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Inteligencia artificial. / Mikemacmarketing
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El 70% de la población española teme que con la inteligencia artificial (IA) se pierdan más trabajos de los que se ganan, sin embargo, solo a un 35% le preocupa que su trabajo actual lo pueda hacer un robot o un programa de IA. Un 50% está convencido de que no es así. El resto no expresa una opinión al respecto. Cerca del 60% cree que la IA brindará nuevas oportunidades económicas, según un estudio reciente de José Luis Fernández-Martínez, de la Universidad de Málaga y Sara Pasadas del Amo de la Universidad de Córdoba, que han realizado una encuesta a más de 3.000 personas adultas.
Aunque, según el estudio, el 60% de la población española tiene una opinión favorable de la IA como concepto, cuando se les pregunta por su uso para situaciones concretas tienden a rechazarlo. Los investigadores preguntaron si preferían que una serie de decisiones las tomara un profesional experto siguiendo solamente su propio criterio o las recomendaciones de un sistema de IA. Solo en uno de los casos, el de la moderación de contenidos abusivos en redes sociales, las personas encuestadas prefirieron la participación de la IA. Para la conducción de un tren de alta velocidad, la concesión de préstamos hipotecarios y los diagnósticos médicos, prefirieron que el profesional se guiara únicamente por su criterio. A pesar del rechazo que suscita su participación en estos procesos, solo el 25% de los encuestados piensan que las máquinas nunca llegarán a realizarlos de forma independiente o que tardarán más de 50 años en hacerlo. Por ejemplo, el 40% opina que en un plazo máximo de cuatro años los algoritmos se ocuparán de la concesión de préstamos hipotecarios sin intervención humana.
El apoyo al uso de la IA o algoritmos para la toma de decisiones políticas también fue muy bajo. El 65% de los participantes mostraron su rechazo a la idea. Solo resultó aceptable su uso para tareas rutinarias y simples de la Administración pública.
Solo el 25% de los encuestados piensan que las máquinas nunca llegarán a realizarlos de forma independiente o que tardarán más de 50 años en hacerlo
Para la siguiente fase del estudio, los investigadores preguntaron quién debería tomar las decisiones políticas. Las personas encuestadas mostraron preferencia por el voto directo a través de referéndum. La segunda preferencia fue que se ocuparan de ello “personas expertas”. Los representantes políticos obtuvieron el mismo rechazo que los empresarios de éxito y el uso de algoritmos fue la opción más denostada.
Para profundizar en este ámbito, se realizó un experimento en el que varios grupos de participantes escogían diferentes propuestas de políticas públicas para elaborar un presupuesto participativo. Después, se seleccionaban las propuestas ganadoras mediante distintos procesos. En uno de los casos, la decisión la tomaba un algoritmo opaco; en otro, un algoritmo transparente y explicado; en un tercero, se decidía por voto mayoritario con una argumentación de las razones y en el cuarto, por voto mayoritario sin explicación alguna.
A continuación, se analizaba el grado de satisfacción de los participantes con la decisión final. Para sorpresa de los investigadores, la forma en que se tomó la decisión no tuvo ningún impacto significativo en la satisfacción con los resultados. El factor que determinaba la satisfacción era si había ganado la opción que la persona encuestada quería, independientemente de cómo se hubiera tomado la decisión y del grado de transparencia del proceso.
“El resultado esperado sería que mayores dosis de transparencia ‒una explicación de cuáles han sido los criterios empleados para tomar la decisión‒ mitigaran el efecto negativo entre aquellos participantes cuyas propuestas no han sido elegidas. En cambio, el resultado observado es que una mayor transparencia no solo no mitiga dicho efecto, sino que, en ocasiones, puede llegar a incrementar la insatisfacción con el proceso”, destacan.
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CTXT / Observatorio Social La Caixa
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