A contraflecha
Imaginando un Almodóvar cancelado y otros silencios
¿Se imaginan que ‘Mujeres al borde de un ataque de nervios’, ‘Volver’ o ‘Todo sobre mi madre’ se hubieran quedado en proyectos acumulados en cajones como ideas inconclusas?
Paco Cano 11/11/2024
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Comienzo con una anécdota personal, sin gravedad alguna. Se lleva a cabo actualmente, en Sevilla, una muestra llamada Avedoñana. Fui invitado a participar en la misma con un texto inicial de sala y uno posterior, más extenso, para un catálogo. Tras conversar con los artistas participantes y su entorno y comenzar a construir el relato, fui informado por el coordinador de la muestra, el galerista Henrique Faría, de la suspensión de mi participación “debido a cuestiones políticas y en vista a tu presunta vinculación con Podemos y las recientes acusaciones de fraude en las elecciones venezolanas”. No sé a qué se refería sobre mi “presunta vinculación con Podemos” ni entendí la relación de la muestra con las elecciones de Venezuela ni me aclaró nada la razón añadida “el proyecto está vinculado con una iniciativa ecológica en los llanos venezolanos confiscada por parte de la dictadura madurista a la familia impulsora del proyecto”, pero la actitud censora ahí queda. Avedoñana está subvencionada por el Ministerio de Transición Ecológica del Gobierno sanchista –denostado por los organizadores por connivente con Maduro– y el citado Faría es parte del consejo asesor de ArCo, donde no sabemos si aplica los mismos métodos cancelatorios. Su mensaje concluía con un condescendiente: “Cerremos el capítulo de forma elegante y silenciosa”. Pero, decía Camus: “Todo lo que degrada la cultura acorta los caminos hacia la servidumbre”. Así que, de silencio, nada.
En la contenida a la vez que contundente y seductora última película de Almodóvar, el personaje terminal que interpreta Tilda Swinton dice: “He quedado reducida a una pequeña parte de mí”. Lo mismo que la enfermedad o la proximidad de la muerte son elementos naturales de disminución vital, existen armas sociales para provocar aislamiento y silencio, para reducir al disidente. La cancelación y la censura entre ellas. Escarmiento y ejemplo intimidatorio a la vez. Pienso en Pablo Hasel, que lo vive y lo sufre desde hace años, y también pienso en que nos puede pasar a cualquiera. En una de las entrevistas promocionales de La Habitación de al lado, Pedro Almodóvar afirma: “Si no hubiera podido hacer cine sería la persona más desgraciada del universo. No entiendo otra vida que la que llevo, escribiendo y rodando cine. Mi vida no tiene sentido sin el cine. Incluso cuando se acaben las ideas, seguiré rodando, porque no concibo la otra posibilidad: el vacío”. Es decir, la posibilidad de quedar reducido a silencio.
Imaginemos, por un momento, que, tras su primer largo, Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980), la intransigencia de la censura hubiera cercenado la posterior proyección creativa del director manchego, abocándole a la nada y privando a este país, no solo de una ristra de brillantes películas sino de una influyente toma de posiciones éticas y estéticas. Imaginemos, por un momento, que cuando Alaska se meaba encima de Eva Siva, en vez de mostrarnos tanto presente que parecía futuro, hubiera mirado al pasado, con reivindicación. Quizás otra transición sin silencio ni olvido hubiera sido posible. O no. Solo estamos imaginando. Es más, imaginemos que, en 1980, Pedro Almodóvar en vez de Pepi... hubiera rodado Rocío, el documental que sí rodó Fernando Ruiz Vergara ese mismo año y que incluye las imágenes más impactantes y descarnadas de la romería almonteña; en tiempos, además, en los que el festejo transitaba desde elemento configurador de pueblo hacia el espectáculo más banal, aspiracionista y ultraconservador. Un documental que, trascendiendo la dimensión festiva y social, se atrevió a desvelar la represión franquista en Almonte, señalando con nombres propios a los ejecutores de dicha represión, y a visibilizar las relaciones de connivencia y complicidad entre el poder religioso, político y económico. Situación trasladable a muchos otros lugares de Andalucía y Extremadura. Cada pueblo sometido tuvo su propio josemariareales.
