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ANTONIO TURIEL / DOCTOR EN FÍSICA TEÓRICA

“Si no apuestas por el decrecimiento, tendrás empobrecimiento”

Diego Delgado 6/12/2024

<p>Antonio Turiel. / <strong>Cedida por Ediciones Destino</strong></p>

Antonio Turiel. / Cedida por Ediciones Destino

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La necesidad urgente de adoptar un modelo de producción y consumo decrecentista no tiene nada que ver con ideologías: es una cuestión de pura lógica. A nivel técnico, con los datos en la mano y solo atendiendo a lo tangible, no existe alternativa viable. Esta es la tesis de Antonio Turiel, doctor en Física Teórica y una de los mayores referentes en el ámbito de la crisis ecológica en España, en su último libro, El futuro de Europa (Destino, 2024).

En él, ofrece una detallada explicación de todos los límites planetarios que estamos excediendo –o ya hemos excedido– merced al engaño del crecimiento infinito. Y lo hace para sentar las bases de una propuesta firme que exige reducir nuestra dependencia de la electricidad, reindustrializar Europa y apostar por unas escalas de producción locales y ligadas a las necesidades más acuciantes. Y por decrecer, claro.

El futuro de Europa es un libro eminentemente técnico, en el que intenta huir de lo ideológico de forma explícita y se aleja de la postura anticapitalista que tanto rechazo genera. ¿Cree que la discusión técnica es la mejor vía hacia la superación del modelo de crecimiento infinito?

Creo que es necesario introducir el elemento técnico

No, no creo que sea la mejor vía, pero creo que es necesario introducir el elemento técnico. El problema es que, generalmente, las discusiones discurren en el plano ideológico, que es algo legítimo, pero al final acaba en una confrontación de preferencias ideológicas. Y yo creo que es importante decir “bueno, es que la propuesta que está en la otra parte no es viable técnicamente”, porque entonces ya puedes avanzar en la discusión. Si no, nos quedamos empantanados en el mismo sitio.

En realidad, quienes politizan el decrecimiento son precisamente los baluartes del ultracapitalismo, que utilizan el fantasma del comunismo o el extremismo con quien cuestione mínimamente el modelo. ¿Lo hacen porque en lo técnico no tienen forma de justificar el mantenimiento de este capitalismo?

Para mí está claro, porque yo todavía tengo que encontrarme a alguien que me haga una crítica fundada de los argumentos que doy. No hay una posible contestación técnica. Hay detalles, hay cuestiones discutibles, pero nunca llegan a eso. Es un rechazo sumario. Se van por la vía ideológica, en la que se sienten mucho más cómodos, y ya está.

El caso es que seguimos sin asumir que necesitamos un cambio de modelo a pesar de que las consecuencias de la crisis ecológica ya están impactando en el norte global. Como nuestra calidad de vida se resiente profundamente y la clase política no se atreve a reconocer el origen real del problema, surge un caldo de cultivo perfecto para la llegada de ideologías antidemocráticas que aseguran tener soluciones muy sencillas y llamativas para problemas tan complejos como este. Lo que ha ocurrido con la dana en Valencia es un buen ejemplo.

Efectivamente. O sea, esto a mí me ha preocupado mucho porque justamente además alimenta todo un discurso absurdo que es el tema de las presas, o incluso las armas de manipulación climática y todo tipo de chorradas, básicamente para distraer la atención del problema de fondo: este tipo de fenómenos van a ser cada vez más intensos y más recurrentes.

Aquí ha habido una gestión pésima del territorio y de la emergencia. Eso es evidente. Pero al final estás soslayando la cuestión de fondo, que es que esto va a volver a pasar. De hecho, estuvo a punto de volver a pasar quince días después y la suerte hizo que lloviera en el mar. Porque si hubiera llegado 20 kilómetros más adentro, con todos los coches ahí taponando y toda la mierda que había, habría sido un desastre, incluso con menos precipitación.

Es bastante preocupante. Aunque yo creo que sí ha aumentado la conciencia de los riesgos del cambio climático en la opinión pública española, evidentemente la maquinaria de propaganda de la ultraderecha y de la derecha clásica, que también es bastante ultra, se ha puesto en marcha a toda velocidad. Y esto es grave, porque era un buen momento para hacer pedagogía. Yo creo que el Gobierno de España no ha sido lo suficientemente inteligente o atrevido para hacer lo que había que haber hecho en este caso.

La sensación es que las ultraderechas han aprovechado la oportunidad para esparcir su odio, mientras que desde el espectro progresista no se ha hecho ni dicho nada que explique por qué la dana es relevante. ¿Cuál es el miedo?

