Promocionar la guerra
El renacimiento militar de Silicon Valley
Gaza y el regreso de Trump impulsan la colaboración en tecnología de vigilancia y de guerra controlada por IA entre la industria de defensa israelí, grandes empresas estadounidenses y fondos de capital riesgo
Sophia Goodfriend (+972 Magazine) 14/01/2025
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El 10 de diciembre, funcionarios del ejército israelí, fabricantes de armas e inversores de capital riesgo estadounidenses se reunieron en la Universidad de Tel Aviv para celebrar la primera Cumbre de Tecnología de Defensa de la historia. En el evento, que duraba dos días, figuraban debates sobre “El futuro del conflicto global”, “Los desafíos de [la Operación] Espadas de Hierro” (que es nombre que el ejército israelí le da a la guerra de Gaza), y “Explorar la innovación en tecnología de drones”. Representantes de Palantir, Sequoia Capital y Elbit compartían escenario con el director general del Ministerio de Defensa de Israel y el jefe de Lotem, la unidad del ejército dedicada a inteligencia artificial y big data.
Yo llegué el martes por la mañana temprano y me puse a la cola para recoger mi acreditación de entrada entre representantes de Google Cloud y soldados uniformados del Maf'at, la sección de investigación y desarrollo del ejército israelí. El evento estaba abarrotado de trabajadores del sector tecnológico, representantes militares e inversores estadounidenses deseosos de establecer contactos.
Oficialmente, se suponía que la Cumbre de Tecnología de Defensa iba a ser una exhibición de “las tecnologías y estrategias vanguardistas de Israel en lo que respecta a la seguridad global”, pero el evento tenía más un aire de celebración de la nueva e irrefrenable era de tecnomilitarización inaugurada por la reelección de Trump.
Se espera que las colaboraciones entre el ejército israelí y los inversores de capital riesgo y jefes de empresa estadounidenses se intensifiquen bajo la administración de Trump. El “espíritu de eficiencia gubernamental” que plantea Trump, supervisado por Elon Musk, aboga por proyectos conjuntos entre grandes contratistas de Defensa y empresas tecnológicas más pequeñas, especialmente en áreas como la inteligencia artificial y la guerra con drones. Según lo expresó Noam Perski, de Palantir, en su discurso del martes por la mañana, “lo que antes era la pandilla de expertos en tecnología, ahora es la pandilla de expertos en tecnología de defensa”.
Muchos de los partidarios estadounidenses del reajuste son defensores acérrimos de la estrategia militar de Israel en Gaza durante el último año. Citan el rápido salto de lo militar al sector de las start-up como un modelo para ser emulado –y un puñado de ellos viajaron a Ramat Aviv para la ocasión–.
Los inversores estadounidenses, con sus zapatos de piel, sus camisas de diseño y su botox, permanecían apartados de los tecnólogos israelíes, que lucían camisetas de Nike, vaqueros ajustados y bronceado excesivo. Pero el bufé del vestíbulo era un verdadero crisol. Generales de alto rango y guardias del servicio secreto recién salidos de la base charlaban con milmillonarios mientras se tomaban un capuchino. Todo el mundo estaba deseando hablar de inteligencia artificial, de inversiones astronómicamente ascendentes en industrias militares y de Elon Musk.
Entre las empresas más influyentes está Palantir, conocida por suministrar vigilancia controlada por IA y programas para localizar objetivos a EEUU e Israel
El optimismo que anima a esas industrias de guerra no se ve mitigado por la devastación continuada en Gaza, uno de los conflictos más letales para los civiles de la Historia reciente. Las acusaciones de crimenes de guerra ante el Tribunal Penal Internacional y de genocidio ante el Tribunal Internacional de Justicia han hecho poco para desalentar al gobierno de extrema derecha de Israel, y en las jornadas –igual que, a mayor escala, en el discurso público israelí– la línea oficial continuó inclinándose obstinadamente hacia la “victoria de los justos”. “Esta es una guerra entre el bien y el mal”, aportó Eyal Zamir, director general del Ministerio de Defensa de Israel. “Es una guerra entre la luz y la oscuridad, y pronto vamos a encender las velas de Hanukka”.
Es una narrativa que sonaría a estereotipo si no fuera porque resulta coherente con la visión del mundo maniquea que han adoptado los halcones de Silicon Valley, que ahora están ascendiendo en el escalafón del poder político en Estados Unidos. Entre las empresas más influyentes se encuentra Palantir, la compañía de software conocida por suministrar vigilancia controlada por inteligencia artificial y programas para localizar objetivos tanto a EEUU como a Israel.
