Tercera campaña completa de Simeone y su religión en el Manzanares se refrenda con números: por primera vez en su historia, el Atlético disputará la Copa de Europa durante tres temporadas consecutivas. Hay más, el cholismo, alternativa de poder, ha concatenado tres cursos entre los tres primeros de la Liga, algo que sólo había sucedido en dos ocasiones en 112 años de historia atlética (de 1939 a 1942 y de 1960 a 1963). Las estadísticas reflejan el vasto legado de Simeone en toda su magnitud: rescató al equipo del vacío, lo puso a pelear por todos los títulos, conquistó cinco y, lejos de desintegrarse después de Lisboa, tuvo la entereza de consolidarse entre los grandes. Simeone ha liderado siendo la única autoridad moral reconocida por los aficionados. En tres años y medio, ha convertido una plantilla desconfiada en un grupo programado para la guerra, ha convencido a una afición negativa de que se podía recuperar el orgullo y ha sacado a un club moribundo de la mediocridad, hasta instalarlo en el ático de los grandes.

Simeone ha generado una ola de optimismo que, esculpida en el esfuerzo, ha alineado planetas que antes parecían galaxias opuesta

Si el presente dibuja un Madrid donde el músculo financiero no sostiene un modelo deportivo que nada en dinero sin obtener títulos y el Barça responde a una filosofía de juego capaz de rescatar de una crisis institucional al club, Simeone ha generado una ola de optimismo que, esculpida en el esfuerzo, ha alineado planetas que antes parecían galaxias opuestas, uniéndolas en el espacio temporal de tres años: su entusiasmo ha sido la piedra filosofal capaz de matrimoniar a equipo, club y afición. Simeone aspiró a armar un equipo molesto. Cuando lo logró, trabajó para salir campeón. Y cuando su materia prima no alcanzaba para repetir, mantuvo en la élite al grupo. Fácil de decir, difícil de hacer. Trabajó para llegar a la cima del Everest, escaló a pleno pulmón, puso su bandera en lo más alto y, cuando todos pensaban que caería desde la ladera de la montaña, se mantuvo a golpe de esforzado piolet. Nadie puede augurar que el Atlético seguirá ganando títulos, pero pocos dudan de que, si él sigue ahí, su equipo peleará todo, partido a partido.

Hoy que el curso finalizó, los atléticos se hacen la pregunta del millón: ¿Y ahora, qué? Pues ahora, el plan pasa por una planificación metódica. En su día, el Atlético salió campeón impulsado por dos premisas: libertad absoluta del entrenador y la promesa de no desmantelar la plantilla en verano. Eso fomentó la competencia interna del grupo, potenció la pertenencia y animó a creer que, si se trabajaba y se creía, se podía. Así que, para seguir creciendo, el plan pasa por repetir aquello, punto por punto. Mantener el bloque, reforzarlo si es posible, y dejar trabajar al que sabe. Convertir el club en un mercado persa y en una puerta giratoria desembocará en un equipo nuevo que no garantizará títulos y con el que habrá que tener paciencia. Mantener la esencia, dar continuidad al bloque y reforzarse con lo necesario, impulsará la pertenencia y la confianza de un grupo cocido a fuego lento. Si hay grupo, hay equipo. Y todos los campeonatos que ha ganado y perdido el Atlético se han forjado en verano. Antes que vender y comprar, antes de cambiar cromos, está el equipo. Y la fuerza de este Atlético es el equipo. Uno que se mueva como un solo hombre. No hay mejor fichaje posible que construir un equipo. No hay dinero que pueda comprar eso.