Fotomontaje de Rouco Varela al estilo de Enrique VIII.
Manu GarridoEn CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Rouco Varela quiere ser como Enrique VIII. Quiere la escisión, montar su propio tea party. Pero no puede. Han transcurrido varios siglos y, para sorpresa de algunos, las tornas se han cambiado; ahora es la Iglesia católica la que quiere pisotear sus propios valores. El papa Francisco ha abierto el debate sobre la postura de la Iglesia frente a los nuevos tiempos de familia, muy ligada a la crisis que atraviesa la institución —con pérdidas récord de fieles año tras año—, en la que pretende abarcar temas como la comunión para los divorciados que se han vuelto a casar o la apertura hacia los homosexuales. Rouco, por su parte, se ha unido a otros diez cardenales de diferentes países para plantar cara al Papa reformista.
“No me pueden despedir así. Mi hoja de servicios a la Iglesia merece otra cosa”, decía un indignado Rouco tratando comprender qué había propiciado su salida del Arzobispado de Madrid hace ya un año. La llegada de Francisco al Vaticano parecía tener bastante que ver. La pasividad de Rouco ante el problema de la pederastia en la Iglesia, también. Le pasó factura su amistad con Francisco Javier Martínez, cabeza del Arzobispado de Granada y pieza clave en el ridículo del “caso Romanones”, donde trató de torpedear el proceso judicial.
Agitador político y opinador profesional, Rouco perdió la seguridad que los anteriores pontífices le habían brindado. Con Juan Pablo II y Benedicto XVI, su puesto como máximo responsable de los obispos españoles escapaba de toda duda. Y ahora… Qué lástima, ahora.
A principios de año dejaba el palacio arzobispal de Madrid para mudarse a un piso de lujo de casi cuatrocientos metros cuadrados valorado en más de un millón de euros. Una actuación que contrasta con sus declaraciones en 2011 sobre los jóvenes del movimiento 15M: “Se encuentran con sus vidas rotas (...) el fracaso está servido”. O lo que es lo mismo: los momentos difíciles de la vida se combaten mejor con un pisito en la capital.
Tampoco está de más advertir de vez en cuando a quienes no atienden tus peticiones. Es el caso de su aparición durante el funeral de Adolfo Suárez, donde habló de actitudes que causaron la Guerra Civil y “la pueden volver a causar”, en una muestra más de su determinación. Una búsqueda de la supremacía que hace años que no atiende a motivos religiosos ni ligados al ideario católico, sino que nace y muere en la cabeza de Rouco Varela tratando de volver a dar forma a una España que ya dejó de existir.
Aun con todo, Rouco tiene que seguir agarrándose a algo, y sabe que la batalla contra el flowerpowerismo de Francisco es una buena baza. Una batalla de impotencia y venganza que quiere decir no al cambio que el conjunto de la Iglesia lleva pidiendo durante años y que ahora encabeza un Papa que tiene que enfrentarse a un sector que no está dispuesto a pasar por alto estas “distorsiones dañinas para la Iglesia universal”, en palabras del cardenal estadounidense Leo Burke.
La hemeroteca relativa a Rouco es incontestable. Lo es, igualmente, su importancia en distintos aspectos de la España de los últimos veinte años; años que ahora quedan enterrados junto a su carrera por las instituciones religiosas. Nadie quiere oír nada más que venga formulado por el cardenal. Porque no es el rey de Inglaterra. Nunca lo ha sido. Y aunque ahora se sume a una cruzada que no hace sino volver a poner de manifiesto la necesidad de una profunda limpieza de los líderes del catolicismo a nivel mundial, su lugar hace tiempo que está fuera de la opinión pública.
Señor Rouco, escriba sus memorias. Escríbalas una y mil veces. Úselas como decálogo. Funde una religión en el salón de su piso de la calle Bailén. Váyase al Parque del Retiro a dar de comer a las palomas. Salga de viaje. Conozca mundo. Descárguese una aplicación de running. Never give up. Vaya a bailar. Baile con Dios. Rece. Rece muchísimo.
Haga lo que quiera. Pero hágalo en silencio.
Rouco Varela quiere ser como Enrique VIII. Quiere la escisión, montar su propio tea party. Pero no puede. Han transcurrido varios siglos y, para sorpresa de algunos, las tornas se han cambiado; ahora es la Iglesia católica la que quiere pisotear sus propios valores. El papa Francisco ha...
Autor >
Manuel Gare
Escribano veinteañero.
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