La película documental Rocío fue secuestrada y censurada en 1981 y el director fue sentenciado al ostracismo
Esa condena al silencio que imaginamos, esa vida sin sentido, esa posibilidad de ser “la persona más desgraciada del universo” la vivió Ruiz Vergara en carne propia. El documental Rocío fue secuestrado y censurado en 1981 y el director fue sentenciado al ostracismo, al exilio, a la reducción a una pequeña parte de sí mismo. Rocío fue su única película. ¿Se imaginan que Mujeres al borde de un ataque de nervios, Volver o Todo sobre mi madre se hubieran quedado en proyectos acumulados en cajones como ideas inconclusas? ¿Se imaginan a Almodóvar sin haber podido rodar nunca más? Pueden hacerlo. Hace varias semanas se estrenó dentro de la Seminci de Valladolid, Caja de Resistencia, un documental de Concha Barquero y Alejandro Alvarado en el que entrevistan a Fernando Ruiz Vergara durante su exilio portugués y en el que desvelan algunos de esos proyectos fallidos que el director onubense, un adelantado a la ley de memoria democrática, nunca pudo llevar a cabo.
Caja de Resistencia nos muestra un catálogo de sueños dormidos, una proyección de vida recortada y un triunfo del poder de clases. Esos son los tres protagonistas. Por un lado, el material de los proyectos acumulados: documentación, anotaciones, bocetos de guiones, cintas grabadas e inconexas, ideas sobre la minería portuguesa, sobre la Revolución de los Claveles, sobre la campaña de Otelo Saraiva de Carvalho, sobre el incipiente andalucismo de los setenta o sobre el paso del cooperativismo al poder inmobiliario, vislumbrando ya los problemas actuales de vivienda. El andamiaje de lo nonato, objetos de trastero. Por otro, el propio Fernando Ruiz Vergara: una personalidad dañada, periférica, contracultural, con conciencia de clase, emigrante al norte de Europa, autodidacta e inconsciente hasta el punto de no entender el porqué de su asesinato creativo. En un programa de Canal Sur de 1995, podemos ver a un desnortado Vergara, perdido en una impostada deriva idiomática tras tantos años en Portugal y que sigue sin comprender qué fue eso tan malo que hizo. Y, por último, el poder cancelatorio de un silencio tácitamente pactado, que hizo tabula rasa sobre los represaliados y que anulaba a quien se atreviera a hablar de ello, postergando hasta hoy mismo el enfrentarnos a nuestras vergüenzas. Director y directora de Caja de Resistencia abordan actitudes del pasado que, de manera valiente, nos encaran con cuestiones muy presentes, a la vez que llevan a cabo un ejercicio de reparación y de justicia histórica, sacando del olvido a Ruiz Vergara y del cajón a sus proyectos Como dice el, por fortuna, nunca silenciado Almodóvar: “Hagamos lo posible para que las grandes tragedias, el dolor cotidiano, la mentira, la falta de empatía y la injusticia social pertenezcan a la ficción y que la vida real transcurra de un modo justo”. Y sin silencios.
Comienzo con una anécdota personal, sin gravedad alguna. Se lleva a cabo actualmente, en Sevilla, una muestra llamada Avedoñana. Fui invitado a participar en la misma con un texto inicial de sala y uno posterior, más extenso, para un catálogo. Tras conversar con los artistas participantes y su entorno y...
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Paco Cano
Mis ciudades: Cádiz, Madrid, NY, Washington DC y, ahora, Barcelona. Mis territorios: las políticas culturales, la articulación ciudadana, los cuidados y el común.
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