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Leo con entusiasmo Quiero y no puedo: una historia de los pijos de España, de Raquel Peláez (Ponferrada, 1978) y me sonrojo. Paso un poco de vergüenza, la emoción viene de contemplarse en un espejito y ver que siempre estuvo roto. Durante más de quince años, estudié en un colegio de curas de una congregación religiosa, iba a las discotecas light de moda de mi ciudad y me vestía no tanto como quería, sino como quería querer vestirme, no sé si se comprende. Y nunca llegaba. Jamás llegué a ser más que una cosa rara vestida con alguna prenda de marca comprada en un outlet de la periferia. Asistir cada fin de semana al centro comercial era al comienzo de la segunda década de los dos mil una religión y lucir El Niño o Roxy algo crucial. También estuve décadas alisándome el pelo, pero eso es otra historia. Este ensayo de Peláez publicado ahora en Blackie Books reproduce esa cultura emulada que nunca fue nuestra, para muchos de nosotros, pese a que alguna vez creímos participar de ella.
El pijo como tribu urbana, ¿mito o realidad?
Los pijos canónicos de los años ochenta, los que iban al VIPS de Velázquez o al Pokins de Barcelona fueron a veces etiquetados como tribu urbana porque tenían una estética tan definida y otros rasgos externos (como la forma de hablar, por ejemplo, o los lugares de reunión) que los asimilaban a las tribus, sin embargo había una diferencia esencial con ellas y es que mientras las tribus se expresaban a través de la cultura marginal (por eso decimos que eran “subculturas”), los pijos estaban plenamente integrados en el mainstream. De hecho, durante un tiempo, si eras joven y vestías más o menos convencional el riesgo de que te acabaran etiquetando como “pijo” era alto. Las clases altas son por definición gregarias, ya que hablamos de círculos pequeños en los que la costumbre y la tradición son muy importantes para mantener todos los capitales (social, cultural y pecuniario) bajo control. Si aceptamos que pijo es quien intenta parecer de clase superior y adinerada (pertenezca a esa clase o no) y a su vez aceptamos que las clases superiores responden, por lo general, a estilos de vida burgueses donde la familia es elemento central y los rituales tradicionales parte muy importante de sus estilos de vida pues el gregarismo es una consecuencia natural. No es casualidad que “las pandis” y “los amigos” sean tan importantes para los pijos: los círculos estables y de mucha confianza también son instrumentos para perpetuar los capitales.
¿Tiene el pijo carácter, personalidad?
Depende. Si con pijo nos referimos a una persona burguesa de clase media o media alta con aspiraciones, no es un atributo especialmente bien visto el del carácter muy definido o la personalidad explosiva. Eso es más bien lo que en el libro denomino “pijilocos”, que son las ovejas negras de familias con grandes fortunas o gran abolengo. Por ejemplo, Froilán es el típico ejemplo de “pijo con carácter” al que se le ríen las gracias por su posición social.
También leemos que hay aplicaciones que pertenecen al circuito “quiero-y-no-puedo”, como Windguru. ¿Cómo debe interpretar esto el usuario medio?¿Se puede, desde el sector tecnológico, expulsar a las clases medias-bajas y de qué forma? Pienso también en cómo vendemos nuestro espíritu por conseguir y mantener un iPhone en lugar de otro teléfono de cualquier otra marca más accesible.
En el libro meto Windguru no como una expresión del quiero y no puedo sino todo lo contrario: es la previsión meteorológica que recomiendan y usan las personas que tienen velero. Es un hecho esto que digo, no una fantasía ni una proyección, como quizá sí lo pueden ser unos zapatos de Loro Piana, que uno se compra para expresar cosas que igual uno no es. El sector tecnológico por supuesto que expulsa a las clases medias y bajas en la medida en que cada vez más privatiza lo que antes era espacio público cibernético mediante apps (el atroz desguace que está haciendo Elon Musk de Twitter es buen ejemplo). No creo, sin embargo, que esto esté ahora mismo estrechamente relacionado con lo pijo. Quizá la relación más obvia es que muchos jóvenes con aspiraciones de ascenso social se han refugiado en las start-ups para soñar con ser empresarios y con suerte, millonarios.
El hípster llega en el momento en el que se está produciendo el declive total de las tribus urbanas
¿Por qué la llegada del hípster amenaza la hegemonía del pijo?
El hípster llega en el momento en el que se está produciendo el declive total de las tribus urbanas porque las empresas de fast-fashion y las industrias culturales de la nueva era digital han conseguido deglutir totalmente las subculturas e integrarlas en su rueda. Aparece también cuando está a punto de derrumbarse el sistema financiero internacional por la crisis de crédito y los jóvenes comprenden que ya no pueden presumir ni soñar con el capital pecuniario/patrimonial al que aspiraban sus padres, pero sí de un capital cultural con el que crean guetos simbólicos, sociedades digamos “pijas” en lo cultural/social. El hípster aún arrastraba la tradición underground en la que ser rico, guapo, pulcro, estupendo, de buena familia etc. estaba mal visto porque eso era lo contrario a lo subcultural. Cuando estalló la burbuja y se vio que con el capital cultural no se pueden comprar pisos, pagar minutas ni comprar cestas de la compra la decepción fue absoluta y el camino hípster se bifurcó en apocalípticos (“rojipardos”: muy formados, muy cultos y muy críticos con cualquier manifestación identitaria, puesto que habían salido escaldados de una) e integrados (muchos influencers culturetas de los que triunfan hoy en día son los hípsters a los que, digamos, les fue bien).
“El imperio contraataca”, de los Nikis. En mi época era la canción estrella de una sala mítica en Madrid, Elite, en Chamartín. Ya en aquel momento, 2006, la letra de esa canción se cantaba a grito pelado de manera no irónica. ¿Cómo entenderla desde hoy?
