
Los artistas Janet Jackson y Justin Timberlake durante su controvertida actuación el 1 de febrero de 2004 en la final de la Super Bowl. / Youtube
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El 1 de febrero de 2004, una teta revolucionó el mundo. Aquel día los New England Patriots y los Carolina Panthers jugaban la Super Bowl XXXVIII, una competición que en nuestro país es más famosa por el desmesurado consumo de cerveza y pollo frito durante la final y por el espectáculo musical del intermedio que por lo deportivo. Nadie sabe si ganaron los patriotas o las panteras, pero sí que en el intermedio Janet Jackson, la menor de la prolífica y turbia familia Jackson, interpretó una serie de temas propios que terminaron en una performance histórica. Un joven Justin Timberlake, en un gesto más insulso que sexy, arrancó de un tirón una de las copas del traje de la cantante para dejar su teta derecha al aire. Un pecho que no duró tres segundos en pantalla pero que dio mucho que hablar. Yo era muy pequeño, pero recuerdo que aquí no se hablaba tanto de la decencia como de si fue un destape voluntario o no, y que mi madre repetía una y otra vez que habían copiado a Sabrina Salerno –Rigoberta Bandini no fue tan transgresora, que no os engañen–.
En los puritanos EEUU la cosa fue muy distinta. 150 millones de espectadores gringos vieron un destape de tres segundos que hizo que la Liga Nacional de Fútbol Americano (NFL) excluyese a MTV, empresa responsable del espectáculo musical, de futuros intermedios; que la Comisión Federal de Comunicaciones multase a la CBS, cadena que emitía el partido, con 550.000 dólares por “actos indecentes” y que tanto CBS como MTV incluyeran a la artista en una lista negra por la cual fue cancelada durante años de radios y televisiones de todo el mundo. Justin Timberlake continuó con normalidad su carrera. Algunos, pocos, levantaron la voz sobre la censura y la libertad de expresión.
El 9 de febrero de este año, lo de la esvástica no sorprendió a nadie. Los Kansas City Chiefs y los Philadelphia Eagles jugaron la Super Bowl LIX –insisto en que esto no le interesa a nadie–. Lo que sí interesó a muchos fue la presencia de Donald Trump, invitado or Gayle Benson, propietaria de los New Orleans Saints y persona investigada por asesorar legalmente y encubrir varios casos de pedofilia de la Archidiócesis católica de Nueva Orleans. Hasta este año, ningún presidente de los EEUU había asistido al partido, principalmente por una cuestión de seguridad –el gasto público fue de unos 15 millones de dólares–. Algunos medios dicen que el estadio al completo ovacionó al magnate fascista, otros que los abucheos fueron silenciados. Lo que es seguro es que el espectáculo continuó. En el intermedio, Kendrick Lamar, junto a una bandera de Palestina, animó el evento con Not like us, su beef a Drake, que, según los Grammy, es la mejor canción del año –esto es como si Quevedo hubiese ganado un Griffin por A una nariz–. Y Kanye West puso su granito de arena en la normalización del fascismo en forma de anuncio televisado durante el descanso del partido. El artista grabó un vídeo vertical tumbado en el dentista en el que invitaba a visitar su tienda virtual. En ella se vendía un único producto: una camiseta blanca con una esvástica en el pecho. Ni la NFL ni Donald Trump hicieron comentarios.
Al parecer esto formaba parte de un “ejercicio” que había empezado unos días antes, cuando declaró en Twitter/X que sometía a su mujer, que amaba a Hitler y que era nazi; operación cerrada con cientos de camisetas vendidas, una ¿reflexión? sobre la libertad de expresión y un agradecimiento a Musk por las políticas neonazis de su plataforma.
En tan solo 20 años hemos pasado de escandalizarnos por una teta a ni siquiera sorprendernos porque los gobernantes del mundo sean abiertamente fascistas. Hay quienes achacan este cambio a un estado emocional de supervivencia generalizado en Occidente que se ha ido cociendo lentamente. Una ansiedad existencial asociada a los costes económicos y de oportunidad de la crisis de 2008, primero, y de la invasión de Ucrania, después, y a la desconfianza provocada por la pandemia hacia las autoridades científicas y políticas.
Un estudio publicado recientemente en Alemania destaca la relación directa entre el aumento del precio de los alquileres y el apoyo a la AfD en zonas urbanas tradicionalmente progresistas. Según el estudio, tanto el miedo a una crisis económica como a la crisis del mercado del alquiler provocan una movilidad del voto instrumental en los segmentos de inquilinos con menos recursos, y aquí entra la desconfianza creada por el covid, la equidistancia con la que tanto medios como gobiernos han tratado las crisis humanitarias de refugiados de los últimos años y la proliferación de teorías conspiranoicas, como la del gran reemplazo.
No tengo una conclusión optimista sobre el porvenir del mundo, ni tan siquiera sobre las elecciones en Alemania. ¿Qué podemos hacer? No lo sé. Por suerte, y como hemos visto esta semana, aunque las cabras se asomen a los alféizares con intenciones suicidas, aún pueden ser salvadas por los bomberos de turno (siempre que sean bomberos y no toreros). Quizá la decencia de muchos solo esté siendo empañada por el odio de unos pocos que hacen ruido de más. Puede que el que aquí escribe y el que lee seamos capaces de iluminar este momento tan oscuro. La idea siempre fue plantar cara y por eso estamos aquí. Como dijo Chaplin: “Luchemos por el mundo de la razón. Un mundo donde la ciencia, el progreso, nos conduzca a todos a la felicidad”.
Gracias por estar. Gracias por acompañarnos.
Álex Blasco
El 1 de febrero de 2004, una teta revolucionó el mundo. Aquel día los New England Patriots y los Carolina Panthers jugaban la Super Bowl XXXVIII, una competición que en nuestro país es más famosa por el desmesurado consumo de cerveza y pollo frito durante la final y por el espectáculo musical del intermedio que...
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Álex Blasco Gamero
De Leganés. Estudió periodismo y cª políticas –eso dicen dos papeles muy caros–. Actualmente es miembro de la redacción de CTXT.
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