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A Ignacio González le quitaron el sillón de la Asamblea pero sus excelentísimas posaderas (amén de su blanco flequillo homenaje a Chenel) han encontrado acomodo. Rápidamente. En el Consejo Consultivo de Madrid. Un sitio donde se hacen consultas y se dan consejos y no apto para jóvenes promesas. Como el Senado, ese sitio del que una vez al año nos recuerdan que es una institución muy importante a la que no debemos ningunear pero a la que acaban de alimentar con Rita Caloret Barberá y Alberto Fabra, de los Fabra de toda la vida. Otros que empiezan.
Me disponía a buscar en Google lo que es el Consejo Consultivo, pero el martes coincidí con Joaquín Leguina y Alberto Ruiz-Gallardón, que también son miembros. Una pareja de expresidentes que van camino de formar parte de lo próximo que perpetre José Luis Moreno. Tan diferentes, tan iguales, tan empalagosos en el halago, tan cuelga tú, cari.
A Leguina se le ve versátil, perfectamente resuelto y de vuelta, perfectamente cómodo en una tertulia, en una reunión con socialistas (que sepamos lo sigue siendo) o rodeado de señores con mocasín y gomina en un hotel de cinco estrellas. A Gallardón se le ilumina la cara cuando ve una cámara. Dice que no nos echa de menos en lo profesional pero sí en lo personal. Y se ríe y se disfraza de señor ruborizado. Con un gesto que tiene tan medido, el de hacernos creer que tiene aún espacio en su ego (y miren que es grande) para una travesura más. Hace falta valor.
Del Consejo Consultivo de Madrid, creado por Esperanza Aguirre en 2007, se ha hablado poco pero se ha gastado mucho. Más de 8.000 euros brutos al mes para cada uno de sus honorables miembros. Y ahora, la rubia motera y con tatuaje que tenemos como presidenta gracias a C's ha declarado que se plantea suprimirlo. Y eso a Leguina no le gusta. Nada. Le preguntan los periodistas y se enerva, se convierte en hipérbole y saca a pasear el zumo supervitaminado que ha debido beberse en casa antes de enfrentarse al mocasín y al micrófono. “Me pregunto por qué, habiendo consejos consultivos en todas las comunidades, es en Madrid donde se cuestiona. Y me parece una barbaridad cargárselo”, dice. Hasta aquí no nos preocupan sus constantes vitales.
Pero tanta tertulia a-ver-quién-dice-la-mayor-barbaridad tiene sus efectos. Y decide disparar. “Permanentemente se dice que ganamos 8.000 euros. ¡Y no es verdad! Son 5.000 y pico. El resto es para la Seguridad Social y para Hacienda por las retenciones. No me cargue usted sobre mi espalda lo que estoy pagando para que usted cobre el paro”, dice.
Que sepamos sigue siendo socialista, insisto. Que sepamos también, nos preocupan sus constantes vitales. Y nos alarman las carcajadas del respetable (ejem). Con Pepe Bono y Enrique Cerezo en la Fila Cero, reina ese compadreo que a los que ocupamos asientos de prensa no nos hace maldita la gracia. Un detalle que no se le escapa a Pedro Núñez Morgades --un popular amable--, que nos pregunta en voz baja: “No os ha convencido, ¿verdad?”.
Leguina, ante las risas, se convierte en peligro público y decide recordarnos, con tono de reprimenda paterna, que la Comunidad de Madrid se ahorra un dineral gracias a gente como él, que se pasa todo el día dando consejos y atendiendo consultas. Y ya de paso pide que, aunque no sea constitucional, se fusile a los expresidentes al amanecer para evitar este tipo de problemas y así una pensión que nos ahorramos. Más carcajadas. Más estupor.
Es entonces cuando Gallardón sale al quite y hace una de las suyas. Intenta vendernos complicidad con ese señor airado que fue primer presidente de la Comunidad de Madrid, pero se pone la toga de fiscal, entona con esa voz de convencimiento y apunta que es importante contar con la experiencia de los que han ocupado puestos de responsabilidad para esas instituciones. “Estaré al servicio de los intereses de la institución”, dice.
Se nos ocurren muchas consultas para los expresidentes y quizá sólo un consejo: váyanse de vacaciones. Al monasterio del pudor, si es posible. Donde haya silencio y se prohíban las carcajadas. Y no vuelvan hasta nueva orden. Nosotros, al contrario que ustedes, no les echamos de menos.
A Ignacio González le quitaron el sillón de la Asamblea pero sus excelentísimas posaderas (amén de su blanco flequillo homenaje a Chenel) han encontrado acomodo. Rápidamente. En el Consejo Consultivo de Madrid. Un sitio donde se hacen consultas y se dan consejos y no apto para jóvenes promesas. Como el
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Ángeles Caballero
Es periodista, especializada en economía. Ha trabajado en Actualidad Económica, Qué y El Economista. Pertenece al Consejo Editorial de CTXT. Madre conciliadora de dos criaturas, en sus ratos libres, se suelta el pelo y se convierte en Norma Brutal.
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