Yo no lo tengo muy claro. Creo que tienen miedo a la derecha en general, pero también a que si tú haces un discurso muy fundamentado en esa dirección, de repente la gente te va a empezar a exigir que seas consecuente con lo que dices en otras áreas. Y en el fondo hay un componente de hipocresía, no nos engañemos. Sí, hablan de ello y saben que es importante, pero no quieren avanzar demasiado para no poner en peligro su relación con los dueños del dinero. Y esto, en este momento, es lo peor, porque ellos tienen la maquinaria en marcha.

En 1987 se firmó el Protocolo de Montreal en respuesta a lo que popularmente se dio a conocer como “el agujero de la capa de ozono”, con un resultado relativamente exitoso. Hoy parece imposible que exista un acuerdo similar para combatir la crisis ecológica. ¿Qué podemos aprender de aquello a nivel social, político y mediático?

Hay una cosa que se veía muy clara, y es que se incrementaba enormemente la incidencia de los cánceres de piel. Pero en aquel caso, yo creo que la razón fundamental por la que funcionó tan bien es porque creaba una oportunidad de negocio, porque había que hacer todo el reemplazamiento de los gases de refrigeración. Entonces no interfería con el normal funcionamiento del capitalismo.

Combatir la crisis climática o la crisis de pérdida de biodiversidad implica tomar medidas que sí son contraproducentes para el crecimiento económico. Creo que es una cosa fundamental por la que no se hace nada.

En cambio, lo que tenemos es un modelo que llama “transición Renovable Eléctrica Industrial (REI)” y que presenta en el libro como un riego de dinero público a empresas privadas para que propongan proyectos, lo que provoca burbujas especulativas. Pero al abrigo discursivo de la energía limpia.

Ha habido una apropiación del discurso ecologista de siempre que pide energías renovables

Ha habido una apropiación del discurso ecologista de siempre que pide energías renovables. El turbocapitalismo lo ha cogido y le ha metido esteroides: “Si queréis esto, pues vamos a toda velocidad”, sin ver si realmente responde a los problemas ni atender a las consecuencias indeseadas de esta tecnología, que las hay, cosa que los ecologistas, en su momento, no podían prever porque ni se había hecho a gran escala ni era la idea era hacerlo así.

Y, claro, ahora de repente te encuentras atrapado en que tú defendías algo que no funciona. Yo he hablado con gente un poco más sensata en el mundo ecologista que defendía las renovables y el coche eléctrico y no sé qué, pero ahora han visto lo que supone y han modificado su discurso. El problema es que ahora es complicado ante la opinión pública decir que nos equivocamos. Pero, mira, errar es de humanos y rectificar es de sabios.

Uno de los puntos más llamativos del libro es el abordaje del problema de dependencia que tenemos con la electricidad. Precisamente, dibuja una posible sociedad postelectricidad en la que debemos imaginar, o más bien recuperar, tecnologías más cercanas a lo mecánico. ¿Cómo explicaría esto a alguien que ni siquiera se ha planteado que la electricidad pueda ser un bien escaso?

Pues es muy difícil, porque además el discurso dominante es que debemos producir electricidad porque es guay y limpia. Es moderna. Permite hacer cosas como internet y ordenadores. Es muy difícil, porque todo lo otro, que suena más mecánico, tradicional, nos parece anticuado. Esta es la imagen que hay.

El primer paso es hacer comprender que, de hecho, el consumo de electricidad ya está cayendo. Que la electrificación es una quimera. No se está consiguiendo hacer una sustitución de los consumos no eléctricos de la energía por usos eléctricos. Y que además hay un problema de dependencia de materiales y otros problemas técnicos. Es decir, esto no funciona y tenemos una necesidad de hacer el cambio ya.

Debemos buscar alternativas. De momento vamos a ir probando con esto que parece tan rudimentario, vamos a intentar suplir ciertas cosas que ahora mismo no podemos suplir. Vamos a partir de cosas ya conocidas, que sabemos que funcionan, y a partir de aquí intentaremos evolucionar.

Y aquí entra en juego la propuesta más firme del libro: necesitamos reindustrializar Europa, pero no de cualquier manera. ¿Cómo construimos una Europa postelectricidad?

