De la enfermedad al éxito, vía TUE
Sergio Palomonte 2/10/2015
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Al margen de otras características en común, si algo une a los tres últimos ganadores de dos o más ediciones del Tour de Francia es que todos han pasado por enfermedades o patologías muy graves, de esas que a cualquier ciudadano le dejarían secuelas para la práctica de cualquier actividad física. Sin embargo, y desde hace algún tiempo, parece que la mejor garantía para ser un deportista excepcional es padecer una enfermedad crónica, de esas que requieren tratamientos constantes, y que sin embargo parece que deja a estos deportistas el respiro suficiente para ganar las pruebas y torneos más exigentes del mundo.
¿Cómo es posible algo así, que va en contra del más mínimo sentido común, por no entrar en asuntos de decoro? Es posible por un complejo sistema de intereses, en el que unos hacen que no ven, otros que padecen, y otros dan el consentimiento conforme, muchas veces por silencio administrativo. Que está ya todo montado así, y que si no tienes un TUE (AUT, en sus siglas en español) es porque no quieres, porque hasta las mismas autoridades que velan por la limpieza de los diferentes deportes dan todo tipo de facilidades y explicaciones para que enfermos crónicos o coyunturales puedan competir.
Un TUE es una ‘Autorización de uso terapéutico’, básicamente un salvoconducto para que, con los consiguientes visados, bulas y sellos lacrados, un deportista pueda tomar sustancias que dan positivo en el antidopaje, pero no porque quiera mejorar su rendimiento deportivo por la vía del atajo médico-farmacológico, sino para que el enfermo y doliente no se vea privado, por un caprichoso virus o una corriente de aire, de esa competición que lleva preparando durante años. Dejemos que sea el propio Consejo Superior de Deportes quien lo explique, a través de su agencia subsidiaria de "Protección de la salud en el deporte" (anteriormente llamada de Antidopaje, ahora AEPSAD), de manera poco controvertida:
"Los deportistas pueden presentar enfermedades o situaciones médicas que requieren el uso de medicamentos o métodos incluidos en la lista de sustancias y métodos prohibidos en el deporte. La normativa nacional e internacional garantiza al deportista un procedimiento que le permite obtener un permiso especial para el uso de dichos medicamentos o métodos siempre que esté justificado por razones médicas y cumpla los requisitos normativos formalmente establecidos. El AUT es una autorización que permite a un deportista utilizar sustancias y/o métodos prohibidos, contenidos en la lista de sustancias y métodos prohibidos en el deporte, por razones médicas justificadas, durante un tiempo limitado y de acuerdo a los criterios establecidos".
Como cualquiera puede comprobar, es el equivalente a que en un dictado dejen llevar el diccionario, o que un jugador de póquer lleve manga larga. Es simplemente seguir el procedimiento, esos "requisitos formalmente establecidos", y lo que antes estaba prohibido ahora es necesario para la salud de un deportista. Es más: es perfectamente compatible con disputar una etapa ciclista de montaña, o correr una maratón. Porque lo primero es la salud, por eso existen los TUE: para poder seguir compitiendo, a pesar de estar enfermo. Auténtica neolengua orwelliana, como tantas cosas del deporte contemporáneo.
Si el deportista es doméstico, esto es, de esos que no llevan la Marca España por el mundo, el TUE es autorizado por un comité de expertos dentro de la AEPSAD, y se antoja que las deliberaciones tendrán el mismo formalismo que en jurados de los talent show televisivos: este vale, y este no vale; si el deportista es de ámbito internacional, el TUE tiene que ser autorizado por un comité especialista en TUE que hay dentro de cada Federación Internacional deportiva, tal es la extensión del fenómeno. ¿Quién integra estos comités que pueden autorizar a tomar sustancias dopantes? "Un panel de médicos expertos", sin precisar su especialidad. En el caso del comité nacional, "nueve miembros, de los cuales al menos seis son médicos con experiencia en asistencia sanitaria y tratamiento de deportistas". Un comedero del gremio: médicos deportivos que deliberan sobre enfermedades de deportistas, certificadas por compañeros de profesión.
¿Son enfermedades deportivas? No necesariamente; de hecho, hay patologías tan variopintas que la composición a dos tercios del comité nacional "con experiencia en el tratamiento de deportistas" se antoja una de sus mayores debilidades. De lo poco que trasciende de estos temas es que se enfrentan a casos de cáncer, cavernomas que dejan propensión a la epilepsia o la bilharzia, un virus africano, y eso solo por seguir con los ejemplos del primer párrafo. La casuística es tan amplia como el Vademecum, pero hay enfermedades estrella que campan a sus anchas en el mundo del deporte profesional.
La más popular es el asma. En los JJOO de Lillehammer 1994, el 70% de los deportistas alegaron tener la dolencia respiratoria, una tasa muy por encima de lo normal en la sociedad. Será que en eso consiste lo de ser "excepcionales", también en la enfermedad. Un TUE de asma permite a los deportistas agraciados con el salvoconducto tomar unas generosísimas cantidades de las marcas de broncodilatadores más populares, porque la bula deportiva bajo el amparo de la enfermedad deja un amplísimo margen para tomar cantidades desorbitadas del principio activo que las integra (Salbutamol o Salmeterol, estimulantes adrenérgicos beta-2), hasta la desorbitante cifra de 1.000 ng/ml en sangre, equivalente a 15 inhalaciones.