He entrevistado en varias ocasiones a Joaquín Nikis y él jura y perjura que no se escribió con ánimo neocolonial ni imperialista, sino desde la pura ironía, haciendo una sátira de los libros de historia que manejaban en la EGB. En la actualidad, en el contexto de guerra cultural que vivimos con el asunto de la Leyenda Negra, la verdad que parece una canción hecha de encargo. Yo creo a Joaquín, pero no hay duda de que es un himno perfecto para los jóvenes de ultraderecha que andan por la vida con esas gorras en las que se lee el año de la conquista de América.
¿Qué nivel de chifladura alcanza el hecho de que José Banús, el constructor más influyente del Régimen, y personificación del puerto más famoso de España, fuese, sin embargo, el constructor del barrio del Pilar, en Madrid?
Realmente es muy habitual que los grandes mangantes que construyen obras faraónicas para las clases altas hayan conseguido su dinero primero explotando a las bajas, pero desde luego, en este caso, el nivel de poesía es máximo sobre todo porque cada una de las obras de Banús marca de forma perfecta el pistoletazo de salida desarrollista y la llegada a la línea de meta.
El “marquismo” no tiene nada que ver con la moda
¿Cómo explicaría el “marquismo” a alguien a quien no le interesa la moda en absoluto?
El “marquismo” no tiene nada que ver con la moda, aunque la moda sea un vehículo perfecto para las marcas. De hecho, y ya que menciono la palabra vehículo, en los automóviles se da el fenómeno del “marquismo” también. Es fácil de explicar: se asocia prestigio y estatus a un símbolo, se le pone un alto precio a dicho símbolo y la gente que quiere parecer prestigiosa y de clase alta paga el precio y luego luce el símbolo para que todo el mundo lo sepa.
¿En qué escenario podría darse el feminismo en lo pijo? Teniendo en cuenta que venimos del “feliz discurso familiarista y radicalmente heteronormativo de la primera socialdemocracia”.
Las mujeres que pertenecen a las clases altas y las de clases medias altas con grandes aspiraciones muchas veces están muy constreñidas y limitadas por los roles que los ambientes en los que se mueven les imponen. En esos ambientes a menudo se hace un uso espurio del concepto “feminismo”. Ya Eulalia de Borbón, hija de Isabel II, fue “feminista” a su manera cuando dijo que no era tarea digna de una mujer la de los quehaceres domésticos ni la cocina. Ella relegaba esas tareas al servicio, por supuesto, compuesto también por mujeres, aunque no las considerase ni personas.
¿De qué manera el pijo participa de la industria cultural?
En el libro hay un capítulo destinado a la Gauche Divine barcelonesa que uso como excusa para explicar bien cómo la disidencia se convirtió en una forma de capital cultural y dicho capital en un símbolo de sofisticación deseable. Eso fue una gran novedad en la España franquista, donde los niños bien eran hijos de industriales que no meaban fuera del tiesto y se dedicaban a profesiones de provecho. Cuando un miembro de las clases altas participa en la industria cultural suele ser o porque reniega de su capital pecuniario o porque ha comprendido que la cultura es el vehículo político y de disuasión más eficaz.
Ahora que vuelve Dani Martín, ¿podemos considerar a su banda, El Canto del Loco, la línea de flotación del Estado del Bienestar para los dos mil, tal y como lo fueron Hombres G en su momento? En Quiero y no puedo se lee: “El hábitat natural de las chicas de colegios de curas eran las discotecas cuyos porteros hacían uso del derecho de admisión caza vez que algún cliente aparecía vestido con zapatillas de deporte”, y no puedo dejar de pensar en la canción Zapatillas.
Sus letras beben de la educación sentimental de las chicas coetáneas a ellos. No sé si es correcta la expresión línea de flotación. ¿Representantes? Yo diría que de alguna forma representaban el zeitgeist de la clase media del momento.
Si la exaltación del rubio está politizada, ¿cómo interpretar el pelo liso?
Lo del pelo depende muchísimo del contexto cultural. En España la población negra, si no me equivoco, es del 3%; por lo tanto, el pelo liso no tiene la importancia o significado que tiene en países con enorme masa crítica negra, como Estados Unidos, donde el racismo interiorizado lleva a la mayoría de las mujeres negras a alisarse el pelo de forma sistemática a lo largo de su vida porque para ellas el pelo liso es símbolo de estatus.
La paz mental del acceso sin obstáculos a la vivienda por parte del pijo prototípico, ¿es una paz real o aspiracional?
Es una paz real: si tienes una casa en propiedad pagada y eso significa que no tienes que estar preocupado por el alquiler ahí no hay nada aspiracional. Solo un hecho.
En el libro se describen varias “máquinas perfectas de emulación pecuniaria”, es decir, ficciones de estatus, como la ropa de Inditex. ¿Qué es lo que Inditex ofrece, en este sentido, que no ofrezcan otras empresas del sector?
Una capacidad de copia de las firmas más prestigiosas muy rápida y refinada y una legitimidad tácita por parte de las firmas “copiadas” que dan acceso a menudo a sus desfiles a Marta Ortega, la presidenta del grupo. Las firmas de lujo son las primeras que saben que para que las clases medias deseen sus productos fervientemente y ahorren para comprarlos tienen que existir escalones intermedios y bajos que les copien y mantengan la máquina al ralentí.
Leo con entusiasmo Quiero y no puedo: una historia de los pijos de España, de Raquel Peláez (Ponferrada, 1978) y me sonrojo. Paso un poco de vergüenza, la emoción viene de contemplarse en un espejito y ver que siempre estuvo roto. Durante más de quince años, estudié en un colegio de curas de una...
Autora >
Andrea Toribio
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