No puedo parar de llorar
La excorresponsal de ‘Le Monde’ en España, que vivió los atentados del 11-M en Madrid, relata cómo ha sentido los asesinatos de sus compañeros
Martine Silber 14/01/2015
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Viví el 11-M en Madrid como corresponsal de Le Monde. Fue una de las experiencias más horrorosas de mi vida. Durante esos días convivieron dos personas dentro de mí: la periodista y yo, con sensaciones diferentes. Como reportera, tenía cientos de cosas que ver, escuchar, escribir. Dormí poco, comí poco y sólo después de quince días, cuando mi jefe me dijo que no tenían nada previsto para el día siguiente y que podía volver a casa a descansar, lloré durante horas mientras veía un documental en la televisión sobre el papel de las mujeres francesas durante la Segunda Guerra Mundial. Lloré como una niña.
Lloré de rabia, cansancio y compasión.
El atentado contra Charlie Hebdo ha sido diferente.
No puedo parar de llorar. Y son muchísimas las personas que lloran también.
Nunca había pasado una cosa así. Matar a toda la plantilla de un periódico; matar a un periódico.
El peor momento fue cuando supimos los nombres de los asesinados: Cabu, Wolinski, Chab, Honoré, Tignous. Y, un poco más tarde, Bernard Maris, uno de los pocos economistas en el que creíamos.
No leía Charlie Hebdo. Lo leía antes, cuando se llamaba Hara Kiri, durante la época de Cavanna, del profesor Choron y Delfeil de Ton. Lo leí hasta la famosa portada del Bal tragique à Colombey, cuando murió el general De Gaulle y la posterior prohibición de publicar la revista. [El 1 de noviembre de 1970 un incendio en una discoteca en Isère causó 146 muertos y la prensa, en tono sensacionalista, lo bautizó como Bal tragique –baile trágico-. Días después, el 9, moría el general de Gaulle en Colombey-les-Deux-Églises y Hara Kiri titulaba Bal tragique à Colombey: 1 mort- Baile trágico en Colombey: 1 muerto. El número no llegó a salir a la calle y no se sabe con certeza si fue el ministro del Interior quien, de manera automática, lo censuró o si el proceso de prohibir la publicación estaba ya en marcha y coincidió ese día.]
Pero Cabu, sobre todo Cabu, formaba parte de nuestras vidas. Solíamos leer un cómic, Pilote, y llegó Cabu en el año 1963 con ese personaje, le grand Duduche, un chico chulo, holgazán, muy parecido a nuestros hermanos, primos, amigos. Un chico que llevaba siempre vaqueros y zapatillas de deportes, un chico que después del 68 se hizo pacifista y no quería ir al servicio militar obligatorio, tal como nuestros hermanos, primos y amigos. Los más jóvenes le conocían por la televisión, donde trabajó desde 1977 a 1987. Llegaba al programa, con su corte de pelo raro, sus gafas redondas y una sonrisa que los niños, a los que enseñaba a dibujar, no han olvidado.
Fuimos a manifestarnos, el mismo día del atentado, en la Place de la République. Algunos decían en las redes sociales que era peligroso, que la policía no podía asegurar la seguridad a tanta gente. Pero fuimos. Silenciosos, tristes. Sin lemas salvo ese “Je suis Charlie” que hemos visto por todas partes, en tantos idiomas. Con velas, con flores, con dibujos. De vez en cuando se cantó La Marsellesa pero en voz tan baja que daban ganas de llorar. Otra vez.
Somos muchos los que lloramos.
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Este artículo fue escrito el 8 de enero, cuando eran doce las personas que habían sido asesinadas.
Martine Silber es periodista. http://marsupilamima.blogspot.com.es/
Viví el 11-M en Madrid como corresponsal de Le Monde. Fue una de las experiencias más horrorosas de mi vida. Durante esos días convivieron dos personas dentro de mí: la periodista y yo, con sensaciones diferentes. Como reportera,...
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Martine Silber
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