intento de asesinato. No le dio mucho miedo porque prometió volver a hacer lo mismo para “ganar la batalla cultural”. Desde su cuenta de X pidió que lo difundan todos los “guerreros de esta batalla”.
El gobierno celebró un nuevo recorte popular y disparó un alzamiento de la comunidad educativa en todo el país
La mecha prendió también en el resto del país. El presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem, tuvo que salir corriendo mientras esquivaba los huevazos durante la apertura de un local de la Libertad Avanza en la ciudad de Río Gallegos. Un diputado macrista y aliado del presidente escapó en el baúl de la camioneta para evitar a doscientos estudiantes que lo esperaban en el aeropuerto de su ciudad natal, La Pampa. Volvía de aprobar el veto en el Congreso.
El gobierno celebró un nuevo recorte popular y disparó un alzamiento de la comunidad educativa en todo el país. Más de 30 universidades públicas se encuentran tomadas y ocupadas después de que las asambleas estudiantiles votaran la medida como parte de un plan de lucha que incluye, en principio, un paro nacional el jueves 17 de octubre y la intención de convocar a una tercera marcha en Plaza de Mayo.
La Casa Rosada, mientras tanto, publicó un video a raíz del 12 de octubre. El texto que lo acompaña dice: “Hoy, 12 de octubre, celebramos el Día de la Raza en conmemoración de la llegada de Cristóbal Colón a América, un hito que marcó el inicio de la civilización en el continente americano”.
Tomás de Torquemada no llegó a ver lo bien que habían aprendido sus discípulos y lo efectiva que fue la ejecución de su obra en el Nuevo Mundo. Falleció justo seis años después de que Cristobal Colón desembarcara en República Dominicana. Su sucesor al mando de la Inquisición General de la Corona, Diego de Deza, fue amigo de Colón y un funcionario clave para que los reyes católicos le siguieran financiando las aventuras. Torquemada y de Deza no se lo imaginaron ni en su jornada de fe más profunda, pero, 532 años después, un gobierno de vasallos volvió a rendirles homenaje.
La frase comenzó a circular como una amenaza. Como una promesa. El origen, un adjetivo, una palabra comodín, un lugar donde sostener un relato que al principio sonaba –o parecía sonar– fantasioso, payasesco. Y, sobre todo, viejo, con un eco de historias de espías y de Guerra Fría. Una reverberancia a otras...
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