“[A partir del 7 de octubre,] la demanda de nuestros productos se disparó de forma drástica. De pronto se abrieron todas las puertas”, le contó en noviembre el director general de Palantir Israel, Ayelet Gilan, a Forbes Israel. “Aquí se creó una rara oportunidad de colaboración, y nos las arreglamos para crear relaciones que llevaron a proyectos de coparticipación”.
La visión de futuro empresarial de Palantir la sintetizó su CEO Alex Karp en el Fórum de Defensa Ronald Reagan, que se celebró en Simi Valley, en California, solo unos días antes de la cumbre de Tel Aviv. “La gente quiere vivir en paz, quiere marcharse a su casa... no quiere escuchar vuestra ideología woke pagana”, exclamó. “Quieren saber que están a salvo, y estar a salvo implica que el otro tenga miedo: así es como se consigue que alguien esté a salvo”.
La cercana relación entre el ejército y el sector tecnológico es el sello distintivo de la marca de Israel como nación emprendedora
“Vuelve a haber buena onda con la tecnología de defensa”
No es ningún secreto que Silicon Valley empezó como un experimento del Departamento de Defensa de Estados Unidos, que produjo en grandes cantidades los ordenadores centrales y microprocesadores que guiaron las operaciones militares estadounidenses durante la Guerra Fría. Israel se convirtió muy rápido en sede de aquel campus industrial: IBM e Intel abrieron allí sus primeras oficinas en los años 70 del siglo pasado, y en las décadas sucesivas otros gigantes los fueron siguiendo.
La industria tecnológica israelí, hipotecada por un flujo entrante de dinero estadounidense desde finales del siglo XX, nunca ha ocultado su papel en la guerra regional y la ocupación palestina. De hecho, la cercana relación entre el ejército y el sector tecnológico es el sello distintivo de la marca de Israel como nación emprendedora.
Aun así, desde los años 90 las empresas tecnológicas estadounidenses han tendido a negar sus orígenes militares. En lugar de hablar de eso, se publicitaban como bastiones del progresismo: el eslogan de Google era literalmente “no ser malvados”. Aunque los contratos con el ejército eran habituales, los altos directivos se aseguraban de que se firmaran en secreto para evitar la ira de empleados que se habrían quejado ruidosamente de la aplicación militar de sus productos.
En eventos anteriores de la industria que he cubierto, empezando en 2019, fundadores y generales se desvivían por garantizar a su público que la supervisión algorítmica y la localización de objetivos por medio de drones ofrecían herramientas de guerra más precisas –y por tanto más humanitarias–. Era parte de una narrativa más amplia, impulsada por elementos más centristas del gobierno de Israel y por unas instituciones de seguridad históricamente liberales, la idea de que las tecnologías digitales y automatizadas ayudarían a minimizar el impacto de la guerra y la ocupación sobre las vidas de los civiles.
El gobierno de extrema derecha de Israel y la realeza de Silicon Valley se adhieren a la doctrina de seguridad de “la paz por la fuerza”
A lo largo de los últimos años, sin embargo, la tendencia ha ido cambiando poco a poco, tanto en Estados Unidos como en Israel. Hoy los fundadores de empresas tecnológicas estadounidenses se ven a sí mismos como a una nueva clase de guerreros que está reconstruyendo orgullosamente su país a imagen de la “nación guerrera” de Israel. El gobierno de ultraderecha de Israel y la realeza de Silicon Valley se adhieren a la doctrina de seguridad de “la paz por la fuerza”, promocionando exhibiciones de violencia letal como única forma de apuntalar la seguridad nacional –lo que Alex Karp, de Palantir, describe como “acojonar al enemigo”–.
En la Cumbre de Tecnología de Defensa de este año, no parecería que hubiera necesidad de apelar a leyes internacionales de derechos humanos ni a normas diplomáticas. Hamutal Meridor, antigua directora general de Palantir Israel, se lo explicó así a la audiencia: “Cuando yo estaba en Palantir, solían producirse manifestaciones en la puerta de nuestras oficinas”, recordó. “Pero por lo visto ahora todo el mundo piensa que vuelve a haber buena onda [con la tecnología de defensa]”.
Shaun Maguire, socio de capital de riesgo Sequoia Capital y defensor sin complejos de la estrategia militar de Israel en Gaza, ofreció a los asistentes una imagen igual de favorable del complejo industrial militar actual: “Hace tres años, si hablabas con la gente, te decían que eras una mala persona por trabajar para el ejército. Pero ahora la situación es más optimista –la psicología de todo el asunto está cambiando”–.
