“Ustedes se juegan el escaño y nosotros el Estado de Bienestar”. Las once palabras que Pepa Bueno le atizó a Mariano Rajoy en Gran Vía 32 son sólo un resumen de lo que pasó en esa entrevista, un toma y daca que a estas horas ya han analizado en profundidad politólogos, tertulianos y cuñados. Así que hasta aquí mi resumen. Gracias, presidente, por tanto.

He venido hoy a hablar de hombres de negocios. O de patronales más bien, que se suponen formadas por empresarios pero que, como me dijeron el otro día, “ninguno de los que van por allí son de los que echan el cierre”. Leo en un periódico que hay que aplaudir sin rubor al presidente de la patronal madrileña, Juan Pablo Lázaro. Y después de repartir y aplaudir a Amancio Ortega (a este paso acabará siendo eje de la campaña electoral), me detengo en la noticia. Sin rubor. Aplaudir. A un empresario. Por una decisión sin precedentes. Sí, es una página color salmón, hay que contener las emociones, porque suena previsible, porque no lo dice Carmena ni Pablo. Sigo leyendo.

Hablan de paso histórico y yo me preparo para lo mejor. Vaya, parece que van a prescindir de las subvenciones públicas que hasta ahora recibían. Eh, oiga, un momento, pero ¿los empresarios no son liberales pata negra y no quieren saber nada de lo público? Espere y no corra, ¿pero no hemos leído y hablado de fraudes en los cursos de formación en la Comunidad de Madrid? Vale sí, pero ¿y los ERE en Andalucía, qué?

Vayamos a los datos. La patronal madrileña parece que menguará su presupuesto de 21 a 3 millones de euros, y vivirá de las cuotas de los asociados y de los servicios que preste a las empresas y a las Administraciones Públicas. No sé ustedes pero yo a estas alturas me estaba emocionando por encima de mis posibilidades. Ay, por fin, mis empresarios, que me los han cambiado. Sigo. Empieza la exaltación de la amistad y alguien ha decidido escribir que eso supone un modelo acorde con los tiempos y no sé qué más. Insistiendo en el aplauso. Sin medida. Y empiezo a sospechar.

Sospecho cuando esa votación dentro de la patronal madrileña implica, a juicio del periodista, que el empresariado ya ha asumido plenamente la modernización que conllevan los nuevos tiempos. Huy. Y el presidente de CEIM, que dice que ese gesto permitirá al poder político no inmiscuirse en la patronal.

Me permito deslizarles unos datos. Al igual que la anterior alcaldesa de la capital, Juan Pablo Lázaro es presidente por sorpresa (ahí hay una película, ustedes verán) que no pasó por las urnas. Fue vicepresidente con Arturo Fernández, el del concurso de acreedores, el compañero de pupitre de Esperanza, el que decidió que con una presidencia no bastaba y que además de la patronal madrileña también quería la de la Cámara de Comercio. El que volvió a ganar en las últimas elecciones cuando el fango le llegaba a las rodillas, el que dormía la siesta con el Pequeño Nicolás. El que sigue paseándose altanero por encuentros de empresarios como si la cosa no fuera con él, ahora, eso sí, sin tarjeta black. Lázaro era su sombra, o al menos una de ellas, y viene ahora a hablarnos de regeneración. Igual pasaba por allí demasiadas veces, no sé. La vida tiene estos azares y estas malditas casualidades. Sí, ya le hemos pedido entrevista para Ctxt. A ver con qué carta nos quedamos. La del transgresor con su pasado o la de la regeneración que no es. Porque dijo que convocaría elecciones en 2015 y le estamos esperando. Para querer al margen al poder político, ya está incumpliendo promesas.