Bueno, yo creo que hay varios aspectos que son troncales. Uno es el del transporte. De hecho, no es postelectricidad; por ejemplo, el transporte tiene que ser sobre todo ferrocarril eléctrico. En el caso del transporte marítimo se pueden utilizar más barcos de vela, y luego, a nivel de producción, hay que centrarse en materiales de proximidad y adecuados para hacer las cosas que necesitamos. Ahí hay varios retos muy complicados que hay que abordar con tiempo. Uno es el de la microelectrónica, que actualmente es completamente insostenible, y de hecho ya parece que hemos pasado los picos de producción de chips, de memorias, de ordenadores, de móviles… Estamos llegando a un problema de inviabilidad del modelo en sí y lo que hay que hacer es priorizar sistemas de cómputo y de control que son importantes en nuestra sociedad, desde la previsión meteorológica al control de la calidad del agua.

Hay que hacer una reducción de la escala de consumo

Al final el objetivo es poder garantizar una producción de los bienes indispensables y no más. Hay que hacer una reducción de la escala de consumo, porque energía y material se van a volver mucho más escasos, para satisfacer las necesidades reales de la población; y no las actuales, que están infladas en un modelo hiperconsumista únicamente para aumentar el capital.

Esta reducción de escala requerirá renuncias y esfuerzos. ¿Cómo abordamos esto para que la gente lo vea como algo aceptable?

Tenemos que hacer entender que la alternativa va a fracasar. Por desgracia, es muy difícil hacer un discurso positivo porque a ti te están vendiendo una tecnofantasía de luz y color que es muy atractiva. Otra cosa es que sea falsa. Eso no va a llegar, y esperar a que llegue hace que las cosas estén peor: gentrificación, inflación, precariedad en el empleo, etc… y todo esto lo aprovecha la ultraderecha.

Yo creo que lo que hay que poner en evidencia es que lo de ahora no funciona. No estamos viendo las calles llenas de coches eléctricos, el hidrógeno verde tiene un uso de nicho… Lo que hay que hacer es proponer algo que empiece a funcionar ya, porque mientras tanto lo que sí está pasando es que nos estamos empobreciendo; no estamos decreciendo, nos estamos empobreciendo.

Últimamente se ha escrito mucho sobre turismo, pero en El futuro de Europa se ofrece un enfoque diferente y muy interesante: se habla de la turistificación como paradigma de la “degradación por crecimiento”. Y de que el turismo tal y como lo conocemos va a dejar de ser viable en pocos años.

Para mí el ejemplo del turismo es muy bueno, porque de hecho es una situación en la que se ve que empiezan a ser más graves las externalidades que lo que se supone que es el beneficio. Buscar solamente el crecimiento económico acaba causando destrucción económica. ¿Cuánto crecerá el PIB de Valencia este año? Esto es un buen ejemplo de que, realmente, intentar conseguir el crecimiento a toda costa te lleva a la destrucción.

En el libro se puede ver que hay muchos efectos en cadena que nos irán alejando del crecimiento infinito si se toman ciertas decisiones. Por ejemplo, terminar con la hipermovilidad permitirá disponer de más espacio en los municipios, además de que se podrán extraer materiales de antiguos coches, de señales de tráfico, de farolas, de semáforos… que habrán caído en desuso. ¿Solo necesitamos empujar la primera pieza para que se produzca el efecto dominó?

Yo creo que hace falta más. Hace falta que la sociedad en su conjunto entienda la necesidad de hacer el cambio. Cuando estemos en marcha vamos a empezar a ver los beneficios en cascada. Pero yo creo que tiene que haber una gran voluntad política de la ciudadanía. Habrá resistencias, pero a medida que se vaya avanzando se producirá este efecto que dices: se empezarán a ver los beneficios y eso hará que coja más fuerza. Pero hace falta un gran impulso inicial, sobre todo porque tienes que contrarrestar una narrativa muy negativa en contra. Ahora se hace un gran esfuerzo por intentar identificar decrecimiento con empobrecimiento, pero es al revés: si no apuestas por el decrecimiento, entonces sí que tendrás empobrecimiento.

La necesidad urgente de adoptar un modelo de producción y consumo decrecentista no tiene nada que ver con ideologías: es una cuestión de pura lógica. A nivel técnico, con los datos en la mano y solo atendiendo a lo tangible, no existe alternativa viable. Esta es la tesis de Antonio Turiel, doctor en Física...

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Autor >

Diego Delgado

Entre Guadalajara y un pueblito de la Cuenca vaciada. Estudió Periodismo y Antropología, forma parte de la redacción de CTXT y lee fantasía y ciencia ficción para entender mejor la realidad.

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1 comentario(s)

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  1. Marcos

    Habrá que leer el libro. Pero el problema es que la izquierda siempre propone soluciones "incómodas" o no es capaz de hacer ver el lado positivo.

    Hace 11 días

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