Una nueva época de colaboración
En 2024, Trump llevó en su programa electoral el aislacionismo del “America First”, oponiéndose a involucrarse en guerras lejanas. Pero para Palantir y para otras empresas tecnológicas ultranacionalistas que se agruparon en torno a su campaña, la guerra de Israel en Gaza hizo patente la importancia de invertir en tecnología militar.
Desde el 7 de octubre, las tropas de Israel han contado con todo un arsenal de armas mantenidas por gigantes de la tecnología estadounidenses
“La gente ve lo que está pasando en Ucrania o Israel... y dice: ‘Hombre, a mí me encantaría dedicarme a algo que vaya a tener una utilidad real para la humanidad’”, dijo Trae Stephens, cofundador de la empresa estadounidense de tecnología de defensa Anduril, en una entrevista con Wired en septiembre. Este mismo mes, Anduril y OpenAI han anunciado que van a colaborar para proveer al Departamento de Defensa de EE UU de sistemas de defensa controlados por inteligencia artificial, y hace poco Stephen tuvo una conversación con el equipo de transición de Trump sobre los planes para poner al día el sector militar estadounidense.
Desde el 7 de octubre, las tropas de Israel han contado con todo un arsenal de armas y sistemas de vigilancia –muchos de ellos manufacturados o mantenidos por gigantes de la tecnología estadounidenses como Palantir, Amazon, Google y Microsoft– en el implacable bombardeo de Gaza por tierra y aire que ese país está llevando a cabo y que ha matado a al menos 45.000 personas y ha dañado o destruido el 60 % de los edificios. Y, como revelaron los informes de +972, se han usado sistemas de localización de objetivos como Lavender y The Gospel para multiplicar las cifras de muertos en toda la Franja, a menudo en flagrante violación de las leyes internacionales.
Pero mientras esas tácticas no han logrado conseguir los objetivos de Israel en Gaza, la prolongada guerra –que el antiguo Jefe de Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa israelíes Moshe Ya'alon describió recientemente como digna de ser llamada “limpieza étnica”– ha reanimado las carteras financieras de los CEOs tecnológicos y los inversores de capital riesgo estadounidenses. Muchos de ellos continúan firmando nuevos acuerdos con el ejército israelí y bombeando dinero hacia el mercado de tecnología militar de ese país.
Hace unos días, un fondo de inversiones estadounidense compró la empresa israelí de software espía Paragon por más de quinientos millones de dólares, pese a los esfuerzos de la administración de Biden por frenar la venta de semejantes sistemas. Entre Estados Unidos e Israel habían surgido tensiones a raíz de que tecnologías de vigilancia similares vendidas por NSO Group, una empresa israelí de software espía, fueran relacionadas con violaciones de derechos humanos en todo el mundo. Pero quienes conocen la industria creen que la reelección de Trump marca una nueva época de colaboración, incluso para las empresas israelíes más polémicas.
“Los próximos cuatro años vamos a entrar en una época de colaboración mucho más fluida entre Israel y Estados Unidos y en una especie de visión más alineada de cómo tener seguridad en la región”, declaró Shaun Maguire, de Sequoia Capital, en el discurso que dio en la cumbre. Que Kamala Harris hubiera sido presidenta, añadió, “habría sido una pésima noticia para Israel”.
Lorne Abony, socio ejecutivo del fondo de inversiones Texas Ventures, y uno de los más pródigos patrocinadores de las empresas de tecnología militar israelíes desde que comenzó la guerra, lo explicó en términos más sencillos: “Los próximos años van a ser un renacimiento para Israel. Tenemos todas las fichas colocadas en el Departamento de Defensa [de Estados Unidos]”. La multitud aplaudió con fuerza.
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Sophia Goodfriend es una antropóloga que escribe sobre la guerra automatizada en Israel y Palestina. Actualmente asiste a un curso de investigación posdoctoral de la Iniciativa por Oriente Medio del Centro Belfer en la Harvard Kennedy School.
Twitter: @sopgood
Este artículo se publicó en inglés en +972 Magazine.
Traducción de Lola Díez.
El 10 de diciembre, funcionarios del ejército israelí, fabricantes de armas e inversores de capital riesgo estadounidenses se reunieron en la Universidad de Tel Aviv para celebrar la primera Cumbre de Tecnología de Defensa de la historia. En el evento, que duraba dos días, figuraban debates sobre “El futuro del...
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