Que ya es tener asma. Sin que sea óbice, se conocen casos de deportistas (Froome, por ejemplo) que, a pesar de estar aquejados de tan insidioso mal, consiguen vencer la enfermedad y, gracias al TUE, ganar su competición. No acabar, o simplemente participar: ganar. Pero, por supuesto, eso no se debe al dopaje legal que proporciona el TUE, sino a que eran los mejores de partida, y un inoportuno acceso de tos o de asma no tiene por qué cercenar su trabajo de tantos años, incluyendo al médico de confianza rellenando un TUE a toda prisa para que el comité lo autorice en 24 horas. O retroactivamente, una práctica muy habitual y que deja el ejemplo del dictado con diccionario a un nivel propio de pardillo.
Es cierto que hay un tipo de asma que aparece con la práctica del deporte, y que también el cloro de las piscinas puede producir asma, pero el más común es el alérgico, lo que lleva directamente a otra de las dolencias estrella para los TUE: ¡Las alergias! ¡Malditas sean! Dejan patidifuso al más poderoso deportista. ¡Son la plasmación viva del proverbio chino del aleteo de la mariposa! Esas floraciones de delicadas plantas, que se traducen en que un ciclista se deje una minutada, o el baloncestista de dos metros y todo músculo, que entra renqueando a la pista. Hay alergias que no se descubren hasta que no están encima. Algo así le pasó al ciclista Alberto Contador en 2010, cuando acudió a disputar una prueba en Córcega y, sin duda por algún endemismo propio de la isla, una alergia le dejó KO, aunque su director deportivo del año anterior dijese que no sabía que tuviese alergias.
Alergia y asma son mainstream para TUE. Sin ir más lejos, en el último Tour de Francia el corredor local --se salía de Holanda-- Lars Boom, uno de los favoritos para la crono inicial, arrojó unos valores disparatados, por bajos, de cortisol, que justificó días después diciendo que era alérgico a algo que debe florecer en julio, y que había estado tomando muchos jarabes en los días previos para vencer el mal que lo afligía. La alergia sirve para justificar todo, al igual que el asma, pero ya es tan común que últimamente se ha visto un salto cualitativo hacia un nuevo flagelo de los deportistas, y que les podría obligar a recurrir a los indeseados TUE.
Se trata de los medicamentos para la glándula tiroides. La hormona tiroidea que se secreta en esa parte del cuerpo humano está presente en múltiples procesos fisiológicos, de tal suerte que se puede aducir para múltiples patologías. En fechas recientes ha trascendido que Roman Kreuziger, unos de los ciclistas más destacados del pelotón, y el mejor gregario de Contador, padece del tiroides, y que por eso tiene que tomar fármacos específicos. El mal que anida dentro de él le ha permitido justificar unos valores anómalos del año 2011, que en un principio se creyeron que era dopaje, y que no eran más que erróneos por la asunción de la farmacología asociada a su tratamiento. No tenía un TUE por la época, pero el testimonio de su hermana, que al parecer padece algún tipo de trastorno en la glándula, ha permitido al ciclista checo aferrarse a esa posibilidad y decir que también le atormenta.
Por supuesto, no tiene nada que ver con todo esto que los medicamentos para la hormona tiroidea tengan como efecto colateral la pérdida de peso y ser unos estimulantes formidables, y que entrenadores vinculados al dopaje como Alberto Salazar la hayan prescrito a sus pacientes-clientes, como Kara y Adam Goucher, Flanagan, Begley o Galen Rupp, atletas de perfil internacional y grandes marcas. Es completamente disparatado pensar que se pueda estar prescribiendo medicamentos para enfermos a gente sana, deportista y sin ningún tipo de patología, más allá del asma y alergias consuetudinarias. La prevalencia de enfermedades de tiroides entre la población es del 2%, y preferentemente mujeres de mediana edad, pero parece que en el deporte es significativamente mayor.
Lo más paradójico viene cuando el pasado 30 de septiembre la AMA, el organismo internacional de la lucha contra el dopaje, ha dejado fuera de su catálogo de sustancias dopantes prohibidas para el próximo año la Thyroxina, el principio activo detrás de todos los medicamentos ideados para combatir el hipotiroidismo. A pesar de las evidencias reunidas en torno a su uso cada vez más frecuente entre deportistas profesionales, no han considerado que mejore significativamente el rendimiento, o que ponga en riesgo la salud. Sin duda, ha sido todo un capote prestado a los siempre desbordados comités nacionales e internacionales que autorizan o deniegan TUE: lo que no está prohibido, ni siquiera requiere un salvoconducto para doparse legalmente. Lo que no da positivo, no es dopaje. Los medicamentos para enfermos que son tomados por personas sanas, algo bueno harán. Y así sigue este juego de intereses creados.
Al margen de otras características en común, si algo une a los tres últimos ganadores de dos o más ediciones del Tour de Francia es que todos han pasado por enfermedades o patologías muy graves, de esas que a cualquier ciudadano le dejarían secuelas para la práctica de cualquier actividad física. Sin embargo, y...
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