Spencer Tracy, en un fotograma de la película Furia, dirigida por Fritz Lang en 1936.
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Nuestro pueblo, al que pertenece nuestra vida más que a nosotros mismos, reclama, de nuestra justicia, venganza de un crimen cometido contra la vida que Nos deseamos conservar para vuestra felicidad.
Luis XV, al condenar al regicida Louis Damiens (1757).
El castigo que recibió el autor del atentado al Rey de Francia repugnó a Giacomo Casanova: “Tuvimos el valor de presenciar la espantosa visión durante cuatro horas. Damiens había tratado de asesinar a Luis XV, y aunque el intento fue un fracaso y solo produjo en el rey una leve herida, fue arrancado en pedazos como si el crimen hubiera sido consumado. En varias ocasiones me vi obligado a apartar la cara y taparme los oídos mientras oía sus desgarradores alaridos, después de que la mitad de su cuerpo se hubiese separado de él”.
En las sociedades modernas, el monopolio del Estado sobre la venganza siempre ha permanecido bajo un ojo vigilante y, a veces, vociferante: la “opinión pública”, ese ser inaprensible y volátil, se confunde demasiadas veces con la “opinión publicada” que no informa, sino que reclama para sí la potestad de señalar al culpable de un crimen, sentenciarlo y, simbólicamente, colgarlo a la usanza de la Ley de Lynch. Desde las coplas de ciego a las páginas de sucesos de El Caso, el sensacionalismo ha alimentado los miedos colectivos, el morbo ante la sangre y el subsiguiente escándalo indignado. Estamos ante el escalón más bajo del periodismo, aquel que cuestiona el principio básico de igualdad jurídica y juicio justo en una democracia, así como el derecho a la defensa y a la presunción de inocencia, principios fundamentales que una manada de políticos irresponsables --cuando no corruptos-- e instituciones afines han malbaratado. Cuando los medios de comunicación tienen como único fin vender titulares-mechero para encender las antorchas de la furia, se convierten en los auténticos antisistema.
“¿Mataron a Asunta porque les molestaba?” El Mundo (28-9-2015)
“Las mentiras de Basterra al descubierto” La Razón (4-10-2015)
“En exclusiva, las últimas imágenes de Asunta Basterra con vida. Las imágenes de archivos de Rosario Porto. En ellas, se puede ver a Asunta compartiendo cumpleaños, viajes... con su familia. También se puede ver a la pequeña niña tocando el piano mientras su madre la graba”. Un tiempo Nuevo. Cuatro. (3-10-2015)
Y si no creen en los principios democráticos, la mera posibilidad de que un acusado resultara un falso culpable ya debería hacer dudar de los juicios paralelos y mediáticos. Para ello, nada mejor que recordar el “caso Rocío Wanninkhof” y la crueldad con la cual los mass media se cebaron en la principal acusada, condenada por un jurado popular y luego declarada inocente, a pesar de la presentencia del entonces ministro del Interior, Ángel Acebes, que habló de “perfil delincuencial (sic)” se supone que por ser la acusada lesbiana, ya que no tenía antecedentes: una muestra de que la bajeza moral tiene aún más peligro cuando surge de las más altas instancias. Hace pocas fechas se ha resuelto el “caso Pandilla” tras 17 años de pesquisas, un asesinato en el que siempre se consideró como principales sospechosos a los amigos de la víctima, de ahí el nombre de la operación policial. En ambos casos, los asesinos eran otros y no los señalados o condenados injustamente. Tras estas ordalías no hay disculpas, en todo caso “errores judiciales” o silencio, hasta que llega el siguiente caso y todo vuelve a repetirse.
Los aficionados al cine tendrán en la memoria los falsos culpables que pueblan la cinematografía de Alfred Hitchcock y la infinidad de películas donde un gobernador necesita una ejecución sumaria para ser reelegido: la muerte vende en todas partes e incluso compra votos. Pues bien, cuando ciertas informaciones de amarillismo rampante distribuyen su carnaza y las redes sociales, en respuesta, rezuman visceralidad, algunos recordamos Furia, de Fritz Lang, la primera película del director austriaco en los EE.UU., en la que los habitantes de un idílico pueblecito se convierten en una horda de salvajes que intenta linchar a un inocente Spencer Tracy, demostrando la facilidad con que una sociedad pacífica puede olvidar los principios básicos de la convivencia. Cuatro años antes el ya muy famoso Lang --izquierdista que odiaba a los nazis-- había recibido la propuesta de Joseph Goebbels de hacerse cargo de la dirección de la UFA. Entonces tuvo que explicar a Goebbels que su madre, católica conversa, era realmente judía. El jefe de la propaganda moderna replicó: "Nosotros decidimos quién es ario y quién no". Esa misma noche huyó a Francia, con lo puesto.
Fritz Lang, ese fenomenal especialista en retratar la esencia del Mal que habita en el ser humano, sabía muy bien que basta una chispa en el momento adecuado para hacer desaparecer cualquier apariencia de civilización y regresar a lo que siempre fuimos: una tribu feroz y caníbal, solo a un paso de su propia destrucción.
Nuestro pueblo, al que pertenece nuestra vida más que a nosotros mismos, reclama, de nuestra justicia, venganza de un crimen cometido contra la vida que Nos deseamos conservar para vuestra felicidad.
Luis XV, al condenar...
Autor >
Pilar Ruiz
Periodista a veces y guionista el resto del tiempo. En una ocasión dirigió una película (Los nombres de Alicia, 2005) y cada tanto publica novelas. Su último libro es "La Virgen sin Cabeza" (Roca, 2003).
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