Reino Unido
La necesaria agenda de Jeremy Corbyn
Mariana Mazzucato 21/10/2015
Jeremy Corbyn.
Luis GrañenaEn CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Siete economistas (entre ellos Joseph Stiglitz, Thomas Piketty y yo) han accedido a convertirse en asesores económicos de Jeremy Corbyn, el nuevo líder del Partido Laborista británico. Espero que compartamos la meta de ayudar al laborismo a dar forma a una política económica que esté guiada por la inversión, sea inclusiva y sostenible. Pondremos distintas ideas en común, pero aquí están mis impresiones sobre el tipo de agenda progresista que necesita hoy el Reino Unido (y el resto del mundo).
Cuando el Partido Laborista perdió las elecciones en mayo, recibió considerables críticas – incluso de sus responsables políticos – por no haber sabido acoger con los brazos abiertos a la comunidad empresarial como “creadores de riqueza”. Pero si bien está claro que los empresarios crean riqueza, también la crean los trabajadores, las instituciones públicas y las organizaciones de la sociedad civil, que a través de formas de asociación dinámicas, impulsan el crecimiento y la productividad a largo plazo. Desde luego, una agenda económica progresista debe empezar con el reconocimiento de que la creación de riqueza es un proceso colectivo y que los resultados del mercado son producto de la forma de interactuar entre estos diversos “creadores de riqueza”. .
Debemos deshacernos de la falsa dicotomía de gobierno contra mercados y empezar a pensar más claramente acerca de los resultados que queremos del mercado. Hay mucho que aprender de las inversiones públicas orientadas a objetivos, en lugar de estar centradas en “facilitar” o “incentivar” empresas. La política debería configurar y crear mercados de modo activo, y no sólo arreglarlos cuando van mal.
Si bien está claro que los empresarios crean riqueza, también la crean los trabajadores, las instituciones públicas y las organizaciones de la sociedad civil
Desde luego, las políticas tradicionalmente consideradas “favorables a las empresas”, tales como los créditos fiscales y las tasas impositivas más reducidas pueden ser malas si limitan la capacidad futura de los gobiernos de invertir en campos que incrementan el crecimiento guiado por la innovación. De modo semejante, es hora de pasar del debate sobre la austeridad a un nuevo diálogo acerca de cómo crear formas de asociación público-privadas mutuamente beneficiosas para fomentar décadas de crecimiento.
Para empezar, debemos invertir en educación, capital humano, tecnología e investigación. Los ingentes avances tecnológicos y organizativos han elevado la productividad en muchos sectores. Muchos (si no la mayoría) de estos logros tienen su origen en la investigación con fondos públicos. Garantizar avances futuros habrá de requerir intervenciones políticas directas e inversiones a lo largo de toda la cadena de innovación: investigación básica, investigación aplicada y financiación empresarial en un primer estadio.
Además, necesitamos finanzas más a largo plazo, con mayor paciencia. La mayoría de las finanzas de hoy son demasiado especulativas y se centran demasiado en resultados a corto plazo. El capital riesgo volcado afuera podría ser apropiado para artilugios; pero las revoluciones tecnológicas han exigido históricamente una financiación pública paciente y comprometida. En algunos países, como Alemania y China, la banca pública adopta este papel. En otros, el trabajo lo realizan organismos públicos estratégicos.
Esto también significa desfinanciarizar la economía real, que se ha concentrado excesivamente en preocupaciones a corto plazo, de modo que los beneficios se reinviertan en producción e investigación y desarrollo, en lugar de acumularse o gastarse en volver a comprar acciones.En la última década, las empresas del Fortune 500 en terrenos como tecnología de la información, como empresas farmacéuticas y energéticas han gastado más de tres billones de dólares en volver a comprar acciones con el fin de propulsar precios de acciones, opciones sobre acciones y salarios de ejecutivos. Mientras tanto, solamente en los Estados Unidos y Europa, las empresas han acumulado cerca de 4 billones. Habría que recompensar a las empresas por reinvertir sus beneficios en producción, innovación y formación de capital humano.
