Editorial
Podemos y la pérdida de la inocencia
30/04/2015
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Las elecciones andaluzas han marcado una inflexión en la trayectoria ascendente de Podemos que las encuestas posteriores han venido a confirmar. En poco más de tres meses, el nuevo partido ha perdido diez puntos en intención de voto y ha pasado del primero al cuarto lugar en las preferencias de los ciudadanos. El nuevo fenómeno emergente, Ciudadanos, ha vuelto a agitar el tablero hasta configurar un escenario probable en el que el poder va a ser cosa de cuatro cuando antes era solo de dos. Un escenario que recuerda mucho a la Italia de los años setenta y ochenta.
No falta quien ya empieza a hablar de Podemos como de un cometa que ha entrado en fase de implosión. Son los mismos que patrocinan el cambio gatopardesco que propone Ciudadanos, una bisagra aseada para el bipartidismo dominante, no contaminada por la costra de la corrupción, y que en ningún caso cuestiona los privilegios de la élite hegemónica ni la ruta trazada por Bruselas. Su propuesta fiscal es el sueño que Rajoy no pudo cumplir: rebaja de cinco puntos a los más ricos por solo dos a las rentas más bajas; elevación del IVA a los productos de primera necesidad (alimentos, medicinas, etcétera) y reducción del general, que grava entre otras cosas los artículos de lujo. Añádase una enésima reforma laboral que introduciría el contrato único y sale una versión laica y juvenil del PP sin el pesado lastre de los escándalos y con capacidad de pactar a derecha e izquierda. Un clon de los partidos liberales que desde la II Guerra Mundial han acompañado a conservadores o socialdemócratas en los gobiernos de Alemania y Reino Unido.
La erupción de Ciudadanos ha privado probablemente a Podemos de entrar en el caladero del PP, que Pablo Iglesias quería disputar situándose por encima de la dicotomía tradicional de izquierda y derecha. Su afán omnívoro le ha hecho perder claridad y es probable que una parte de sus eventuales votantes. La incertidumbre que amenaza el experimento de Syriza en Grecia juega igualmente en su contra. Pero el reproche más frecuente de sus simpatizantes de ayer es que su obsesión por la victoria electoral les ha llevado a moderar sus propuestas hasta el extremo de hacerlas irreconocibles, o demasiado parecidas a las de sus rivales [argumento utilizado por el dimisionario Monedero al explicar su renuncia, el 30 de abril].
Pablo Iglesias levanta la bandera del patriotismo frente a los mercados globales para defender otra política económica que rescate a los 13 millones de españoles amenazados de exclusión, pero la auditoría de la deuda pública ha desaparecido de su vocabulario, y la renta básica universal se ha transformado en renta mínima garantizada, una evolución seguramente sensata aunque insuficientemente explicada. En materia de impuestos solo ha anticipado su propósito de eliminar la brecha de siete puntos que existe en presión fiscal entre la media de la UE y España, lo que equivaldría a una recaudación adicional de 90.000 millones. No se sabe cómo va a cubrir esa diferencia y si es posible hacerlo mediante la eliminación de la tupida red de deducciones y exenciones a las que pueden acogerse las grandes fortunas y las grandes empresas. Y cuál va a ser la factura del miedo que puede pasar el gran dinero.
Podemos tiene aún muchas cosas que explicar a los ciudadanos, que tras la experiencia de los últimos 40 años ya no están dispuestos a dar su confianza a quien no les ofrezca una plataforma creíble. Ese plan de rescate a los más necesitados que se propone realizar en los primeros cien días tiene que ser detallado: qué medidas concretas, con qué recursos. No basta con las proclamas de humildad que Iglesias ha incorporado a su discurso y que su lenguaje corporal desmiente a cada paso. Las insuficientes explicaciones de Monedero a su regularización fiscal y la cerrada defensa que hizo la cúpula de Podemos enlazan con la “vieja política”. Perdida la inocencia, los ciudadanos exigen gobiernos que no mientan.
Las elecciones andaluzas han marcado una inflexión en la trayectoria ascendente de Podemos que las encuestas posteriores han venido a confirmar. En poco más de tres meses, el nuevo partido ha perdido diez puntos en intención de voto y ha pasado del primero al cuarto lugar en las preferencias de los ciudadanos. El...
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