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Lo cuenta Ezequiel Fernández Moores, que es un estupendo periodista argentino: protestó Hillary Clinton, se subió por las paredes el gran jefe de Apple, Tim Cook, los alcaldes de algunas ciudades californianas prometieron que no permitirían que sus funcionarios viajaran allí con dinero público… Nada parecía conmover al gobernador del Estado norteamericano de Indiana, dispuesto a aprobar tal cual un proyecto de ley titulado "De la restauración de la libertad religiosa", que, entre línea y línea, dejaba abierta la posibilidad de discriminar a los homosexuales. Nada, nadie podía hacer nada…, hasta que apareció el baloncesto, que viene a ser, en Estados Unidos, como el fútbol, en Europa.
Más concretamente, apareció la poderosísima Asociación de Deporte Universitario (NCAA, en sus siglas inglesas), que sugirió que si la cosa no se solucionaba se pensaría cambiar de sede y celebrar en otra ciudad la más importante de sus competiciones de baloncesto universitario. Ahí se acabó la historia. El diario local tituló a toda página: "Arréglenlo, ¡ya!" y el bendito gobernador Mike Pence empezó a sudar: por supuesto que se redactaría mejor esa ley para evitar equívocos, quién pudo pensar siquiera que él podía permitir que se discriminara a los gais; ¡por dios¡, si Indiana les adora.
Indiana, las cosas como son, es un Estado perfecto para fanáticos. Hay competencia. Kentucky, por ejemplo, no está mal, si uno lee el artículo titulado "Qué significa enseñar evolución humana en la Universidad de Kentucky". Lo publica esta semana la revista Slate y está escrito por un estupendo profesor de Biología que se merecería un monumento por su encomiable intento de desasnar universitarios de su precioso Estado. Estudiantes que se levantan muy serios en clase y le piden que deje de hablar de evolución humana y de Darwin porque eso son suposiciones que, además, ofenden sus creencias religiosas. Pobre hombre, así día tras día, sin poder mandarles al infierno ni, por lo menos, catearles la asignatura sin redención posible. No, señor. De esa universidad salen biólogos que creen que eso de la evolución humana son cuentos chinos y que están autorizados para dar clase. Luego alguien dirá que la educación no está experimentando en Estados Unidos, en términos nacionales, un tristísimo retroceso.
Sin embargo, nada supera a Indiana. Ahhh, eso sí que es obstinada intransigencia. La idea inicial de la dichosa ley era que en virtud de la libertad religiosa "restaurada" se pudieran negar servicios a eventuales clientes homosexuales. Es decir, que se reconocía a las empresas (no a los individuos, cosa que ya existe en otros Estados, aunque parezca increíble) el derecho a negarse a organizar un banquete o a pintar una cosa o a arreglar un coche si el cliente era homosexual y las creencias religiosas (¡de la empresa!) se sentían ofendidas. ¿Curioso, no?
No se crean. En Indiana, el Gran Estado Fanático (no lo olviden, por si se les ocurre ir de visita o enviar a sus pobres hijos a estudiar inglés con una familia local), cosas así son minucias. Esta misma semana, se condenó a 20 años de cárcel a una mujer por sufrir un aborto, que ni siquiera es seguro que fuera intencionado. La infeliz es una mujer de 33 años llamada Purvi Patel, de familia hindú, que no se atrevió a decir en casa que estaba embarazada. Cuando abortó, cogió el feto, lo metió en una bolsa y lo tiró al río. Todo terrible. La cosa es que, según periódicos norteamericanos, no se sabe bien si tomó pastillas o si abortó sin más, no se sabe si el feto de 23 semanas nació vivo o no; la cosa es que la mujer fue condenada por dos delitos que, para colmo, parecen incompatibles: feticidio (una palabra que se pone de moda) y abandono de bebé. ¿Si quitó la vida a un feto cómo pudo abandonar a un bebé? Pues sí se puede. En Indiana, sí. Poco antes condenó a un año de cárcel a una joven china por intentar suicidarse estando embarazada…
Volvamos al deporte. Al alivio que produce saber que los jugadores norteamericanos de baloncesto son personas normales y que están dispuestos a usar su enorme influencia para evitar crisis humanitarias (desastres aterradores que precisan intervención humanitaria como los provocados por el señor Pence y sus colegas). ¿No sería mucho mejor gobernador Charles Barkley, el magnífico jugador que se manifestó contra la ley, y que con toda inocencia puso de relieve la verdad: "Miren, yo soy del Sur y sé de qué va esto. Son los de siempre escondiéndose detrás de la Biblia. Los mismos granjeros blancos que se esconden detrás de la Biblia para justificar la discriminación. Eso es todo". Gran hombre, Barkley.
¿No sería ya hora de que los jugadores gais de la Liga de fútbol española dejaran de temer a los fanáticos?
Lo cuenta Ezequiel Fernández Moores, que es un estupendo periodista argentino: protestó Hillary Clinton, se subió por las paredes el gran jefe de Apple, Tim Cook, los alcaldes de algunas ciudades californianas prometieron que no permitirían que sus funcionarios viajaran allí con dinero público… Nada...
Autor >
Soledad Gallego-Díaz
Madrileña, hija de andaluz y de cubana. Ejerce el periodismo desde los 18 años, casi siempre como informadora, cronista política y corresponsal. La mayor parte de su carrera la hizo en El País. Cree que el suyo es un gran oficio; basta algo de humildad y decencia.
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