Habría que recompensar a las empresas por reinvertir sus beneficios en producción, innovación y formación de capital humano
A continuación, debemos subir los salarios y el nivel de vida. Hasta los años 80, los aumentos de productividad se vieron acompañados de aumentos salariales y la elevación del nivel de vida. Este vínculo se quebró al caer el poder negociador del mundo del trabajo y la acrecentada orientación financiera de las empresas. Los sindicatos son clave para una gobernación empresarial efectiva y, por lo tanto, deberían estar más implicado en la política de innovación, presionando en favor de inversiones en educación y formación, impulsores a largo plazo de los salarios.
Hay que fortalecer las instituciones públicas. Las opciones de una política audaz exigen organismos e instituciones públicas que sean capaces de correr riesgos y aprender de ello. Externalizar servicios del Estado que entran dentro de sus competencias obstaculiza este proceso, pues reduce la “capacidad de absorción” del sector público. Crear una red de organismos e instituciones descentralizadas, bien financiadas, que trabajen en asociación con empresas haría al Estado más eficaz y más centrado estratégicamente.
Igualmente, ha de hacerse más progresivo el sistema impositivo, con créditos fiscales para las empresas destinados a alentar resultados inclusivos. Debemos terminar con la actual práctica de rebajar impuestos, crear resquicios que permiten la elusión fiscal y ofrecer créditos créditos fiscales que tienen poco efecto sobre la inversión y la creación de empleo.
Cuando el sector público corre riesgos clave a lo largo de la cadena de innovación – como cuando proporciona préstamos garantizados a compañías como Tesla – deberíamos pensar de modo más creativo acerca del tipo de contratos que permiten a la opinión pública compartir no sólo los riesgos sino también algunas de las recompensas.
Debemos dar forma también a un nuevo relato sobre la deuda. En lugar de centrarnos en los déficits presupuestarios, deberíamos concentrarnos en la relación del denominador de la deuda con el PIB. Mientras la inversión incremente la productividad a largo plazo, la proporción permanecerá bajo control.
Muchos de los países con la proporción más alta entre deuda y PIB – entre ellos España – incurrieron en déficits relativamente modestos, pero no supieron invertir de modo eficaz en educación, investigación, formación o programas bien diseñados que facilitaran el ajuste económico
En la OCDE, muchos de los países con la proporción más alta entre deuda y PIB – entre ellos a Italia, Portugal y España – incurrieron en déficits relativamente modestos, pero no supieron invertir de modo eficaz en educación, investigación, formación o programas bien diseñados que facilitaran el ajuste económico.La política fiscal y monetaria serán importantes, pero sólo si se emparejan con la creación de oportunidades en la economía real. La creación de dinero, por medio de la flexibilización cuantitativa, no alimentará la economía real si el dinero nuevo acaba en bancos que no conceden préstamos. Y cuando las empresas no ven oportunidades, los tipos de interés dejan de afectar a la inversión.
Por último, no debemos evitar guiar el rumbo del desarrollo hacia una economía verde. Más allá de los proyectos de infraestructuras “listos para su ejecución”, el estímulo fiscal debería apoyar proyectos de transformación, como los que han llevado a avances en tecnología de la información y la comunicación, en biotecnología y nanotecnología, que fueron “escogidos” por políticas públicas que colaboraban con empresas. El desarrollo verde puede tener que ver con muchas más cosas que con las energías renovables, se puede convertir en un nuevo rumbo para el conjunto de la economía.
El Partido Laborista británico, junto a otros partidos progresistas de todo el mundo, tiene la responsabilidad de cambiar el debate sobre política económica. Y si así lo hace, tendrá la oportunidad de configurar el futuro.
Este artículo ha sido publicado por Social Europe Journal, en su versión en inglés, y en español por Sin permiso
Traducción de Lucas Antón
Siete economistas (entre ellos Joseph Stiglitz, Thomas Piketty y yo) han accedido a convertirse en asesores económicos de Jeremy Corbyn, el nuevo líder del Partido Laborista británico. Espero que compartamos la meta de ayudar al laborismo a dar forma a una política económica que esté guiada por la...
Autor >
Mariana Mazzucato
Es profesora de Economía de la Innovación en la Universidad de Sussex (Gran Bretaña) y autora del libro El Estado emprendedor (RBA, Barcelona, 2014)
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí