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Esta pieza forma parte del libro CTXT, una utopía en marcha, en el que sesenta y siete firmas hablan sobre los primeros diez años de funcionamiento de la revista y su contexto político. Se puede comprar aquí.
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El humo de los cigarrillos y los acogedores saludos me recibieron cuando entré a la oficina de CTXT en Chamartín en abril de 2018. Por mi experiencia en EEUU, sabía en qué consistirían las prácticas. Estaría allí sentada en un segundo plano, realizando tareas insignificantes y tratando de parecer ocupada frente al ordenador, vestida con ropa profesional. Luego regresaría a casa y seguiría con mi vida.
Los 23 son una edad extraña. Había llegado a Madrid desde Nueva York unos meses antes para aprender español y tratar de entender qué quería hacer con mi vida. Era la primera vez que vivía sola, lejos de mi familia y del ambiente sobreprotector de mi universidad de artes liberales estadounidense. Sabía que se suponía que debía comportarme como una adulta, pero realmente no sabía qué significaba eso. Ni siquiera sabía qué quería hacer ni en qué era buena o mala.
Sabía que quería trabajar en algo que tuviera relación con el mundo, que fuera político y relevante. Pero el periodismo me parecía un trabajo fuera de mi alcance. Le escribí una carta a Miguel, el “estimado Señor Mora”. Dijo que podía incorporarme como becaria para ayudar a planificar las Jornadas Feministas de CTXT, que se iban a celebrar en Zaragoza en noviembre.
Al principio, no parecía que pudiera encajar en CTXT, entre tanto periodista brillante y elegante. Admiraba el meticuloso proceso de edición de Miguel, Mónica, Vanesa y Adriana, su cuidado con el lenguaje y su forma de responder a los acontecimientos políticos en desarrollo, desde las protestas en Cataluña hasta las historias que marcan la agenda social. Pero muy pronto, la oficina se convirtió en una comunidad para mí, así como un lugar que ha definido mi vida desde entonces.
Durante los siguientes meses, me vestí con una aproximación de business casual para ir cada día a mi nuevo trabajo. Mi tarea asignada consistía en reservar los hoteles, viajes y alojamientos para docenas de ponentes en Zaragoza. Cometí errores de forma regular: reservaba vuelos el día equivocado, billetes de tren al lugar incorrecto y enviaba correos electrónicos a personas confundidas.
Pero Miguel, Mónica y Vanesa tuvieron paciencia. No mejoré mucho en el trabajo para el que me habían contratado, pero a través de ellos y del resto del equipo de CTXT, aprendí cómo podría ser realmente periodista: con persistencia, creatividad y meticulosidad –incluso terquedad.
Una mañana acompañé a Willy Veleta al desfile del 12 de octubre, donde aún me siento orgullosa de haber sido llamada “yankee de mierda”. Acompañé a Willy a una exhumación, donde una testigo anciana recordó cómo, 80 años antes, había visto a su abuelo desaparecer a manos de las fuerzas franquistas. Quería compartir, de alguna manera, las injusticias que estaba observando, así que escribí mis primeros artículos. Miguel y Mónica me hicieron entrevistar a algunas de las ponentes de la conferencia, las primeras entrevistas que había hecho en mi vida. En el semicaos de Zaragoza, mientras los verdaderos adultos permanecían tranquilos (creo que tomaban Lexatín), yo disfruté mucho sintiéndome importante y necesaria.
CTXT se convirtió en mi primer hogar fuera del mío. Por las mañanas, iba con Vanesa y Adriana al gimnasio antes de trabajar. Su joven y fornido entrenador era una celebridad entre las damas de Chamartín –y las de CTXT–. Por la noche, quedaba con Adriana y sus amigos para salir. Y casi cada día comía un pincho de tortilla con coca-cola.
Aún estaba juntando las piezas de lo que significaba ser adulta. Llegué a Zaragoza con una maleta llena de ropa húmeda, lavada a toda prisa y sin secar. Mi pretensión de profesionalismo se desvaneció después de la conferencia, ya que había bebido un poco demasiado con nuestras queridas ponentes. Pero por primera vez, sentí que pertenecía y que era bienvenida entre estas personas a las que tanto admiraba.
En CTXT, el periodismo se volvió accesible. Por primera vez, aprendí que era posible estar en el mundo manteniendo el compromiso con mis ideas políticas y la integridad intelectual. No sería la adulta ni la periodista que soy hoy sin la generosidad, el cuidado y los consejos de mis colegas de CTXT.
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La joven neoyorquina Anna Oakes fue becaria en CTXT durante 2018.
Esta pieza forma parte del libro CTXT, una utopía en marcha, en el que sesenta y siete firmas hablan sobre los primeros diez años de funcionamiento de la revista y su contexto político. Se puede comprar aquí.
...Autora >
Anna Oakes
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